Izuku Midoriya: Caballero Esmeralda

Por Fox McCloude

Disclaimer: My Hero Academia, Linterna Verde y todos sus personajes son propiedad de Kouhei Horikoshi y DC Comics respectivamente. Todos los derechos reservados.


(PARTE I)


Universo de Tierra-2814.18, bordes del Sistema Solar…

- Alerta. Nivel de poder del anillo por debajo del 3%. Recarga necesaria.

Abin Sur frunció el entrecejo ante el recordatorio. No era de lejos la primera vez; a menudo se concentraba tanto en su trabajo que olvidaba recargar a menos que fuese absolutamente necesario. Sus colegas en el Cuerpo de Linternas Verdes frecuentemente le advertían que algún día eso podría terminar siendo la causa de su muerte.

Todo parecía indicar que ese día había llegado. Estaba demasiado lejos de Oa como para enviar una señal de auxilio, y no había otros linternas en el sector que pudiesen llegar a tiempo para darle apoyo. Se lo habían advertido: los Linternas Rojos no se estaban conteniendo en su oleada de asesinatos, pero él se imaginó que podría haberle puesto fin capturando a su líder. Y casi lo consiguió.

Siendo "casi" la palabra clave. Fue descuidado, y en cuanto bajó la guardia, su prisionero tomó la oportunidad para liberarse, y en medio del forcejeo este se apoderó de su batería de poder antes que pudiese recargar el anillo. Ahora estaba en medio de un sistema apartado, luchando por su vida con un anillo que segundo a segundo se iba quedando sin energía.

- ¿Quieres esto, Abin Sur? – le decía Atrocitus, sujetando el susodicho objeto con una mano, mientras un anillo de poder resplandecía de rojo en la otra. Con el labio partido en su rostro era difícil determinar si estaba sonriendo, pero en ese momento no había dudas.

Acto seguido, el líder de los Linternas Rojos apuntó con su propio anillo, disparando un rayo de energía que fluía como sangre, a lo cual él respondió levantando un escudo con el suyo tratando de soportarlo. Por un milagro lo consiguió, pero el recordatorio de que a cada segundo su energía se iba agotando le hacía plenamente consciente de que estaba luchando una batalla perdida.

En un arranque de desesperación, envió una descarga de poder contra Atrocitus para repelerlo y tener un momento para respirar y pensar con claridad. Si quería sobrevivir, tenía que moverse con cuidado.

- Anillo, ¿hay planetas habitables en este sistema?

- Afirmativo, Abin Sur. El tercer planeta de este sistema, conocido por los nativos como Tierra. Sin embargo, dicho planeta no ha tenido contacto con el Cuerpo de Linternas Verdes desde su fundación, y por lo que sabemos, su civilización es muy primitiva, apenas en etapas tempranas de exploración espacial.

- Podría ser mi única alternativa. – dijo Abin Sur. – Si puedo llegar allí, podría ocultarme y enviar una llamada de auxilio. ¿Cuánta energía me queda?

- El nivel de poder ya está cercano al 2%.

- Será suficiente. – dijo terminante el Linterna Verde, viendo como su enemigo se recuperaba del aturdimiento del último golpe y se preparaba para atacarlo de nuevo.

Abin Sur inmediatamente dio la vuelta y empezó a volar hacia el susodicho planeta, tan rápido como podía sin agotar su energía más de lo necesario.

- ¡No escaparás de mí! – oyó gritar a Atrocitus.

Abin Sur no necesitaba mirar atrás para saber que su enemigo había mordido el anzuelo. Era un plan bastante simple pero muy arriesgado, y solo tendría una oportunidad. Si tenía éxito, habría recuperado su batería de poder para recargar su anillo. Si no… sus colegas tendrían todo el derecho de echarle en cara sus "te lo advertimos" por no poner más atención y recargarlo de manera regular.

Atrocitus no le puso las cosas nada fáciles, disparándole constantemente desde atrás. De hecho, fue un alivio cuando finalmente alcanzó el cinturón de asteroides y pudo usarlo para ocultarse temporalmente, distrayéndolo con algunos de los más pequeños para interferirle el paso. Eso le ayudó a ganar unos minutos para poder dirigirse a su destino.

