Antes que nada este es un Universo alterno de Sailor Moon, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, aquí Haruka es HOMBRE lo digo desde el principio para que las personas que tienen preferencia por la pareja de Haruka y Michiru mujeres no gasten su tiempo leyendo este fic y después se molesten y me molesten por no haberlo dicho antes. u.u ¬.¬

Bien siguiente punto importantisimo: Ninguno de los personajes que se mencionan durante la historia me pertencen, si no a sus respectivos autores; Este texto es exclusivamente hecho de un fan dirigidos a más fan, no persivo ningún ingreso económico por lo que hago y tampoco lo deseo, espero que les guste la historia y cualquier duda o aclaración en mi perfil están los correos en los que se pueden comunicar. Disfruten de la lectura xD.


Trozos del Corazón

Capitulo 1

Haruka se quedó mirando a su reflejo en el espejo del cuarto de baño del avión, causándole cierta sorpresa la imagen que lo estaba mirando.

Cabello corto rubio cenizo, ojos de un vívido color turquesa y piel blanca. No tenía más remedio que admitir que se parecía a ella, a su abuela. Pero no entendía cómo el hombre que lo estaba mirando no se le notaba la amargura y el dolor que había tenido que soportar en los últimos meses.

Aunque, la verdad, siempre había sabido ocultar muy bien sus sentimientos. Aquel pensamiento le hizo levantar el mentón en gesto de desafío mientras una vocecilla interior le decía que debería dejar de estar haciendo algo sin sentido, que se debía haber quedado en Francia, donde todo era más normal, que no tenía todavía fuerza suficiente como para comenzar a hacer algo nuevo. algo por sí mismo.

Haruka Tenoh, eres un sobreviviente, se apartó el mechón de cabello que le caía por la frente mientras pronunciaba en alto las palabras. Apretó los puños al darse cuenta de que las manos le estaban temblando. Lo eres, su mirada se hizo más dura. Y lo vas a conseguir se repetía a sí mismo.

El futuro podría no ser el que el se había imaginado hacía más de un año, pero qué importaba. No podía caer en la autocompasión y dejar que esos sentimientos lo ahogaran. Emprendería una nueva vida, una vida en la que no tuviera que responder ante nadie. Una vida propia. Asintió con la cabeza y estiró los hombros.

Volvió a acomodarse en el asiento de primera clase, intentando olvidarse de los comentarios tan poco sutiles que había realizado el hombre que estaba sentado a su lado y se preparó para el aterrizaje en el aeropuerto de la prefectura de Nagano. En cuanto lograra salir de la terminal, iría a recoger el auto que uno de los colegas de Jean había alquilado para él.

Al llegar al estacionamiento del aeropuerto encontró rapidamente el auto que había pedido alquilar para él, pocos minutos después, estaba sentado en un Nissan Skyline de color azul, con el equipaje en el maletero y él en el asiento del conductor.

Tuvo que hacer varios intentos antes de lograr salir del aeropuerto para dirigirse a su destino. Después de lo que había tenido que pasar durante los últimos meses, ¿qué importancia tenía perderse en aquel país? Una de las cosas que había aprendido era a distinguir lo que era importante de lo que no lo era.

La independencia era lo más importante. Ser capaz de elegir lo que quería hacer y cuándo lo quería hacer. Flexionó sus largas piernas al recordar los interminables meses que había pasado en la silla de ruedas y expulsó lentamente el aire a través de sus blancos dientes. Todavía se cansaba demasiado pronto y tenía que seguir haciendo los ejercicios de fisioterapia que le había recomendado el médico. Pero no le importaba, porque una vez más era dueño de su propio destino.

Además, todo podría, haber acabado de forma distinta. El horroroso accidente que se había llevado a Julie, lo podría haber dejado en la silla de ruedas para siempre. Había tenido mucha suerte.

Había tenido que luchar contra la depresión que lo había acosado al principio. Había tenido que salir por sus propios medios del pozo en el que había caído.

Todo el mundo se había portado muy bien con el. Y seguían portándose. Recordó con un poco de amargura la pena que habían sentido por él. Sabía perfectamente los comentarios que habían hecho. La novia que había muerto en aquel accidente de automóvil, su lucha al salir del estado de coma y descubrir que era posible que nunca más pudiera volver a caminar. Todos comentaban que había sido algo terrible. No era de extrañar que estuviera tan deprimido y apático.

