Disclaimer: One piece no me pertenece, ni a mí ni a la persona con la que escribo esta historia.

Añadir aquí que este es un Universo Alternativo, no está basado en ningun lugar concreto, solo ocurre en un marco diferente al manga y más parecido al mundo real que al mundo de los sueños que Odachii creó y con el que trabaja.

Entre las parejas que se tratan en esta historia las principales son: ZoroSmoker ZoroLaw NamiSanji NamiTashigi SmokerHina ViviAce RobinPaola LawRobin PeronaKidd KillerBoney FrankyBaby5 UsoppLuffy y quizá algunas más.


31 de Diciembre, 11:40 PM, Hospital clínico del campus universitario

El reloj del vestidor del hospital marcaba la hora, pero Trafalgar Law ya sabía que llegaba tarde al café de las arañas. Se quitó la camiseta pensando en la última visita que había realizado. Un niño de ocho años con una leucemia severa en estado avanzado por el que poco podía hacer. Vería poco del año siguiente, pensó Law con cierto regusto de amargura tras haber pasado visita a aquel crío. Negó con la cabeza intentado borrar de su mente la imagen desagradable de los padres mirándolo a través de un cristal con falsas sonrisas para trasmitir endereza a aquel chaval. No merecía la pena gastar tiempo en ello, tenía que estar en la fiesta del café de las arañas en veinte minutos, y ni siquiera sabía por qué había sido invitado... Bueno, sí lo sabía, pero no entendía el motivo por el cual Baby 5 le había insistido en que asistiera. Después de todo, aunque no le caían mal los que iban a estar presentes, tampoco se podía decir que fueran sus amigos, más bien conocidos.

Echaba de menos a sus mejores amigos desde que se había mudado, pero creía que estar con Sachi, Bepo y Penguin no era como asistir a la mejor universidad de medicina del país. Ellos lo entendían aunque le llamaran borrachos a las tres de la mañana en los fines de semana, y él debería hacer lo mismo, pasar página y disfrutar de aquellos conocidos amigables que le rodeaban. Sí, tal vez por aquel motivo después de cambiarse se apresuró a caminar en dirección al metro.

El café de las arañas estaba en una zona suburbana. Era un lugar con encanto que ocupaba la esquina del edificio de enfrente del piso en el que se alojaba temporalmente. Ciertamente nunca hubiera entrado en un sitio tan lila, rosa y en general edulcorado en cuanto a su aspecto, si no hubiera sido por el trio de brutos incautos con los que vivía. Les tenía cierto aprecio, pero le resultaban caóticos y abrumadoramente ruidosos, por eso se alojaba allí de forma temporal.

Finalmente Law se subió al vagón del tren, dispuesto a socializar con aquellos tres brutos y sus amigos. Después de todo lo temporal continuaba siendo el presente.

31 de Diciembre, 11:50 PM, Café de las arañas

El teléfono móvil de Zoro sonaba y era difícil de oír por el ruido que metían Kidd y Luffy desde encima de una mesa gritando para llamar la atención entre ellos, porque a nadie más le interesaba lo que tuvieran que contar. A Zoro no le molestaba en absoluto, de no ser porque aunque descolgara o podría oír nada de lo que le dijeran. Así pues se encaminó a la salida, haciendo sonar, a pesar de que no se oyera, la campanilla que adornaba sobre la puerta.

Miró la pantalla del teléfono para ver que era Smoker quien llamaba y descolgó de forma despreocupada.

— ¿Qué? — preguntó antes de que Smoker pudiera decir nada. No era que le molestara que le hubiera telefoneado, pero se le hacía extraño.

La risa de Smoker resonó a través del aparato. Asumía que Zoro se había sorprendido.

—Nada importante, solo es que no voy a poder llamar después — dijo Smoker. Era entrenador de kendo en la universidad, él entrenador de Zoro para ser exactos, aunque no le llamaba para reforzar la relación entre entrenador y alumno —. Espero que tengas un feliz año nuevo, Zoro.

Zoro empezó a reirse por lo bajo, intentando no herir los sentimientos de su entrenador.

—Solo es una noche más, no era necesario, al menos por mi parte — contestó cuando al fin dejó de reírse, aunque una leve sonrisa aún se dibujaba en su rostro. En el fondo le gustaba que le hubiera llamado, aunque no le importara el fin de año, el año nuevo o el día de acción de gracias que ni tan siquiera celebraba al no ser americano. Smoker le agradaba y no en un sentido superfluo, y también le agradaba la forma en que su relación se había desarrollado en los últimos meses a pesar de las circunstancias.

—Supongo que entonces solo te he llamado porque quería oir tu voz.

