Sintió como una fuerza expansiva de engría impulsaba su cuerpo hacia atrás a una velocidad vertiginosa. Su cuerpo, como si de un muñeco se tratara, voló sin fuerzas siguiendo al proyectil energético que le habían lanzado, topando fuertemente con el tronco de un árbol, que a su vez la había frenado.

-¡Kagome! – a lo lejos, la sacerdotisa escuchó una voz áspera y masculina que gritaba su nombre con un timbre de miedo - ¡Kagome! – la mujer sintió como unas manos temblorosas buscaban su pulso mientras maldecían en voz baja – abre los ojos, por favor – poco a poco sentía que el cansancio vencía la batalla, dejaba de sentir los brazos del hanyou, no escuchaba los gritos de sus amigos, solo se dejaba vencer por la dulce inconsciencia a la que había sido sometida y una dulce voz que le repetía una y otra vez:

Tu futuro eliminará el odio de tu corazón

Solo así podrás destruir el bello mal

Para cuando volvió de la inconsciencia, la joven chica del futuro estaba tumbada boca arriba en una cabaña cerca del fuego y con una manta tapando su débil cuerpo. Suspiró, no quería abrir los ojos puesto que esperaba encontrar al hanyou malhumorado con ella por haberse expuesto al peligro de aquella manera.

Desde la muerte de Kagura, el grupo sabía que se acercaba la batalla final, sabían que Naraku estaba gastando todos sus ases para intentar contrarrestar la fuerza contra la que se enfrentaría, puesto que humanos semidemonios y demonios se habían unido para acabar con un solo ser, por lo que era lógico que ese ser, estuviera algo asustado.

Kagome también sabía que debía forzar mucho más sus poderes para poder acabar con Naraku, aunque Kikyou aun estuviera viva y por suerte sus poderes también, ella también debía ayudar en lo que pudiera y purificar al demonio así como a la perla. Por desgracia, a medida que pasaba el tiempo, la joven chica del futuro no se sentía con las fuerzas suficientes como para derrotar ni a un simple demonio mangosta, por lo que mucho menos derrotaría a Naraku.

Por ello se había puesto en peligro, necesitaba que su cuerpo se fortaleciera, que sus poderes aumentaran. Pero nunca lo conseguiría si seguía siendo la protegida de los demás compañeros. Se molestó con Shippo cuando este se puso delante de ella la última vez que atacó Naraku; por todos los dioses, él era un niño, demonio sí, pero un niño. No era posible que un niño estuviera dispuesto a morir para salvarla a ella, al estorbo de sacerdotisa que solo servía para detectar la perla.

Gruñó, ese pensamiento le recodaba a los malos pensamientos que había tendido durante los últimos días. Si en el mejor de los casos, Naraku moría y los demás resultaban ilesos, Kagome debería despedirse de sus amigos y del amor de su corta vida. Odiaba la situación en general, ella debía dejarlo todo y volver a su tiempo, puesto que ya no era requerida en la época feudal. Además, según Kaede, la misma alma no podía vivir en diferentes cuerpos en el mismo momento, si fuera así, el alma acabaría teniendo problemas irreversibles.

Entonces ¿qué debía hacer? ¿pedirle las almas robadas a la mujer de la que estaba enamorado el hanyou? ¿ser pues un impedimento para que los dos fueran felices? Estaba claro que por muchos celos que albergaba de Kikyou, ella jamás podría entrometerse en una relación de esa forma. Había aprendido con el tiempo que en el amor no se elige y por tanto este no siempre era bueno para las dos partes implicadas.

Suspiró de forma lastimera, frunciendo el ceño y reusándose a abrir aún los ojos. Las lágrimas se habían agrupado en sus cuencas y sabía que si las abría, posiblemente saldrían libres por su rostro. No, no era momento de pensar en ello. Ella debía ser fuerte, debía matar a Naraku, era la única prioridad. Y luego, esperaba que esa fuerza adquirida le ayudara a superar el futuro, sola o en compañía.

-Sé que estás despierta, niña – la voz raspada y estropeada de Kaede la sorprendió – puedes abrir los ojos, solo ha sido un susto.

-Hola anciana Kaede – la sacerdotisa finalmente abrió los ojos provocando que algunas lágrimas salieran de las cuencas – gracias por curarme.

-No ha sido nada –aseguró la anciana, secándole las lágrimas con un pañuelo –solo tienes unos rasguños, nos has preocupado más porque te has desmayado – Kaede se levantó y se dirigió a la fogata, para remover un caldo humeante.