Pero Haruka nunca les había manifestado sus verdaderos sentimientos y nunca se los diría.

El sonido estridente del claxon del coche que venía de frente lo sacó de los amargos recuerdos. Aunque los otros conductores echaron la culpa al coche deportivo de color rojo que se había cruzado en su camino, el incidente lo hizo volver a concentrarse en la conducción.

Aquel día de noviembre lucía el sol, pero hacía frío. Mientras el coche devoraba kilómetros con dirección a Komagane (Nagano), se fijó en que las ramas de los árboles estaban desprovistas de sus hojas.

Eran más de las seis cuando llegó al pequeño pueblo de Komagane. Llegó agotado. Miró la nota con las instrucciones que había pegado en el salpicadero del auto y las cumplió una a una. Salió de la carretera principal y entró en el camino por el que llegó a una casa aislada.

«Clínica Veterinaria».

Nunca dos palabras le habían sonado tan bien. Haruka apagó el motor del auto, se recostó en su asiento y se pasó las manos por el cabello mientras se masajeaba la cabeza lentamente.

El trayecto había sido muy corto comparado con los que hacía en sus giras sin mencionar los que había hecho cuando aún era corredor profesional, aunque sólo fue por un corto período en su juventud. Eran esos momentos los que lo hacían recordar que todavía no se había recuperado del todo.

La clínica se ubicaba cerca de las afueras del pequeño poblado, no había mucha gente al rededor cosa que le gustó, tenía que ir a pedirle la llave a Michiru Kaio, que era la persona que llevaba la clínica, y seguir sus instrucciones. Nada complicado. Salió del coche, caminó hasta la puerta de roble, llamó al timbre y retrocedió unos pasos.

Transcurrieron los segundos y cuando se cumplió el minuto Haruka llamó otra vez. Y otra. Al ver que nadie respondía, abrió la pesada puerta y entró en un inmenso vestíbulo.

El vestíbulo estaba vacío, lo mismo que el área de recepción. Acababa de sentarse en una de las sillas de respaldo recto que había en la sala de espera cuando apareció una mujer de mediana edad.

-¿Eres Haruka? ¿El Hermano de Jean? -Haruka solo logró asentir con la cabeza, porque antes de que pudiera responder, la mujer habló de nuevo-. Es que tenemos una urgencia. No puedo quedarme. En cuanto Michiru termine, vendrá a verte -la mujer cerró la puerta y todo volvió a estar en calma.

-Muy bien -Haruka se quedó mirando al vacío. No se había esperado un recibimiento con flores, pero bien podría haberle dicho holao ¿cómo estás?.

Se quitó los zapatos y se puso las manos en los riñones antes de suspirar de cansancio y cerrar los ojos. Sería mejor relajarse mientras esperaba. De nada le iba a servir enfadarse. Apoyó la cabeza en la pared detrás de él y a los pocos segundos lo invadió el sueño y se quedó dormido.

Cuando cinco minutos más tarde Michiru llegó a la recepción dispuesta a pedir disculpas, en vez de encontrarse con un hombre muy enojado e iracundo, se encontró con Haruka. Profundamente dormido, con su cabello rubio cenizo alborotado, las gruesas pestañas contrastando con su blanca piel que parecía transparente. Una cara encantadora y alarmantemente atractiva.

Se quedó de pie, entrecerró sus ojos de color aguamarina y se quedó mirándolo durante unos cuantos segundos antes de consultar su reloj. Tan solo habían transcurrido cinco minutos y estaba profundamente dormido. Parecía que estaba agotado y algo intranquilo por el seño fruncido de su rostro. Ahora entendía la razón por la que Jean y Mina no habían querido que aquel hombre hiciera el viaje solo desde Francia. Pero según le había dicho Mina, él hermano de Jean era tan obstinado como él. Era algo genético.

No había esperado un hombre tan atractivo. La foto que le había enviado no le hacía justicia. Fue un pensamiento que intentó quitarse cuanto antes de la cabeza. Era él hermano de Jean y sabía que había pasado un verdadero infierno. El que fuera atractivo o lo dejara de ser era irrelevante en aquellas circunstancias. Necesitaba paz y tranquilidad y que alguien lo cuidara, aunque lo último había que' hacerlo sin que él se diera cuenta. Le había prometido a Jean y a Mina que ella se encargaría de ello. Como si fuera una madre.