Zoro se sonrojó ligeramente al oir aquello. Le gustaba, le gustaba más de lo que estaba dispuesto a admitir y agradecía que no le dijera aquellas cosas cara a cara.

— Cállate, te va a oir tu esposa y tendrás que hablarle de universitarias tontas o qué sé yo — Zoro no quería que él notara lo dependiente que se había vuelto de aquellas estupideces, molestias e idioteces colosales que le hacían sentir tan jodidamente vulnerable.

Zoro levantó la mirada de golpe al ver que alguien salía del café de las arañas. Era Kidd, encogido e intentado que no se le viera a través de gran ventanal que había justo al lado de la puerta. Encogido sobre sus rodillas, gateaba con intención de pasar por debajo de aquella ventana, pero lo cierto era que fallaba en su intento, ya que era un armatoste de hombre intentando pasar desapercibido de una forma muy patética.

Kidd llevaba toda la noche tratando de pasárselo bien, pero incómodo. A pesar de que Luffy había conseguido copar la mayor parte de su atención, nadie había ocupado la atención de Perona, y eso dados los pocos minutos que quedaban para fin de año resultaba problemático. No porque odiara a la chica, que era mona a pesar de su cara extraña, todo era porque había oído de la voz de Usopp que la chica quería besarle en año nuevo.

Entre los principales problemas de que Perona fuera detrás suyo estaba principalmente que era menor de edad, seguidamente que no le gustaba especialmente, y como motivo final y definitivo que si tenía que elegir entre "Perona-sama" o cualquier otra tía que conociera, cualquiera otra era siempre mejor que Perona. Era pesada, ruidosa, cursi, mandona y negativa hasta decir basta. Lo último que quería era que se le acercase.

Notó como Zoro le miraba y le hizo un gesto para que se mantuviera callado. Evitar que le encontraran era algo crucial, así que avanzó hacía el otro lado de la calle ignorando la irritante cara de aquel tipo con pelo verde que parecía estar riéndose de él.

En la salida trasera del café, Nami salía con las llaves del coche en una mano y la mirada fija en su reloj de muñeca. Quedaban cinco de minutos para que fueran las doce y Vivi le había pedido que trajera el coche con los regalos de cumpleaños de Ace sin darse cuenta de que se iba a perder el momento clave de la fiesta.

No era que el coche estuviera muy lejos, pero los regalos de aquel año eran cuantiosos dado el gran número de invitados que se habían reunido. Nami comprendía que Vivi se lo hubiera pedido, ya que si se lo hubiera pedido a Luffy tal vez el coche hubiera llegado antes al taller, pero aún y así era un tanto molesto. Era el primer fin de año que pasaba con todos sus amigos, incluido Sanji y esperaba por lo menos tener la oportunidad de un beso de fin de año. En realidad no le parecía tan importante, pero...

Caminó a paso rápido y se subió al coche en menos de treinta segundos. Miró el reloj de pulsera pensando que aún tenía tiempo, solo tenía que dar media vuelta a la manzana y entrar los regalos. Sabía que Sanji estaría justo en la entrada, esperándola, así lo habían acordado. No era un plan perfecto, pero Sanji haría cualquier cosa por un beso, de fin de año, de despedida, de recupérate pronto, de lo que fuera.

El primer gran problema fue arrancar el coche. El frío y el motor de aquel viejo coche estaban completamente enfrentados por mucho que ella o cualquiera de los trabajadores del taller de Franky trataran de darle remedio a aquella chatarra.

— Vamos, que es fin de año — dijo en voz alta. Más para sí misma que para el coche al que le hubiera pegado un par de gritos de no ser porque era absurdo hacer tal cosa.

Sacó la llave del contacto, la volvió a meter para probar suerte y la giró escuchando el ronroneo del coche que parecía activarse. Quitó poco a poco el pie del embrague y pisó con calma el del acelerador hasta poder mover el coche. No le costó salir de su aparcamiento y empezó la marcha en dirección a la entrada del café.

Miró el reloj momentáneamente y ya eran las once y cincuenta y ocho minutos. Si se daba prisa y el semáforo de la calle Baroque estaba en verde no habría ningún problema, al ser tan cerca de medianoche estaban las calles casi vacías en aquella area suburbana. Se apresuró hasta la calle del semáforo y miró en dirección a este, estaba ámbar. Apretó el acelerador para pasar en aquel límite de tiempo tan corto. No quería saltarse las normas en sí mismo, pero le daba lo mismo, quería llegar a tiempo.

