Maryse llegó al Instituto y se dirigió al despacho de su hijo. Estaba obligada a informarle de su visita a la par que quería saber si iba a estar ocupado ese día. Desde que Max se había recuperado había sido mandada de vuelta a Alicante, pero le habían dado un par de días libres y los había pedido en su antiguo Instituto. Quería pasar tiempo con sus hijos, quería formar parte de sus vidas como no lo había hecho en años.
Caminó por los pasillos viendo las miradas de respeto de los que un día fueron sus subordinados y siguió con la cabeza firme. Llamó a la puerta pero nadie contestó. Giró el picaporte pero vio que estaba cerrada. Quizás Alec se encontraba entrenando con Jace. Se dirigió hacia allí pero en la sala de entrenamiento solo estaban Izzy y Max.
'Mamá.' Dijo Izzy parando el entrenamiento de su hermano al verla llegar.
Max se giró y sonrió, yendo hacia ella para darle un abrazo. Maryse abrazó a su hijo contenta al ver que ya estaba completamente recuperado y entrenando de nuevo.
'¿Qué te trae por aquí?' Preguntó su hija.
Maryse se estiró, poniendo de forma inconsciente esa pose de guerrera. 'Tengo un par de días libres y había pensado en haceros una visita.' Estaba un poco asustada y no quería hacerlo ver. Tenía miedo al rechazo de sus hijos, a que no quisiesen pasar tiempo con ella, y lo entendía. ¿Cuándo había querido ella pasar tiempo con sus hijos por el mero hecho de estar con ellos? Hacía tanto que no recordaba el día.
'¿Cuántos días te quedas?' Dijo Izzy cogiendo la botella de agua y dando un sorbo.
'Tres.'
Izzy asintió, pensando en cómo decirle a su madre que no podía quedar con ella hoy. Isabelle quería pasar tiempo con su madre, sobretodo después de la conversación que habían tenido sobre su adicción. Siempre había querido que su relación fuese más cercana, como la que tenía su madre con Jace, pero al mismo tiempo le costaba dar ese paso. Demasiados años de pretender que no le importaba la falta de cariño, de apoyo.
'He ido a informar a Alec de mi estancia pero no estaba en su despacho.' Dijo Maryse al notar el silencio de su hija.
'Hoy tiene el día libre.'
Maryse miró al suelo, recomponiendo su estrategia, pero su hija no le dio tiempo.
'Me ha dejado a mi al mando. Puedo firmar tu llegada, pero me temo que no puedo pasar el día contigo.'
'¿Te ha dejado a cargo?' Preguntó Maryse un tanto sorprendida. No era común que los Jefes de un Instituto tuviesen días libres, pero suponía que Alec se merecía uno.
'Sí. Bueno, si pasa algo grave le llamo y viene, pero a no ser caso de extrema necesidad no va a pisar el Instituto hasta mañana.'
'Comprendo.' Maryse miró a Max, pensando en qué hacer a continuación.
'Podemos tener nosotros el día libre también.' Dijo el niño. 'Irnos a desayunar.'
'Max, ya has desayunado.' Dijo Izzy colocándose los leggings. 'Y tienes que entrenar. Recuerda lo que dijo Alec.'
'¿Tenemos? Pero mamá ha venido a vernos.' Max quería utilizar a su madre como excusa para escaparse, pero Izzy no se lo iba a consentir.
'Recuerda que a parte de ser tu hermano, Alec es tu jefe. Te ha ordenado entrenar y a mi que te entrene y eso es lo que vamos a hacer.' La voz de Izzy no dejaba lugar a dudas, aún así Max miró a su madre, suplicando con sus ojos que se pusiese de su lado.
'Isabelle tiene razón. Alec es tu jefe. Las órdenes de un Jefe de Instituto se deben cumplir siempre. Si él te ha ordenado entrenar, debes entrenar.' Su voz seria, pues si había algo que Maryse respetaba por encima de todo era la ley y el orden. Algo que pensaba inculcar en su hijo más pequeño como había hecho con los otros.
Max hundió los hombros y se fue de nuevo con su hermana.
'¿Está Jace por aquí?'
'No. Esta de misión con Clary.' Dijo Izzy con una sonrisa de compasión. 'Se fueron hará diez minutos.'
