DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de JK Rowling y sus respectivos dueños. Yo solo soy una aficionada con; al parecer, mucho tiempo libre :D.
Espero que disfruten la lectura y agradeceré sus comentarios.
CAPITULO I: Blues para el corazón
Miró directamente a los ojos de su salvador. Fue como si los orbes grises atravesaran las diferencias que los separaban y penetraran a su alma. Y como si no hubiera existido el tiempo, se besaron profundamente en medio de la agonía que los rodeaba. Eran su única esperanza.
-¿Hermione?- La escritora apartó los ojos de su escrito, donde anotaba lo que todos esperaban fuera el siguiente best seller Internacional de la autora.
-Luna, te he dicho que no me interrumpas así cuando estoy escribiendo, porque...
-Porque te corta la inspiración. -Repitió su asistente Luna Lovegood de memoria. -Es que hace diez minutos que tengo a Ginny en línea de espera y sabes que si no contestas ahora, estará insoportable cuando regrese de Nueva York -Replicó a tono de disculpa por enésima vez esa semana.
-Entiendo. -Se rindió colocando la tablet en la mesita de té a su izquierda. -Tomaré la llamada en la oficina. -Se levantó con delicadeza y erguida entró del balcón y cruzó la sala de estar hasta su pequeño despacho. Toda la casa era colorida, excepto la habitación donde había entrado que tenía las paredes de blanco. El sencillo y viejo escritorio de pino que le obsequio su padre cuando obtuvo su primer empleo, abarcaba el espacio necesario de la reducida habitación. Un antiguo librero que compró con su primer sueldo y una llamativa pintura al óleo de abundantes tonos rojos eran la única decoración. Con tranquilidad tomó el teléfono inalámbrico y se sentó sin reparo en el escritorio. -¿Diga?
-¿Hermione? - La aludida giró sus ojos castaños, pues no entendía porque la gente decía el nombre de la persona cuando esta les contestaba.
-Si, Ginny, soy yo. ¿Qué ocurre que es tan urgente? -Preguntó sin importarle realmente, pues imaginaba el siguiente paso en su última novela, que era lo más importante de su vida ahora.
-Herm, me he entrevistado con tu editor, dijo que se te está terminando el plazo para entregar el borrador. Ha hablado de perdidas de miles de dólares y todas esas exageraciones que aman los americanos.
-¿Quieres decir que no pudiste conseguir las dos semanas extra que pedí? - Ahora si que la representante tenía toda su atención.
-Digamos que sí. -Hermione soltó un suspiro de alivio, aún le faltaba unir los eslabones para finalizar la trama y meticulosa como era, eso le tomaba tiempo y era de lo más difícil al escribir una novela.
-Y digamos que no. -El aire de la escritora se consumió tan prontamente que apenas pudo pedir explicaciones. -Mira, el señor Stevens no ha querido entrar en razón, siempre supe que era tan avaro como obeso que es. De hecho, quería negociar sobre tus ganancias, pero le he dado con mi libreta en las narices. No te preocupes -añadió rápidamente - que apenas se le ha colorado el golpe por eso. Pero cuando tocó el tema de reducir el porcentaje que destinas a caridad no pude contenerme más y la amable visita de favor, al final se salio de control.
-¿Qué quieres decir? -Preocupada estaba Hermione por lo que había sucedido. Sentía que había hecho mal en enviar a Ginny con el señor Stevens, cuando sabía que no le agradaba el editor en lo más absoluto, pero tan enfrascada estaba en su trabajo que no quería ni salir de su actual vivienda para no perder la inspiración.
-Bueno, hace una hora ya que voy saliendo de detención. Mi buen hermanito ha pagado la fianza, por cierto, envía sus saludos a ti y a Luna, es una suerte que se haya encontrado en la misma ciudad que yo.
-¡¿Fianza? -Exclamó sin prestar atención a lo del hermano de su agente -Por Dios, Ginny ¿Te encuentras bien?
-Claro que sí. Sólo que Ronnie no está tan contento. Tuvo que apresurar una junta de negocios, pero todo salio bien y solo tuve que pasar un par de horas encerrada. De hecho, voy ahora mismo a encontrarme con otro editor que me ha asignado la editorial. Si me va bien con este, puede que incluso logre que el señor Stevens retire los cargos, pues al parecer, es más importante que ese viejo gordo.
-Ginny... -Reprochó.
-Ya, ya. Más importante que el buen Stevens. -Aclaró Ginevra Weasley. -El caso es que no tendremos que cambiar de publicista y puede que extiendan un poco más la fecha de entrega.
-Si tú lo dices. -Dijo una más tranquila Hermione. -Entonces vienes a Chicago...
-Dentro de un par de días. Mi hermano fue invitado a una pasarela y me ha pedido acompañarlo. Te vuelvo a marcar cuando haya visto al otro editor ¿De acuerdo?
-Me parece bien. Cuídate y saludos a Ron.
-¿Dijiste Ron? - Fue lo primero que dijo Luna cuando Hermione la puso al tanto de lo ocurrido con Ginny, minutos después de haber colgado el teléfono. -¿Crees que acompañe a su hermana hasta aquí antes de volver a Londres?