Finalmente lo encontró: el susodicho tercer planeta del Sistema Solar. En otras circunstancias podría haberse detenido admirar la vista, pues era un planeta bastante hermoso y lleno de vida. Pero habiendo gastado mucha de su energía en su escape y en desviar los asteroides para distraer a Atrocitus, eso no era una buena idea ahora mismo.

- Alerta, nivel de carga del anillo por debajo del 1,5%. Para poder continuar el uso se requerirá recurrir a la energía de reserva, lo que comprometerá la integridad del escudo de protección pasiva.

- Hazlo. – dijo Abin Sur. – Esto será un ataque a todo o nada después de todo.

- ¿Por fin te cansaste de huir? – preguntó Atrocitus, mirándolo fijamente con esos amenazadores ojos amarillos.

- Nunca he estado huyendo. Y ciertamente no voy a hacerlo ahora.

Esto era todo. Concentraría todo el poder en un solo ataque para acercarse a Atrocitus, lo suficiente para insertar el anillo en su batería de poder y cargarlo, y la explosión resultante del choque entre las energías de ambos los repelería, lanzando a Atrocitus de regreso a los bordes lejanos del sistema, y a él hacia el planeta Tierra.

La única falla era que no tenía manera de saber si caería en una zona habitada, y si los nativos serían hostiles con visitantes extraños de otros planetas, pero era su única posibilidad. En un combate directo contra Atrocitus no tenía posibilidades de ganar.

- ¡Es tu fin, Atrocitus! – exclamó antes de lanzarse de frente.

Desde la distancia, los satélites de vigilancia que orbitaban el planeta Tierra solo podían captar la imagen de lo que parecían dos estrellas luminosas, una verde y una roja que se disparaban rayos una a la otra. Ambas comenzaron a resplandecer intensamente antes de lanzarse a toda velocidad, y en la colisión, hubo un poderoso destello de energía verde que se propagó a todo el espacio cercano.

La onda de energía resultante interfirió con los satélites temporalmente, y por tanto, ninguno de ellos pudo grabar el momento en que el resplandor verde se precipitaba hacia el planeta Tierra como un meteoro, mientras el rojo se alejaba hasta perderse de vista en la oscuridad del espacio.

El plan de Abin Sur había tenido éxito. Había recuperado su batería de poder y podido enviar la señal de auxilio para que saliera del sistema, y eventualmente sería recibida por los demás Linternas.

El único problema, él no viviría lo suficiente hasta que ellos llegaran…


Entretanto, abajo en el planeta…

Izuku Midoriya siempre había tenido un solo sueño. Desde que era niño, lo único que había deseado era poder convertirse en un héroe, como su ídolo, All Might. Alguien que siempre pudiese salvar a todos con una gran sonrisa y decirles que todo iba a estar bien.

Pero eso no podría ser. En una época donde el 80% de la población humana había desarrollado un Quirk, una característica que les otorgaba capacidades o habilidades únicas, él pertenecía al 20% desafortunado que no lo poseía. Y eso, desgraciadamente, conllevaba a ser objeto de burlas y menosprecio por parte de sus compañeros. Especialmente de él…

- ¿Se imaginan a ese idiota? ¿Escribiendo análisis de héroes en sus libretas?

- ¡Jaja, qué iluso! ¿De qué sirve analizar a los héroes si jamás podrá ser uno?

- No tiene remedio, ¿verdad, Bakugou?

Aún desde abajo, recogiendo del estanque de la escuela la libreta chamuscada y empapada, podía escuchar como Katsuki Bakugou, o Kacchan, y sus amigos se seguían burlando de él. Su único consuelo fue que al hojear la libreta, sus contenidos todavía seguían intactos. Pero igualmente no era mucho.

- Oigan, miren esto. Dice aquí que un objeto no identificado se estrelló en una de las islas al norte de la costa de Dagobah.

- ¿Lo dices en serio? Debe ser lo que causó el temblor de esta mañana. Oye, Bakugou, ¿no te gustaría ir a verlo antes que lleguen las autoridades? ¡Podría ser un meteorito o una nave alienígena!

- ¡Bah, no me interesa ninguna maldita basura caída del espacio! ¡Los veré mañana, malditos extras!