-Sabe que sigo siendo débil – aunque fuera la hermana de Kikyou, Kaede había mostrado una gran comprensión hacia los temores de Kagome y era la única que sabía de esas preocupaciones.

-No digas tonterías, niña – le regañó la mujer mientras cortaba unas verduras – solo es una etapa. Ya sabes cómo son estas cosas, dentro de un tiempo te recuperarás y podrás seguir con tu vida. Solo debéis acostumbraros – Kaede se levantó y se dirigió a la mujer para darle un brebaje que la empezó a inducir al sueño – duerme, os hará bien – dicho esto la mujer se levantó y salió de la cabaña.

-¿Acostumbrarnos? – fue lo único que pudo decir antes de que el sueño la venciera. La oscuridad se cernió sobre ella siendo arrastrada a una paz absoluta.

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Volvió nuevamente en sí, sintiéndose tranquila y calmada, completamente protegida y con un calor especial procedente de su espalda. Sonrió, hacía años que no se sentía así de protegida por las noches, y más en suelo feudal.

Se movió ligeramente por lo que su brazo rozó sin querer algo que estaba posado en su vientre. No lo tomó en cuenta puesto que su consciente aún no había despertado del todo, por lo que acarició eso que estaba ahí, imaginado que Inuyahsa la estaba abrazando con cariño, como había empezado a imaginar noches atrás.

Pero, esa cosa se empezó a mover por voluntad propia acariciándole el vientre con sus ¿garras? Kagome abrió los ojos de golpe, sabiendo finalmente que esa cosa era de alguien y estaba viva. Plenamente consciente tocó ligeramente la identificable mano con las inconfundibles garras pequeñas que adornaban sus dedos. Sin acabar de creérselo, llevó su propia mano a explorar no solo la mano de su acompañante sino también el brazo, pudiendo vislumbrar al dirigir la mirada, una prenda roja.

-Oe, mujer. Por fin despiertas – Inuyasha la apretó más a su pecho. Se asustó muchísimo cuando la vio pálida en el suelo, sintiéndose impotente por no poder hacer nada – no vuelvas a darme esos sustos. Si te dejo sola es porque tú me prometiste que te cuidarías ¿o no lo recuerdas?

-¿I…Inu…Yasha? – sorprendida y asustada Kagome intentó girar su cuerpo para cerciorarse de que era él y no su loca imaginación quien estaba a su espalda. Pero antes de poder hacer ningún movimiento, de forma suave pero fuerte, el hayou le dio la vuelta para mírala a los ojos - ¿enserio eres tú?

-¿Qué ocurre? ¿te has dado en la cabeza y no me recuerdas? – el semidemonio se incorporó levemente en el futón y examinó la cabeza de la chica buscando algún chichón – no pareces tener nada – Inuyasha comprobó cómo la sacerdotisa lo miraba extrañada – voy a buscar a Kaede

Kagome asintió, necesitaba hablar con Kaede. Había algo que no cuadraba en ese lugar ¿desde cuándo Inuyasha era tan atento y mostraba tanto sus sentimientos? Posiblemente aquel demonio que la había atacado a ella también le hubiera hecho algo a él. Cerró los ojos esperando a que el hanyou saliera de la cabaña cuando sintió una presión dulce e inusual en los labios. Abrió los ojos sorprendida para comprobar que Inuyasha la estaba besando de forma acompasada y suave, como si un experto en la materia se tratara.

-¿¡Qué haces!? – ella lo apartó, asustada y se levantó de golpe. Apoyándose al otro lado de la pared. Inuyasha la miró desconcertado para sonreír levemente.

-No hagas tonterías mujer, no tiene gracia que hagas eso – se levantó con parsimonia y se dirigió hacia ella, cogiéndola en brazos - ¿prefieres que te bese así?

-¿Qué? ¡No! ¡No! ¡Para! –la joven, histérica, consiguió deshacerse del agarre del semidemonio volviéndose a apoyar en la pared - ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué de repente tienes tantas libertades conmigo?

-¿Libertades? – Inuyasha abrió los ojos desconcertado – Kagome, nunca te has quejado de mi afecto, es más normalmente te quejas de la ausencia de él. ¿Qué te pasa?

-¿Afecto? ¡A la única que le has tenido afecto ha sido a Kikyou! – chilló histérica – ¡siempre ha sido ella!