Se fijó otra vez en su precioso rostro, sus labios entreabiertos, y el corazón le dio un vuelco antes de darse la vuelta, salir de la habitación y dirigirse hacia la cocina.

Maya estaba allí. Su amable rostro enrojecido y sudando se volteo hacia ella.

-He hecho café.

-Está dormido -hizo un gesto en dirección a la puerta-. Pero gracias de todas maneras. Esperaré unos minutos y se lo llevaré en una bandeja. Gracias también por ayudarme. Nunca ocurre nada y precisamente hoy tiene que pasar.

Habían tenido que atender a un Felino que había sufrido un accidente de automóvil. Michiru había enviado a sus dos ayudantes a atender otros animales y la enfermera estaba enferma con gripe, por lo que no había tenido más remedio que echar mano de la recepcionista para que le ayudara a hacer la operación que el gato necesitaba. Pero lo más importante era que todo había salido bien.

Maya estaba sonriendo.

-Pues será mejor que te limpies la sangre primero, porque si no vas a darle un buen susto.

Michiru se miró en el espejo que había sobre el fregadero y murmuró:

-Rayos -se limpió la sangre de la cara antes de quitarse de la frente un mechón de su cabello rizado y aguamarino e intentar aplastarse el resto de sus rizos en su cola de caballo algo deshecha-. Tengo que cortarme el cabello, me estorba para las operaciones.

-Llevo semanas diciéndote eso -le respondió Maya suspirando de forma maternal. El problema era que a Michiru le daba más o menos igual su aspecto, pensó ella. Teniendo en cuenta su atractivo, que la hacía irresistible para la gran mayoría de hombres que conocía, era la persona más modesta que había conocido' en su vida. Y ello le daba más poder de fascinación. El magnetismo que tenía era letal, pero a ella parecía no importarle en absoluto. Lo cual era muy típico de Michiru. Como había comentado su hijo de dieciocho años, cuando la había conocido:

-Mamá, es pura dinamita.

-Pon en la bandeja algunas galletas, Maya -le dijo Michiru-. Está un poco flaco, se ve muy esquelético.

-No se te ocurra decírselo -le advirtió Maya poniendo cara de horror. Otro de los atributos de Michiru, no sabía si una virtud o no, era su tendencia a ser muy directa. No se andaba nunca con rodeos. Algo que era de agradecer, sobre todo cuando la tendencia general era que todo el mundo tratara de aparentar algo que no eran. Sin embargo, era la persona más compasiva que había conocido. Un enigma. Maya asintió con la cabeza. Así era Michiru.

Haruka estaba todavía dormido cuando Michiru entró con la bandeja de café y unas galletas, pero en esa ocasión no se quedó pensando en su atractivo y en su cuerpo, sino que lo despertó.

Sin embargo, en los segundos que transcurrieron hasta que abrió los ojos pensó que no iba' a ser tan fácil asumir el papel protector que le habían asignado. En la fotografía que había recibido de la boda de Mina, que había sido sacada bajo el azul sol de la Martinica, no había tenido tan buen aspecto. Aunque en aquel tiempo todavía se estaba recuperando del accidente que había sufrido y estaba todavía en la silla de ruedas, recordó con pesar. Tenía que haber tenido eso en cuenta.

Haruka se despertó poco a poco, como un niño somnoliento, humedeciéndose los labios con su lengua. Aquel gesto provocó una respuesta en Michiru, en la que no quiso ni siquiera ponerse a pensar.

-¿Quiere café? -cuando Haruka abrió sus ojos color turquesa, Michiru mantuvo un tono de voz bajo y en calma, el mismo que utilizaba para dirigirse a los pacientes nerviosos-. Se ha quedado dormido esperándome -añadió con voz suave.

-¿Sí? -durante unos segundos su mirada estuvo perdida. Después, la enfocó en un par de ojos de color aguamarino en un rostro verdaderamente hermoso y se despabilo completamente. Se incorporó bruscamente y el movimiento hizo que sus recién curadas vértebras y costillas se resintieran-. ¡Ouch! -exclamó.

-¿Se encuentra bien?

-Sí estoy bien. Me ha sorprendido un poco, nada más.

