Un día les dije adiós.

Cerré la puerta a todos esos momentos felices, a esos recuerdos que me alegraron la vida.

Un día perdí a mis mejores amigos.

No fue la culpa de ellos.

No fue la culpa de nadie.

Simplemente fue lo correcto.

Qué frase tan usada. "Fue lo correcto".

Hacer lo correcto no siempre es fácil. No lo digo porque lo haya leído en alguna parte y me haya parecido una frase linda. Lo digo por experiencia.

No fue fácil escribir ese e-mail y presionar el botón "Enviar". No fue fácil leer sus respuestas. No fue fácil borrar el historial de sus mensajes.

Sin embargo, sé que están allí. Él me dijo que me entendía y que no iba a insistir, pero sé que sigue ahí. El otro aún no responde, pero pronto lo hará. Y ella se negó a aceptarlo.

Ella.

Mi mejor amiga.

El amor no se acaba cuando se dice adiós.

No creo que pueda llegar a olvidarla nunca.

Es curioso que nuestra amistad haya empezado con un malentendido y que se haya transformado en algo perfecto.

"Entonces, ¿tú sólo dices adiós y yo tengo que intentar olvidarte?"

No.

Sé que entre nosotras el olvido no existe.

Sé que ella va a estar presente cuando yo vuelva.

Dije que nunca iba a volver.

Pero quizás, alguna vez, cuando seamos mayores, un vistazo desde el otro lado de la plaza, un video-llamada por Skype…

Nunca digas nunca.

Lo difícil no es decir adiós, lo difícil es aprender a no volver.