-¿A qué viene todo esto Kagome? –el hanyou intentó acercarse pero la mujer se movió hacia un lado – hemos hecho eso millones de veces. Nos hemos besado y acariciado y nunca te has quejado – dijo subiendo el tono de voz

-Sólo nos hemos besado una vez, en el castillo de Kaguya. ¡Y te comportarse como si nunca hubiera pasado! – Inuyasha abrió los ojos y palideció – no me confundas con Kikyou, con ella sí que te has besado – el hanyou gruñó pero ella siguió hablando – es cierto, esta misma mañana, antes de que atacara este estúpido demonio, has ido a ver a tu querida mujer ¡y os habéis besado!

-Kagome – Inuyasha intentó calmarse recopilando toda la información que de golpe ella le estaba dando – escúchame atentamente. Debes relajarte, no es bueno que te estreses – ella frunció el ceño irónica – ¿No recuerdas que Kikyou murió hace ocho años?

-¿Perdona? – la mujer rió a carcajada limpia – esa es la escusa más estúpida que me has dicho en tu vida, Inuyasha

-Kagome, realmente me estás asustando – el hanyou no sonreía, sino que miraba más asustado a la mujer que tenía delante – hace ocho años Naraku mató a Kikyou y poco después, nosotros acabamos con él. La perla te absorbió y durante días, estuviste atrapada dentro mientras ella intentaba tentarte para que pidieras el deseo equivocado. Conseguí entrar dentro de la perla y entonces la destruiste; desapreció de nuestras vidas – Kagome sin poder creérselo fue a coger el botecito de los fragmentos de su uniforme de colegiala, pero fue en ese instante en el que se dio cuenta de que llevaba un traje de sacerdotisa - luego, aparecimos en tu tiempo y te abrazaste a tu madre llorando. No podía obligarte a volver conmigo, así que me fui, dejándote con tu familia.

-¿Qué estás diciendo? – se llevó la mano a los labios, demasiado sorprendida.

-El pozo dejó de funcionar por tres años, hasta que, un día, como otro cualquiera apareciste por él y volviste a mí. ¿no recuerdas nada?

-Es imposible Inuyasha. Tengo quince años, voy al instituto, y el pozo funciona cada vez que traspaso por él – negándose a creer lo que él le decía, Kagome empezó a llorar desesperada.

-Pequeña, tienes veinte años y eres mi mujer – ella lo miró sorprendida – llevamos casados cinco años.

-Yo… - lo miró asustada – por favor, vete. Necesito pensar – Inuyasha fue a acercarse, pero el rechazo hecho nuevamente por ella le hizo retirarse fuera de la cabaña. Kagome empezó a llorar desconsolada. Tenía lo que realmente había querido siempre, a Inuyasha con ella. Era un futuro prometedor… pero ¿era su futuro? – debo de estar soñando – sollozó – esto debe ser una pesadilla – pasó por delante de un espejo y miró su reflejo distraída, pero algo llamó su atención – dios mío ¿Qué me está pasando? – gimió al verse.

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-¡Kaede! ¡Vieja! ¿estás despierta? – los gritos del hanyou despertaron a medio poblado, incluida a la mujer y la adolescente que dormían en esa cabaña

-¿Cuántas veces tengo que decirte que no grites a estas horas? Además, tú sigues siendo más viejo que yo – la mujer no había cambiado mucho, simplemente iba un poco más lenta al caminar - ¿qué ocurre?

-Es Kagome – el hanyou entró sin pedir permiso. Rin se estaba despertando poco a poco despresándose y acercándose al fuego – no está bien. Le pasa algo en la cabeza.

-Inuyasha, la he observado de arriba abajo – sentenció la mujer sentándose – no le pasa nada, está perfectamente

-No recuerda nada de los últimos ocho años – Rin y Kaede levantaron la vista, sorprendidas –dice que Kikyou está viva y que no recuerda nada de Naraku ni de los años que estuvimos separados – Inuyasha se sentó – la he dejado en la cabaña, pero me interesaría que vinieras.

-Sino recuerda nada es posible que le choque ver cuánto has madurado Inuyasha – el hanyou gruñó - ¿le has dicho que está embarazada? – por la cara del joven, la anciana dedujo que no – y tampoco le has contado que tenéis una hija de cuatro años que está con Miroku y Sango ¿verdad? – antes de poder contestar, Inuyasha sintió un grito de su mujer, lejos de la aldea… en el pozo.