Estaba claro que no quería preguntas sobre su salud. Una actitud un tanto fría. Michiru sonrió. Prefería esa actitud a la de los hombres de aquel lugar que se relacionaban con ella.

-¿Con leche o sin leche? -le preguntó.

-¿Qué?

-El café -su tono era paciente.

-Ah -Haruka se ruborizó un poco. Su conducta era un tanto extraña y no sabía por qué. A lo mejor era porque aquella mujer era... Bien, no era como había esperado. Cuando Mina le había hablado de su compañera de trabajo, nunca le había descrito a una mujer tan guapa.

-¿Cómo quiere el café?

-Cargado, por favor. Sin azúcar.

Se quedó observándola mientras le servía la taza y no tuvo más remedio que admitir que aquella mujer era toda una hermosura. Alta, delgada, sensual. ¿Cómo no se lo habría contado Mina? Bien era verdad que la mujer de su hermano solo tenía ojos para su marido. Y él para ella.

Como si le estuviera leyendo los pensamientos, Michiru comentó:

-¿Qué tal está Mina? Según he oído, está esperando un hijo -levantó la cabeza y le ofreció la taza de café.

Haruka asintió.

-Esperan tenerlo a finales de Mayo.

Aquello se estaba poniendo cada vez más peligroso. ¿Habría sido él siempre así, o le habría cambiado de alguna forma el accidente? Fuera como fuera, a Michiru le iba a resultar bastante difícil ser la amiga que Mina le había pedido que fuera para aquél hombre.

Confirmando lo que estaba pensando, Haruka le preguntó muy formalmente:

-Creo, señorita Kaio, que usted tiene la llave de la casa de Mina.

¿Por qué le llamaba de usted?

-Michiru. Me llamo Michiru.

Haruka parpadeó.

-Ha sido un viaje muy largo y estoy un poco cansado. ¿Me dices cómo puedo llegar a casa de Mina?

Le gustó su acento Francés. Aunque tratara de mantener las distancias, como lo estaba haciendo, tenía un tono cálido y suave.

-Haré algo mejor. Yo ya he terminado y Setsu, que creo que lo conociste en la boda, y mi otro ayudante están a punto de volver. Te llevaré y te enseñaré cómo funciona la cocina y todo lo demás.

-No me gustaría ser una molestia -comentó Haruka con educación -. Además, Mina ya me lo ha explicado muy bien.

-Veo que es un hombre muy responsable.

Por el tono que utilizó, estaba claro que no iba a desistir en la idea de acompañarlo. Se quedó mirando sus ojos aguamarinos como la mar y dio unos sorbos de café.

Su hermano Jean, además de ser su hermano había sido como una madre, un padre, y un amigo para él, se había enamorado y casado con una amiga veterinaria de aquella mujer el año pasado.

Jean había comprado aquella clínica veterinaria cuando el propietario la había anunciado en el mercado, pero cuando se casó con Mina se la vendió a Michiru. ¿Se sentiría Michiru obligada para con él por el hecho de haberle comprado la clínica a su hermano? Porque era lo que menos le ayudaría en aquellos momentos y estaba dispuesto a dejárselo claro cuanto antes.

-Señorita Kai..., Michiru -rápidamente corrigió cuando la miró a los ojos-. No sé lo que Mina le habrá contado, pero sé cuidar de mí mismo justo en ese momento se dio cuenta de la expresión en su mirada y supo que Mina le había pedido que cuidara de él. Seguro que había sido idea de Jean. ¿Cómo le habrían podido hacer algo así? Sabía que lo hacían con la mejor de las intenciones, pero no era algo que él deseara-. Lo digo en serio -añadió en tono frío.

-¿Una galleta? -Michiru lo observó y se dio cuenta de que la había descubierto.

-No gracias.

-Son caseras -la animo-. Maya, aparte de recepcionista, es como una madre, y parece que se ha propuesto el que esté bien alimentada.

Haruka asintió muy serio y la miró entrecerrando sus vívidos ojos color turquesa.

-Mina te ha pedido que cuides de mí, ¿no?

Era un hombre bastante directo. Eso le gustaba mucho. Era una cualidad muy rara en los tiempos que corrían. Podría esquivar la pregunta que le estaba haciendo, pero no podía al haber sido tan directo.