Pasó de largo el semáforo y se apresuró, ignorando que alguien le gritaba a su espalda. No había atropellado a nadie de milagro. Giró en la siguiente esquina y ya podía ver la entrada del café. Se paró en la zona de la terraza, donde no había mesas a aquella hora y apagó el motor. Salió del coche rápida, para ver cómo Zoro miraba atontado la pantalla de su teléfono móvil, Kidd seguía a cuatro patas debajo de la ventana y Law llegaba por la esquina que daba a la estación de metro.

Colocó una mano en el tirador de la puerta y miró el reloj que tenía en la muñeca de la otra. Ya eran las doce, abrió la puerta y vió como Sanji trataba de besar a Robin, que se echaba hacia atrás mientras negaba con la cabeza. Sonrió tristemente. No era que la relación que tuvieran fuera exclusiva, más bien al contrario, pero podría haberse esperado para el primer beso del año.

Zoro apareció por la espalda de Nami, dispuesto a entrar al local cando Law los alcanzó.

—Creo que ya llego tarde para el fin de año — mencionó Law al llegar.

La pelirroja dejó escapar un profundo suspiro.

—Sí, feliz año — dijo Nami con cierto tedio. Y se giró para mirar a Law y Zoro—. Tenéis trabajo antes de entrar, ayudadme con los regalos de Ace.

De golpe oyeron un ruido, el que la cabeza de Kidd había hecho al chocar contra el pequeño alféizar del ventanal.

—¡Mierda! — se quejó Kidd instantes antes de que Nami le sonriera.

—¡Tú también! ¡A trabajar! — dijo señalando el coche mientras apretaba al botón de abrir de las llaves, que hizo un leve pitido.

Zoro abrió el maletero obediente y miró el montón de paquetes envueltos que allí había. Casi le daba envidia pensar que alguien podía ser tan popular, pero debía ser muy pesado agradecer a tanta gente su atención.

Los tres chicos cargaron los diferentes paquetes y siguiendo las ordenes de Nami, las entraron en el café seguidos de la chica. Todos se los quedaron mirando, incluido Sanji que se hacía mala sangre porque Nami pasara el fin de año con Zoro en vez de con él.

— ¡Nami-chuaan has pasado el fin de año lejos de mí y no solo eso, sino que además con ese cabeza de musgo!— dijo en voz alta y caminando en su dirección.

Nami le dirigió una mirada asesina. No sabía si molesta porque hubiera decidido no esperarla o porque encima le recriminara aquella tontería.

— Sola, he pasado el fin de año saltándome el semáforo de la calle Baroque — dijo alzando la voz.

Robin negaba con desaprobación, pensando que no había remedio con aquella pareja. Tenían lo que se definiría como una relación abierta, lo cual era comprensible, pero les llevaba a comportarse de n modo muy extraño para ella.

— Si, casi me atropella — añadió Law encogiéndose de hombros. En cierto modo le habría hecho un favor, habría pasado lo que le quedaba de vacaciones de navidad descansado y no en la biblioteca estudiando y evitando a Ace, Luffy y Sabo.

Perona apareció entre los invitados, tirando del brazo de Usopp. Había estado escuchando la conversación y mirándoles desde lejos.

— Los cuatro estabais solos — dijo con terror en la voz y exagerando especialmente —. Es terrible.

La chica de cabellos rosados era altamente supersticiosa, de hecho acudía cada semana al consultorio de tarot del pirata Basil Hawkins, un poplar tarotista televisivo.

— Pero ¿Qué dices? Como si no hubiera gente sola en el mundo sea la fecha que sea — dijo Nami.

Los otros tres miraron a Perona con cierto escepticismo. No solían coincidir en nada, pero en aquel momento los tres pensaban exactamente lo mismo. Aquella tía era una fanática obsesionada muy negativa que quería deshacerse de sus propios problemas causándole angustia a los demás.

— Tendréis mala suerte todo el año si pasáis el fin de año solos — añadió la otra chica mirando fijamente a Kidd y colocando su mano en su hombro totalmente afectada —. Lo he leído en una revista de moda francesa, y es muy preocupante.

En aquel momento Zoro rompió a reir y casi se le caen los paquetes de la mano, así que los dejó sobre una de las mesillas que había a la entrada. Kidd y Law le imitaron.

—Las heridas se curan con alcohol ¿sabéis?— dijo Zoro para notar el brazo de Kidd rodeándole por la espada.

—Ahí te he oído, hermano — dijo Kidd y ambos desaparecieron buscando una botella de vodka.

Nami se encogió de hombros ante la chica. Indicó A Law que dejara los regalos en la misma mesa y se fue en busca de Vivi para iniciar el evento como cumpleaños de su chico.