Para cuando él junto a Rin y Kaede llegaron al pozo, Kagome estaba en el suelo, con la espalda pegada al borde de piedra sollozando y temblando. Repetía una y otra vez el nombre de su madre y del miedo que sentía. Inuyasha se acercó, lentamente y se agachó a su lado.

-Mujer, mírame – pero ella seguía con la cabeza agachada sollozando – Kagome – él le levantó el mentón para mirarla a los ojos – ¿tanto desprecio te da saber que lo has dejado todo por estar aquí conmigo? – las palabras sorprendieron a Kagome, quien abrió los ojos - ¿tan mal te hace sentir que eres la mujer de un vulgar híbrido? – al no recibir respuesta alguna de la mujer, el semidemonio se levantó y se giró para ver a Kaede – puede que tú la calmes, ya que no soporta estar conmigo – fue a emprender la marcha de árbol en árbol, queriendo olvidar el dolor que sentía en el pecho.

-¡Inuyasha! ¡Osuwari! – chilló la mujer con todas sus fuerzas. El hanyou se estampó en el suelo maldiciendo. En cambio Kagome sonrió, al menos había algo que no había cambiado. Se acercó a él pasando por al lado de Kaede y una adolescente que le resultaba familiar – tenemos que hablar Inuyasha.

-Os dejaremos a solas – las dos mujeres se dirigieron nuevamente a la aldea, sin esperar respuesta de la pareja

-Esa joven me recuerda a alguien – agregó la mujer viendo como las dos desparecían en el horizonte

-Es Rin, Kagome. Ella ahora tiene dieciséis años – la mujer palideció y maldijo en voz alta - ¿Por qué me has detenido? Está claro que odias tu vida ahora y que preferirías volver al futuro con Hobobo o como quiera que se llame – Inuyasha se levantó y se dio la vuelta cruzando los brazos

-Lo siento – el hanyou la miró – yo… comprende que no recuerdo nada. Solo sé que había un demonio que me lanzó un proyectil energético y que quedé inconsciente. Luego tú me explicas todo esto y ¡mírame! ¡Voy a ser madre! – la mujer volvió a sollozar – no recuerdo nuestro primer beso, la primera vez que hicimos el amor, cuándo nos casamos o cuando lo concebimos – se tocó el vientre – son tantas cosas que no recuerdo. No sé si me despedí de ellos – dijo girándose hacia el pozo – no sé si saben que estoy bien, que estoy viva. Solo quería decirles que estoy bien

-Kagome – él se acercó poco a poco hacia ella

-Y una cosa más – ella lo encaró, alzando el dedo índice – nunca, jamás vuelvas a decir tal tontería como "¿tan mal te hace sentir que eres la mujer de un vulgar híbrido?" –agregó intentando imitar la voz del hanyou – porque te aseguro que la próxima vez no me contentaré con hacerte comer tierra, amigo – Inuyasha sonrió estando a escasos milímetros de ella.

-No me esperaba esa reacción Kagome. Nunca me habías rechazado – bajó la cabeza apenado.

-Es que, aquí – señaló su cabeza – tengo quince años. Lo que tú planeabas hacer me parece más propio de Miroku que de ti – él gruñó – pero ten claro una cosa, llevo enamorada de ti desde los quince años y soñando con que algún día esto se hacía realidad – se tocó el vientre – y fuera como fuera que ocurrieran las cosas, estoy segura de que no me arrepentiría de nada – se acercó y lo abrazó – lo siento

-Deja de llorar, te vas a hacer daño en los ojos – delicadamente le secó las lágrimas. De repente olisqueó el aire y gruñó, maldiciendo su suerte – hay algo más que debo decirte.

-¿A sí? – preguntó con una sonrisa. Quien sabe, puede que Inuyasha se le declarara para que le ayudara a recordar cosas.

-Veras… - nerviosamente el hanyou intentó hablar pero alguien lo interrumpió

-¡Mami!

Continuará…

¡Muy buenas a todos! Bueno aquí vuelvo con ese nuevo proyecto que no sé cómo saldrá.

Por ahora lo dejo ahí, aviso de que es algo que me rondaba la cabeza de hace tiempo pero que no sabía realmente como plasmarlo en la hoja aunque realmente no sé si saldrá algo de provecho.

Espero que lo disfrutéis.

¡Nos vemos en los bares!