CAPÍTULO 1 – NUEVO COMIENZO

Ya había pasado un mes desde que Sakura, una pequeña de cabello rosado y ojos verdes como la primavera, vivía con sus tíos Tsunade, hermana de su madre, una mujer exuberante, rubia y de ojos color miel, y Jiraiya, su marido, el tío consentidor que siempre la alzaba en brazos tirándola hacia arriba; era un hombre de pelo canoso algo alborotado, fuerte e intimidante a la primera impresión, pero la hacía reír y divertir mucho, él era el principal precursor de sus travesuras y su más preciado cómplice.

Aunque la niña extrañara a sus padres y a los amigos que vivían cerca de su casa, con los que juagaba siempre, no pasaba mal estando con ellos. Pese a ello, se preguntaba qué estarían haciendo en ese momento y le extrañaba enormemente el hecho de no tener noticias de Kizashi (su padre) que, según su tío, había ido a hacer trámites por lo ocurrido con su madre.

Miles de preguntas se formulaban en su cabecita sin poder encontrar respuestas que pudieran tranquilizarla. ¿Qué habría pasado con él? ¿Qué tanto papeleo podría llevar lo referente a un fallecimiento por accidente? A pesar de ser muy pequeña, no se explicaba por qué no tenía novedades, no sabía si le podría haber pasado algo o incluso si su padre ya no querría verla. No quería interrogar demasiado a sus tíos porque se portaban muy bien con ella y no deseaba incomodarlos, pero lo cierto era que estaba muy inquieta en lo que refería al tema, temía de sobremanera perderlo a él también. Para colmo, se sumaba a su incertidumbre el hecho de que tanto Tsunade como Jiraiya parecían no tener una respuesta certera acerca del paradero o los motivos que lo mantenían alejado.

Cierto día, mientras jugaba en el jardín de la casa a que tomaba el té, es sorprendida por un reflejo rubio que ve asomarse por encima de su hombro. – ¡Qué muñecas más feas! – Le dice para molestarla el pequeño con una amplia sonrisa logrando sacarla de sus pensamientos. Sakura se sobresaltó un poco al escucharlo y se quedó estática sin dejar de escudriñarlo con la mirada, a la defensiva pero desafiante a la vez, para luego enfurecida abrazar a una de sus antes mencionadas por el intruso.

– Era broma – le dijo él sonriéndole y extendiéndole la mano sin darle tiempo a formular palabra alguna. – Son bonitas. Soy Naruto, ¿cómo te llamas?

La chica quedó hipnotizada mediante un breve instante cuando su mirada se encontró con unos espléndidos ojos celestes como el cielo más hermoso de una tarde de verano que le expedían calidez y picardía, pero enseguida volvió en sí para hacerle frente nuevamente. – ¿Cómo entraste aquí? – Fue lo único que pudo salir de su boca. Sin embargo, antes de que el chico le pudiera responder, tomó el resto de sus muñecas y se dirigió rápidamente hacia adentro de la casa de sus tíos. Aún ofendida, fue a su habitación y las dejó ordenadamente sobre su cama. – No le hagan caso, – susurró acariciando especialmente a una muñeca de pelo negro, – ustedes son las muñecas más lindas que hay.

– ¡Saaakuraaa! – llamó Tsunade. – Ven cariño, quiero presentarte a alguien, – dijo al verla asomarse por las escaleras. – Él es Minato Namikaze. – Un hombre alto, de cabello rubio y ojos celestes, bastante parecido al molesto niño que acababa de conocer estaba conversando sonriente al pie de la escalera con su tía.

– Es un placer Sakura – dijo éste haciéndole una reverencia que la niña enseguida correspondió deslumbrada por la energía tan agradable que desprendía ese hombre. – Y este es mi hijo, Naruto Namikaze. – Señaló a un pequeño sonriente, su viva imagen en miniatura. Ante lo cual, la pequeña abrió los ojos como platos y le extendió lentamente y con desconfianza la mano.

– ¿Qué sucede Sakura? – preguntó la ojimiel al reparar en ello.

– Es que ya me conoce – expresó riéndose el rubio menor.

– ¿Qué hiciste Naruto? – Preguntó enseguida su padre, con amenaza en la voz por conocer las constantes travesuras de su hijo.

– ¡Dijo que mis muñecas eran feas tía! – interrumpió la niña señalándolo con el dedo.

– Jajaja... Le dije que había sido una broma – se defendió el pequeño poniéndose a su lado y pasando un brazo por sus hombros, restándole importancia a aquel asunto. Lo que provocó que la chica enrojeciera por completo y suspirara resignada, a lo que los tres que estaban con ella comenzaron a reír.

