Disclaimer: No es mío, simplemente por el hecho de que a otros se les ocurrió antes que a mí la idea. Pero el fic (la idea, vamos, no los personajes) es Mío... mi tesoro...
Copyright: Ni de coña. Nadie puede copiar esto sin mi consentimiento.
Una nueva locura salida de mi pequeña cabecita. Extrañamente empieza igual que el último capitulo de VCE (Noche con Vistas) pero no tiene nada que ver.
Sin embargo, la disposición de la casa será igual.
No sé cómo reaccionareis, si os gusta o no, pero espero que no me lanzéis navajazos xDD
El título significa "El Otro Lado del Espejo". Disfrutad ;)
The Another Side of the Mirror
No sentía absolutamente nada. Era como si jamás hubiese estado allí. Nada. Estaba vacía. Completamente vacía. Se sentía como si no hubiese vivido los últimos años. Como si acabase de despertar de una espantosa pesadilla.
Pero nada más sacar los pies de la cama confirmó que no era así. Todo era nuevo, diferente. No sentía nada. Nada interiormente, al menos, porque hacía mucho frío. Mucho más frío del que debería hacer por la mañana; no recordaba esa temperatura tan baja como habitual.
Se levantó sin abrir los ojos, sólo deleitándose con sentirse "viva" de nuevo, con renacer. Anduvo lentamente por la habitación tropezándose varias veces. Era extraño. Supuestamente conocía perfectamente sus muebles, pero era como si se hubiesen movido de repente.
Caminó lentamente hasta el espejo, sintiendo cada filigrana de la alfombra bajo sus pies desnudos.
Era tan… siniestro. Jamás se había sentido de forma parecida. Era extraño.
Pero cuando abrió los ojos, el shock fue total. Sus ojos enfocaron de nuevo, como si jamás lo hubiesen hecho. Fue como verse por primera vez en un espejo, como si el último año hubiese estado viendo a través de una extraña tela que no deja verlo todo.
Elevó las manos para explorar el rostro que el cristal le ofrecía.
Ella no se recordaba así. Ella era más joven que lo que el espejo mostraba. Sintió ganas de gritar, pero no encontró la voz; también estaba inutilizada.
¿Había sido ella todo aquél tiempo? Recordaba todo lo que había pasado… la información, al menos, pero sentía que no había estado "presente", literalmente.
Trastabilló hacia atrás y cayó al suelo de culo, mirándose las manos horrorizada.
¿Dónde había estado? ¿Qué había pasado? Todo lo que sabía es que había estado viviendo como en tercera persona, viéndose actuar. Pero de lo que no estaba segura era de si ella era quién había controlado aquél viejo, antes bello y joven, y ahora mellado cuerpo.
¿Cómo era posible que hubiese cambiado tanto? Su padre se levantaría de la tumba si lo supiese. No, era imposible. Ella jamás había sido así, ¿por qué ahora sí?
—¿Pensando en sus pecados, Sra. Lovett? — preguntó una voz que resonó en la habitación.
La Sra. Lovett jadeó de la sorpresa y quiso gritar de nuevo, pero sólo salió un leve gemido. ¿Qué demonios pasaba?
—¿Quién… eres? —preguntó con mucho esfuerzo, jamás había sentido tal dolor al hablar. Era como si no hubiese hablado o respirado en años. Su voz había salido ronca y quebrada.
—Soy tu conciencia —respondió riendo la impertinente voz, otra vez, sin punto de origen. A la Sra. Lovett se le hizo demasiado familiar. Sin embargo, no pudo evitar pensar algo…
—Si… de verdad eres… mi conciencia —dijo con esfuerzo—. ¿Por qué… me hablas de usted?
—Vaya, vaya —contestó la voz, que era de mujer—. Me has pillado… Pero, ¿por qué no te miras de nuevo al espejo? —dijo riéndose misteriosamente.
La Sra. Lovett flexionó las piernas para ponerse de pie, pero le costaba bastante. Tenía los músculos agarrotados, de nuevo, como si jamás hubiesen sido utilizados.
—Ya veo —comentó la voz—. Espera, te ayudo.
Sin una explicación aparente, una fuerza invisible apareció y la levantó.
—¿Qué eres? ¿Qué quieres? —preguntó la Sra. Lovett, acercándose al espejo, esta vez con la voz más firme.
—Quiero que me hagas un favor… un tanto especial —dijo la voz.
Una figura apareció en el espejo, detrás de la Sra. Lovett, y posó su mano sobre el hombro de ella. La Sra. Lovett notó una leve presión en el lugar donde se "suponía" que la mujer había colocado su mano.
—Tú… —susurró.
—Bienvenida de nuevo, Margaret. ¿Has dormido bien? —preguntó burlona Lucy Barker desde el espejo.
