Nota de la Autora: Bien, no es una historia, son más bien reflexiones. Espero que les guste.
Todos los personajes pertenecen a J.k. Rowling.
Tormenta
Esos cuatro chicos que siempre rompían las reglas; los que no se dejaron vencer por los prejuicios; los que siempre estuvieron juntos; los que se transformaban bajo la capa de invisibilidad; los que se convirtieron sin que nadie supiera.
James era como la lluvia que cae libre por el Bosque Prohibido en una noche de invierno, fuerte, presumida, la que no puede dejar de mojarlo todo, con intención o sin ella.
Sirius era el trueno que hacía temblar el cielo, explosivo y peligroso, misterioso y rebelde, caía sin cuidado donde su conciencia, o su falta de ella, le indicaba.
Remus se parecía a las ramas de un árbol. Casi siempre tranquilo, era la sombra, y la hermosura que se confunde entre el bosque. Pero cuando la tormenta azotaba se convertía en otro, se transformaba, dejaba de ser la sombra para ser la fuerza, el descontrol de sus propios miembros ante el viento, la desquiciada libertad de abandonar la razón.
La estrella en la tormenta era Peter, una sola y pequeñita en el inmenso cielo, brillante como una luciérnaga, parpadeante, inofensiva y alegre. La vigilaba a donde quiera que fuese la tormenta, la acompañaba en su aventura.
Pero un día primero de Noviembre la estación cambió cuando no debía.
Dejó de llover, los truenos se apagaron, y el árbol perdió sus hojas. En el cielo sólo estaba la luna solitaria, ni una semana, ni la otra apareció la estrella, la buscaron en el cielo, pero nada.
No sospecharon que estaba contemplando otra tormenta, en un cielo diferente.
La noche en que Sirius y James acorralaron a Remus en la habitación y le dijeron que sabían su secreto, había tormenta. La noche en que Lily le dijo a James que iría a Hogsmeade con él, había tormenta. La noche en que James le pidió a Sirus que cuidase a Lily y a Harry si algo malo le pasaba, había tormenta. La noche en que Peter le dijo a su amo que sabía dónde se ocultarían los Potter no hubo ninguna tormenta, nada más un frío sepulcral, como si de Azkaban se tratase, sin lluvia, sin truenos, sin árboles vehementes ni estrellas, sólo frío.