Maryse miró a su alrededor, buscando alguna forma digna de acabar con la conversación, algún modo de irse sin que pareciese que nadie la quería. Comprendía que sus hijos estuviesen ocupados, al fin y al cabo no había informado de su llegada, pero eso no quitaba que se sintiese rechazada por ellos de forma inconsciente.
'¿Por qué no visitas a Alec? Podrías comer con él y Magnus.' Propuso Izzy con una sonrisa, tratando de ayudar.
'Seguro que lo último que quiere tu hermano es verme en su día libre.' Contestó, pero lo que realmente quiso decir era que no había venido a Nueva York a comer con Magnus Bane. Había aceptado la relación del brujo con su hijo, le había costado pero lo había hecho. Había visto con sus propios ojos el alma caritativa del brujo cuando había salvado la vida de Alec y había tratado salvar la de Max, pero nunca había hablado con él desde la desastrosa fiesta de Max. Nunca le había pedido perdón y no sabía si sería capaz. Había demasiada historia entre ellos, demasiadas cosas que sus hijos desconocían y que Maryse no quería recordar.
'Seguro que le encanta verte.' Izzy se acercó a ella y le puso una mano en el brazo en señal de ánimo. 'Ve a verlos. Magnus conoce los mejores restaurantes en todo el mundo, yo no me lo perdería por nada.'
Maryse quiso decir que no pero la sonrisa de su hija era demasiado honesta, cargada de esperanza, y no fue capaz. Asintió y vio como los ojos de Isabelle se iluminaban. Quizás era hora de enfrentarse a la relación de su hijo de una manera más activa.
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Alec abrió los ojos y respiró profundamente. Notó como Magnus se colocaba a su lado y no necesitaba ver su cara para saber que tenía una sonrisa de oreja a oreja.
'Ha sido… Eh… Ha sido bueno.'
'¿Solo bueno?' La voz del brujo con falsa indignación. '¿Esa es la crítica? ¿Tres de cinco estrellas?'
Alec sonrió y se giró, sintiendo como su cuerpo era mantequilla puesta al sol. 'Cuatro estrellas y media.' Dijo solo por ver la cara de Magnus.
'¿Y media? Alexander, no me he pasado siglos perfeccionando mi técnica a la hora de hacer una mamada para que me des cuatro estrellas y media.' Su voz seguía con ese toque de molestia, como si estuviese realmente enfadado. Pero Alec sabía que no era así, lo podía ver en cómo su nariz se contraía, en cómo movía los ojos, como su cuerpo estaba completamente relajado. Eso era algo que adoraba, ser capaz de tomar el pelo a Magnus y saber exactamente cómo de lejos podía llevarlo.
Alec se volvió a girar y miró al techo. 'Pues yo tengo algunos comentarios que hacer. Ya sabes… Para mejorar y eso.' No pudo evitar la sonrisa al oír el sonido que salió de la garganta de Magnus. Era demasiado fácil a veces.
Aún así se quedó con las ganas de escuchar lo que sin duda sería una respuesta con un alto contenido sexual por parte de su novio pues el timbre sonó de forma insistente y ambos dejaron las bromas y se miraron de forma seria.
'¿Pensé que no tenías clientes hoy?' Dijo Alec.
'No los tengo. Quizás sean tus hermanos.'
'Imposible. He mandado a Jace y Clary a una misión que les llevará todo el día e Izzy está a cargo del Instituto.'
El timbre volvió a sonar de forma insistente.
'Debe de ser una emergencia.' Dijo Magnus levantándose y con un chasquido de dedos tenía los pantalones de seda negros del pijama, la bata azul y un ligero toque de maquillaje. Se pasó los dedos por el pelo y éste se quedó con un aspecto más presentable que como lo había dejado los dedos de Alec minutos atrás. 'No te muevas, me hago cargo de esto y vuelvo.'
Alec asintió, pues lo ultimo que quería era salir de la cama. Se volvió a recostar y cerró los ojos en el mismo momento en el que Magnus cerraba la puerta del cuarto.
Magnus se dirigió a la puerta y la abrió con la intención de decirle a quién estuviese al otro lado que más valía que alguien se estuviese muriendo o iba a conocer su ira en primera persona, pero no pudo, pues la sorpresa le dejó sin palabras.
'Buenos días.' Dijo Maryse estirándose todavía más si eso era posible. Su cara inexpresiva como siempre, las manos juntas.