-Sí -era una respuesta también muy directa. Se acomodó en su silla, manteniéndole la mirada y con las piernas estiradas cruzadas frente a él. Haruka sintió un nudo en la garganta. Fue una sensación que no había sentido desde hacía mucho tiempo, una sensación que lo alarmó.

-Pues no tienes por qué preocuparte -le dijo en tono neutro a la vez que se levantaba-. No soy un niño y no me gusta que me traten así.

Estaba claro que no era un niño, pensó Michiru.

-¿Es que tienes algo en contra de la gente que quiere ayudar a los demás?

No se movió, su voz todavía en calma y relajada, pero con un cierto tono de autoridad que él no había notado antes. Un tono con fuerza implícita, ante el cual él se dio cuenta de que su comentario había sido un tanto estúpido.

-No, claro que no -le respondió-. Si eso es lo que quieren. Pero yo no quiero que nadie me cuide.

-¿Y no crees que es comprensible que Jean no quiera que Mina se preocupe por ti en un momento tan delicado de su embarazo? -le preguntó Michiru con voz sedosa.

Buena pregunta. Se quedó mirándolo, sus ojos fijos en ella y sorprendidos que había provocado en Haruka. En tan solo unos segundos lo había acusado de ser infantil, egoísta y desagradecido sin siquiera pronunciar aquellas palabras. Aquella mujer era mucho más de lo que se veía a simple vista, como Haruka había sospechado nada más verla.

-Les llamaré de vez en cuando -le respondió él en tono desafiante.

-Muy amable por tu parte -replicó Michiru en tono sarcástico-. Siéntate y termínate el café -casi le ordenó.

-Preferiría marcharme, si me das la llave, por favor -Haruka no sabía por qué se estaba comportando de aquella manera. Ni siquiera el tono de su voz era el que acostumbraba a ser. Nunca había sido una persona arrogante.

-Siéntate -fue casi un ladrido en aquella ocasión. La obedeció, pensando con cierto tono de humor que la profesión de aquella mujer le iba como anillo al dedo. Ningún animal la desobedecería si utilizaba aquel tono. Lo único que podía hacer era seguirle la corriente, si quería conseguir la llave. En cuanto la consiguiera, no volvería a poner los ojos encima de aquella joven.

-Gracias -Michiru no supo si estaba más enfadada consigo misma o con aquel hombre que tenía frente a ella que parecía un ángel, pero con un temperamento fuera de control. Pero era familia de Mina y estaba recuperándose de un accidente del que poca gente salía viva, estaba solo y no conocía a nadie allí. Además, había prometido cuidar de él. Lo había prometido. Hacía años, que no había perdido la paciencia de aquella manera. ¿Por qué los había perdido en esos momentos? Suspiró hondo y lo miró a los ojos.

-Bébete el café, te ayudará a despejarte y llegar en coche hasta la casa.

Y encima lo estaba tachando de conductor inepto. Haruka frunció el ceño, sus ojos color turquesa despidiendo chispas. Pero se terminó el café y se comió la galleta que Michiru había colocado en el platito. Estaba deliciosa.

-¿Ya? -Michiru se levantó mientras se lo preguntaba. En ese momento se dio cuenta de que él era más alto que ella, sólo por poco. La sacaba por lo menos cinco centímetros. Se fijó en que necesitaba arreglarse su cola de caballo. Haruka abrió los ojos de forma desmesurada al darse cuenta de aquel pensamiento y lo desechó con firmeza. A él le daba igual que el cabello le llegara a los pies.

-Te espero afuera.

No sabía cómo terminar aquel encuentro. No le apetecía darle las gracias por el café, ni tampoco se atrevía a pedirle la llave otra vez. Pero al oír su propuesta se dio cuenta de que la estaba mirando con cara de sorpresa. Parecía decidida a acompañarlo a la casa. Prefirió tragarse la respuesta que casi le había llegado hasta la garganta. Pasó a su lado y abrió la puerta de la calle para dejarla pasar primero como todo un caballero.

Se quedó en los escalones durante unos segundos y respiró hondo el frío aire japonés, antes de dirigirse a su Skyline y abrir la puerta.

Cuando se metió en el coche, arrancó el motor y esperó. Minutos más tarde, un elegante Porshe salía por la puerta del estacionamiento de la casa.

