Disclaimer: Las tortugas ninja no me pertenecen y nunca lo harán, por lo que no gano nada al escribir y publicar aquí esta historia.

Bueno estoy de regreso con una nueva historia, sí lo sé aún no termino encrucijada u_u, pero esta idea ha estado en mi cabeza por un tiempo y tuve que escribirla además solo constara de 2 capítulos, así que espero les guste y comenten.


Cenizas


Soy la decepción de la familia. Puedo sentirlo en los ojos de mis hermanos y de mi maestro… mi padre. Desde que tengo memoria ha sido de ese modo, y no hay nada que pueda hacer para impedirlo.

En aquella temprana época de mi vida intente cumplir con las expectativas de mi padre, realmente lo intente muy duro, pero todo fue en vano. Parecía que entre más me esforzaba para hacer bien las cosas, al final terminaba echando todo a perder de una forma u otra, hasta que decidí que era suficiente.

Ya había tenido suficiente.

Por lo que simplemente deje de tratar de ser lo que no era y comencé a actuar más como yo mismo. Claro que eso no mejoró ni un poco las cosas, ni para los demás, ni para mí. Sin embargo en un principio fue tan liberador, como si primera vez en mi vida realmente pudiera respirar.

Desafortunadamente aquel agradable sentimiento no duro mucho. Los problemas no tardaron en surgir, y la sensación de asfixia que anteriormente me acompañaba volvió, con renovadas fuerzas a hacer acto de presencia, en la medida en que las miradas de decepción en mi padre fueron creciendo exponencialmente, junto con las de molestias por parte de Leo y Donnie, y lagrimas en los ojos de Mikey por mi desagradable comportamiento.

Hasta que finalmente un día, en que había sido confinado en mi habitación por haberme metido otra vez en una pelea con Leo, comencé a cuestionarme acerca de cuál era mi propósito dentro de la familia. Tratando de descifrar dónde encajaba o lo que podía llegar a aportar, como veía que los demás hacían. Y sólo necesite un par de minutos para darme cuenta que yo no encajaba en algún lado, no había realmente nada que pudiera ofrecerles.

Nada

No era lo suficientemente inteligente ni paciente para aprender y ayudar a Donnie a mejorar nuestras vidas con inventos y reparaciones, al contrario parecía que mi talento era romper la mayoría de las cosas en un arranque de enojo o por accidente al estar persiguiendo a Mikey, por lo que desde muy joven fui vetado del laboratorio y posteriormente, ya de más edad, del taller cuando comencé a obstaculizar las reparaciones porque olvidaba regresar las cosas a su lugar.

Tampoco era tan hábil, acróbata u optimista como Mikey para secundar a mi hermano a hacer más amenas e iluminadas nuestras vidas en las oscuras alcantarillas, pues no podía encontrar optimismo cuando sé que sin importar que hiciéramos, nuestro destino es vivir confinados en las profundas sombras, las cuales son iguales de oscuras e inciertas como lo son nuestros futuros.

Mucho menos era como Leo, alguien quien tuviera la suficiente disciplina para lograr un alto grado de control en las técnicas del ninjusu, o mantener la cabeza fría para llegar a planes que ayudaran a guiar a los demás para mantenerlos a salvo, después de todo por algo desde pequeño fui llamado impaciente, irresponsable, y volátil.

Y al parecer tampoco soy un buen seguidor, simplemente basta escuchar la palabra orden para que en mi cerebro algo se active, haciendo que inmediatamente me revele buscando fallas en lo dictaminado, lo que desde siempre ha provocado fuertes altercados entre la familia y el equipo.

Así que más frustrado y enojado conmigo mismo que de costumbre, apreté tan fuerte mis puños que las uñas se encajaron en las palmas de mis manos haciéndome sangrar. Cuando me di cuenta de ello, no pude evitar mirar con morbosa satisfacción aquel líquido carmesí que salía de entre la carne abierta, al mismo tiempo que disfrutaba del dolor infringido porque sabía que me lo merecía al ser tan inútil en todo.

Y mientras la sangre seguía escapando lentamente, me di cuenta de lo único que tenia para ofrecer.

Mi cuerpo.

Sí… ese era mi destino, yo había nacido para ser el escudo que protegería a todos con su propio ser. Desde ese día, con un propósito auto-establecido, comencé a entrar realmente muy duro. Llevé mi cuerpo más allá de sus límites con el fin de asegurarme que en un futuro, cuando nos enfrentáramos contra lo que fuera, tendría la fuerza necesaria para ser la pared que mantendría alejado al resto del mundo de mi familia, resistiendo los embates para que ninguno de los ataques de nuestros adversarios les alcanzara a ellos.

Pero a mi pesar, todo comenzó a indicar que mi esfuerzo para lógralo era como siempre: en vano, y mi familia comenzó a despreciarme más de lo que ya venía haciendo, y yo no podía culparles. Con la fuerza extra que fui adquiriendo, termine dañándoles aún más, sin querer cada vez perdía el control por cualquier tonta pequeñez. Como dije antes, no importa lo que haga, siempre termino arruinando todo.