Magnus recordó en ese momento que iba en pijama, que su bata estaba abierta y que aún podía saborear el semen de Alec en su boca. Fue especialmente ese último detalle el que hizo que diese un paso atrás de forma inconsciente.
'Hola Maryse. ¿En qué te puedo ayudar?' Su voz sonó profesional, como siempre que hablaba con la madre de su novio.
'Me han dicho que Alec tiene el día libre y que podría encontrarlo aquí.'
Magnus asintió, viendo cómo desaparecía delante de él la posibilidad de una segunda ronda de sexo para esa mañana. Recordó que Maryse seguía al otro lado de la puerta y la abrió más, indicándola que entrase.
'Por favor, entra. Iré a buscar a Alec.' Se cerró la bata y la puerta una vez que la cazadora de sombras estuvo dentro. 'Un momento.' Dijo y dejó a Maryse en su recibidor.
Abrió con cuidado la puerta del cuarto y la volvió a cerrar tras él. Vio como Alec movía la cabeza y le miraba con cariño, sin ninguna preocupación. Magnus odiaba saber que sus palabras iban a devolver a su novio ese entrecejo fruncido.
'Tu madre esta aquí.'
Alec se incorporó en la cama, la sábana calló hasta su pelvis, cubriéndolo lo justo pero haciendo más difícil a Magnus no fijarse en el torso de Alec y llorar para dentro por no poder disfrutar de él más tiempo.
'¿Mi madre? ¿Qué quiere?'
'No lo sé. Te ha ido a ver al Instituto y le han dicho que viniese aquí.'
'Tendría que estar en Alicante.' La voz de Alec pensativa y un tanto molesta.
'Pues está en nuestro recibidor.' Magnus se dio cuenta demasiado tarde de como había dicho "nuestro" en lugar de "mi". Esperaba que Alexander no lo hubiese notado. Esa no era la forma en la que había imaginado pedirle que se mudase con él. Por suerte Alec estaba demasiado ocupado buscando los pantalones de deporte que solía usar para estar cómodo en casa de Magnus. Los encontró por el suelo y se los puso. Cogiendo una camiseta y yendo a la puerta.
'Voy a ver qué quiere.' Dijo dejando el cuarto pero no sin antes dar un beso en la mejilla a Magnus a modo de disculpa. Disculpa que Magnus no quería ni necesitaba, pero que Alec sentía que debía dar.
Se encontró con su madre a un metro de la puerta, donde Magnus la había dejado. Una parte de Alec se sentía mal porque su madre no fuese capaz de entrar y sentirse como en casa, de sentarse en el sofá y esperarle como solía hacerlo Jace. Pero si tenía que ser sincero, esta era la segunda vez que su madre había pisado el apartamento.
'Hola mamá.'
'Alec.' Dijo a modo de saludo Maryse.
'¿Sucede algo?' A Alec siempre le había gustado tratar cualquier asunto de forma directa y su madre nunca le había sugerido que hiciese lo contrario.
'No. Solo…'
Vio como su madre se quedaba sin palabras por un momento, vio unos segundos de duda antes de que volviese a levantar la cabeza y recuperar esa pose impasible que Alec tanto conocía y odiaba.
'Me han dado unos días libres y había pensado que sería una buena idea pasarlos contigo y tus hermanos, pero esta claro que estás ocupado.' Maryse se giró hacia la puerta y Alec comprendió lo que su madre realmente quería. 'Siento haberte molestado. Volveré al Instituto y ayudaré a Isabelle.'
'Espera.' Dijo Alec cuando su madre se disponía a abrir la puerta. Era cierto que había hecho otros planes para su día libre, la gran mayoría de ellos situados en la cama de Magnus, pero no podía dejar a su madre marcharse. Ella estaba haciendo un esfuerzo por cambiar, por aceptarle, por conocerle realmente. No sabía cuándo sería la próxima vez que pudiese pasar tiempo con ella, no sabía cuando había sido la última vez que había estado con ella sin ningún motivo oficial, o de vida o muerte. Estaba claro que ella había ido a buscarle para pasar el día juntos. Había ido a casa de Magnus. Había dado ese paso. '¿Por qué no te quedas? Aún no hemos desayunado, ¿quieres desayunar?'
Maryse estaba a punto de mencionar que eras las nueve y media, que se había levantado a las seis y media y había tomado una tostada con café como hacía cada mañana a las siete. Pasadas las ocho no era hora de desayunar, algo que había inculcado a sus hijos desde pequeños.
