Insomnio
Lunes 29 de Julio de 1996:
Un joven de quince años, de cabello azabache y rebelde, largo hasta los hombros, unos profundos ojos verde esmeralda y una extraña cicatriz con forma de rayo en la frente, se removía inquieto en su cama.
"-¡Sirius!
¡Sirius!- Había llegado al fondo del foso respirando
entrecortadamente. Sirius debía de estar tras el velo; Harry iría y
lo ayudaría a levantarse...
Pero cuando llegó al suelo y corrió
hacia la tarima, Lupin lo rodeó con los brazos y lo retuvo.
-No
puedes hacer nada, Harry...
-¡Vamos a buscarlo, tenemos que
ayudarlo, solo ha caído al otro lado del arco!-
-Es demasiado
tarde, Harry.
-No, todavía podemos alcanzarlo...- Harry luchó
con todas sus fuerzas pero Lupin no lo soltaba.
-No puedes hacer
nada, Harry, nada. Se ha ido.
-¡No se ha ido!- bramó Harry. No
lo creía; no quería creerlo. Harry seguía forcejeando con Lupin
con toda la fuerza que le quedaba, pero Lupin no lo entendía: había
gente escondida detrás de aquella especie de cortina. Harry la había
oído susurrar la primera vez que había entrado en la habitación.
Sirius estaba escondido, sencillamente, estaba oculto detrás del
velo. -¡SIRIUS! - Gritó Harry.- ¡SIRIUS!
-No puede volver,
Harry.- insistió Lupin; la voz se le quebraba mientras intentaba
retener al chico.- No puede volver, porque está m...
-¡NO ESTÁ
MUERTO! - rugió Harry.- ¡SIRIUS!"
Harry se levantó sobresaltado y empapado en sudor. Las sábanas estaban mojadas y su pijama se le pegaba al cuerpo. Otra vez, su padrino lo atormentaba por la noche. Durante ese verano la misma pesadilla había sido muy frecuente. Eso le impedía el sueño, Harry se resistía a dormir, porque temía revivir en su mente aquel mal momento. Si, ese había sido el peor momento de su vida, todavía le calaban hondo las palabras del profesor Lupin:
"-Es demasiado tarde, Harry... No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido."
Esa frase lo había atormentado en sus pesadillas hasta la saciedad, por eso Harry presentaba tan mal aspecto. Tenía grandes bolsas por debajo de los ojos, y su rostro se había consumido. Sin embargo había vuelto a comer con normalidad recuperando su peso habitual, ya que el año anterior se había negado rotundamente a alimentarse bien, porque la muerte de Sirius solo le dejaba pasar saliva por la garganta. Decidió apartar de su cabeza el recuerdo de su padrino, pero fue en vano. Lo veía ante sus ojos como una película en la que siempre se repetía la misma escena. "Aléjate de mí" se decía Harry. "Apártate, déjame en paz. No tienes derecho a meterte en mi vida; tú me mentiste y nunca te lo perdonaré. Tú no volviste cuando te llamé, Sirius, me dejaste solo."
En
la oscuridad, mientras se restregaba los ojos con una mano, encontró
sus anteojos con la otra. Luego logró encender el velador de la mesa
de luz y observó el reloj: eran las cinco de la mañana. Faltaban
dos días para su décimo sexto cumpleaños, y empezaría su sexto
curso en Hogwarts. Nunca lo emocionaron mucho sus cumpleaños. Sus
tíos y su primo tampoco se esforzaban mucho porque disfrutara de
aquellas fiestas. Harry dirigió la vista hacia la ventana
semiabierta. La luna apenas se vislumbraba entre las nubes y su luz
no lograba penetrar en su habitación.
Divisó una pequeña mota
en el cielo, que se iba agrandando a medida que se acercaba hacia el
número 4 de Privet Drive y repentinamente una preciosa lechuza
blanca ingresó por la ventana llevando un pequeño roedor muerto en
el pico, hasta posarse en los barrotes superiores de su jaula. Harry
se levantó y la abrió para dejarle paso.