Haruka esbozó una sonrisa. Aquel era el típico coche ante el que todas las personas sobre todo hombres se quedaban bobos mirando. Seguro que Michiru se lo había comprado por eso.

¿Pero por qué pensaba tan mal de ella? Michiru lo saludó con la mano cuándo detuvo el coche al lado de su Skyline. ¡Tenía todo el derecho del mundo a tener el coche que quisiera!

A Julie también le habían gustado los coches elegantes. Mientras iba detrás de ella por la carretera principal se dio cuenta de que su mente ya sabía la respuesta antes de haber formulado la pregunta. Se regaño mentalmente. No, no podía etiquetar a todos las mujeres por el mismo patrón. Seguro que en la vida había mujeres buenas, corrientes y normales, que eran capaces de permanecer fieles toda su vida. Lo pensó sin mucha convicción y frunció el ceño.

Qué más daba. No estaba dispuesto, a comprometerse otra vez. Apretó los labios, estiró la espalda y siguió a Michiru por la carretera que parecía sacada de una postal.

Pasaron al lado de varias casas con magníficos jardines japoneses y a los pocos kilómetros estaban en una carretera más estrecha que atravesaba campos verdes.

Haruka estaba pensando que aquel camino era muy estrecho, en caso de que viniera un coche en el sentido contrario, cuando vio que Michiru encendía la intermitente, reducía la velocidad y se detenía en un trozo de terreno en el que entraban solo dos coches.

-Vaya, Mina... -comentó Haruka, como si su amiga y ahora esposa de Jean estuviera en el coche con él, al fijarse con asombro en la casa.

Una casa pequeña pero que parecía sacada de un cuento de hadas. Parecía que tenía mucho terreno en la parte de atrás. Seguro que en primavera toda aquella extensión se llenaba de miles de flores de colores. Incluso en aquella época del año, en la que solo se veían las siluetas de las ramas de los árboles contra un anochecer azulado, la vista le quitaba la respiración a uno. Ya entendía la razón por la que Mina había conservado aquella casa, a pesar de que Jean tenía una en Francia. Si fuera de él, no la vendería. De ninguna manera.

Y podría quedarse allí todo el tiempo que quisiera. Mina se lo había expresado con mucha claridad.

-Meses, un año, dos años, para siempre... -le había dicho la mujer de Jean cuando le había ofrecido la casa-. Como si fuera tuya, Haruka. Es el sitio perfecto para que reanudes tu trabajo de compositor y a mí me gustaría mucho que alguien viva allí. Jean contrató a una señora para que vaya de vez en cuando a limpiar. También hay un jardinero. Aparte de esas dos personas, no verás a nadie más por allí.

Las últimas palabras se le habían quedado grabadas en la mente. Abrió la puerta del coche y miró a Michiru, que estaba sosteniendo la puerta del jardín para que Haruka entrara.

-Entra y echa un vistazo mientras yo saco las maletas -le dijo sin siquiera sonreír.

-No te preocupes, yo puedo...

-Y después desaparezco de tu vista -le interrumpió-. ¿De acuerdo?

-Soy un caballero no puedo dejar que una dama haga el trabajo pesado, sin embargo si insistes acepto tu ayuda -le dijo en tono tranquilo.

Debía haberle dicho que su intención no había sido decirle que se fuera. Sobre todo porque lo estaba tratando con mucha cortesía y educación. Haruka se dirigió al auto por las maletas y entre ambos las trasladaron dentro de la cabaña. Tuvo que pasar a su lado para entrar y cuando lo hizo olió su perfume, una mezcla de delicioso perfume de limón. Su cuerpo se estremeció.

Caminó con decisión hasta la puerta de la casa. Michiru metió la llave en la cerradura y la abrió. Intentó tranquilizarse pensando que en solo unos minutos se quedaría otra vez solo. Se quitaría los zapatos de sus doloridos pies, se daría un baño y se metería en la cama. Era lo único que le apetecía. Todo lo demás podría esperar a la mañana siguiente. Nunca se había sentido tan agotado en su vida.

El interior de la casa era tan bonito como el exterior, o más. Los suelos de madera, los techos altos, las paredes pintadas de blanco con un par de cuadros... Era el sitio perfecto.

