La forma que toma el amor
Si durante la parte más esencial de tu vida sentiste una terrible melancolía y has dejado perder el sentido de la misma, puede que estés deprimido o simplemente muerto en vida.
Anna contemplaba sin mucho afán como las gotas de lluvia rociaban el vidrio y diluían poco a poco el polvo, que podría jurar tenía meses que no limpiaban los enormes ventanales. Sin embargo, no iba a entretenerse en semejante pensamiento, no cuando el profesor abordaba un aspecto interesante de la historia de Japón.
Miró a su alrededor, especialmente a él. Yoh estaba prácticamente dormido, y no le extrañó en lo absoluto, por supuesto que contrastaba con el aspecto responsable de Manta, pero esa había sido siempre su actitud escolar. Tomó su lápiz y comenzó a trazas una serie de líneas sin rumbo.
Viajar en la mente de los demás… alguna vez ella pudo saber lo que pensaba cada persona sin ni siquiera mirarla, en cambio ahora, tenía que ser intimidante para conocer la verdad y desafiar la confianza de otros para que cayeran en una inusitada contradicción. Y de alguna forma eso era perfecto, tenía respeto, la miraban con tanta grandeza… pero quiénes, sólo los que conocían el mundo de los shamanes, qué había con el mundo actual.
-Anna…
Quitó de su vista el cuaderno y el reflejo de Yoh apareció en sus pupilas color miel. Por fin había despertado, y había acabado la sesión de clase, adivinó que le avisaría que iría a la cafetería con Manta. El enano ya lo esperaba en el marco de la puerta mientras todos los demás compañeros tomaban sus cosas y salían con tanta lentitud que le enfermaba pensar que así serían en sus vidas cotidianas.
-¿Quieres venir?-Le preguntó cortésmente el castaño.
-No, gracias, vayan ustedes-Le rechazó sin mucho decoro y sin gran imponencia.
Pero eso él no lo notó. Después de todo vivía con él, era su pareja, aunque en la realidad distara mucho de ser una normal. Contempló a la escasa distancia que iba bastante emocionado al lado de Oyamada, y que incluso compartía los momentos más divertidos con él. No iba a culparlo, él jamás tuvo un amigo tan cercano y ahora que lo tenía quería disfrutarlo.
Tomó un libro para no parecer una tonta que no tenía oficio, recogió uno de sus mechones de cabello y con la misma tranquilidad de siempre caminó hacia el pasillo y subió las escaleras. Decir que el panorama estaba gris estaba de más, pero le encantaba ver esas tonalidades cuando sentía a ratos venir esa extraña melancolía que le era difícil descifrar.
Otra persona, específicamente una mujer, ya habría derramado un par de lágrimas al no saber a qué obedecía ese vacío interno. Era feliz con Yoh, el hombre que la había salvado y a quien amaba, tenía el calor de un hogar al lado de la familia Asakura y pronto tendría que formar una propia. Había personas a su alrededor que la consideraban, que le tenían respeto y hasta devoción, pero había algo extraño en ese mundo que vivía y era así… un mundo gris.
La brisa de la lluvia mojó su cabello y humedeció su blanca tez. A qué obedecía su impura tristeza, no lo comprendía. Cerró los ojos y dejó de pensar un momento en eso, sus músculos se relajaron, la tensión se fue y contempló de nueva cuenta el paisaje que le ofrecía la ciudad. Tomó del bolso de su suéter el reproductor de música y colocó en su oreja un auricular pequeño, qué gran contraste con el de Yoh y que diferente era la música que escuchaban.
Entonces no importaba nada más, sólo la armonía de la música y ella frente a todo ese inmenso porvenir. Sólo que poco le duró el placer de la soledad, ya que una pareja entró con bastante pasión a irrumpir su bello momento. No se percataron de su presencia y ella no iba a observar semejante escena, así que con gran frustración se fue. Bajó las escaleras y antes de bajar las escaleras chocó con una persona.
Esperaba una disculpa o por lo menos una referencia de dolor, pero nada. Cogió el libro que se había resbalado de sus manos y siguió su camino. No hubo miradas atrás, ni una mínima curiosidad por saber quién había sido tan descortés.
-¡Anna!
Era claro que nadie le hablaba, nadie que no fueran Yoh y Manta, así que no esperaba a otra persona en su lugar.