Hermione Jane Granger era franco-inglesa. Su padre, de apellido poco convencional, había sido un atractivo biólogo-marino de la bella isla de Corsica y su madre una bailarina de ballet clásico de la ciudad de Londres. Ambos se conocieron cuando Jane visitaba el mediterráneo en una gira con su grupo de ballet, de la obra "El Lago de los Cisnes"
En aquella ocasión, tuvieron unos días libres debido a la cancelación de una función no muy importante. Acompañada de sus amigas y unos cuantos chicos, contrataron a un guía que les llevara a recorrer la ruta turística de la isla. Y su guía era Frank, quien trabajaba ese verano en su natal Corsica, antes de partir a Paris para estudiar en la Universidad. El resto fue historia.
Por ambos padres, Hermione aprendió a respetar a los seres vivos y a amar el arte del pasado, mirando siempre hacia el futuro. Estudio periodismo en Londres y escribió algunas notas para periódicos europeos importantes. Así estuvo un par de años, hasta que concluyó la primera de cinco novelas en su haber. Con las últimas dos obtuvo reconocimiento de mayores ventas en el momento.
Fue en la universidad que conoció a Ronald Weasley; se hicieron buenos amigos, pero él cayó en el error de enamorarse de ella. Eran tan cercanos antes de eso, que incluso Hermione pasaba algunas vacaciones en la casa de los Weasley, ahí se hizo buena amiga de Ginny, la hermana menor de seis hermanos sobre protectores.
Cada vez que Hermione recordaba esas temporadas no podía evitar sonreír. Los hermanos de Ginny eran muy atractivos. Un poco mayores que Ron, eran unos simpáticos gemelos que derrochaban ingenio y tenían un remunerable negocio que habían iniciado en sus tiempos de rebeldía. Mayor que los gemelos Fred y George, era un delgado joven llamado Percy, aunque actualmente mas bien ya era un político que trabajaba en el Parlamento.
El mayor de todos era Bill, con su brillante cabello largo y arete en su oreja derecha. A él cuando lo conoció ya estaba casado con la mujer más bonita que hubiera visto en su vida. Pero el que le provocaba cosquillas en el estómago era Charles.
Charlie, como lo llamaban, era fornido, resultado de jugar Rugby desde sus tiempos de preparatoria, pero no era su musculatura lo que había vuelto loca a Hermione; sino sus maravillosos chispeantes ojos azules y su encantadora cálida sonrisa. Incluso aún suspiraba al pensar en él, porque guardaba en secreto uno de los mejores momentos de su vida
El último verano que estuvo con ellos, Charlie llegó puntualmente en las vacaciones a casa, tras una larga temporada vivir en Japón, donde era Chef Master de un lujoso restaurante en Tokio. En esa ocasión, Hermione tuvo que retener sus ansias de estrechar su mano ansiosamente, no había querido preguntar por él, porque Ginny tenía sus sospechas y no quería que sus sentimientos por Charles se descubrieran. Además que ella tenía veinte y él casi treinta.
Después de frotar su mano repetidamente contra sus shorts pudo dar una mano totalmente seca a Charlie. Lo que no se esperaba era que él la envolviera en un cálido abrazo como a los demás integrantes de la familia. A la hora del té y repartición de los obsequios que les había llevado de su largo viaje, Hermione trató de pasar desapercibida para no levantar sospechas de nadie, aunque se sentía algo torpe.
Esas fueron las dos semanas más increíbles de su juventud. Una noche que no podía dormir, por la cercanía de Charlie que seguramente dormía en la habitación de al lado, se levantó sigilosamente para bajar por un poco de agua. Ahí se encontró con el objeto de sus cándidos sueños las noches en la Universidad. Podía recordar cada detalle como si hubiera sucedido ayer.
El piso inferior de la casa estaba totalmente a oscuras, el crujido de la madera siendo pisada se escuchaba a pesar del ruido de la calle, con pasos ligeros se dirigió a la cocina, la tenue luz de la lámpara de cocina apenas iluminaba lo suficiente la figura del hermano de Ron. Hermione se armó de valor, pensando que seguramente en el cielo habían sido escuchadas sus plegarias y esa era su oportunidad para averiguar si Charles podía acaso sentir algo por ella.
-¿No puedes dormir? -Le preguntó con agradable voz.
-No. – Susurró Hermione desprevenida. Miró con atención cada movimiento que hacían los fuertes brazos del hermano de Ginny, al servir dos vasos de agua fría, que Hermione tomó amablemente. Era evidente a sus ojos que a pesar del extenuante trabajo en la cocina, Charles se tomaba el tiempo para ejercitar sus músculos.
–En mi caso creo que se debe a la diferencia de horarios o algo así, espero no me tome más de un par de días acostumbrarme. – Hermione asintió, a pesar de que le daba la espalda y no podía verla. – ¿Cuál es tu caso, Herm? – Quiso saber Charles bebiendo de su vaso y dándose la vuelta, para acercarse a Hermione.
