Hetalia y todo aquello que reconozcan pertenece a Hidekaz Himaruya. Escribo esto por simple diversión.
Personajes: Rusia/México.
Sobre esta historia: Es una serie de drabbles que, aunque no tienen un seguimiento cronológico, narran distintos momentos a través de las épocas sobre la relación entre Rusia y México.
Momentos
I
Juegos Olímpicos de Invierno.
Sochi, 2014.
México balanceó sus pies de adelante hacia atrás, como solía hacerlo cuando estaba nervioso. Mordió su labio inferior en un gesto que podría haber parecido infantil, pero que era la única manera que conocía para serenarse. Aunque estar lejos de su tierra le entristecía, lo que en ese momento le mantenía inquieto, era en dónde estaba… en la casa de quién estaba.
No lo había visto aún. Bueno, en realidad sí lo había hecho, pero hasta ese momento solo habían sido miradas lejanas; había demasiada distancia, países, líderes y política de por medio para propiciar un encuentro. Además, estaba la controversia que había rodeado a aquellos Juegos Olímpicos. En realidad, no tenía nada de qué sorprenderse. Aunque estuviera cerca de él, no podría verlo, ni hablar con él. No mientras Rusia continuara siendo el país sede.
—De verdad espero que no piense que lo hice a propósito —murmuró, cerrando los ojos y frotándose la frente. Típico: tenía la oportunidad de lucirse frente a él, y no se le ocurrió haber preparado a más deportistas para enviar al evento. Repentinamente, México se sintió furioso. ¡No era su culpa de que en su país no nevara tanto como en Rusia! No era su culpa de que…
Idiota, se dijo a sí mismo, deja de poner pretextos.
—Es solo que aún no soy tan grande como tú… —murmuró a nadie en particular.
—No sabía que México hablara solo.
Quizá, si fuera otro país, aquella voz suave salida de la nada podría haberle ocasionado un buen susto, pero no a él. México abrió sus labios y cubrió su rostro, ligeramente avergonzado. Una parte de él, la que deseaba verlo, esperaba con ansias que ocurriera ese momento, pero la otra, la que miraba cómo quedaría representada su tierra ante ese país…
—¿México?
—No pasa nada —dijo, bajando sus manos, jurando que aunque aquella fuera una estrategia estúpida, tenía que demostrar su orgullo—. Yo solo estaba aquí, eh, mirando el mar…
Entonces, reuniendo todo su coraje, México lo consiguió. Giró su rostro, y sus ojos castaños se encontraron con los violetas de Rusia. No se había dado cuenta de la cercanía del otro, y aquello le abrumó. No era la primera vez que Rusia invadía su espacio personal, pero esta vez sí era diferente. Allí, en su casa, Iván parecía diferente. El frío lo hacía resaltar, le daba un aura indescifrable. Tragó saliva; Rusia lo ponía nervioso, y estaba seguro de que el otro sabía de qué forma. La historia entre ambos había sido demasiado larga y llena de altibajos, para simplemente no sentir esa conexión.
—No habíamos podido hablar —dijo Rusia, tranquilamente—. Esperaba que vinieras. Me alegra que lo hayas hecho.
Entonces, México sonrió.
—Aunque fuese solo uno y durante un corto tiempo… quería estar aquí. (1)
Y Rusia también sonrió.
(1) Durante los Juegos Olímpicos de Invierno, organizados en Sochi, Rusia, 2014, la delegación mexicana solo envió a un atleta para la competencia.
Muchas gracias por leer
Beamish, 2014.
