Prefacio.
Es increíble como la visión que tienes acerca de la vida puede cambiar en apenas unos meses. Si antes me hubiesen contado esto probablemente no lo habría creído, después de todo yo nunca había sido así.
Pero con el paso del tiempo aprendí lo que es vivir y no era lo que a mí me habían enseñado ¿Por qué vivir en un mundo regido por reglas y normas? Yo estaba harta de eso, siempre me había comportado como la princesa perfecta siendo lo que todos esperaban que fuese.
Pero eso cambio el día que tuve que salir huyendo y comencé una nueva vida. El miedo fue mi primera impresión ante lo desconocido, pero más tarde me di cuenta que aquello era lo mejor que podía haber hecho nunca.
Por fin había llegado la noche y con ella mi momento de salir de nuevo de mi cuento de hadas. Me levanté de la cama y Salí de mi habitación silenciosamente. Como cada noche me dirigía hacia lo prohibido, hacia aquel mundo que a mí me estaba vedado, pero que no me importaba.
Todo estaba en silencio, tan solo se oía el sonido de mis pies descalzos caminando por el suelo de piedra, el corazón me latía desenfrenado y la adrenalina se apoderaba de mí por completo. Si me pillaban escapándome de esa manera, todo se habría acabado.
Antes de que pudiese darme cuenta me encontraba ya delante de la puerta de su habitación. Respira Isabella, pero en ese momento no era Isabella la que reinaba en mi cuerpo, sino simplemente Bella.
Dos personas distintas que convivían en mí. Una que tenía un destino al que enfrentarse y para la cual sus deberes estaban por encima de cualquier otra cosa. Y luego estaba simplemente Bella, esa que había conocido un nuevo mundo fuera de los muros del palacio y que no quería volver a encerrarse en ellos.
Tomé aire una vez más y abrí la puerta, la habitación se encontraba completamente en silencio. Tan solo estaba alumbrada por un rayo de luna que entraba por la ventana y le confería un brillo mágico al ambiente. Unos brazos que me rodearon por la cintura me sobresaltaron.
Te estaba esperando, has tardado demasiado. –me dijo depositando un leve beso en mi cuello.
Sí, pero ya estoy aquí. –le contesté girándome para apoyarme sobre su pecho.
Depositó otro leve beso en mis labios y me condujo hasta la cama donde me sentó sobre su regazo. Era en esos momentos cuando me sentía completamente feliz. Cuando deseaba que eso pudiera ser eterno, poder estar junto a él siempre sin tener que escondernos de nadie, sin tener que vivir con el miedo de que pudiesen descubrirnos.
Sin pensármelo dos veces me lancé a besar sus labios, necesitaba sus besos más que el aire para respirar, necesitaba sentirle mío aunque solo fuese en esas escasas horas que teníamos para nosotros, en las que no yo era la futura reina de Volterra ni él simplemente mi guardaespaldas.
Quédate esta noche. –me suplico ¿Qué me quedase? No había nada que desease mas en este mundo que quedarme allí encerrada para siempre.
No puedo, he de volver a mis habitaciones antes de que salga el sol.
No vuelvas, vayámonos de aquí. Escapemos algún lugar donde no nos encuentren nunca, donde no tengamos que escondernos más. – él me tumbo sobre la cama y me acercó a su cuerpo.
¿Escaparnos? Había planeado la manera de hacerlo millones de veces pero no podía, tenía demasiadas responsabilidades allí, no podía dejarlo todo aunque fuese lo que más quisiera hacer. Pero el motivo de mi visita aquella noche, no era agradable para ninguno de los dos, es mas a mi me había destrozado cuando supe la noticia.
Edward, hay algo que debo decirte y que no te va a gustar. –le confesé mientras notaba como mis ojos se humedecían.
No hace falta que lo digas, ya sé lo que es. –me contestó obligándome a levantar la cabeza.
Edward no quiero hacerlo, no quiero casarme, no quiero dejarte nunca. – lloraba como una niña perdida mientras saltaba a sus brazos.
Shistt tranquila, encontraremos la solución. Te prometo que lo conseguiremos. – me consoló abrazándome aun más fuerte.
¿Encontraríamos una solución? ¿Lo conseguiríamos? Yo no quería hacerlo, no quería tener que casarme por conveniencia o más bien por obligación, era eso o entrar en guerra. La solución estaba en mis manos pero no quería aceptarla, no quería separarme jamás de Edward.
Si hubiera algo por lo que tendría que estar agradecida es por haberle conocido, porque hubiese conseguido abrirme los ojos y porque me hubiese enseñado que es el amor, de no ser por él, aun no lo conocería.
Pero ahora las circunstancias nos obligaban a separarnos pero no podía permitirlo, no podía dejar a Edward así, mi vida estaba ligada a la suya desde el mismo momento en que lo vi por primera vez. ¿Una solución? La acabaría encontrando, me costase lo que me costase.