'No quiero molestar.' Fue todo lo que dijo.
'No es molestia. Magnus conjura unos waffles buenísimos, deberías probarlos.' Algo dentro de Alec rezaba porque su madre dijese que sí, porque se quedase a desayunar con él, por poder vivir un momento en familia con ella donde no tuviese que estar ocultándose o a la defensiva, donde pudiese ser él, donde pudiese compartir su felicidad. No sabía cómo ese deseo había aparecido en él, pero no pensaba dejar marchar la oportunidad cuando se le había presentado, no estaba en su naturaleza.
'Esta bien.' Maryse se giró e intentó relajar su postura, poniendo una pequeña sonrisa. 'Me quedo.'
Ambos estuvieron unos segundos en silencio hasta que Alec se dio cuenta de que tenía que cambiarse y avisar a Magnus. Se movió hacia el salón sabiendo que su madre iba tras él.
'Ponte cómoda, yo voy a cambiarme y en seguida vuelvo.'
Maryse asintió y miró a su alrededor, pensando en cómo ocupar su tiempo.
'Puedes salir al balcón o su subir a la terraza, lo que te apetezca.'
'Recuerdo la casa.' Maryse sabía que la conversación que estaban teniendo era un tanto incómoda para ambos, pero ella estaba dispuesta a pasar por ella si con eso podía pasar tiempo con su primogénito.
Alec asintió y se dio la vuelta, entrando en una habitación con puerta corredera. Maryse se fijó en el estado de la cama y en las sábanas rojas que la cubrían. Alec cerró la puerta tras él y se quedó sola, siendo consciente de algo que no había pensado antes. Su hijo había dormido en ese cama. Su hijo había tenido sexo en esa cama. Sexo con un hombre. Con un brujo. En esa cama.
Maryse se dirigió al balcón y abrió las puertas, necesitando aire fresco. Respiró e intentó relajar su mente. Era muy difícil ir en contra de todo lo que la habían enseñado, de todas sus creencias. Pensaba que había llegado a un estado de aceptación con Alec, sobretodo después de ver el claro sentimiento de amor que había en los ojos de su hijo cuando miraba al brujo. Era imposible negar la evidencia. Su hijo estaba enamorado y había luchado por ese amor. Eso la enorgullecía, esa dedicación, ese compromiso. Pero por otro lado recordaba que Alec había elegido a un hombre y a un subterráneo, y eso… Eso era otra historia. Lo del hombre podía entenderlo. Si tenía que ser sincera siempre lo había sabido aunque nunca lo había querido aceptar. Sabía que había hombres y mujeres que se sentían atraídos por personas de su mismo género, eso no era nuevo en su cultura, pero no por ello era aceptado por la Clave. La homosexualidad no tenía lugar en una sociedad que se basaba en la procreación como mayor arma contra el mal. Cuantos más hijos más soldados.
Maryse sabía de la historia de Robert con su parabatai Michael, de cómo les había afectado a ambos, y siempre había temido que algo así sucediese entre Alec y Jace. Quizás por eso siempre había tratado de evitar que Alec sacase esa parte de él, que aceptase su atracción por el mismo género. No quería verlo como había visto a Michael después de que Robert se alejase de él. No quería que su hijo llevase una vida de pena y miseria. Siempre había tenido la esperanza de que, como Michael, Alec encontrase una mujer que le hiciese cambiar de idea, que le satisficiese lo suficiente como para dejar de lado esos sentimientos. Ahora comprendía que esa idea había sido absurda. Michael sentía atracción por ambos géneros, se había enamorado de Eliza. Maryse había visto cómo miraba a su mujer, como disfrutaba besándola. Alec no era así. Alec nunca había mostrado ningún interés por las mujeres. Nunca había sido como Jace o Isabelle, dispuesto a escaparse con tal de tener una cita. Siempre se había quedado en su cuarto, leyendo, entrenando, siendo el perfecto soldado que Maryse quería que fuese. Ahora que pensaba en ello no tenía ningún recuerdo de Alec disfrutando cuando había sido un adolescente. No le recordaba sonriendo, no hasta que llegó Magnus.
