Dos Amantes
La noche era espléndida, podía sentir su cálida brisa y su aroma intoxicante incluso en el interior de esta habitación en un distrito urbano. Era la indecisión lo que me atormentaba, yo sé que me esperaban ansiosas. Ellas, mis dos amantes...
Mi cuerpo se sentía gracioso, vacío y más débil, tal era el hechizo que con su apasionado beso me había impuesto... Sus labios eran jugosos como una fruta, sus ojos el océano profundo, furioso fuego eran sus cabellos. Un animal exótico tallado en voluptuosidad y pecado... Su abrazo era asfixiante, su ternura irresistible, me susurraba proposiciones indecentes en el oído, y se reía de mis inocentes réplicas... Me dijo que me aferrara a ella y el más exquisito vino tinto llenó mi boca, una sed implacable de lujuria y tacto me hizo beberla... Pero entonces la ví...En la esquina de la habitación había otra chica, ni mi amada ni sus amigos parecían percatarse de su presencia allí... Yo la conocía, hace tiempo cuando era niño mi abuelo se había ido al cielo (según mamá) y la tristeza abrumaba mi corazón. Ella apareció de la nada y se sentó a mi lado. Escuchó mis problemas atentamente, con su suave risa me confesó algo que ahora he olvidado pero en el momento mi dolor cesó, lo que me dijo le dio sentido a todo. Se despidió prometiendo que algún día nos volveríamos a ver... "No te preocupes, todo el mundo recibe mi visita, al menos dos veces..." me había dicho, desde ese día no pude olvidarla. Era magnífica a su manera, tan remotamente distinta a mi actual compañera... Su cabello era negro y algo desarreglado, era delgada y menuda. Su tez era pálida como la luna, inclusive más blanca que la de mi otra amante, y vestía de negro, toda una 'chica gótica' como dicen por allí. Sus ojos, con demasiado delineador, eran gentiles y comprensivos... Sabía lo que buscaba, siempre lo supe. Estaba en un dilema, la pasión desbordada me llenaba por completo ahora, pero el dulce amor despertó otra vez... Sólo podría tener a una lo sabía, una difícil elección... Al final, la dama oscura ganó mi corazón, no me besó, no me abrazó, no me dedicó palabras seductoras, sólo sonrió (esos labios como opaco ébano) y susurró: "Ven es hora de irnos, ha llegado tu hora". Mi otra pretendiente me gritaba, me rogaba que permaneciese con ella. Era inútil, ya había tomado su mano, y el mundo se volvió tinieblas... Una inmensa oscuridad se extendía ante mi visión, y ella estaba junto a mí, yo le besé la mano y ella soltó una risita. "Eso es todo?" pregunté curioso. "Eso es todo", dijo ella con suma confianza mientras comenzaba a jugar con su ankh de plata (¡Qué ironía! ¡el símbolo egipcio de la vida!), me miró de reojo e inquirió: "¿Decepcionado?". "Para nada bellísima, es lo que yo quería...", le respondí satisfecho, pero una duda me asaltó y me dirigí a ella por última vez: "¿Qué pasará ahora?". Ella se acercó más, me besó la mejilla y me dio unas palmaditas en la espalda, luego dijo sin dejar de sonreír: "Eso también depende de vos...". Mi abuelo, pensé, quiero estar con él. Ella asintió con la cabeza y sentí un suave cosquilleo. Antes desvanecerme por completo pude escuchar el sonido de alas que revoloteaban...
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En un cuarto de un hotel, la mujer vampiro sostenía en sus brazos el cuerpo de un joven muchacho, lágrimas rojo carmesí cayeron al suelo. "¿Qué ocurre?", preguntaron sus compañeros. La hermosa bebedora de sangre se enjuagó los ojos e intentó cerrar las heridas de sus muñecas, luego con suma ternura depositó al joven en el piso. "Nada", respondió ella intentando conservar su compostura, y agregó acariciando el rostro durmiente del chico: "Otro más que eligió a la muerte por sobre la vida eterna..."
Fin
Disclamer: Muerte es de Neil Gaiman.
