FALLING FOR YOU
"Sé que puedo amarte porque me haces falta y estar a tu lado cuando tú lo quieras, y para tu historia ¡Ser todo o ser nada! No obstante que ignoro quién eres, cómo eres y cómo te llamas..."
Martín Galas Jr.
Capítulo 1. La nieve del primer encuentro.
La nieve caía a mí alrededor la primera vez que lo vi.
Aquel era el primer invierno que pasaba en Japón y aunque aquel helado día de diciembre no tenía nada que ver con el cortante frío de todos mis inviernos en Rusia, después del cálido verano que había pasado en aquel país donde me dedicaba a estudiar música en la Universidad de Hasetsu, sentir el frío a mi alrededor me hizo correr por el patio de la facultad con prisa, iba corriendo con rumbo a mi clase de orquestación.
Los primeros copos de nieve de diciembre se enredaban en mi cabello largo y plateado y caían sobre mi abrigo negro bajo el cual trataba de proteger a mi amado violín, aquel violín que mis padres me habían regalado años atrás cuando el sueño de estudiar música en una de las universidades más importantes del mundo era solo un brote en mi corazón para el cual jamás habían existido imposibles, al menos no hasta el momento en el que lo vi a él; a él y a sus ojos marrones perdiéndose en el cielo gris, a él y a su sonrisa lejana que desde el primer momento se clavó en mi corazón con la fuerza de un terremoto que transforma al mundo de forma completa.
Todo sucedió en aquel día de nieve mientras mis pies se apuraban a encontrar la entrada al edificio principal en el que seguramente la profesora Minako Okukawa estaría esperándome para nuestra clase privada antes del festival de año nuevo que se llevaría a cabo después de la semana de vacaciones navideñas. Yo caminaba tan distraído por el patio resbaladizo que no me di cuenta de que mi destino aquel día era hacer el ridículo en frente de los ojos más hermosos del universo, no me di cuenta de que mi cuerpo perdía el equilibrio hasta que, como si se tratar de una escena en cámara lenta, sentí que mi estómago se estrellaba con el suelo helado y que el estuche de mi violín golpeaba el piso con el estruendo de mil demonios que inevitablemente hizo que todas las miradas de los estudiantes que aquella tarde caminaban por el patio, se quedaran fijas en mí.
Nadie se rió al verme caer como hubiera sucedido en Rusia o al menos nadie se rió delante de mí. La verdad es que no puse atención en aquel detalle porque lo único que podía sentir dentro de mí era una profunda vergüenza que subió a mis mejillas haciéndome sonrojarme de forma profunda. Sí, había hecho el ridículo en frente de la facultad de música en pleno, pero aquello no me hubiera importado de no ser porque de pronto un chico se acercó a mí para ofrecerme su mano y cuando vi su rostro, juro que el tiempo se detuvo, juro que el universo entero dio un giro de ciento ochenta grados justo delante de mí.
Y es que el joven que estaba delante de mí, extendiendo su mano en mi dirección para ayudarme a levantarme, era como la visión de un mundo nuevo, de un mundo en el que no había estado nunca hasta ese entonces. Sus ojos marrones brillaban con fuerza al contemplarme y el estuche de mi violín estaba en su otra mano esperando a que yo pudiera recibirlo. Su cabello oscuro cubría su frente y un par de anteojos algo empañados por la nieve le daban un aire intelectual a aquel joven que sin duda alguna era uno de los estudiantes del curso superior al mío. Y era tan hermoso, a pesar de que me sentía el ser más ridículo del mundo, la única cosa que yo podía ser capaz de pensar aquella ocasión era que aquel otro estudiante al que no había visto jamás antes de aquel día, era total y completamente hermoso.
-¿Estás bien?- dijo él con voz amable y un acento adorable en sus palabras pronunciadas en inglés, algo que yo agradecí porque el poco japonés que había aprendido desde mi llegada a aquel país cuatro meses atrás, se me había olvidado por completo debido al golpe en mi cabeza y también, debido a la mirada profunda de aquel chico que parecía sinceramente preocupado por mí.