– Veo que se llevarán bien – dijo con una sonrisa una mujer pelirroja de largo cabello lacio apareciendo en la sala. – Hola preciosa, mi nombre es Kushina, soy la mamá de este diablillo.

La ojijade le correspondió la sonrisa, pero enseguida cayó en la cuenta, ¿"se llevarán bien" había dicho? ¿Qué significaba aquello? No sabía por qué motivo, pero esas palabras no le daban buena espina.

– Naruto se quedará con nosotros por un tiempo, mientras sus padres están fuera por motivos de trabajo. – Explicó Tsunade sacándola de sus pensamientos. Finalmente, lo que por unos instantes estaba temiendo, se lo confirmaba ahora su tía, alejándola de toda esperanza de que aquello fuera cosa de un encuentro de no más de algunos minutos. – Él suele quedarse por temporadas porque Minato y Kushina viajan a menudo. – Continuó.

– Y además... – el que aparecía ahora en escena era Jiraiya, que lo levantaba en brazos y admiraba – es mi ahijado.

– Vieeejo… ya bájame. – dijo el pequeño sonrojado pataleando molesto, provocando que todos comenzaran a reír nuevamente.

– ¿Ya saben por cuánto tiempo estarán fuera? – Preguntó el orgulloso padrino bajando al chico, ahora en tono más serio; haciendo con ello que el resto de los presentes mirara expectante a la joven pareja.

Según le pareció a Sakura, el ambiente se tornó serio y un poco pesado en comparación a como estaba instantes atrás, pero enseguida olvidó el asunto cuando su tía intervino. – ¿Qué les parece una rica leche con chocolate y galletas, niños?

– Mmm… ¡Qué buena idea Tsuna! – exclamó una sonriente y enérgica pelirroja en su apoyo. – Es mejor que vayan conociéndose para que puedan llevarse bien.

Las miradas de los pequeños se encontraron por un instante para luego voltear al lado contrario cruzándose de brazos.

– Naruto – gruñó amenazante Kushina.

– Sakura – llamó la atención Tsunade con tono de advertencia.

– Pero… – protestaron ambos a la vez, queriendo dar quejas de lo en desacuerdo que estaban con la situación. Sin embargo, la mamá del rubio los interrumpió.

– ¿Ven? Ya tienen algo en común. A ninguno les gusta el otro y a ambos les desagrada esto; y por si fuera poco, – añadió – son iguales protestando. – Dicho esto comenzó a reír, logrando un sonrojo notorio en las mejillas de los pequeños, y los condujo hacia la cocina.

Los hombres la miraban estáticos hasta que salió de esa habitación. – Cielos hombre, tu mujer da miedo. – Exclamó Jiraiya, a lo que Minato sonrió y se rascó la nuca nervioso. – Siempre logra lo que quiere – respondió.

– Vamos señores, vayamos al jardín a tomar algo. Ahí hablaremos más tranquilos – dijo la rubia, irrumpiendo en su conversación.

– Listo. – La que aparecía ahora era la madre del pequeño. – Los niños quedaron merendando.

Mientras se desarrollaba aquella reunión, los infantes se encontraban en la cocina. La chica escudriñaba al rubio con la mirada y no se perdía detalle de los movimientos de un tranquilo y alegre Naruto que parecía concentrado en acabarse su leche y devorar sus galletas.

– ¡Te estás comiendo todas! – acusó por fin su acompañante.

– ¿Quieres? – Preguntó el aludido tendiéndole una. – Están muy ricas. ¡Las galletas de la vieja son las mejores! – Exclamó contento y entusiasta.

– Naruto – comenzó ahora seria. – ¿No estás triste porque no vas a estar con tus padres? – Al formular aquella pregunta no pudo evitar bajar su mirada, triste.

El chico se sorprendió, pensando que la chica estaba preocupada por él copió su gesto, pero enseguida alzó la mirada con determinación y respondió: – No Saku. Ya estoy acostumbrado a quedarme con mis padrinos. ¡Se pasa genial aquí! A veces extraño a mis amigos para jugar pero Jiraiya me enseña a luchar y eso es lo mejor de todo el mundo. – Esto último lo dijo con una enorme sonrisa y enseñándole el pulgar hacia arriba, extrañando de ese modo a la chica, que no entendía qué era lo que sucedía en la cabeza de aquel rubio de ojos color cielo. Ella daría cualquier cosa por estar con sus padres y ver a sus amigos, pero a ese chico tonto no le importaba en absoluto no estar con los suyos. Claro que sus situaciones eran totalmente distintas, ella vivía en la incertidumbre, su única certeza era que ya no volvería a ver a su madre; en cambio Naruto sabía que lo de sus padres era temporal, y era natural para él además pasar temporadas sin verlos. Aun así, aquello la molestaba demasiado. – Eres un… – Comenzó con la mirada baja apretando los puños. – ¡Eres un tontoo! – le gritó completamente enfurecida tirando el plato con las galletas al suelo para acto seguido salir corriendo.