Así que algo había caído cerca de la costa. Esa mañana en las noticias, habían dicho que las sondas espaciales del borde exterior del sistema solar aparentemente habían captado objetos no identificados atravesando el espacio a gran velocidad, como si hubiesen salido de la nada. Sin embargo, poco después le perdieron el rastro. Y unas horas más tarde, algo interfirió con los satélites de vigilancia, una extraña energía verde.

Y ahora, un objeto no identificado se estrellaba cerca de su zona, y él mismo había sentido ese temblor. ¿Habría sido esa misma cosa?

Pero ninguna de esas cosas le importaba a Izuku. En aquel momento, solo tenía un pensamiento en la cabeza.

- "Cómo quisiera… cómo quisiera hacer que se tragaran sus palabras."

Mientras caminaba por las calles, Izuku ponía poca atención a los reportes de los héroes. Un intento de robo al Banco Central de Starling frustrado por Green Arrow y Arsenal, un mirón malicioso en Jump City que se llevó el susto de su vida cuando Raven le obstruyó la vista, y entre los locales, un villano de treinta metros de alto con cabeza de tiburón que fue derribado por una heroína debutante, una giganta llamada Mount Lady, robándole a Kamui Woods sus cinco minutos de gloria del día. Emocionante y todo, pero simplemente, no se sentía de humor para revisarlos.

¿Por qué? ¿Por qué había nacido sin un Quirk? A los cuatro años, cuando ya todos sus demás amigos habían manifestado los suyos, solo él no lo hizo. Fueron con el doctor Tsubasa para examinarlo, y fue entonces que descubrieron la respuesta. Simplemente no poseía ninguno: había caído en el desafortunado 20% de la población que había nacido sin el factor Quirk, que eran cada vez menos comunes, pero lamentablemente parecían relegados a quedar como ciudadanos de segunda clase, a menos que fuesen genios de la tecnología o algo por el estilo.

También había descartado la posibilidad de un metagen; no había tenido ningún estímulo que lo hubiese despertado, y a su edad actual también era prácticamente imposible. Eso le dejaba pocas opciones, y él definitivamente no creía que a su madre le hiciera gracia que fuese a darse un baño en un tanque de desechos radiactivos o pasearse cerca de un acelerador de partículas a punto de explotar. Sus posibilidades de desarrollar poderes de alguna manera eran prácticamente cero.

Lo había aceptado, pero eso no lo hacía menos frustrante.

- "¿Qué sentido tiene lamentarme? No es como que algo va a caerme del cielo y cambiará mi destino por arte de magia."

Así era. Izuku no lo demostraba por fuera, pero por dentro, realmente le dolía ser un "normal", así que se permitía gritarse y llorar al respecto cuando nadie lo estuviera viendo. El problema con eso, era que cuando experimentaba esa sensación, se desconectaba del resto del mundo, lo cual le impedía poner atención a sus alrededores.

Y lo cual también le impidió percatarse del pequeño puntito verde resplandeciente que venía hacia él volando por detrás, hasta que este le dio.

- ¡Auch! ¿Quién…? – exclamó, frotándose detrás de la cabeza, mirando hacia ambos lados.

Ya muchas veces sus compañeros (especialmente Bakugou) le habrían puesto en la espalda un cartel con "Patéenme, no tengo Quirk" sin que él se diera cuenta, pero ya había chequeado que ese no era el caso. Quienquiera que le hubiese tirado lo que fuera, o se había ocultado bien, o fue rápido para darse a la fuga. Lo único que quedaba era el objeto en cuestión, y sin más simplemente se agachó para recogerlo.

- ¿Y qué es esto? – se preguntó, mirándolo detenidamente.

Parecía una especie de anillo. Era totalmente de color verde, y con un extraño símbolo que parecía un círculo con dos barras tangentes arriba y abajo. Izuku se preguntaba quién querría arrojarle un anillo en primer lugar, pero al no haber nadie a la vista, supuso que quedaba hacer era ir y entregarlo a la policía después.

Supuso que no haría ningún daño ponérselo en el dedo hasta entonces. Y esa sola decisión, fue la que selló su destino aquel día, en ese preciso instante.

- P-pero qué… ¡ah-AAAAAAAAAAAHHHH!