La noche era espléndida, podía sentir su cálida brisa y su aroma intoxicante incluso en el interior de esta habitación en un distrito urbano. Era la indecisión lo que me atormentaba, yo sé que me esperaban ansiosas. Ellas, mis dos amantes...
Mi cuerpo se sentía gracioso, vacío y más débil, tal era el hechizo que con su apasionado beso me había impuesto... Sus labios eran jugosos como una fruta, sus ojos el océano profundo, furioso fuego eran sus cabellos. Un animal exótico tallado en voluptuosidad y pecado... Su abrazo era asfixiante, su ternura irresistible, me susurraba proposiciones indecentes en el oído, y se reía de mis inocentes réplicas... Me dijo que me aferrara a ella y el más exquisito vino tinto llenó mi boca, una sed implacable de lujuria y tacto me hizo beberla... Pero entonces la ví...En la esquina de la habitación había otra chica, ni mi amada ni sus amigos parecían percatarse de su presencia allí... Yo la conocía, hace tiempo cuando era niño mi abuelo se había ido al cielo (según mamá) y la tristeza abrumaba mi corazón. Ella apareció de la nada y se sentó a mi lado. Escuchó mis problemas atentamente, con su suave risa me confesó algo que ahora he olvidado pero en el momento mi dolor cesó, lo que me dijo le dio sentido a todo. Se despidió prometiendo que algún día nos volveríamos a ver... "No te preocupes, todo el mundo recibe mi visita, al menos dos veces..." me había dicho, desde ese día no pude olvidarla. Era magnífica a su manera, tan remotamente distinta a mi actual compañera... Su cabello era negro y algo desarreglado, era delgada y menuda. Su tez era pálida como la luna, inclusive más blanca que la de mi otra amante, y vestía de negro, toda una 'chica gótica' como dicen por allí. Sus ojos, con demasiado delineador, eran gentiles y comprensivos... Sabía lo que buscaba, siempre lo supe. Estaba en un dilema, la pasión desbordada me llenaba por completo ahora, pero el dulce amor despertó otra vez... Sólo podría tener a una lo sabía, una difícil elección... Al final, la dama oscura ganó mi corazón, no me besó, no me abrazó, no me dedicó palabras seductoras, sólo sonrió (esos labios como opaco ébano) y susurró: "Ven es hora de irnos, ha llegado tu hora". Mi otra pretendiente me gritaba, me rogaba que permaneciese con ella. Era inútil, ya había tomado su mano, y el mundo se volvió tinieblas... Una inmensa oscuridad se extendía ante mi visión, y ella estaba junto a mí, yo le besé la mano y ella soltó una risita. "Eso es todo?" pregunté curioso. "Eso es todo", dijo ella con suma confianza mientras comenzaba a jugar con su ankh de plata (¡Qué ironía! ¡el símbolo egipcio de la vida!), me miró de reojo e inquirió: "¿Decepcionado?". "Para nada bellísima, es lo que yo quería...", le respondí satisfecho, pero una duda me asaltó y me dirigí a ella por última vez: "¿Qué pasará ahora?". Ella se acercó más, me besó la mejilla y me dio unas palmaditas en la espalda, luego dijo sin dejar de sonreír: "Eso también depende de vos...". Mi abuelo, pensé, quiero estar con él. Ella asintió con la cabeza y sentí un suave cosquilleo. Antes desvanecerme por completo pude escuchar el sonido de alas que revoloteaban...
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En un cuarto de un hotel, la mujer vampiro sostenía en sus brazos el cuerpo de un joven muchacho, lágrimas rojo carmesí cayeron al suelo. "¿Qué ocurre?", preguntaron sus compañeros. La hermosa bebedora de sangre se enjuagó los ojos e intentó cerrar las heridas de sus muñecas, luego con suma ternura depositó al joven en el piso. "Nada", respondió ella intentando conservar su compostura, y agregó acariciando el rostro durmiente del chico: "Otro más que eligió a la muerte por sobre la vida eterna..."
Fin
Disclamer: Muerte es de Neil Gaiman.