El chico quedó estático en el lugar, inquieto, preguntándose qué había hecho mal. En ese instante apareció Tsunade, seguida de sus padres.

– Creo que no le caigo bien, vieja – dijo triste rascándose la nuca.

– ¿Qué fue lo que ocurrió? – Quiso saber la antes mencionada.

– Iré a ver a esta chica – comentó Jiraiya dirigiéndose a las escaleras. – ¡Dios! No puede negarse que tiene los genes de su madre y su tía – agregó para sí mismo.

– Solo dije que no suelo extrañar a mis padres cuando salen de viaje porque paso bien con ustedes y me gusta entrenar con mi padrino. No sé por qué eso la hizo enojar.

– Así que fue eso… – balbuceó, a lo que el niño la miró confundido. – Verás Naruto, – comenzó. – La mamá de Sakura murió hace poco tiempo, y su padre aún no puede estar con ella. Seguramente haya sido eso lo que la alteró; extraña mucho a sus padres, y el hecho de que tú los tengas y le hayas dicho que no los extrañas debe ser lo que la hizo enfadar.

El pequeño comenzó a llorar. – Yo… lo siento tía… no sabía que Saku estaba sufriendo así… Soy… un idiota. ¡Tonto, tonto, tonto! – Se decía golpeándose la cabeza con la mano. – Debo hablar con ella – sentenció al fin cambiando por completo su actitud con una mirada llena de determinación, para enseguida dirigirse hacia el lugar por el que minutos antes desaparecía su padrino.

– Sakura ¿puedo pasar? Ábreme, soy yo.

– No quiero hablar con nadie.

– Vamos pequeña, ¿qué sucedió abajo? Solo quiero estar contigo.

– Estoy bien tío, pero no quiero hablar.

– Mmm… sé que las galletas de tu tía pueden ser una patada en el estómago a veces, pero de seguro no fue tan grave como para lanzarlas así. – Quiso bromear para hacer calmar a la niña. – Pudiste haber herido a Naruto de un galletazo.

– ¡Ya basta! ¡No fue por las estúpidas galletas! – Ya la estaba hartando esa situación. Ella siempre se comportaba como una niña buena, así que no quería que la molestaran solo porque por primera vez no se comportaba como todos esperaban que lo hiciera. Estaba harta de fingir, quería llorar y gritar, no le importaba nada, ella solo quería estar con sus padres. ¿Por qué ese niño al que no le importaba estar con los suyos los tenía y ella no? Era un pensamiento egoísta y lo sabía, pero ver aquella familia, esos padres alegres con el hijo travieso, le había recordado cómo solía ser su vida de feliz antes de que su madre muriera y sus papás estaban a su lado.

De pronto, un golpe en la ventana la saca de sus pensamientos. Sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta del origen de ese ruido. – ¡Naruto! ¡¿Estás loco?! – Casi gritó corriendo hacia él. – ¡Vas a caerte! – Olvidando todo enojo anterior, solo sintiendo preocupación, abrió la ventana y lo jaló hacia adentro. – ¿En qué estabas pensando? ¿Cómo se te ocurre subirte al tejado? ¡Pudiste haberte matado!

– No es para tanto – comentó él nervioso rascándose la nuca. – Suelo treparme a lugares altos a menudo, aunque – bajó su voz convirtiéndola prácticamente en un susurro – si me ven mis padres o mis padrinos de seguro me regañan.

La chica no respondía, lo miraba seria en espera de una respuesta. – ¿Qué haces aquí? – preguntó al fin.

El rubio bajó la mirada, triste, culpable, recordando el motivo de aquella invasión suya. – Lamento haberte lastimado Saku, no sabía por lo que estabas pasando. Jamás fue mi intención echarte en cara a mis padres o herir tus sentimientos o…

– Mn… – negó con la cabeza la chica. – No lo sabías, yo no debí haber reaccionado de esa forma.

Aquello lo sorprendió de sobremanera. Se había preparado para cualquier tipo de reacción posible, incluso para una bofetada; pero nunca esperó q esas palabras salieran de la boca de la chica. – Lo sé, lo sé – una dulce voz interrumpió su ensimismamiento. – Fui una tonta, pero ¿sabes? No es justo q mis padres no estén conmigo, es aterrador q mi padre no venga a verme o pensar q no volveré a verlo, o a mis amigos. Pero tú… los tienes a tu lado y no te importa; aún así no tienes la culpa de nada de eso, no tienes la culpa de lo que me pasa o de no haberlo sabido. Yo... – titubeó con la voz cada vez más quebrada. – Es solo que… Ya no quiero estar sola Naruto... – finalmente se largó en llanto. – No lo soporto más... No quiero que mis tíos se preocupen porque sé que estoy en el mejor lugar que podría estar, sé que me aman y son muy buenos conmigo y hacen todo para que yo esté bien, y así es y yo también los quiero, pero... pero mi mamá... mi papá que no viene ¿por qué no viene?... ¿y mis amigos? ¡Jamás los volveré a ver! – sentenció llorando. –Querer duele, yo ya no quiero estar sola, los extraño mucho...

