Disclaimer: No es mío, simplemente por el hecho de que a otros se les ocurrió antes que a mí la idea. Pero el fic (la idea, vamos, no los personajes) es Mío... mi tesoro...
Copyright: Ni de coña. Nadie puede copiar esto sin mi consentimiento.
Pequeña introductoria a un nuevo fic. Me he inspirado al volver a ver la pelicula. Como siempre, me gusta reanalizar las cosas, y a pesar de estar enferma, no he tardado en darme cuenta de algo. Espero que os guste sinceramente, y perdonad el retraso que tengo últimamente con los capitulos.
Enjoy it ^-^
La Garganta del Infierno
El aire pasaba a través de su garganta, profiriendo gritos cada vez más agudos. Estaba asustada. Asustada de cómo su cuerpo se consumía lentamente, de cómo las llamas quemaban lo poco que quedaba de ella, provocando un dolor tan intenso como indescriptible.
Intentaba gritar, pedir clemencia, pero las leguas de fuego ya habían llegado a esa parte de su cuello. Pronto no sería nada más que cenizas en un horno, su horno, por el resto de la eternidad.
¿Había valido la pena vivir para esto? ¿Para acabar así?
Apenas comprendía que era lo que pasaba, su mente seguía rememorando los últimos dos pasos de baile. Lo había tenido todo, y lo había perdido todo.
Las llamas cumplían su cometido, había deshecho su pelo, quemado su ropa y ennegrecido su piel.
Se sentía cada vez más ligera, y se movía, intentando no morir abrasada. Pero la puerta del horno estaba muy bien cerrada, y no se podía abrir desde su posición.
Gritó y pataleó ante su dolor, tanto físico como mental, hasta su último aliento, pero nadie acudió a socorrerla.
Notó cada fibra de su ser abandonar su cuerpo, quemándose, separándose de ella. Pronto dejó de ver nada.
Y el dolor desapareció tan rápido como había llegado. Y la pena, la tristeza y el dolor dieron paso a la ira, el enfado y la fría calma de la piedra.
Seguía allí, no se había movido del lugar, aún podía notar el calor familiar del fuego.
Abrió los ojos lentamente, y miró el suelo del horno. Allí yacía un cuerpo carbonizado. Su cuerpo. Ella había muerto.
Había muerto, y allí estaba. Se preguntó cómo salir de horno, pero las llamas resplandecían tanto que apenas podía ver nada. Buscó a tientas la puerta, pero no llegó a tocarla. Sintió el frío acero atravesar su piel, pero sin dañarla. Acababa de atravesar una placa de metal.
Salió al sótano. El lugar seguía siendo tan siniestro como siempre, con una única variación. En medio de la estancia, justo enfrente de ella, un hombre se lamentaba por la muerte de su esposa. Estaba allí, quieto, abrazado a ella; y eso sólo aumento la ira de la mujer que les observaba.
Sweeney Todd, un hombre que había nacido para la venganza, iba a ser víctima de la propia, pues Marjorie Eleanor Lovett no descansaría hasta que no saldase todos sus pecados, tanto los de ella como los de él. Le haría pagar todo su sufrimiento a su costa, todas las mentiras, todos los sueños infundados. Le haría cumplir su parte del trato: "Juntos hasta el final". Y no descansaría, hasta que así fuera.