-Manta nos está invitando al cine-Añadió cuando ya estaba frente a ella- ¿Me preguntaba si querías ir?
-No-Respondió de nuevo en esa pose tan negativa- Te está invitando a ti, no a mí, Yoh.
No dijo algo más, sólo sonrió y cambió el tema. Cómo si en verdad pudiese negar algo tan obvio. Manta le tenía aprecio, lo reconocía, pero era por Yoh, no por ella. Pero admiraba mucho el esfuerzo que Yoh hacía por querer encajar en una vida más social y la entereza que tenía para realizar todo lo que le pedía, a pesar de que algunas veces se negaba a realizar las actividades. Por eso cuando se sentaba a observarlo en la clase de deportes, le llenaba de orgullo que fuera por ella que él tuviera esa condición.
-Son buenos…-Oyó con atención una segunda voz.
-¿Lo son?-Contestó tranquila, a pesar de que desconocía a su portador.
-Sí, lo son-Añadió en un tono sereno y firme.
Anna esbozó una pequeña y diminuta sonrisa. Yoh y el grupo de atletismo estaba agotado, se movía bastante lento por las dos horas de ejercicio ya realizadas. Así que el sarcasmo le parecía algo encantador para el momento.
-¿Quién es el mejor?-Le preguntó con auténtica curiosidad.
-Tu amigo, él es el que tiene mejor condición-Respondió sin ninguna duda.
Así que la conocía. Miró directamente su rostro, su cuerpo. La distancia entre ellos era corta, pero bastante prudente. Su cabello de color azul marino era largo, aunque no tanto como el de Hao, sino de una forma infinitamente menor. Pero cuando observó sus ojos en ese mismo color de negro y azul, le pareció extraño observar tanta serenidad y aparente frialdad.
-¿Te conozco?-Cuestionó directamente.
Tenía la mirada fija en la suya, como sólo Yoh y Hao solían hacer, pero este no era un momento en el que quería demostrar porque era una de las mujeres más imponentes. Así que él siguió el escrutinio con relativa calma.
-Chocamos en el pasillo la semana pasada, yo iba a la oficina del director y tú bajaste las escaleras-Le informó con una tenue sonrisa.
-¿Y me has espiado desde entonces?-Continuó indagando en esa información y en la forma tan curiosa con que él la miraba.
-No, sólo has coincidido mucho conmigo-Refutó de inmediato un poco avergonzado por el pequeño y sutil carmín de sus mejillas que coloreaba su rostro.
Sólo una vez había sentido una conexión con ese deseo, pero quería expresarlo, porque estaba hallando en un total desconocido una forma de sentirse normal, sólo una mujer.
-Bien, ojala sigamos coincidiendo-Añadió con franqueza mientras tomaba sus cosas y se marchaba de las gradas del gimnasio.
Yoh tardó bastante en salir de las duchas, así que adelantó su paso a la salida de la escuela. Leía poco y miraba de vez en cuando a los estudiantes que salían en grupos, hasta que su prometido le llamó y caminó junto a él a la casa. Tomó su mano y el calor de aquella caricia no le provocó un gran estupor como la primera vez que lo había hecho, en realidad le parecía extraño que lo hiciera, ya que no solía tocarla.
-Anna… ¿crees que sería prudente que fuera a ver a mis abuelos?-Le preguntó con cierta preocupación- Desde que Hao ganó el torneo, creo que esperan que concretemos nuestra relación.
-¿Y sólo irás tú?-Cuestionó con cierta extrañeza al hombre que contrastaba con el aun adolescente.
-No quiero seguir estudiando más y creo que sería mejor si yo hablara primero con mi abuelo sobre el futuro y aquella promesa que le hice a mi hermano.
Su respuesta no marcó una pauta en su vida, era claro que no quería seguir perdiendo el tiempo en libros y cosas en las que nunca se concentró. Su oficio era otro, su vida y la de ella eran punto y aparte, pero ahora dudaba un poco sobre el retiro de la escolaridad. ¿Le cuestionaría sobre lo que quería o daba por hecho que lo seguiría hasta la muerte como tantas veces lo había hecho?