-Veo que has vuelto rápido esta vez, Hedwig.- le dijo acariciándole levemente el ala izquierda. Su lechuza había salido de caza hacía dos días, y Harry mantenía la ventana semiabierta por si volvía cuando él estaba dormido.
Se asomó por el vidrio y escudriñó las solitarias
y apenas visibles calles. Parecía que todo seguía bien. Cerró la
ventana y le colocó la traba.
Volvió a mirar la hora más
tranquilo y se dio cuenta de que no podría dormirse otra vez, así
que se levantó y abrió la puerta con mucho cuidado, para no
despertar a los Dursley. Mientras bajaba la escalera descalzo,
escuchaba atentamente los ronquidos de su primo Dudley, en caso de
que éstos cesaran. Se dirigió a la impecable cocina y su estómago
rugió hambriento. Como otras tantas noches a escondidas de sus tíos
y su primo, Harry abrió la moderna heladera y fijó sus ojos en un
delicioso arrollado de jamón y queso. Sacó el plato con la comida y
asió otro más pequeño de la vajilla de tía Petunia. Se sirvió
dos porciones y guardó el resto. Fue hasta el sofá y ansioso
comenzó a comer su plato favorito. Le encantaba el arrollado, en
especial el de jamón y queso, y el de roquefort. Aunque con el
hambre que sentía podría haberse comido cualquier cosa que
estuviese en la heladera.
El silencio solo era interrumpido por el
leve tintineo del tenedor en la cerámica del plato. Estuvo así por
un largo rato, hasta que terminó y se puso a fregar en silencio para
que Petunia no se diese cuenta de que comía a escondidas. Casi se le
cae el plato cuando escuchó ruidos de pasos en el piso de arriba. Se
apresuró a dejarlo limpio en la vajilla y se escondió en el armario
debajo de la escalera.
Era Vernon Dursley el que bajaba. Un
hombre corpulento, con el cuello ancho y una gran papada, pero lo que
más lo caracterizaba era su poblado bigote blanco y gris. Como había
hecho Harry, se dirigió a la cocina y se sirvió un vaso de agua,
momento que el chico escondido en el armario aprovechó para salir y
subir las escaleras sin que su tío se percatara.
Entró a su
habitación y cerró la puerta sin hacer ruido. Hacía mucho que
Harry no dormía en el armario repleto de arañas, ya que sus tíos
le habían cedido la antigua habitación de Dudley tras sus
protestas. Se sentó en la cama y abrió el primer cajón de la mesa
de luz. Sacó un libro de cuero rojo y lo abrió: era un álbum de
fotos. Rubeus Hagrid, el guardabosque de su colegio, se lo había
regalado a fines de su primer año en Hogwarts; era uno de los
mejores regalos de cumpleaños que le habían hecho. Un hombre de
cabello azabache y alborotado, profundos ojos marrones tras unas
gafas redondas que le daban un aire intelectual, asía por la cintura
a una mujer de cabello pelirrojo que ondeaba al viento, bellas
facciones y preciosos ojos verde esmeralda. Ella sostenía en brazos
a un bebé de más o menos un año, que tenía unos pocos cabellos
azabaches. Eran Lily y James Potter, sus padres, y ese bebé en
brazos era él mismo.
Durante una larga media hora se dedicó a
recorrer el álbum, manteniendo en su memoria la imagen de su padre y
su madre juntos. Guardando dentro de su cabeza esos momentos felices
con ellos. Porque él era el niño-que-vivió y para su desgracia,
había tenido que vivir sin sus padres. Y lo peor, es que había
vivido por diez años en una mentira creada por sus únicos parientes
vivos: sus envidiosos tíos. Con los mismos que vivía ahora. Ellos
le habían hecho creer que sus padres habían fallecido en un
accidente automovilístico y que él había quedado bajo su cuidado.
Harry se había enterado que era un mago a los once años y eso
debido a que Hagrid, le había hecho ver que la realidad era muy
distinta.