El chico quedó compungido, se le estrujó el corazón al ver a aquella niñita tan vulnerable y frágil. Sintió un fuerte deseo de proteger a esa "muñequita de porcelana" que aparentaba ser, había estado aguantando tanto peso sobre sus pequeños hombros para no preocupar a sus tíos, era admirable. Con decisión avanzó hacia ella y, de un momento a otro se encontraba abrazándola fuertemente, de modo fraternal. Aquello sorprendió de sobremanera a la chica que suspiró profundamente y correspondió el abrazo. Finalmente se había desahogado; aunque, a su parecer no con la persona indicada, pero por lo menos la tranquilizaba el hecho de que no había herido a sus tíos. – Lo... lo siento Naruto... Yo... no sé...

– Ssshh… No te preocupes Saku, de ahora en adelante yo siempre te protegeré, ya no estarás más sola. – Concluyó el niño levantándole suavemente la mirada y secándole las lágrimas.

De pronto se oye un golpe al otro lado de la puerta, era ahora Tsunade la que llamaba. – Niños por favor salgan.

– Hijooo, sé que estás ahí. – El pequeño dio un respingo al escuchar a su madre, estaba perdido, a esa altura de seguro ya sabría que había entrado por la ventana.

– Nos iremos en un ratito así que por favor abran. – La voz de su padre no sonaba tan aterradora y eso lo tranquilizaba un poco.

Se miraron por un momento. – Salgamos – dijo finalmente Sakura, ya más tranquila. Ambos asintieron con la mirada y caminaron decididos hacia la puerta. Se sorprendieron un poco al ver a los cuatro adultos en el pasillo, esperando que salieran.

– Veo que finalmente sí se llevarán bien. – Comentó sonriente Minato.

Sin embargo, la reacción de su esposa no fue tan calma, ya que ni bien hubo comentado aquello, la pelirroja golpeó al pequeño en la cabeza rezongándolo alterada – ¡Te he dicho mil veces que no andes trepándote a los techos Naruto! ¡¿Te das cuenta del peligro que corres?!

– Ya mamá, tranquila. No me sucedió nada. – Se quejó.

– Lo siento hijo. – Dijo con lágrimas en los ojos abrazándolo. – Sabes que moriría si algo te pasara. – Naruto correspondió el abrazo, llorando. La conversación con la pelirrosa lo había afectado aunque no se diera cuenta. ¿Qué pasaría si fuera él el que no volviera a ver a su adorada y loca madre? ¿o al fuerte héroe que era su padre para él? No quería ni pensarlo, pero en este momento tenía más presente que nunca que no se había planteado antes el hecho de que pudiera ocurrir una desgracia que provocara que no volviera a verlos, y que no había nada en el mundo que pudiera reemplazarlos. Sakura y Minato los observaban con un brillo especial en la mirada. Este último se acercó y los abrazó, también muy emocionado. Las veces anteriores en las que el chico se había despedido nunca habían sido tan cargadas de emoción, principalmente de parte de él, pero esta vez era distinto, algo había pasado.

– No se preocupen, yo cuidaré de su hijo. – Interrumpió una dulce vocecita sorprendiendo a todos y cortando un poco con ese clima tan melancólico y triste que se había formado. Kushina levantó la mirada, viéndola al igual que el resto de los presentes. La pequeña enseñó una sonrisa alentadora y sincera, que la mujer correspondió.

– ¡Así se habla Sakura! ¡Esa es mi sobrina! – Exclamó un divertido Jiraiya avanzando hacia ella para alzarla en brazos. – ¿Ves Kushina? No tienes de qué preocuparte, trajimos refuerzos para que nos ayude a controlar al zorro-demonio. – Dicho esto, sentó a la pequeña sobre sus hombros y todos comenzaron a reír a carcajadas.

Momentos más tarde se estaban despidiendo del matrimonio más joven, que había dejado claras instrucciones de comportamiento a su hijo y serias advertencias en caso de que desobedeciera. Ya eran pasadas las nueve cuando los niños se fueron a dormir. La rubia y su marido entraron a su habitación para arroparlos y darles un beso de buenas noches mientras observaban con amor cómo habían caído rendidos después de aquel día tan agotador. De ese modo concluía el día que daría paso a un nuevo comienzo.