-Sí, estoy bien…- dije yo tratando de sonreír y él asintió lentamente, como si tratara de convencerse de que mis palabras eran verdad.
-Debes usar botas para la nieve ahora- dijo él con calma-. Es peligroso que corras en la nieve, ten cuidado por favor, creo que tu instrumento está a salvo pero debes revisarlo bien.
-Sí, gracias- dije yo sin entender muy bien por qué aquel hermoso desconocido me hablaba de aquella forma-. Lamento haberte causado problemas…
-No es problema, solo ten cuidado- dijo él y yo tomé su mano para ponerme en pie, algo que no sucedió de forma tan sencilla puesto que, cuando mis pies volvieron a asentarse en el piso, volví a resbalar causando que él tuviera que sujetarme con más fuerza hasta estabilizarme en mi lugar.
-Lo siento…- dije yo completamente avergonzado por mi falta de equilibrio.
-Está bien, ya estás bien…- dijo él sonriendo amablemente-. Tengo que irme ahora, algunas personas están esperándome, no vuelvas a tropezar de nuevo.
El chico aquel puso mi violín en mis manos y sonrió abiertamente antes de alejarse de mí dejándome con la sensación de que aquel encuentro cambiaría mi vida para siempre.
Sé que dicho así suena a una locura pero ¿no has sentido eso alguna vez? ¿No has mirado a alguien por vez primera y te has dicho: "sé que siempre recordaré este día, sé que siempre recordaré el primer momento en el que te vi"? Bueno, eso fue exactamente lo que me pasó al encontrarme con él y de hecho, cuando se alejó de mi lado, mis ojos azules se quedaron prendidos en su espalda hasta que la esbelta figura de aquel ser que había salido de la nada a rescatarme de mi propia torpeza se desvaneció en la distancia haciéndome creer que quizá me había encontrado con alguno de los espíritus de la nieve que la gente de Hasetsu decía, solían rondar aquella vieja escuela en busca de un poco de música que pudiera consolarlos.
-¡Hey Vitya!- oí que alguien me llamaba en la distancia y supe que aquella voz solo podía venir de otro de los estudiantes de intercambio, Christophe Giacometti, un chico suizo que se había convertido en mi mejor amigo desde la primera clase que compartimos juntos.
-¿Cómo es posible que puedas correr así entre la nieve sin caerte?- dije yo envidiando más que nunca la forma en la que Christophe Giacometti podía moverse sobre cualquier superficie con esa mezcla de gracia y sensualidad que traía de cabeza a la mitad de nuestras compañeras de curso.
-¿Te caíste tú?- dijo él sin poder evitar reírse como loco- ¡Oh Vitya, eres un torpe!
-Gracias por tus palabras llenas de consuelo para mi corazón, mejor amigo- dije yo con ganas de hacer que Chris tropezara también-. De no ser porque alguien me ayudó…
-¿Quién te ayudó a levantarte?- dijo Chris en medio de su risa- Creo que la mitad de la escuela te conoce porque alguno de ellos te ha ayudado a levantarte al menos una vez en lo que va del curso, así que ¿Quién te salvó esta vez? ¿Alguna chica guapa? O mejor aún ¿Algún chico interesante y guapo?
-Un chico…- dije yo sintiendo que el adjetivo "guapo" no alcanzaba siquiera para describir a mi salvador.
-¿Guapo?- dijo Chris levantando la ceja en señal de curiosidad.
-Más que guapo, Chris…- dije yo con un dramático suspiro que hizo que mi amigo sonriera burlonamente pues para ese entonces, él ya sabía de mi tendencia a enamorarme a primera vista de diez chicos diferentes al día pero esta vez, yo sabía que el flechazo había sido diferente.
-¡Wow! El crush de este mes te ha pegado fuerte, Victor Nikiforov- dijo Chris con una sonrisa burlona al pronunciar mi nombre- ¿Y esta vez te atreverás a hablar con él o te conformarás con mirarlo de lejos como siempre haces? ¿Le preguntaste su nombre? ¿Sabes en qué curso estudia?