Magnus… El brujo siempre había sido un dolor de muelas para Maryse, desde le día que le había conocido. Él representaba todo lo que se debía odiar y evitar. Magnus era un subterráneo, era medio demonio, alguien que no dudaba en decir lo que pensaba, alguien que había dejado claro que se tiraba todo lo que se movía, con un poder desconocido por la Clave pero sin duda mayor que le de cualquier otro brujo. Había algo en Magnus que gritaba libertad: su maquillaje, su ropa, sus uñas, su actitud, su sexualidad. Era esa libertad la que le recordaba a Maryse que ella no era libre, y eso la había molestado desde muy pequeña. No quería recordar los encuentros que había tenido con Magnus, cómo el brujo la había visto en sus peores momentos, cómo había presenciado el evento por el que la Clave la juzgaría más tarde. Magnus sabía todo lo que ella y Robert habían hecho bajo los órdenes de Valentine, algo que Maryse rezaba porque no le hubiese contado a Alec. No sabía si sería capaz de mirar a su hijo a los ojos después.
Maryse se apoyó en la barandilla y miró la ciudad. No podía negar que la vista era preciosa. Volvió a respirar, tratando de componerse. Había decidido cambiar, había decidido quitarse esa venda de odio y resignación que había llevado durante tantos años. Quería ser mejor madre y mejor persona. Quería conocer a Alec, saber quién era el hombre que había bajo toda esa determinación y seguridad. Pues aún estaba sorprendida y maravillada al ver como Alec se había hecho con el control del Instituto solo con su esfuerzo, ante todo pronóstico, cómo había iniciado el comité para la cooperación entre cazadores de sombres y subterráneos, cómo había conseguido acabar con Valentine y mantener Nueva York segura al mismo tiempo. Era cierto que habían sucedido muchas cosas malas, que había cometido errores, pero Maryse no podía negar que Alec, a su joven edad, había hecho más que Aldertree o Robert. Alec tenía un futuro prometedor, y algo la decía que Magnus era parte de la razón del cambio en Alec. Desde que había besado al brujo en su boda era como si hubiese despertado una parte de él que Maryse desconocía que poseyese. Ahora había seguridad en los pasos de su hijo, había determinación, había una mente inquisitiva y pro-activa en vez de un solado que no cuestionaba las órdenes que se le daban, de un chico que siempre se quedaba en las sombras.
'¿Mamá?'
Maryse se giró y vio a Alec a las puerta del balcón. Vestía una camiseta distinta y unos vaqueros. Su pelo ligeramente mojado y Maryse supuso que se había dado una ducha. Maryse sonrió, tratando de dejar de lado todos sus pensamientos y disfrutando del momento.
'¿Vienes a desayunar?'
'Claro.' Dijo siguiendo a Alec dentro del apartamento hasta llegar a la cocina.
Había una isla en medio de la cocina que separaba una mesa redonda de la parte donde se cocinaba. En la mesa había una cafetera y platos colocados para tres junto con una pequeño garrón con flores. No era extremadamente grande, pero era funcional y bonita, elegante como el resto de la casa. Tenía vistas a la calle y dejaba que la luz entrase, haciendo que el color rojo de la pared principal diese un tono cálido al resto de la habitación.
Magnus estaba vestido también. Llevaba unos pantalones y una camisa ligeramente abierta donde los collares hacían poco por cubrir la piel. Maryse no sabía cómo alguien era capaz de vestir de forma tan elegante y al mismo tiempo tan casera. Su pelo estaba perfecto, al igual que su maquillaje, y su sonrisa era honesta cuando colocó el plato con los waffles en la mesa, invitándola a sentarse de forma silenciosa. Maryse se sentó en un lateral dejando que Alec y Magnus se sentasen juntos.
'¿Té o café?' Preguntó Magnus el cual tenía una preciosa tetera de estilo japonés en la mano.
'Soy más de café, gracias.' Contestó Maryse educadamente. Ella había decidido hacer el esfuerzo de conocer a Magnus, de darle esa oportunidad que nunca le había dado. El brujo se lo merecía, sobretodo después de cómo había apoyado a Alec cuando Max había sido atacado. No se enteró hasta más tarde gracias a Isabelle de que Alec y Magnus habían tenido una pelea antes del accidente por el tema de la espada y Magnus no le hablaba. Sin embargo, el brujo había dejado todo y había intentado ayudar. Incluso cuando había dicho que no había nada que él pudiese hacer se había quedado para acompañar y dar apoyo a Alec. Eso era algo que Maryse no había pasado por alto, algo que no pensaba olvidar.
