Buenas noches, aquí les habla Ann Parthenopaeus. Ya había comenzado a publicar otra historia antes que esta, pero el factor "Romance" estaba quedando lentamente relegado a más adelante, así que decidí hacer algo donde ese pequeño detalle fuera lo principal…. Y para mí, eso es una historia de género "Romance Histórica".
Aclaratoria antes de leer: Esta entre un rating "T" a un futuro rating "M". Estará ubicada en Londres durante la fecha de 1800. Tiene un leve reciclaje de dos OC's que se ven en otra historia. Es un Universo Alterno como se podrá notar.
PoT no me pertenece (obviamente), en cambio me gusta usar sus personajes para crear buenas historias… o intentarlo.
PLOT: La vida de una debutante no es fácil, hermosos vestidos, cuidar de tu popularidad, coquetear con hombres guapos y bailar toda la noche... Todo con el brillante fin de encontrar un marido. Lamentablemente no todas las jóvenes debutantes consiguen su meta, o si lo consiguen eso pasa luego de varios años de espera para ser cortejada (ó aceptada, póngalo como quiera) por un hombre decente.
Sakuno Ryuzaki es exactamente así: una "no tan joven" debutante que tras su desastroso primer día en la sociedad londinense se vio relegada a convertirse en una afamada "florero", esas señoritas en las que nadie se interesa y viven de las sombras de los rincones y los canapés con crema.
Pero tras el regreso del famoso Ryoma Echizen, ese joven que se aventuró a huir a América años atrás, su vida se verá completamente de cabeza ante los oscuros y extraños encantos de él… sumados a los intentos casamenteros de la hermana de este.
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Capítulo I
Primero, se debía definir ¿Qué rayos era una florero?. Las mujeres tímidas que no encajaban en la moderna sociedad londinense de mil ochocientos, eran enseguida castigadas… Quiero decir, catalogadas en una lista especial para los bailes: floreros. Esas chicas que no sabían cómo mantener una conversación decente o peor aún, ahuyentaban a los hombres con su timidez. Aquellas que se mantenían ocultas en las esquinas, las subidas de peso o las que no tenían dote alguno que pudiera llamar la atención de un futuro marido.
Pues, Sakuno Ryuzaki entraba precisamente en esa lista.
Vestida con tela de terciopelo verde, y un abanico con detalles en perlas podía sentirse todo lo elegante que quisiera pero jamás podría superar su propia vergüenza para hablar con algún caballero. Desde el primer momento en que con quince años había sido traída a ese mundo de luces brillantes, bellos vestidos y música hermosa lo había arruinado. Comenzando por su tartamudeo con todo ser viviente que fuera presentado a ella, luego arrojó un vaso de ponche rojo sobre el elegante y delicado traje de uno de los hombres más influyentes de la ciudad… y para finalizar, se resbaló en la pista de baile llevándose al suelo a más de una pareja.
Después de ese día, le costó cerca de tres semanas salir y toda una temporada para que la invitaran de nuevo a una soirée.
Su madre le había reprochado en más de un sentido, las practicas simplemente no habían servido de nada… Y aunque ya habían pasado tres años desde el fatídico incidente que se quedaría para siempre en su memoria, la sociedad londinense todavía no lo olvidaba. Había recibido nombres como "Srta. Patosa", "Ganso", "Hipopotamo"… entre otros nombres de animales que no quería mencionar.
Finalmente, el único momento en que Sakuno podía sentirse a salvo y en paz del escrutinio de las miradas de las personas y de la vergüenza en el rostro de su madre, era cuando se sentaba en las sombras del salón de baile.
Donde se sentaban las otras dos floreros.
Y eso demostraba que había de todas clases y colores. La señorita Tsukiko Echizen no era una belleza despampanante, tenía el rostro en forma de corazón, labios pequeños y enormes ojos verdes. Su cabello oscuro era brillante y lo llevaba siempre en un perfecto tocado en lo alto de la cabeza. Su problema era que ya tenía veintitrés años, es decir, demasiado vieja.
Además años atrás había sido víctima de un escabroso escándalo donde fue abandonada en el altar por su prometido, Atobe Keigo. No era que la señorita Echizen no fuera suficientemente bella, o su familia no poseyera dinero… Si no que Atobe Keigo a la final se decidió por una doncella cuya familia tenía no solo un titulo, si no que era mano derecha del monarca en esa época.
Muchas veces coincidían en las mismas fiestas, pero Tsukiko Echizen simplemente hacia lo de todo el tiempo: tomar dos copas llenas de vino y sentarse en las sombres junto a ella, esperando a que pasara algún sirviente con bocadillos para que ambas llenaran sus miserables estómagos. Lo bueno de estar en las sombras era que la regla de que las muchachas casamenteras debían de comer lo mismo que un pajarito, no aplicaba.