Apenas el anillo encajó en su dedo, este comenzó a resplandecer con una radiante luz esmeralda. Lo siguiente que supo pasó demasiado rápido como para poder procesarlo: solo alcanzó a notar que de pronto su cuerpo se llenaba de una energía extraña, que era arrastrado contra su voluntad por una fuerza desconocida, como si el anillo tratara de jalarlo a ir a alguna parte, y que volaba por los aires a una velocidad como nunca antes había imaginado.

Y también, que sufrió un aterrizaje bastante… aparatoso.

- ¡Aaaahh! Auch… ¿qué está…?

No tuvo mucho tiempo de pensar en lo que había sucedido, pues se dio cuenta de donde estaba. Ya no era su conocido distrito de Mustafu, no había edificios, postes de luz ni nada que indicara una ciudad. A su alrededor solo podía ver agua, agua por todas partes, como una isla… y la tierra donde estaba parado parecía estar quemada.

Como un enorme cráter causado por un objeto que se estrelló violentamente.

- Un momento… un objeto se estrelló en una isla esta mañana. Entonces estoy en…

Empezó a mirar a todas partes frenéticamente, frotándose los ojos para asegurarse que no se estaba imaginando cosas. ¿Cómo se había alejado tanto de su distrito? ¿Cómo iba a regresar? ¿El anillo que se puso tenía algo que ver con ello?

- Ugh…

Los gruñidos de dolor de alguien lo sacaron de su desvarío. Eso quería decir que no estaba solo, y no tardó en darse cuenta que provenía del centro del cráter donde estaba parado. Y lo que vio hizo que por poco se le salieran los ojos del shock.

- E… eso es…

En el centro del cráter, se encontraba una figura tendida y desparramada, con un brazo colocado encima del estómago, y manchado de una forma que sugería que estaba gravemente herido. Izuku por un momento se quedó paralizado, pero cuando al fin pudo aclararse la cabeza, supo lo que tenía que hacer.

- ¡Hey! – exclamó, deslizándose por el cráter y corriendo hacia la persona herida. – ¡¿Te encuentras bien?! ¡Oh, por Dios, estás herido de gravedad! ¡Tengo que llamar a emergencias de inmediato! ¡Mi teléfono, mi teléfono, dónde está mi…!

- Calma… – le dijo el individuo, alzando su otra mano, haciendo que se quedara rígido. Fue entonces que pudo echarle un mejor vistazo.

El individuo herido era calvo, tenía piel rojiza y orejas puntiagudas. Izuku no se sorprendió por su apariencia; tantos años de ver a los héroes le hizo suponer que simplemente debía tener un Quirk que le daba ese aspecto. Su uniforme era mayormente negro salvo por los detalles verdes en el torso superior y las botas, y las líneas que lo atravesaban por los brazos y piernas como en la película Tron, y la insignia en el pecho con la misma forma del anillo que encontró antes. Seguro era simplemente un héroe al que no conocía, y algún villano debió haberlo herido.

- El… anillo… ¿tienes… el anillo?

- ¿Anillo? ¿Cuál…? ¡Oh! – De inmediato se miró la mano y se dio cuenta. – ¿Este anillo? Si te pertenece te lo devolveré, le aseguro que yo no… ¡Ah, pero qué cosas digo! ¡Estás herido y necesitas ayuda!

- No… ya es… tarde para mí… el anillo…

El muchacho peliverde no entendía lo que estaba pasando. Ese héroe o lo que fuera estaba herido de gravedad, ¿y le importaba más su anillo que su propia vida? Tenía que hacer algo pronto, pero tal vez estuviese en una misión importante, y si él podía ayudarlo, quizás…

- ¿Cuál… es tu nombre?

- I-Izuku. Izuku Midoriya.

- Izuku… Midoriya… – dijo levantando un objeto que tenía al lado.

Al verlo bien, Izuku notó que tenía cierto parecido con una lámpara antigua de aceite, excepto que en vez de una llama, emitía un resplandor verde esmeralda sobrenatural. Algo en él le hizo sentirse atraído por alguna razón. Era hermoso de contemplar, casi hipnotizador.

- La batería… de poder… – dijo el hombre rojo. – Apunta el anillo… a la batería… y repite estas palabras… En el día más brillante…

Izuku seguía sin entender lo que ocurría, pero finalmente decidió obedecerle. Sosteniendo la batería con la mano izquierda, apuntó el anillo en su mano derecha hacia la abertura donde se emitía el resplandor verde. Respiró profundo y pronunció las palabras.