Del salón salía una escalera por la que se subía al dormitorio y el minúsculo cuarto de baño. No había muchos muebles. Tan solo un sofá de color rojo y dos sillas, una estantería para poner los libros, una mesa y había suficiente espacio para el piano de cola ancha que estaba cerca de la chimenea, dos banquetas al lado de una barra que separaba la pequeña cocina del salón.

No había televisión, ni microondas. Tampoco lavadora. Solo el fogón.

-He llamado para que vuelvan a poner la línea telefónica -comentó Michiru a Haruka apuntando con la mirada el aparato que había en la mesa-. Y he puesto algo de leña en la chimenea. En el cobertizo hay más, madera. También he puesto una lista con los teléfonos del médico, el dentista y todo lo demás.

-Muy bien, gracias -Haruka comenzó a tener sentimientos de culpa. Había colocado flores en la estantería y, cuando abrió los armarios de la cocina, vio que estaban llenos de comida. En la panera había una barra recién hecha y el frutero estaba repleto de frutas. A su lado, había filetes, huevos y unas botellas del mejor vino. Suspiró hondo y le preguntó:

-¿Has comprado tú todo esto?

Michiru se encogió de hombros.

-Sí, pensé que no te gustaría salir a comprar nada más venir.

-¿Cuánto te debo? -le preguntó un poco tenso y avergonzado.

-Nada -le respondió.

-Pero te lo tendré que pagar...

-Te digo que no me debes nada -replicó en un tono contundente. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la pequeña cocina, alcanzó una caja de cerillas y se fue a encender la chimenea.

-Hace un poco de frío. En unos minutos esto se calentará -le dijo-. No hay calefacción. Tendrás que tener cuidado de no quedarte sin combustible.

Se produjo un silencio en el que Haruka se preguntó si no debería insistir en lo del pago de la comida, pero prefirió dejarlo como estaba.

-Gracias -le dijo.

-Hay una conexión para la antena de televisión, si quieres traer una. A Mina no le gustaba la televisión.

-Ni a mí tampoco -respondió Haruka-. Pasaré casi todo el tiempo componiendo. Además, me gusta mucho leer frente ala chimenea.

-¿Eres hogareño?

-Sí -contestó rápidamente-. Traeré las maletas.

-Te prepararé un poco de café -comentó ella con voz sedosa y tranquila.

Haruka subió al piso de arriba mientras llevaba las maletas. Entró en el dormitorio. La colcha y las cortinas hacían juego. Era preciosa. No había ni armario, ni aparador. Mina ya le había advertido de que había puesto provisionalmente una barra donde colgaba la ropa, con la idea de cambiarla algún día por un armario. Pero a Haruka le daba igual. A lo mejor compraba un armario de pino que fuera a juego con la cama antes de marcharse de la casa.

-¿Quieres que suba el Café?

-¿Subirlo? Solo imaginarse a Michiru en el dormitorio fue suficiente como para bajar las escaleras a toda velocidad.

-No, no te preocupes -le dijo casi sin respiración, dándose casi de frente con ella. Ya estoy aquí.

-Aquí tienes. Debes de estar agotado -cuando había bajado las escaleras, sin embargo, había parecido un niño. Un niño con ojeras y cara de cansancio. También se había dado cuenta de que cojeaba un poco. Casi no se le notaba, pero así era.

-Bueno, me voy Haruka -le dijo con voz suave-. Si quieres algo, no dudes en llamarme.

Haruka estuvo dudando unos segundos, al cabo de los cuales estrechó su mano y le dijo:

-Gracias. De verdad. No era mi intención ser grosero antes. Lo que pasa es que quiero estar solo -al darse cuenta de que incluso aquella respuesta era un tanto insultante, quiso añadir-. Lo que quiero decir es...

-Que necesitas espacio para respirar.

Todavía estaba sosteniendo su mano, su cabeza ligeramente inclinada hacia ella. Fue algo más indefinido que las palabras que pronunció lo que lo hizo mirarla con expresión de asombro. No le gustaba la reacción que le producía sentir aquella mano suave, ni tampoco el hecho de saber que tenía que retirar su mano y no podía. Lo que lo dejó totalmente inmóvil fue el que ella supiera con exactitud lo que él realmente sentía.

Se humedeció Michiru los labios con la lengua y él siguió el movimiento con la mirada. El calor que sintió fue suficiente como para reaccionar.

-Sí, eso es lo que he querido decir.