Por otra parte, sentada a su otro lado, Natsuki Terashima era una belleza dorada. La moda de la época eran las jóvenes de cabellos rubios y ojos azules, Natsuki tenía todo eso además de una tez delicada y pálida… Era amable, educada, bailaba con gracia y parecía que flotara sobre el suelo al caminar. Podría haber sido una de las incomparables de la temporada, es decir, una de las mujeres más populares.
Pero Natsuki también pasaba los veinte, y aunque tenía un encantador título nobiliario a sus hombros, su familia había quedado en la ruina poco antes de que ella lograra entrar a sociedad. El padre de Natsuki era un jugador y había gastado todo su dinero en las apuestas, en los casinos y bares… Habiendo muerto, lo único que dejó a sus hijos y esposa fue una cantidad exuberante de deudas, una casa llena de agujeros y la esperanza de que Natsuki encontrara a algún marido rico.
Eso solo la dejaba de nuevo colgando de un hilo. A la final había terminado sentada con ellas en el rincón deprimentemente reservado para las floreros mientras los demás engendros de esa sociedad se divertían como nunca.
—A veces desearía cerrar los ojos y despertar acurrucada en mi caliente camita —Murmuró Tsukiko con expresión aburrida mientras agitaba el abanico sobre su rostro. Estaban en épocas de verano, y los salones de baile atiborrados solo acumulaban el vapor y el calor —. Es más… voy a intentarlo.
Sakuno sonrió al verla cerrar los ojos con fuerza, tanto que en su entre cejas se formaron un par de delicadas arruguitas.
—No creo que eso solucione nada —Por sorprendente que fuera, con ellas era el único momento en su día que podía hablar como una persona normal sin tartamudear. Aunque al principio había sido complicado e intimidante por varias razones, Tsukiko y Natsuki habían sido pacientes con ella hasta el momento en que comenzó a sentirse cómoda al hablar.
—¡Shh!
Natsuki rió ablandando su expresión e inclinándose hacia adelante para poder mirar mejor a Tsukiko. Tanto Sakuno como ella permanecieron en un silencio absoluto mordiéndose los labios divertidas, hasta que Tsukiko por fin abrió los ojos de nuevo con una expresión absoluta de rendición.
—No me hago más joven aquí sentada —Suspiró cansada arrancando suaves carcajadas de las otras dos.
—Entonces ¿Por qué no vas a bailar? —Preguntó Natsuki aunque conociera perfectamente la respuesta.
—Me encantaría, lástima que por poner solo un pie en la pista comenzaría la ola de comentarios y mi familia entraría en una nueva desdicha desde que mi hermano mayor se fue a América.
El famoso Ryoma Echizen.
Sakuno nunca lo llegó a conocer, y más aun si hubiesen convivido en las mismas fiestas era muy poco probable que cruzaran camino. Simplemente por el estado de ella en el que se mantenía alejada unos tres metros de los caballeros —y ellos de ella, habían descubierto que tener que hablar con Sakuno era un completo calvario—, además de que había oído de la misma Tsukiko, que Echizen Ryoma había sido un caballero demasiado popular entre las jovencitas.
Si hablaban de un candidato que no podía faltar en las listas de las madres desesperadas por encontrar un marido a sus hijas, ese era el heredero de la familia Echizen.
Fue un escándalo cuando después de terminar la universidad en Oxford, se embarcó en un viaje por mar hasta las colonias americanas y solo se comunicó con su familia, meses después.
De eso hacía cerca de… ¿tres años? Sí, poco antes de la espantosa aparición de Sakuno Ryuzaki en los salones de baile.
—¡Pero ese no es el punto! —Palmeando rápidamente las manos enguantadas sobre su falda de terciopelo, Tsukiko las miró con una sonrisa brillante llena de felicidad —. ¡Mi hermano vuelve!
—¿De verdad? ¿Regresará de América? —Preguntó Sakuno —. Pensé que todo era más interesante allá.
—No te equivocas, Saku —admitió Tsukiko —. En sus cartas todo suena como para irse a explorar y no volver, pero regresa a Londres porque formó una empresa, ahora es exitosamente rico… y además de querer restregárselo en la cara a mi padre, viene a hacer negocios.
—Tu padre no debe estar del todo feliz.
—Mamá reboza de la alegría, pero papá no para de refunfuñar al respecto —Asintió Tsukiko ante el comentario de Sakuno.
Se sentía verdaderamente feliz por su amiga y la posibilidad de que pudiera tener a toda su familia unida nuevamente. También sabía que Tsukiko tenía un hermano pequeño estudiando en Elton, aun era un niño pero seguro en las vacaciones venideras le sentaría bien tener a su hermano mayor en casa.