Magnus dejó la tetera en su lado de la mesa, dejando que Alec cogiese unos tarros con sirope y se sentase en medio de los dos. Maryse fue a servirse café, pero Magnus se adelantó, cogiendo la cafetera y sirviéndola hasta que dijo basta. Había una cosa que Maryse no podía negar y era los perfectos modales de Magnus. Era algo que de veras le había molestado de la fiesta: todo tan perfecto, Magnus tan cordial y exquisito anfitrión. Maryse había ido preparada para ver un desastre, para decirle a su hijo "te lo dije", pero lo que Magnus había preparado no era una de esas fiestas de pecado de las que tanto hablaban los otros cazadores de sombras, sino una celebración perfecta y con gusto.
'¿A qué se debe la visita?' Preguntó Magnus tratando de romper el silencio un tanto incómodo que se había producido en la sala desde que había entrado ella.
'Me han dado un par de días libres y he pensado en visitar a mis hijos. Ver que tal va el Instituto, esas cosas.' Sabía que su voz sonaba más profesional y seria de lo que la ocasión lo requería, pero no podía evitarlo.
'¿Hasta cuando te quedas?' Preguntó Alec sirviéndola waffles.
'Tres días.'
'No es mucho.' Respondió su hijo.
'Según la Clave es más que suficiente.' Dijo ella sin poder evitar el resquemor en su tono de voz, algo que Magnus notó y Maryse vio como una pequeña sonrisa aparecía en los labios del brujo.
'¿Qué planes tienes?' Preguntó Alec sin percatarse de nada.
'No tengo ningún plan. Como he dicho quería alejarme de Alicante y veros, eso es todo.'
Alec sabía que lo que su madre quería decir era que quería alejarse de su padre y de su amante y de todo el cotilleo que sin duda estaba viviendo. Él no dudaba que su madre quisiese pasar más tiempo con ellos, pues había dejado claro que quería conocerlos mejor, rehacer vínculos, y Alec no tenía nada en contra, es más, si por él fuera su madre no volvería nunca a Alicante.
'Conozco un spa muy bueno en Manhattan.' Dijo Magnus y Maryse le miró mientras cortaba su waffle. 'Si quieres podrías ir. Nada dice vacaciones como un masaje con barro.'
Maryse se sorprendió ante la propuesta del brujo, pero tenía que reconocer que la idea era apetecible. No recordaba la última vez que le habían dado un masaje.
'O si quieres algo más pintoresco tengo el teléfono de un sitio en Kauai que hacen unos tratamientos maravillosos con arcilla en la playa.'
'Dudo que quiera volar hasta Hawai.' Dijo Alec sin poder evitar poner una pequeña sonrisa al mirar a Magnus.
'¿Volar? Alexander, por favor.' Contestó el brujo sirviéndose sirope de chocolate. Al acabar miró a Maryse, la cual cogió el tarro con caramelo. 'Si quieres ir no tienes más que decirlo y te abro un portal.'
Maryse sabía lo que costaba que un brujo abriese un portal. Se había pasado gran parte de su vida pagando a brujos, en especial a Magnus, por un servicio como ese. Pero algo le decía que esta vez tanto el spa como el portal no estarían en la factura de final de mes del Instituto.
'No quiero molestar.' Pues era verdad. No había ido a aprovecharse del novio de su hijo, por muy apetecible que fuese la idea.
'No es molestia.' Dijo el brujo antes de meterse un trozo en la boca.
Maryse miró a Alec, cuyos ojos estaban abiertos, como pidiéndola que hiciese lo que quisiese, rogándola que si quería ir al spa fuese, que estaba bien.
'Puede que te tome la oferta.' Dijo Maryse, y acto seguido se metió un trozo en la boca. No pudo evitar el gemido de placer al probar el waffle. 'Está buenísimo.'
'¿Verdad?' Dijo Alec comiendo con una sonrisa en los labios.
Maryse no recordaba la última vez que había visto a su hijo así. Desayunando con una sonrisa, disfrutando del momento. Dentro de ella sabía que se lo debía a Magnus, y eso hizo que su resolución por conocer mejor al brujo incrementase.
Continuará…
Llevo tiempo queriendo escribir esta historia. La necesito en mi vida, pero si he de ser sincera no sé muy bien cómo va a proseguir así que si tenéis sugerencias por favor escribirlas en los comentarios. Lo único que sé es que está inspirada en la entrevista de Nicola con Shumdarionews.