Sin embargo, no pude dejar que aquel enorme inconveniente fuera motivo suficiente para que renunciara a la única razón, que años atrás había encontrado, para justificar mi existencia en este mundo. Simplemente no podía, porque al hacerlo entonces mi vida perdía todo sentido, así que me egoístamente me aferre con uñas y dientes a mi resolución, solamente tuve que tomar ciertas medidas extras.

Realmente estaba decidido a protegerles de todo, incluso de mí, así que debía encontrar una forma para reducir los daños colaterales causados por mi negligencia. La solución que encontré fue simple, solamente tenía que intensificar mi entrenamiento, lo cual no para incrementar mi fuerza -a pesar de que ese fue un beneficio extra-, el verdadero objetivo consistía en lograr agotarme hasta el punto en que me era difícil incluso mover un dedo, porque si no tenía fuerzas para moverme tampoco podría tener fuerzas para descargar mi puño en alguno de mis hermanos.

Desgraciadamente ya había entrenado durante años mi cuerpo y mente para acondicionarlos a seguir a pesar del cansancio o el dolor, así que seguí haciendo cosas estúpidas y lastimando a aquellos que me importaban. Lo único que para entonces había cambiado, era que cada vez que mi mano, puño, codo, rodilla, tobillo o pie conectaba con cualquiera de mis hermanos, el golpe estaría demasiado minado para provocar un verdadero daño a ellos, y en cambio el dolor que tal extremidad ya lastimada recibiría e irradiaría a todo mi cuerpo, seria por lo menos cinco veces peor de lo que yo otorgaba. Era lo mejor que podía hacer con los recursos que tenía a la mano.

Claro que no creo que esto sea suficiente, de lo contrario en este preciso momento no estaría oculto en mi lugar secreto, el inestable tejado de una casa en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, amparado por la oscuridad de la noche y la sombra de un viejo y semidestruido tinaco que me proporcionan la perfecta cubierta contra ojos ajenos, mientras escribo todos mis caóticos pensamientos. La única forma que he descubierto, libera un poco las constantes y confusas emociones que lentamente se van incrementando en mi interior, a la espera de poder ser liberadas en un abrupto estallido.

Sé que soy un monstro, y no solo porque soy una tortuga mutante, sino por lo que se esconde en mi interior. Tantas emociones negativas que se convierten en alguna especie de combustible, que da vida y origen a la ira que amenaza con destruir aquello que amo. Y siento que con cada día que pasa me voy hundiendo más en ella, por lo que tengo miedo que un día termine sucumbiendo en sus profundidades sin ser capaz de volver.

Es precisamente en estos momentos de desgaste, en que me doy cuenta de que me encuentro en una especie de limbo. No pertenezco al mundo exterior, las personas nunca aceptarían mi existencia, pero tampoco pertenezco a la oscuridad de las alcantarillas junto con mi familia, la que ya se ha cansado de mí, ¿así que eso donde me deja?

Estoy cansado, muy cansado de no ser capaz de borrar esas miradas de decepción, que últimamente obtengo sobre cualquier cosa que haga o deje de hacer. No entienden que no salgo la mayoría de las veces por gusto o por un impulso, sino por la imperiosa necesidad que hormiguea en toda mi piel por tratar de acabar con el mal que los dañaría, antes de que siquiera este tenga la oportunidad de hacerlo, y lo único que he ganado han sido los reclamos de padre, Leo, Don e incluso Mikey, pero sobretodo de Leo por ponerles en peligro con mi imprudencia, sin dejarme realmente explicarle el porqué de las cosas que hago. No que sirviera de algo, pero al menos pienso que no me sentiría tan frustrado…

Cada vez es más regular el deseo, de que antes que la oscuridad se apodere totalmente de mí o que sea el responsable de que una desgracia le ocurra a mi familia, el encontrar mi final en la próxima misión a la que tengamos que acudir. Entrene mi cuerpo y mente para luchar hasta la muerte, y eso es precisamente lo que deseo obtener. Claro que cuando el momento llegue, me asegurare de llevarme a la mayor cantidad de enemigos conmigo en un último intento de aligerar, aunque sea un poco, la carga que en un futuro ellos tendrán que librar.

Estoy seguro que cuando yo caiga en batalla toda mi familia finalmente será feliz, yo ya no estaré allí para echar todo a perder ni para amargarles la vida, por fin se libraran de mi y de la destrucción que trae mi existencia. Lo único que me duele es no poder decirles a ellos lo que siento, no poder decirles:

Adiós, los amo y espero algún día puedan perdóname por haberles traído solamente dolor y sufrimiento mientras vivía.

Porque sé que no lo soy digno de pronunciar tales palabras, eso sería un sacrilegio como todo lo que sale de mi boca, además soy un monstruo que no merezco ninguna clase de perdón por haber tenido la osadía de existir.