Sus padres eran magos, y muy talentosos, y habían sido
asesinados por el mago mas temido de todos los tiempos: Lord
Voldemort. La noche del 31 de octubre de 1981, Voldemort fue a la
casa de los Potter. Mató al padre sin piedad, y en el piso superior
se encontró con Lily Evans protegiendo con su cuerpo a su hijo. La
mató también, pero al intentarlo con el bebé, la maldición Avada
Kedavra rebotó contra él y le dejó una cicatriz en la frente como
única secuela. El mago tenebroso quedó muy debilitado y afectado
por su propia maldición, así que huyó y estuvo escondido por once
años en algún lugar del mundo. Y todo por una tonta profecía que
además le había arruinado la vida a Harry Potter. Aquella profecía
recitaba:
"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca... nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como a su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida..."
Harry quedó sumido en sus pensamientos. "No es justo. ¿Por qué tuvo que elegirme a mí? Porque la profecía hablaba de un niño nacido de los que habían desafiado tres veces a Voldemort, y que nacería a fines de Julio. Pero no había nacido solamente él con esas características. Neville Longbottom también pudo haber sido el elegido; que injusto era el destino. No, no puedo pensar eso. Soy muy egoísta, ¡estoy hablando de Neville! ¿Cómo es que pude siquiera imaginarlo? Neville no lo merece, el tampoco ha tenido una buena vida, pobre Neville..."
-¡Levántate! ¡Sal de ahí ahora! ¡Muévete niño!
La voz chillona de su tía lo sacó de su ensimismamiento, y con una mueca de disgusto se levantó de su cama y se fijó en la hora: eran las ocho de la mañana. Guardó el álbum de fotos con mucho cuidado en el cajón, y malhumorado salió de la habitación. Bajó las escaleras muy ruidosamente y se sentó a la mesa. No le molestó pasar inadvertido, de hecho, era mejor eso antes que lo molestaran con preguntas malintencionadas. Cuando Petunia le puso pan lactal, queso y un vaso de leche en frente, Harry se rió por dentro al acordarse de las grandes porciones de arrollado que había disfrutado unas horas atrás. Comió sin chistar y luego se quedó disimuladamente viendo la televisión, en la que un locutor comentaba las noticias recientes.
"Desde el Shopping Centre de Londres. Aquí
tenemos imágenes del estado del edificio luego de la aparición de
unos extraños individuos encapuchados y con máscaras blancas. Los
supervivientes aseguran que todos ellos tenían un extraño trozo de
madera en la mano y gritaban frases como "Sangre Impura" o
"Sangre sucia". El pánico se ha extendido en la ciudad de
Londres, a pesar de que nadie sabe con seguridad quiénes son. Las
autoridades suponen que forman parte de algún grupo terrorista, pero
sin importar quiénes se esconden tras esas máscaras, está claro
que son muy peligrosos. Aquí, repito, las listas de heridos y
fallecidos son interminables, la policía sigue rescatando heridos
entre los escombros y llamando a los familiares de los que
lamentablemente nos han abandonado. En este momento se supera la
cantidad de cuatrocientas personas entre las dos listas.
Desde
aquí, lamentamos las pérdidas de familiares, y aconsejamos
precaución. Les mantendremos informados de los futuros hechos."
Harry se quedó paralizado, con la vista anclada en la
pantalla pero sin mirar a nada en especial. No podía creer lo
que estaba escuchando. Su mente trabajaba a toda velocidad,
entrelazando todo lo que había escuchado.
Se levantó bruscamente
con la intención de irse, pero su tío lo detuvo.
-¿Qué es
eso, chico? Tiene que ver con... con...
-Los de tu mundo- concluyó
Petunia con el labio inferior temblándole ligeramente.
Harry
no contestó, e intentó marcharse, pero otra vez el resultado fue
vano. Su tío lo agarró de las solapas y tornándose de un color
completamente morado, que demostraba su enojo, le gritó escupiéndole
en la cara:
-¡Vamos, chico, contesta!
Harry le lanzó una
mirada furibunda antes de responder con un seco "Sí".
-Pues
entonces, cuéntanos lo que pasa.
-Estamos en guerra.- se limitó
a decir Harry. Y aprovechó la sorpresa de éste para soltarse de sus
brazos fuertes. Petunia y Vernon se miraron entre sí con profundo
temor y al mismo tiempo observaron su regordete hijo, que los miraba
totalmente contrariado y asustado.