Por su parte, Sakuno era hija única. Siempre había creído que tener hermanos sería algo maravilloso, pero la muerte prematura de su padre la dejó sin esa posibilidad… Ni siquiera tuvo la oportunidad de conocerlo, porque para ese momento su madre estaba embarazada de ella. Aun así, criada por su abuela y su mamá, fue una niña querida y consentida.
…Pero también insegura y solitaria.
No se llevó bien con las niñas o niños vecinos, excepto quizás con la hija de la ama de llaves que posteriormente se convirtió en su doncella. Sakuno era pelirroja y pecosa, causa de gracia para ellos y motivo para comentarios crueles sobre su apariencia, seguido por alguno que otro de su falta de padre. Jamás le había faltado nada quizás excepto la confianza que una figura paterna le hubiese dado para enfrentarse a los matones del barrio que destruyeron su pequeño autoestima.
Pasando saliva y apretando con suavidad el abanico entre sus dedos enguantados en seda, se obligó a sí misma a hacer a un lado sus dolorosos recuerdos de infancia y concentrarse en la felicidad de su amiga.
—¿Y cuándo estará aquí? —Preguntó llamando la atención de Tsukiko. La muchacha sonrió felizmente, demostrando de nuevo su emoción por la noticia de la llegada de su hermano.
—Creemos que estará en Londres para el viernes, es decir que el sábado asistirá a la soirée de la hermana del señor Kikumaru —Respondió Tsukiko mientras la miraba con fijeza a los ojos —. Mi hermano y el señor Kikumaru estudiaron juntos en Oxford, así que estará encantado de encontrarse con él de nuevo —Inclinándose hacia adelante para contar un secreto, Tsukiko miró de Natsuki a ella con expresión cargada de seriedad —. Mamá está empeñada en buscarle una esposa ya que tiene la oportunidad esta temporada, y ya que se ha rendido en lo que a mí respecta tiene sus esperanzas de nietos puestas en Ryoma.
La famosa Sra. Ringo Echizen era bien conocida por ser una gran casamentera para las hijas de sus amigas, pero lamentablemente sus dotes no funcionaron con su única hija en todas las temporadas en las que esta había asistido a los bailes.
Enderezándose repentinamente, la sonrisa de la pelinegra se hizo más grande. —Tengo pensado, convencer a mi madre de incluir a ambas en la lista de potenciales candidatas.
—¿Para desposar a tu hermano? —Preguntó Natsuki con ojos enormes, como quién no quiere creer lo que acaba de oír.
—Por supuesto. ¡Así seríamos hermanas!
Las posibilidades de conseguir algo así no subían de cero desde el punto de vista de Sakuno, quien enarcaba las cejas con nerviosismo hacia la pelinegra.
—Sé que tienes buenas intenciones, Tsukiko, pero…
—¡No voy a dejar que se queden como floreros para siempre! ¡Así sea lo último que haga! —Tsukiko se puso de pie rápidamente y se giró para encararlas. Era tierno el verla con tan buenas intenciones, pero la sola idea hacia que Sakuno temblara con nerviosismo por pensar en tener que hablar con un desconocido —. Una cosa es querer estar soltera por el resto de por vida, ósea alguien como yo, y otra es no ser apreciada por estos idiotas que forman nuestra sociedad. Ya verán… les digo que para el final de este año, estarán casadas o dejo de llamarme Tsukiko Echizen.
Antes de que tanto Natsuki ó ella pudieran decir algo para protestar, el dichoso mesero que se encargaba de llevar los canapés rellenos con crema de salmón —demasiado deliciosos ó tentadores—, pasó por el frente de ellas. Tsukiko abrió los ojos de par en par, y soltando un "¡llegó la comida!", pasó a perseguir al pobre hombre mientras se sujetaba el vestido para no pisarlo.
En opinión de Sakuno, Tsukiko Echizen tenía en su sangre lo mismo que su madre: se creía Cupido —y quizás lo era, de cierta forma—.
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Cuando le preguntaban qué era lo que más extrañaba de Londres, Ryoma Echizen no sabía que responder. Primero, si tenía a mano algo que tomar se daba la oportunidad de ingerir un profundo trago ya fuera agua, scotch o vino… lo que fuera. Segundo, lo pensaba de nuevo y finalmente respondía: "mi familia". Si algo era cierto es que desde que era un niño le habían enseñado a apreciar ese pequeño aspecto de su vida más que cualquier otra cosa.
Pero siempre se había considerado a sí mismo como alguien demasiado ambicioso… No bastaba con simplemente estudiar y graduarse con honores para heredar los negocios que habían sido de su familia por generaciones. No quería quedarse enjaulado en Londres como un pájaro sin opciones, por eso América, la nueva tierra tan llena de opciones al otro lado del mar parecía una gran opción.