- En el día más brillante.

- En la noche… más oscura.

- En la noche más oscura.

- Ningún mal… de mi vista escapará.

- Ningún mal de mi vista escapará.

- Que a todos aquellos… que veneran al mal.

- Que a todos aquellos que veneran al mal.

- Se cuiden de mi poder… la luz de… Linterna Verde…

- Se cuiden de mi poder, la luz de… ¿Linterna Verde?

Y no bien terminó de pronunciar la palabra "Verde", el resplandor que vio antes iluminó la batería, para luego dirigirse hacia el anillo en su mano. Desde ahí, Izuku vio y sintió como fluía por su mano, y después por su brazo y al resto de su cuerpo, una energía irrefrenable como nunca había sentido antes. Fue como si acabara de recibir un poder inimaginable, el poder de hacer cualquier cosa con solo pensarlo y desearlo.

Cuando se miró de nuevo, se dio cuenta que sus ropas escolares habían sido reemplazadas por un traje idéntico al del hombre herido. El anillo permanecía igual, en el mismo dedo donde lo había llevado todo ese tiempo.

- El anillo… te ha aceptado… cuídalo… hasta que… ellos…

- ¿Eh? ¡Espera! ¡Aguanta ahí, por favor! ¡¿Qué está sucediendo?!

El hombre no le respondió más, pues en ese momento, cerró los ojos por última vez. Su cabeza se desplomó sobre su hombro, chorreándolo con su sangre, y la mano que tenía levantada cayó al suelo para no volver a levantarse.

- ¡Despierta, por favor! ¡Dime qué pasa! ¿Por qué…?

Tenía demasiadas preguntas. ¿Quién era? ¿Por qué estaba allí? ¿Qué era ese anillo y esa llamada batería de poder que le había entregado? ¿Y quiénes eran "ellos"?

No tenía las respuestas, pero en vista de lo sucedido, lo menos que podía hacer era al menos mostrar algo de respeto por el difunto. En ese momento deseaba tener una pala para poder al menos darle un entierro digno. Aunque no sabía quién era, por lo menos le debía eso.

Y como por arte de magia y en respuesta a su pensamiento, el anillo emitió de nuevo su energía esmeralda, y materializó frente a él una pala. Era totalmente de color verde, y parecía hecha de luz, pero luego de que salió de su estupor inicial, al tocarla, se dio cuenta de que era sólida, tangible.

- Esto es… ¿el anillo respondió a mi pensamiento?

- Afirmativo, Izuku Midoriya de la Tierra. – dijo una voz que sonaba computarizada.

- ¡¿Qué?! ¡¿Qué, cómo, dónde, quién dijo eso?! – exclamó, mirando hacia todas partes. El anillo comenzó a titilar y la voz volvió a hablarle.

- Soy la computadora instalada en el anillo de poder de Linterna Verde. Estoy programada para guiar y asistir al portador en cualquier empresa que se requiera.

- ¿Anillo de poder de Linterna Verde? ¿Podrías explicarme de qué se trata esto? – preguntó Izuku.

- Afirmativo. – declaró el anillo.

Inmediatamente, el anillo proyectó lo que parecía ser una pantalla holográfica. En ella aparecieron toda clase de alienígenas que Izuku podría haberse imaginado en las historias de cómics que tanto le gustaba leer. Algunos humanoides, otros no tanto, con aspecto de medusas, con tentáculos en vez de manos, uno que hasta le pareció una ardilla bípeda y otro más que parecía una esfera disco con gafas, por no decir más. Todos, sin embargo, tenían algo en común: llevaban uniformes muy parecidos al de él, y proyectaban energía verde desde anillos en sus dedos.

- El Cuerpo de Linternas Verdes es una fuerza policíaca intergaláctica fundada desde hace más de tres mil millones de años por los Guardianes del Universo, dedicada a mantener la paz y el orden en todo el universo. – explicó el anillo. – A cada sector de los 3600 en que está dividido el universo se le asigna un Linterna Verde, que es equipado con un anillo de poder propulsado por su fuerza de voluntad. A través de ella, el anillo permite al portador generar y proyectar energía de cualquier manera que pueda imaginar, en forma de rayos, barreras o construcciones de luz sólidas.