-No, no le pregunté nada…- dije yo sintiéndome tonto de pronto-. Él no me dio tiempo, creo que llevaba prisa…
-Quizá iba rumbo al concierto de Yuri Katsuki, ya sabes, el mejor estudiante de la Facultad de Música- dijo Chris con calma-. La maestra Minako se la pasó hablando de él toda la mañana, creo que todo mundo en la escuela esperaba su regreso con ansias. Al parecer es un jodido genio al que no habíamos visto hasta ahora porque estaba en medio de una gira de conciertos por Alemania. Acaba de llegar hoy, genio o no, aún le queda un año y medio de escuela por terminar…
-¿Podremos ir al concierto nosotros?- dije yo bastante curioso al escuchar acerca de aquel estudiante que parecía estar envuelto en el misterio.
-Supongo que sí, todas las clases de la tarde fueron suspendidas debido a ello- dijo Chris y al mirar mi gesto de completo desconcierto, mi amigo se dio cuenta de que yo no tenía idea de nada- ¿Por qué no sabías nada de esto, Victor?
Levanté los hombros en señal de que no tenía una respuesta para esa pregunta y de que tal vez nunca la tendría y simplemente empecé a caminar con Chris con rumbo al auditorio de la Facultad de Música al que la gran mayoría de mis compañeros ya habían llegado.
Mientras caminábamos, Chris no paraba de burlarse de mí y de mi torpeza, así como de mi tendencia a caminar siempre con la cabeza en las nubes, algo que no había podido evitar hacer desde que era niño y que por lo regular, hacía que tropezara con objetos inverosímiles cada poco. Algunas veces Chris solía decirme que definitivamente mi pasatiempo favorito era caer, caer y seguir cayendo y nada estaba más alejado de la verdad.
Lo cierto es que a mis diecinueve años no podía evitar ser un torpe del mismo modo en el que no podía evitar ser un soñador sin remedio, un soñador que sí, sentía una atracción natural hacia todo aquello que era bello, porque las cosas así eran capaces de conmoverme hasta lo más profundo, y eso que lograba conmoverme podía ser cualquier cosa: un rostro en la multitud, el color de las flores, las figuras que algunas nubes formaban en el cielo, o aquellos ojos marrones que no podía quitarme de la memoria, esos ojos marrones cuyo recuerdo borraba todo de mi mente, hasta la molesta voz de Chris diciendo incomprensibles cosas al lado mío.
Y de pronto mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando a mis oídos llegó el sonido de un piano que sonaba con una maestría casi sobrenatural. Aquellas notas que llegaban a mis oídos eran como un conjuro que urgía a mis pies a moverse más rápido, aquella sin duda alguna, era un ejemplo de la mejor música del universo y me dije que sí, que era verdad que aquel Yuri Katsuki, la persona que estaba produciendo aquel sonido, era sin duda alguna el mejor estudiante de la escuela y que a su lado, los demás estudiantes no teníamos si quiera la menor oportunidad de igualar su talento, pero aquello no me molestó, aquel hecho simplemente hizo que mi corazón se llenara de una admiración instantánea.
Así que simplemente apreté el paso y me apresuré a llegar al auditorio que estaba repleto ya de gente que se había congregado en aquel lugar para darle la bienvenida a aquel prodigio del piano que con sus manos llenas de magia estaba trayendo a la tierra la música de las estrellas por medio de una sola canción.
-Llegan tarde- dijo la voz molesta de la maestra Minako quien nos dedicó una rápida mirada de reproche a Chris y a mí para después devolver sus ojos al escenario sobre el cual, un joven de cabello oscuro y ojos marrones, deleitaba a todo el mundo con el sonido embriagador de su piano sonando entre las paredes del auditorio, colándose en los corazones de todos los ahí presentes, especialmente en el mío.
Porque el joven aquel, el pianista estrella de la Universidad de Hasetsu era nada más y nada menos que el joven amable que me había ayudado a levantarme de la nieve minutos atrás y mi cara se llenó de rubor al volver a verlo. Porque sus dedos se movían con destreza sobre las teclas del piano y transformaban todo a su alrededor en un mundo nuevo, un mundo al que yo me sentía convocado como un mosquito que es atraído hacia una luz muy brillante.