Me conformaría con que ellos pudieran leer esa frase, sin embargo eso tampoco es posible, ésta como todas las demás cartas que he escrito, terminará reducida a cenizas dentro del balde de metal que se encuentra a mi lado, consumido por un fuego parecido al que me consume…

Me pregunto si yo también terminare convirtiéndome en cenizas…

...

Las manos de Leonardo temblaron mientras agarraba las maltratadas, y un poco quemadas hojas que había recogido del oxidado cubo en la azotea. Al parecer estas habían comenzado con el proceso de combustión sin avanzar ni mucho menos llegar a término, algo de lo que el dueño de la carta no se había percatado, seguramente por haber abandonado con prontitud el lugar, cuando recibió la llamada de Donatello para acudir a una misión en los muelles… su última misión.

–Lo siento Raph… –Leo sollozó sin poder evitarlo, dejando que las lagrimas corrieran libres desde sus ojos nublando su vista, haciendo que las luces de la ciudad se distorsionaran antes de caer derrotado al suelo. Algo que había evitado hacer en la guarida, tratando de brindarles fuerzas a su padre y a los hermanos que aún le quedaban.

Deseo una vez más poder regresar el tiempo unas pocas horas, y ser capaz así de salvar a su amado hermano de aquella explosión en la bodega donde habían sido emboscados, y donde al contrario de las hojas a la que se aferraba como si de ella dependiera su vida, Raph había sido consumido por el fuego dejando solo tras de sí un gran trozo de su concha, el cual se había desprendido por el impacto terminando cerca de la acera, donde ellos habían estado parados esperando al hermano que nunca salió.

Y ahora, mientras yacía llorando de rodillas en el escondite "secreto" de su hermano, del cual siempre había sabido, Leo tomo la decisión de llevarse hasta la tumba lo que esas hojas contenía, era su penitencia por haberle fallado desde siempre a Raphael. Dejaría que los demás tuvieran el consuelo que la ignorancia muchas veces traía, porque estaba seguro que el leer lo que él había leído les terminaría destrozando y matando en vida como le había pasado a él mismo.

–Te amo, siempre lo hice y siempre lo haré… Por favor Raph, perdóname… perdóname por no habértelo demostrado como debía… por haber sido causante de que te sintieras de esta forma… te prometo que en tú ausencia yo protegeré a la familia como siempre lo hiciste, descansa ahora hermano, espero que finalmente hayas encontrado la felicidad que nunca fuimos capaz de darte, a pesar de que tú siempre nos diste tanto de ti mismo, adiós hermano…

Leo se permitió llorar solo unos cuantos minutos, antes de que con resolución se levantara, y mientras limpiaba sus lágrimas guardó en su cinturón la carta que contenía los más profundos secretos y pensamientos de su hermano rojo, antes de poner su máscara de líder en su lugar y regresar a la guarida.

Inmediatamente lo que hizo al llegar fue dirigirse al cuarto de su padre y sensei. Le encontró encorvado frente a la mesa, ojos cerrados, una taza ya fría de té entre las manos y las orejas aplastadas contra su cráneo, mostraron claramente todo el pesar que sentía por la pérdida de uno de sus amados hijos. Leo sabía que Donnie estaba encerrado en su laboratorio en su propia forma de pasar el duelo, y Mikey se encontraba aún durmiendo bajo el efecto de los fuertes sedantes que tuvieron que administrarle, abrazando el trozo de concha de Raph como si de un salvavidas se tratase.

Leo oró en silencio para ser capaz de cargar con el secreto que pesaba en su cinturón, porque a pesar de su resolución no sabía si podía ocultar algo tan grande e importante como aquello. Se pregunto entonces por primera vez en la noche, el cómo Raphael había sido capaz de esconderlo de todos durante tantos años, un nuevo respeto y gran pesar surgió por su hermano caído ante tal desgarradora hazaña.


A varios kilómetros de la guarida, un desgastado y muy maltratado cuerpo, salía a la superficie del agua. Desorientado y apenas consciente, una gran tortuga mutante comenzó a nadar hacia uno de los tubos de desagüe al este de los muelles.

Aún con el hombro izquierdo destrozado, cerca del cual faltaba un gran trozo de concha, y de las graves quemaduras en la mayoría de su cuerpo, logro subir e introducirse en aquella abertura para después con pasos tambaleantes internarse unos metros, antes de que su borrosa vista pudiera apenas distinguir la muy grande silueta acercándose.

Ese debía de ser Hun viniendo a terminar con él, apenas se dio cuenta de que la explosión no lo había hecho, así que debía hacer algo porque después este iría tras sus hermanos y maestro. Con la última reserva de energía que le quedaba tomó, las ahora un poco torcida y chamuscadas sai en sus manos y se lanzó a, la que con gran probabilidades sería, su última batalla…