Ella se sintió desfallecer y con voz ronca declaró – Tú.
Se miraron unos instantes, en los que Charlie dejó su vaso de agua sobre la mesa. Fue hasta ese entonces que Hermione se percató que él no llevaba camisa puesta. Con lentitud se acercaron hasta que ella pudo tocar el amplio pecho, tan bronceado, velludo, varonil, maduro.
Hermione tenía su corazón palpitando con velocidad y se sonrojó cuando él sonrió al sentirla temblar. Un poco más y se abalanzaron uno sobre otro, como si hubieran estado reprimiendo las ganas de besarse. Y así era. Esa noche Hermione se dejó llevar por sus deseos y permitió por vez primera, llegar a un hombre a tercera base, sin importar que le llevara poco más de siete años.
Las siguientes noches en la casa de los señores Weasley, se estuvieron encontrando en la cocina; pero como todo cuento tiene un final, Charlie tuvo que volver a Japón y seis meses después, terminaron por teléfono la relación, pues la distancia les impedía estar juntos. Hermione entró en un estado de depresión; lo había amado, pero tuvo que seguir adelante y la ayudó mucho conseguir trabajo en Estados Unidos. Vivió en California por cuatro años y fue donde consiguió su primer best seller. Con la recién adquirida fama, tuvo que conseguir un representante y que mejor que su amiga Ginny, que había obtenido un master en negocios.
La amiga de ambas, Luna, se dedicaba al arte callejero. La conocieron en un paseo por Manchester que daba la Universidad. Luna Lovegood se volvió una pintora poco convencional, por una tarde en que salio a caminar después de terminar un cuadro de los que vendía en carretera. Por alguna razón decidió cambiar sus proyectos y empezar a pintar en las calles. Hacía dibujos tan reales en dimensión que comenzaba a sonar su nombre en algunas ciudades europeas.
Cuando Hermione le comentó a Luna que necesitaba buscar un asistente, se ofreció de inmediato, ya que disfrutaría de estar con las únicas amigas de toda su vida y además mencionó que en todo el mundo había calles que colorear. Era una chica un poco extravagante y muy creativa; curiosamente, tenía un gran gusto cuando se trataba de elegir algún lugar para comer y era un genio a la hora de encontrar las mejores tarifas de avión que usaban con cierta frecuencia.
Las pálidas mejillas de Luna, que era una chica rubia de ojos amables, demostraban su profunda tristeza por la muerte de su padre después de haber perdido a su madre. A esa razón atribuían que se dedicara a poner color en la vida de las personas. Últimamente andaba en un proyecto secreto, por lo que solía desaparecer tardes enteras, dejando a propósito su móvil en la casa que compartían. Hermione sabía que en algún momento Luna les contaría su pequeño secreto, por eso no presionaba para saberlo. Ginny era muy diferente de Hermione y molestaba a Luna para que le dijera que se traía entre manos. Cada tarde que Ginny se encontraba trabajando en casa, observaba a Luna irse con sospecha, e incluso le sacaba la lengua a la gran maleta con la que salía cargando la chica rubia.
Actualmente Hermione estaba pronta a cumplir veintiocho años. Habían arrendado una casa pequeña en la ciudad de Chicago, cerca del lago Michigan, porque a Hermione le gustaba vivir en lugares diferentes para cada novela que escribía, donde se documentaba y se inspiraba en muchas formas.
Cada mañana poco antes de aparecer el sol, salía a correr por la North Avenue, algunas ocasiones, la acompañaba Ginny (quien prefería usar la caminadora). Y tres veces por semana, visitaba el gimnasio cerca del medio día. Su vida era lo que podía llamarse tranquila y saludable. Su comida favorita era el sushi y adoraba los zapatos, aunque sus favoritos eran un horrible par de color negro.
Cualquiera hubiera dicho que tenía mucho dinero, pero la verdad era que la mayoría de sus ganancias la dirigía a proyectos filantrópicos y con otra parte pagaba a sus amigas y una casa para sus padres en el sur de Francia, descontando los gastos que le suponía cambiarse de vivienda una vez terminado un libro. La última vez estuvieron en Bangkok, Tailandia (Donde Ginny juró no volver jamás y Luna lloró al irse) Y lo que le quedaba, lo metía a una cuenta de ahorros que mantenía en Londres.
Hermione era una mujer sencilla y elegante; tenía unos envidiables rizos cobrizos que se debían a su padre. La menuda figura esbelta, fueron genes de su madre. Cada pareja que tuvo, le decía que lo más bello de ella eran sus chapeadas mejillas, sus grandes ojos ambarinos y los labios carnosos.
Su madre decía que sería una magnífica ama de casa y que incluso con un presupuesto mínimo, lograría hacer maravillas. Su padre decía que ya fuera escoger ser ama de casa, escritora, o un ama de casa escritora, e incluso un vagabundo, sobresaliera como la mejor en lo que fuera.
Pronto subiré el segundo capítulo. No olviden escribir un Review.
Saludos :D
La licenciada que debió ser Rock Star y ahora cree que pianista también.