Tío Vernon fue el primero en
recomponerse. - ¿Y eso que tiene que ver con nosotros? Dile a esos
de tu bando que nos dejen en paz, no tenemos nada que ver con
esos…esos... anormales.
-Y por si no te diste cuenta, yo tampoco
tengo que ver con ellos. No somos del mismo bando, y no soy tan
estúpido como para plantarles cara solo y pedirles inútilmente que
se marchen. ¿Por qué crees que causan tanto terror en el mundo?
¡Pues porque son peligrosos! ¡Son del lado oscuro! ¡Y los del
bando de la luz estamos en guerra contra ellos, y nos arriesgamos el
pellejo intentando defender a los muggles también! ¡A los no
mágicos!- Harry respiró entrecortadamente. Estaba muy alterado y le
ponía de los nervios que los Dursley no pudieran entender algo tan
simple. ¡Como si no supieran lo que era una guerra!
-¡No me
grites muchacho!- Vernon tenía los ojos empequeñecidos y estaba tan
morado hasta tal punto que parecía una morsa. -Así que... estamos
metidos en una guerra ajena a nosotros...
-No, de hecho, la guerra
es por ustedes.-
-¿Qué has dicho?-
-He dicho, que la guerra
es por su causa. El mago más temido de todos los tiempos ha puesto
en campaña la exterminación de las personas no mágicas. ¿Ahora
entiendes?- Harry ya comenzaba a perder la paciencia.
-¡Son unos
locos! Todos ustedes.- Su primo Dudley lo señaló con el dedo, como
si fuera el culpable de todo. Harry ya estaba harto de la
situación.
-Ya déjenme en paz. No comprenden nada.-
Se
fue corriendo hacia la escalera y la subió de dos en dos, y al
entrar en su habitación cerró con un portazo que hizo temblar a los
tres Dursley.
¿Por qué tuvo que haber pasado? Eso era justo lo
que Harry quería evitar. Esa conversación. Temió una noticia así
desde el comienzo de las vacaciones, temía que se produjera un
ataque. Voldemort había comenzado la exterminación y no se
detendría hasta finalizar su trabajo. Y eso no lo podían permitir
los que le hacían frente. Pero era Harry el único que podía de
derrotarle… ¿Pero, como haría él, un muchacho de quince años,
para acabar de una vez por todas con Lord Voldemort, el mago más
poderoso y temido de todos los tiempos? ¿Cuál era ese poder del que
hablaba la profecía? Sus posibilidades de ganar la guerra eran de
uno entre cien. Y a pesar de eso, él quería ser ese uno. Y de
alguna manera, lo lograría. Era su
obligación...
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-Es
terrible.-Remus Lupin, un hombre de cabellos castaños y cenicientos,
con unas notables ojeras y aspecto cansado, apagó el televisor.
-Si, lo sé, pero admite que ya esperábamos algo así. Gracias a
Merlín que no ha sido un ataque ha gran escala. No es gran cosa.-
dijo una muchacha joven, de aspecto despistado y con un atractivo
corte de cabello color violeta.
-Sabes que esto no es nada bueno,
Tonks. Hay que tomárselo en serio.-
-Yo no quise decir eso.- la
chica hizo una mueca graciosa y fingió estar ofendida. Remus pensó
que ella nunca cambiaría: su buen humor y su costumbre de hacer
chistes hasta en los malos momentos.
-Parece ser que El
Innombrable ha estado reclutando mortífagos.- pensó el hombre, e
inconscientemente lo expresó en voz alta, y obtuvo respuesta.
-En
el Ministerio están seguros de que ha puesto campañas para los
estúpidos interesados en las Artes Oscuras, pero desde hace meses
han comenzado una búsqueda general y no han encontrado nada que les
dé una pista. Absolutamente nada. No dejan rastro.-
-A estas
horas, ya debe tener un ejército numeroso. Y nosotros nos estamos
quedando atrás. Es demasiada la gente que teme a Voldemort, no
tienen suficientes agallas para enfrentarle… Y eso nos perjudica
mucho.- dijo Lupin preocupado.