Y sé que mi corazón abandonó mi cuerpo para posarse justamente entre sus dedos; su música tocaba mi corazón y lo envolvía en ella y desde aquel instante supe que no sería capaz de apartar mis ojos de él, no sería posible dejar de mirarlo jamás. Sé que dejé de respirar varios segundos, sé que cuando la música se terminó y todos mis compañeros se pusieron de pie para ovacionar a nuestro superior, lo único que había en mi alma era el deseo de correr hacia él y preguntarle si me recordaba y preguntarle también si sus manos volverían a sostenerme algún día o si sería posible poder realizar un dueto con él alguna vez.
-¿Vitya?- dijo Chris al lado mío, trayéndome al mundo real de un modo nada agradable- ¿Estás bien? Estás pálido…
-Chris, es él…- dije yo tratando de que Chris pudiera escucharme en medio del aplauso atronador que seguía sonando para agradecer al pianista por su magia musical.
-¿Él quién?- dijo mi amigo tratando de entender por qué el concierto de Yuri Katsuki estaba alterándome de aquel modo.
-El chico guapo…- dije yo tentado a ir a perseguir a la maestra Minako para preguntarle todos los detalles de la vida de aquel ser de fantasía que estaba rindiéndonos ahora una reverencia agradecida que combinaba a la perfección con su sonrisa nerviosa.
Y es que un cambio se había operado en él, era como si después de haber presentado su canción él se hubiera dado cuenta de que estaba en frente de cientos de personas y aquella actitud nerviosa definitivamente terminó por conmoverme hasta lo más profundo de mi corazón. Porque supe al mirar sus ojos que él había estado antes en un mundo lejano e inalcanzable al que solo podía llevarlo su piano y de pronto deseé poder ir algún día a ese mismo lugar con él.
-¿Yuri Katsuki es el nuevo amor de tu vida?- dijo Chris rompiendo a reír ruidosamente-. Victor, esta vez elegiste a alguien que está más allá de tus posibilidades, amigo, es mejor que te olvides de esta locura ¿Por qué no te enamoras del primer chico que te sonría mañana cuando vuelvas a caerte? Créeme, sufrirás menos, y además, tus amores a primera vista jamás duran, lo superarás como superaste al otro chico al que le juraste amor eterno cuando te prestó un lápiz la semana pasada ¿Cómo se llamaba? Ken ¿algo?
-¿Quién?- dije yo sintiéndome un poco molesto por la poca credibilidad que Chris le estaba dando a mis emociones.
-¿Lo ves?- dijo mi amigo con una sonrisa satisfecha-. Mañana te olvidarás de esto como te olvidaste del nombre de los otros veinte chicos de los que te has enamorado desde que llegaste de Rusia, ahora ¿quieres ir a la cafetería por un chocolate caliente? Odio el frío, de verdad lo odio…
Yo asentí a las palabras de mi amigo y a regañadientes abandoné al auditorio en el que el joven aquel seguía parado en medio del escenario, recibiendo el aplauso de un público que parecía estar también completamente enamorado de él ¿Y cómo no estarlo? Era imposible no enamorarte de él cuando en sus ojos, en su rostro y en sus manos que convocaban a toda la música del universo, había mil millones de motivos distintos para enamorarte de él.
Debo decir que después de aquel día sin duda alguna esperé a que la profecía de olvido que Chris había vaticinado se hiciera realidad, pero nada de eso ha sucedido y lo sé porque desde el primer día en que vi a Yuri Katsuki ha pasado un año y él sigue siendo mi primer pensamiento al despertar y el último al dormirme. Por un año he seguido sus pasos como una sombra silenciosa a la que le gusta crear entre los dos miles de encuentros fortuitos de los que él no ha sido consiente en ningún momento.
Y no sé si él me recuerda aun. No sé si él recuerda al chico torpe que se encontró con él en un día de nieve, en un día muy parecido al de hoy. Porque ahora mismo yo lo estoy mirando de nuevo, él está sentado a unas mesas de la mía en la biblioteca. Él sonríe, sonríe de ese modo dulce y tímido con el que le sonríe a las páginas de su libro, él está usando ahora esa sonrisa que he aprendido de memoria porque a él le gusta leer libros y a mí me gusta observarlo mientras lee.