No lo hizo. Simplemente compró un boleto para el día siguiente y se marchó a Izumo. Manta le hizo compañía durante todo el fin de semana y parte del lunes, en el que se tomó la molestia de ir a la escuela. No suspiró como tantos lo hacían por el malestar de estar ahí, ahora que Yoh tenía otros sueños, ese lugar cada vez se hacía muy lejano. Pero si Yoh estaba feliz, ella también lo estaba, él era su punto de equilibrio.
Entró a la cafetería y pidió un té bastante caliente. Pero cuando quiso tomar el vaso, alguien más lo había hecho por ella. Probablemente Manta la buscaría, pero ahora en verdad quería un respiro de su presencia y con ese joven, sentía que tenía una gran oportunidad para dársela.
-¿Esto sigue siendo una coincidencia?-Preguntó Anna con tranquilidad mientras intentaba pagar su bebida, pero él ya lo había hecho.- Eres de intercambio.
-Sí-Respondió sin gran preámbulo, buscando con la mirada los sobres de azúcar que habían sobre el aparador.- Sólo he venido a terminar el ciclo escolar aquí, después regresaré a mi lugar de origen.
Anna observó cómo algunos estudiantes los miraban, los del mismo curso escolar, y le restó importancia, él hacía que se sintiera cómoda, a pesar de que descaradamente sentía un peculiar interés por ella. Se veía la timidez que por ratos rondaba su personalidad seria y misteriosa, porque en verdad no sabía si era sólo un juego o de verdad quería ser su amigo.
-¿Cómo te llamas?-Interrogó la rubia- ¿Y por qué tienes interés en mí?
-Yo no tengo interés en ti, tú tienes interés en mí-Contestó con cierta calidez en sus ojos.- Yo aún no sé tú nombre y no sé si quiero saberlo.
Kyouyama le observó por largo rato mientras veía como él desviaba la mirada y se concentraba en todo menos en ella. Era algo cierto, sólo quería su compañía, no su amistad, pero le parecía una forma bastante inusual de pedirla.
-No quieres estar solo, ¿no es verdad?- Añadió Anna extrañamente conectada con ese sentimiento.
-No, sólo quiero que alguien me acompañe en esta soledad-Respondió en el mismo tono y la misma intensidad.
Anna miró lo cerca que estaba su mano de la de él y después esa mirada intensa en color azul. Él carecía de algo, probablemente de un hogar estable o de hermanos que le hicieran compañía.
-¿Tienes familia?-Preguntó con interés.
-Tengo un hermano gemelo-Respondió con confianza mientras tomaba el sobre vacío que ella había dejado al lado de su vaso de cartón-Mis padres están separados, y he vivido feliz al lado mi madrastra, pero mi personalidad es así…
-Anna…-Completó la rubia al saber que ineludiblemente existía ya una conexión entre ambos.
Hubo un largo silencio, hasta que él sonrió y le contempló con una peculiar sensación de ensueño.
-No quería saber tu nombre, Anna- Pronunció hechizado por la belleza de sus ojos color miel.
-¿Por qué?-Cuestionó la rubia enfrascada por completo en esa inmensidad de confortabilidad.
-Porque no voy a olvidarte jamás- Le respondió con sinceridad.
Se levantó y le sonrió con sutileza antes de marcharse de la cafetería. Para qué decir algo más, si con ello todo quedaba cerrado. Miró en la mesa la servilleta que él tenía en la mano, los dobleces que había hecho como si la ansiedad le carcomiera los sentidos. Deshizo todo y ahí… encontró lo que estaba buscando.
Sonrió y guardó en su bolsillo el papel que había estado entre sus manos. Manta llegó preocupado y se sentó a platicar con ella. Después de todo, sólo le quedaba esa tarde con él, ya que mañana regresaría su prometido. La charla de Oyamada era banal, y carecía de ese calor que sólo aquel joven le brindaba, que sólo…
-Kouji Minamoto…- Murmuró alejada de la plática de su pequeño amigo.
El chico invisible que había llegado a ella de una forma tan común.
Continuará…
N/A: Teniendo tantos fics me he animado a escribir este, porque es precisamente de mis temáticas favoritas, la melancolía de la vida. Romance ligero, cursi si quieren y algo nuevo… un personaje que he tomado de otro universo, pero como he decido narrarlo todo desde la perspectiva de Anna no creí muy conveniente mandarlo a la sección de cross. En fin. Me despido, ciao!