-Si, estoy de acuerdo... El
Innombrable sembró el terror en la comunidad mágica… Remus,
¿crees que Harry esté enterado?-
Lupin se quedó callado, había
estado pensando en Harry unas horas atrás, pero no sabía nada en
concreto. El joven respondía a muy pocas de sus cartas, aunque
tampoco tenían mucho tiempo para escribirle. Antes de contestar a la
pregunta, forzó una sonrisa melancólica, como recordando algo.
-Tal
vez sí. En una de sus cartas mencionó que los Dursley le habían
dado "algún permiso" para ver las noticias.-
-Esos
Dursley... Pero ya no molestarán a Harry. Mañana lo iremos a buscar
para traerlo a Grimmuld Place.-
-¿Sabes? Me da la sensación
de que algo no está bien en Harry. Es decir, sus cartas parecen
monótonas, no es el mismo...-
-Es comprensible… Tras la muerte
de Sirius...-
Ambos se quedaron en un silencio perturbador. Siempre que se nombraba a Sirius Black se creaba una tensión que cortaba la piel. Tenían la mirada perdida en el suelo, sin saber que hacer. Sirius había calado tan hondo en sus corazones, que lo pasado en el Departamento de Misterios había afectado a todos. Al fin, Tonks habló para salir de la incómoda situación.
-Remus, me
marcho. Me necesitan en el Ministerio.-
-Hasta mañana, Tonks.- y
la chica desapareció con un "Crack".
Se habían
efectuado tres ataques hasta ese momento, los dos primeros habían
sido producidos por unos aprendices de mortífagos, pero ese último
había superado lo que esperaban. Si, definitivamente, ahora la
segunda guerra daba su verdadero comienzo...
Se levantó y fue
hasta la repisa, buscó pergamino, una pluma y tinta y se dispuso a
escribir.
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Hermione
estaba en la habitación de Ron, observando distraídamente los
pósters de los Chudley Cannon que llenaban la pared. La chica había
crecido bastante en esos meses. Estaba unos centímetros mas alta,
había dejado crecer su melena castaña y ondulada, y sus facciones
demostraban una madurez inusual en una joven de dieciséis años. Ron
estaba sentado en la cama, y observaba a Hermione ensimismado.
Ella
notaba sus ojos clavados en su espalda y por eso no quería darse la
vuelta. En el verano se había dado cuenta de que sentía algo más
que una fuerte amistad por Ron, pero no podía enfrentarlo
fácilmente, era tímida en cuanto a sentimientos. Se acordó de
Harry, ella estaba totalmente segura de que lo que la mantenía tan
unida a él era ese irrompible lazo de amistad.
-Ron, ¿Ya
tienes el baúl listo? Mañana iremos a Grimmuld Place.- el chico
estaba sumido en sus pensamientos y no se percató de que le había
hablado. -¡Ron!
-¿Qué? Disculpa ¿dijiste algo?
-Ashh, dije
que si ya tienes el baúl listo.
-Si, si lo tengo.-
-¿Metiste
lo que te pedí ayer? Los regalos, digo. Estoy segura que le
gustarán.- ella sonrió, y al instante se puso serie y agregó: -
¿Los conseguiste, verdad?
-Bueno...- Ron dejó que ella se
asustara un poco, y luego dijo con una sonrisa de oreja a oreja: -
Fred y George me ayudaron un poco.-
Hermione exhaló el aire aliviada y sonrió satisfecha.
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Harry estaba en su habitación cuando una lechuza marrón tocó con el pico en su ventana. La dejó pasar y se sacó un knut del bolsillo. Le desató la carta de la pata y le puso la moneda en la bolsita que el ave tenía colgada al cuello. Se la había enviado Remus Lupin. Abrió el sobre y éste se salió de su mano y se abrió solo. Un rayo rojo lo cegó.
-"Analizando... Individuo identificado."- era el sobre el que había recitado eso.
La voz de Lupin le habló:
"Querido Harry: Esperamos que estés bien. Por
favor, ten el baúl listo para mañana a la madrugada (martes 30).
Iremos a buscarte.