Lamentablemente sus padres no opinaban lo mismo. Nanjiro Echizen se sintió horrorizado ante el rechazo de su hijo mayor por la idea de ser el heredero de la familia; y más aun ante la petición de este para irse a América. Sí, como era de esperarse le "prohibieron" hacer alguna locura, pero Ryoma, que para esos momentos en que tenía veintidós años y se creía lo suficientemente hombre e independiente para hacer lo que mejor le parecía, tomó las cosas que pudo de su cuarto en una bolsa de viaje y terminó por robar un buen saquito de cuero con monedas de oro y dinero que le serviría para cumplir su cometido.
En plena madrugada, ya estaba en el muelle de Londres subiendo al barco que representaba su libertad.
…"Libertad".
Abriendo los ojos luego de unos momentos en silencio, se encontró con su reflejo en el espejo.
Lo irónico es que ya estaba allí, de nuevo en un barco con destino a su hogar… o el lugar que había considerado como una jaula al principio de los veinte.
El par de ojos gatunos con un brillo ambarino le devolvían la mirada mientras se abotonaba lentamente la camisa blanca y anudaba el pañuelo color gris alrededor de su cuello. Se llevó hacía atrás su rebelde cabello húmedo por el pobre baño que había conseguido darse con una jarra de agua que le habían dejado a primera hora de la mañana, y mientras caminaba de regreso a la cama donde se encontraba su chaqueta y su reloj de bolsillo de oro macizo que le había regalado su padre cuando cumplió dieciocho años, el sonido de la madera del barco le lastimaban los oídos.
Había olvidado lo desagradable que era pasar semanas enteras en el barco mientras se atravesaba el océano.
Cuando se calzó los zapatos, la puerta de su camarote sonó con suaves golpes, y luego de un par de minutos Ryoma caminó hasta la misma y la abrió. Del otro lado, Tezuka Kunimitsu, su socio, el hombre que lo había ayudado en todo el tiempo que había vivido en América lo miraba fijamente tras un par de elegantes gafas.
Como siempre, desde que lo había conocido, vestía de forma correcta su traje color marrón, llevando en el brazo su chaqueta y sujetando un sombrero a juego con la misma mano. Era un hombre elegante, culto y serio que le sacaba una cabeza de altura aunque Ryoma era relativamente alto.
—¿Preparado para ver a tu familia, Echizen? —Fue el saludo de Tezuka al mismo instante que quedó frente a Ryoma.
Sin poder contener una media sonrisa, Ryoma suspiró.
—No del todo. Por lo menos no a mi padre —Admitió haciéndose a un lado y dejando pasar a Tezuka.
El barco había arribado y solo les quedaba bajar con sus cosas.
—Tus hermanos y tu madre, sin embargo estarán felices.
—No lo dudo —con desorden pasó a guardar las cosas de la habitación en la valija que llevaba consigo —. Mi hermana y mi madre son las únicas que escriben, Ryoga aun es joven y en Elton no le dejan enviarme cartas, pero siempre adjunta unas palabras en las de mamá.
Respirando profundamente, pensó en ellos… Creía que ya había casi olvidado los rostros de esas personas que durante su infancia habían sido imprescindibles e importantes para él. Era pesado y descorazonador, ahora que tenía más entendimiento.
—Gracias por haber venido conmigo —Dijo mirando a Tezuka, quien solo asintió levemente —. Si mi padre no deja que nos quedemos en casa, entonces buscaremos una casa en Mayfair. Aunque dudo que mi madre permita que nos eche.
—No es nada, de cualquier forma pensaba correr con mi propio hospedaje —Ladeando la cabeza, Tezuka giró un poco el cuerpo hacia la puerta nuevamente —. Hacer negocios con la alta cuna de Londres, no sabes lo interesante que me parece.
Era difícil saber si era cierto o no, puesto que la expresión de Tezuka era siempre la misma, es decir una muy seria.
Tomando su maleta apenas y armada como debía de ser, Ryoma se enderezó tras colocarse la chaqueta negra y pasó a caminar con grandes zancadas siguiendo de cerca a su socio comercial.
"Bienvenido a casa, Ryoma Echizen". Fue su pensamiento cargado de ironía mientras cruzaban el puente de madera que conectaba al enorme barco de madera con el muelle de piedra de Londres.
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N.A: Espero que hayan disfrutado el primer capítulo. La próxima semana será el siguiente aunque aun no decido el día.
Saben que si hay algún error en el mismo o desean comunicarme algo, ya sean dudas o etc, con mucho gusto pueden hacerlo tras un R&R.
Saludos.
Ann Parthenopaeus.