-De todas maneras procura no aislarte demasiado, porque eso tampoco es bueno -le dijo en un tono suave y sensual.

¿Sabría lo sensual que era? Haruka nunca había conocido a nadie con tanto magnetismo en su vida.

-No tengo ninguna intención de hacerlo -le respondió rápidamente-. Lo que voy a hacer es componer. Es posible que tenga una presentación en Kyoto, si mi agente logra llegar a un acuerdo...

-No me refería a trabajo -de repente sintió que tenía la mano libre, con una sensación como de desnudez-. Me refería a algo que llevamos aquí dentro -se tocó la parte del cuerpo donde estaba el corazón-. Porque llega un momento en que el sentimiento muere y es muy difícil volverlo a resucitar. Te lo dice alguien que entiende un poco de eso.

Parecía estar hablando de sí misma. Haruka se quedó mirándola. No sabía cómo se había desviado la conversación a ese punto, pero de repente parecían estar hablando de ella.

-Van pasando los días y te dices a ti mismo que tienes que empezar a abrirte, volver a relacionarte. Pero un buen día te despiertas y te das cuenta de que eres autosuficiente. Que no necesitas a nadie -tenía la mirada dura.

-¿Y no es bueno eso? -le preguntó Haruka en tono bajo.

Su voz pareció llevarlo al presente. Movió los párpados y le respondió.

-Puede que sí y puede que no. ¿Quién sabe? -los momentos de intimidad habían pasado.

Haruka se quedó donde estaba. Michiru se dirigió hacia la puerta principal y salió a la fría noche. Él la acompañó y la observó dirigirse hacia su coche.

-Hasta luego, Haruka -se dio la vuelta en la puerta del jardín, echándose el cabello para atrás con una mano-. Te llamaré algún día para ver si sigues vivo. Prometo no molestarte, de todas maneras ¿De acuerdo?

-De acuerdo.

Era lo que le habría querido decir. Se lo había dejado muy claro. ¿Por qué se sentía entonces tan triste?, se preguntó Haruka mientras observaba el Porshe saliendo a la carretera.

Estaba cansado, eso era lo que le pasaba. Le habían ocurrido demasiadas cosas ese día y no podía pensar con claridad.

Se masajeo las sienes y entró a supervisar su nuevo hogar. La cocina estaba llena de comida: Vio una nota que Michiru debió escribir mientras estaba en el dormitorio. Estaba al lado de,una botella de vino tinto y decía:

Tómate un par de vasos mientras cocinas el filete. La ensalada ya está preparada. MK.

Se bebió el primer vaso sentado frente a la chimenea. Luchó para que no lo asaltaron los amargos recuerdos, sin saber la razón por la que quería deprimirse. Después de poner el filete en el sartén, se tomó el segundo vaso en el cuarto de baño, metido en la bañera, para relajarse del largo y agotador viaje.

Había anochecido cuando bajó de nuevo. Afuera, estaba nevando. Corrió las cortinas, puso el filete en un plato y se sirvió otro vaso de vino antes de echar un par de troncos más a la chimenea.

¡Odiaba a las mujeres! Las odiaba a todas. Iba a hacer lo que había decidido hacer hacía dos semanas en Francia. Concentrarse en su música, labrarse un futuro por sí mismo, tanto donde estaba como al otro lado del Mundo y hacer de su trabajo su vida.

Terminó la ensalada y el filete, acabó el vaso, suspiró hondo y se fue al segundo piso. Los platos y las maletas podrían esperar hasta el día siguiente.

Continuara...?


Sólo como dato adicional les informo que esta historia es una de las que ya tenía desde hace algunos años pero apenas después de terminar con "Mía" he decidido publicar, a diferencia de la otra historia en esta Haruka es el narrador principal, debo advertir que me tardaré más en esta historia porque aun tengo bastantes cabos sueltos y voy trabajando sobre eso. Las actualizaciones no serán continuas, pero ya tengo una idea general de la historia así que no creo que sea tan larga como la anterior. Debo admitir que no pensaba publicar más historias de esta pareja pero me animaron los comentarios de aceptación que tuvo la historia anterior, además de que la pareja que estaba estudiando para otro fic, bien, dejemoslo en que el manga aun no termina y eso para mi es un impedimento. Sin mas de momento nos vemos.

Saludos.