Por cierto, éste es el nuevo sistema de
seguridad de la orden, para poder enviar cartas entre los miembros.
Hasta pronto, El profesor
Lupin."
Harry se preguntó porque habrían adelantado su traslado a Grimmuld Place. Faltaba un mes para el 1º de septiembre, aunque mejor para él, ya estaba harto de los Dursley. Se levantó y miró su baúl. Estaba abierto, y todas las cosas estaban esparcidas por distintos rincones de su habitación. Maldijo su suerte por no poder hacerlo con magia. Resignado, comenzó a recoger las cosas del suelo y a ordenarlas en su lugar.
Llevaba una hora preparando su
equipaje. Era alrededor de las ocho de la tarde. Se paró al lado de
la puerta y dio una vista general a su cuarto. Estaba mucho mas
limpio. Los libros, calderos y otros objetos viejos estaban apilados
en un rincón de su cuarto. Había metido en el baúl las pocas cosas
que le servían, había limpiado la jaula de Hedwig y había pulido
su saeta de fuego con el "equipo de mantenimiento de escobas"
que le había regalado Hermione uno de sus cumpleaños. Tomó su
varita y se la puso en el bolsillo trasero del pantalón de
jean.
Agotado, bajó al vestíbulo. Tía Petunia estaba sirviendo
la comida de la cena. Había asado un pavo y la cocina olía
deliciosa, pero Harry sabía que no lo dejarían disfrutar de
aquello. Escuchó prendida la televisión y vio a su primo Dudley
comiendo como un animal de su plato y sin quitar un ojo de la
pantalla. Se sentó en la otra punta de donde estaba sentado su tío
y comparó su plato con el de él:
El suyo tenía una pequeña
porción de pavo, un tomate y dos manzanas.
El de su tío tenía
la mitad del pavo, ensalada rusa y al lado una gran compotera con
durazno en almíbar.
-¿Qué estas mirando?- le preguntó
Vernon bruscamente.- Ni sueñes con que te darán más. Petunia ha
sido demasiado generosa contigo. Yo que ella no te hubiera dado ni
una manzana. No te lo mereces.
Harry le lanzó una mirada asesina.
Era obvio que su tío se había puesto de mal humor con la noticia de
esa mañana.
-Pues yo no te he pedido nada. Y me merezco mucho más
que un plato de pavo asado.
-¡Pues entonces vete! ¡Nadie te ha
invitado a la mesa, niñato!
Harry se levantó furioso dispuesto a
irse, y para su asombro, su tía lo detuvo.
-No te muevas.- luego
se dirigió a su esposo. -Vernon, querido, si no come se pondrá
enfermo y no quiero recibir a gente anormal en mi casa. Recuerda las
advertencias de ÉL.
Por primera vez, Harry sintió que se había
perdido de algo. ¿De quién hablaban? Qué él supiera, nadie del
mundo mágico había ido a Privet Drive ese verano.
Vernon,
refunfuñando le dijo: -Siéntate y come, y luego desaparece de mi
vista.
Harry estaba a punto de contestar de malas formas, pero un segundo antes su estómago rugió con fuerza, así que, de malas ganas se sentó a comer. Comió lentamente para ver si en algún momento salía la conversación de esa persona que habían nombrado sus tíos. Pero al final, al ver que no podría seguir jugando con su último bocado, se rindió y se lo tragó decepcionado. ¿De quién se trataba esa persona? La curiosidad lo estaba matando, pero se contuvo de preguntar. Se levantó para irse, pero escuchó la voz de su tío:
-Estoy harto de tus malos modales, Potter.
-¿Y
ahora qué hice?- gritó Harry. -Pues yo estoy cansado de ustedes.
¡Ya déjenme en paz! No les bastaron diez años de mentira que ahora
siguen recriminándome y provocándome. Me voy.
-Si, eso muchacho,
por primera vez en la vida estoy de acuerdo contigo. Vete, ¡sal de
esta casa! ¡Fuera de mi vista!- y luego Vernon se dio la vuelta para
pedirle a Petunia que le sirviera más pavo en el plato.
Harry,
harto, fue derecho al vestíbulo y salió por la inmaculada
puerta.
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