Chris dice que sin duda alguna soy un enfermo de lo peor pero evito hacerle caso. Me gusta mirar a Yuri Katsuki cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo y desde que lo conozco, no me he perdido ninguno de sus conciertos y sé que es cuestión de tiempo para que él se vaya de la Universidad a conquistar todos sus sueños musicales, sé que faltan pocos meses para que yo deje de verlo.
Y es por ese motivo que la solicitud de una audición para tocar con él durante su concierto de despedida en el día de su graduación el próximo verano, quema entre mis dedos sabiendo que es hora de acercarme a él una vez más pero no sé si podré hacerlo. Sé que esta puede ser mi última oportunidad de acercarme a él pero el miedo en mi interior parece ser más fuerte que el deseo de hacer por fin mi sueño realidad.
Porque estar cerca de él, porque poder conocerlo por fin es un sueño demasiado grande, es algo que solo me he atrevido a imaginar durante todos estos días que han transcurrido desde nuestro primer encuentro y estoy seguro de que mi naturaleza desastrosa hará que si hay otra oportunidad de acercarme a él, yo me vea envuelto en otro completo ridículo. Y tengo miedo, definitivamente tengo miedo de volver a ridiculizarme en frente de él una vez más.
-Hacer la audición para el dueto con Yuri Katsuki o no hacerla, ese es el dilema- digo en voz baja, sintiendo calor al pronunciar su nombre mientras dejo que mis ojos azules se pierdan en la solicitud que descansa sobre la mesa- ¿De verdad tengo el valor para hacer esto? ¿Saldrá bien si me atrevo? ¿Y si lo arruino todo otra vez? ¿Y si Yuri Katsuki termina odiándome?
Un suspiro lleno de desánimo sale de mis labios sin que yo pueda detenerlo y como convocados por un llamado más fuerte que mi voluntad, mis ojos se levantan de la mesa para posarse una vez más en Yuri quien ha apartado la mirada de su libro y mira ahora la nieve caer haciendo que mi corazón empiece a golpear con fuerza, como urgiéndome a dejar de ser un jodido cobarde. Sé que debo intentarlo, sé que es mi última oportunidad de estar junto a él, incluso la maestra Minako quien está orgullosa de mi talento con el violín me ha sugerido que me presente a la audición.
-Yuri y tú harían un dueto inolvidable- dijo ella con una sonrisa antes de entregarme la solicitud que ni siquiera he llenado-. Y creo que tú eres uno de sus más grandes admiradores, puedes aprender mucho de él antes de que se vaya ¿No crees? Preséntate a la audición, Victor, nada pierdes con intentarlo, Yuri en persona elegirá a la persona que tocará con él y le será imposible no escuchar todo el talento que hay en ti…
Las palabras de la profesora suenan en mi mente y me hacen exhalar un suspiro ruidoso que en seguida llama la atención de Yuri cuyos ojos marrones se clavan en mí haciendo que mi corazón detenga su incesante latir. Mis mejillas se sonrojan, sus ojos siguen observándome en silencio y la nieve sigue cayendo afuera. Y yo me quedo quieto, muy quieto, no sé qué estoy esperando, no sé si debería sonreír o no, pero en el último momento Yuri me dedica un educado asentimiento de cabeza aunado a una sonrisa amable que hace que miles de fuegos artificiales estallen en mi interior.
Y cuando sus ojos se apartan de mí, cuando sus ojos vuelven a la nieve que cae fuera de la ventana, yo solo estoy seguro de una cosa: tengo que atreverme, tengo que lograr que esos ojos me miren una vez más, tengo que lograr que él me llame por mi nombre. Eso es lo que tengo que hacer: debo dejar de ser un espectador y debo convertirme en el protagonista de mi propia historia…
NDA: La canción "Falling for you" de EXO y que ayer volví a ver a mi crush de la universidad tienen la culpa de esta historia xD Ojalá les guste¡ BTW... Para esta historia Victor tiene 19 años y Yuri 21 :3
Saludos y nos leemos muy pronto aquí y en las otras historias :D
