He vuelto al ataque... y espero que mi historia os guste. Este fic es un poco más corto que los que he escrito hasta ahora. Es sobre Severus y un personaje femenino nuevo.

Disclaimer los personajes no son mios y no gano nada con esto.

Contiene Spoliers sexto libro.


Arrugó su nariz en señal de desagrado, había un olor nauseabundo que se extendía por todo el lugar, un olor tan antiguo como las propia calle que estaba pisando y tenía la ligera intuición de que este no era algo provisional. La niebla tan característica de Londres le provocó un escalofrío y arrebujándose más si cabe en su capa negra, se escondió entre las sombras, observando sigilosamente todo lo que se extendía a su alrededor. Las ratas campaban a sus anchas, como si fueran las dueñas del lugar, rebuscaban entre las bolsas de basura amontonadas en la calle, y arrastraban entre sus dientes restos de animales muertos y comidas en un estado de putrefacción avanzado. Su estómago se revolvió por un momento y se preguntó como podía vivir alguien allí.

Un gato se asomó a la esquina, le faltaba un ojo que colgaba de su cuenca vacía y su rabo presentaba los numerosos mordiscos con los que debía lidiar para sobrevivir en aquel reino dominado por las ratas. Maulló lastimeramente y un perro le contestó ladrando a lo lejos. Una alegre fauna con la que compartir su existencia, por lo menos hay algo más que ratas, pensó alegremente para sí.

Respiró profundamente y comprobando que nadie la seguía empezó a andar por la triste calle. Las casas flanqueaban su avance, mostrando a los ojos de la joven una visión entre terrorífica y apenada. La mayoría de las puertas se encontraban fuera de sus goznes, permitiendo a los animales entrar y salir a sus anchas, las ventanas con sus cristales rotos emitían el quejido del aire al atravesarlas.

Miró de nuevo el arrugado papel que llevaba en la mano comprobando la dirección, Spinner's End 5, Londres. Observó la casa semiescondida en la oscuridad, era la mejor conservada de todas las que había encontrado por el camino, aunque distaba de poder ser ni siquiera llamada casa. Buscó alrededor un lugar donde esconderse y se sorprendió a sí misma entrando en la casa que tenía a sus espaldas. Recorrió con sigilo la parte inferior, y temiendo que en cualquier momento la estructura se viniera abajo comenzó a subir por las largas escaleras de madera que llevaban a la planta superior. Se acercó a las ventanas que para variar tenías sus cristales intactos aunque cubiertos de una gruesa capa de suciedad, miró a través de ellos comprobando que tenía plena visibilidad de la casa que se extendía delante de ella. Veía las ventanas delanteras, tanto de la planta baja como de la alta, la puerta de entrada y la puerta lateral que suponía daría a la cocina.

Se sentó lentamente en el alfeizar de la ventana, sumida en la semioscuridad del atardecer londinense, pensando si realmente aquello era un sueño, una pesadilla de la que despertaría tarde o temprano. Respiró profundamente y esperando que alguien en la casa de enfrente comenzara a dar señales de vida sacó de nuevo el arrugado pergamino que guarda bajo su capa. Todavía le sorprendía leer la letra apurada y nerviosa del mago al que consideró el mejor de todos los tiempos.

"Ya no me queda tiempo, o por lo menos no tanto tiempo como quisiera, dentro de un momento el joven Potter llegará ante mi puerta y yo emprenderé un viaje que quizás se me haga demasiado largo. Sé que no me estás entiendo, ni comprendes porque un viejo senil como yo, escribe apuradamente una carta al atardecer mientras te habla de un viaje que todo el mundo desconoce.Hoy he entendido el valor de la familia, y sé que a pesar de los silencios que a veces nos acompañan, a pesar de los momentos de duda, de las discusiones y las riñas, siempre estamos ahí porque somos eso una familia.

Hoy puede ser la última vez que vea a los que amo, sé que siempre hay una mañana, que la vida nos das a veces las oportunidades de hacer las cosas bien o de rehacer bien lo que hemos hecho mal, pero si me equivoco y hoy es todo lo que me queda, quiero decirte que "te quiero" aunque asumo que ya lo sabes.

He cometido errores contigo como cometí con más personas, pero me consta que lo hice porque siempre creí estar haciendo lo adecuado. Sé en lo que te has convertido, y el orgullo me llena el pecho al pensar que quizás una parte de ese camino lo recorriste con mi ayuda.

Y ahora yo también busco ayuda, una ayuda que sólo tú puedes darme. La vida de todos nosotros se encamina a un final que desconocemos y quizás el tiempo que se aproxima sea no sólo el más oscuro sino también el más extraño, descubriremos enemigos entre los que creíamos nuestros amigos y espero que amigos entre los que consideramos enemigos. …"

La lágrimas surcaban el rostro de Hera mientras leía la carta del ex – director de Hogwarts, la carta de su tio-abuelo. La había leído cientos de veces desde que la había recibido, intentando leer entre líneas, intentando adivinar que le quería decir de manera sugestiva.

Un ruido en el exterior la sacó de sus pensamientos, dos sombras se deslizaban por la oscura calle. El más pequeño de ambos paró delante de la casa que ella estaba observando, vio claramente como una mano de plata se deslizaba por debajo de la túnica negra y sacaba una varita con la que abrió la puerta. La figura más alta entró detrás, sin mirar ni siquiera a su acompañante que sostenía la puerta para permitirle la entrada.

Se preguntó que hacía allí realmente, porque había aceptado la petición de Albus. Sabía que si lo quería tendría allí un grupo de aurores en menos tiempo del que le llevaría leer la carta, pero aún así, algo le impedía hacerlo.

"Supongo que entenderás la magnitud no sólo de lo que te estoy pidiendo sino también de la información que te estoy dando. Te doy la ubicación exacta de la casa de Severus, necesita protección aunque él no lo crea y tú tampoco. Necesita que alguien cuide de él. Protégelo si puedes hacerlo, pero sino no lo entregues no sería justo. Créeme si te digo que no lo sería. No importa lo que oigas o lo que te digan, confía en mi como tantas otras veces hiciste …"

- Esto podría acabar conmigo- pensó.

Un movimiento en la casa la distrajo y observó como un taciturno hombre cerraba las cortinas, pudo percibir la negrura de sus ojos negros y el leve movimiento de su melena. Hera Dumbledore suspiró profundamente, esa era justamente la última persona a la que deseaba ver ahora.

Se alejó de la ventana, y se sentó en un trozo de piso que había limpiado previamente. Volvió a guardar la carta en su capa y respirando profundamente se dispuso a cumplir su cometido.