Acto seguido, el anillo comenzó a mostrarle imágenes enfocadas en el alienígena de quien acababa de recibirlo, que peleaba contra otro alienígena de aspecto más intimidatorio, con ojos amarillos sin pupilas, dientes afilados y un labio partido por un lado. Parecía ser una lucha a muerte, con los dos disparándose rayos y creando toda clase de armas que pudiesen imaginarse, tratando de someterse uno al otro.

- El anillo que ahora portas anteriormente perteneció a Abin Sur, hasta entonces Linterna Verde del sector 2814. Se encontraba en una misión importante, pero fue herido de muerte por un criminal intergaláctico llamado Atrocitus. Proveniente del sector 666, Atrocitus obtuvo posesión de una batería de poder roja, propulsada por la ira, y ahora encabeza una campaña para destruir a los Linternas Verdes, fundando su propio Cuerpo de Linternas Rojos.

- ¿Y eso qué significa? – preguntó Izuku. – ¿Qué tengo yo que ver en esto?

- Cuando un Linterna Verde muere, su anillo regresa automáticamente al planeta Oa, o buscará un nuevo portador si el anterior así lo desea. El anillo te ha escogido a ti, Izuku Midoriya.

- ¡¿QUÉ?! – gritó Izuku a todo pulmón, sintiendo que el pánico se apoderaba de él al comprender las implicaciones. – ¡¿Eso no quiere decir que ese sujeto "Atroz" o como se llame va a venir por mí ahora?!

- Es una posibilidad. Sin embargo, antes de ser herido fatalmente, Abin Sur pudo lanzarle a Atrocitus una descarga que lo dejará incapacitado, lo suficiente para que otros Linternas Verdes capten la señal de auxilio que envió, y lleguen a este planeta.

- ¿Y qué se supone que haga hasta entonces? ¿Quedarme con el anillo hasta que lleguen o qué?

- Afirmativo. El anillo de poder ahora te pertenece.

Izuku se miró la mano de nuevo, quedándose en total silencio mientras contemplaba el susodicho anillo. Todavía no terminaba de asimilarlo todo, pero hasta donde podía entender, ahora ese anillo de poder era suyo, solo porque su portador anterior murió. Pero no tenía sentido; habría más de seis mil millones de personas en su planeta, ¿qué tendría él que destacaba del resto para que lo eligiese? ¿Tuvo suerte solo porque este lo golpeó y lo recogió?

Pero estaba también el hecho de que había un asesino psicópata allá afuera, y quedarse con el anillo le pondría una enorme diana en la espalda. Ciertamente no le gustaba la idea de tener a un criminal persiguiéndolo solo por esa diminuta joya.

De nuevo, ese sujeto llamado Abin Sur no tuvo opción, ¿o sí? Tal vez solo podía mantener un bajo perfil hasta que los otros Linternas aparecieran, y con eso entregarles el anillo. Seguro ellos podrían encontrar a alguien mejor a quién entregárselo.

Hasta entonces, sin embargo, había otra cosa por hacer.

- Anillo… – dijo finalmente. Se sentía muy extraño de estar hablando con un objeto, pero lo había estado haciendo en los últimos minutos de todas maneras. – ¿Puedo hacer lo que yo quiera? ¿Crear cualquier cosa?

- Afirmativo. Cualquier cosa que el portador del anillo pueda imaginar, el anillo será capaz de crearlo. El único límite es la imaginación y la fuerza de voluntad.

Volviendo a su propósito anterior, específicamente enterrar al alienígena, se imaginó convertir la pala en una máquina excavadora, un buldócer. Y en efecto, la pala desapareció y se transformó en dicho vehículo, igual a uno como lo había imaginado, pero totalmente verde.

- Increíble, realmente funcionó. – dijo sin poder evitar seguir maravillándose.

De inmediato se imaginó mover el buldócer para cavar una gran zanja en el suelo, y para su sorpresa, el anillo hizo exactamente lo que él quiso. Una vez que la fosa quedó lo bastante profunda, creó un par de manos gigantescas con las que depositó el cadáver con mucho cuidado en ella, y luego las usó para recoger la tierra que sacó, moviéndolas hasta que volvió a dejar el suelo uniforme, o tan uniforme como estaba antes.

- Siento mucho no poder hacer más por ti, Abin Sur-san. – dijo Izuku, poniendo las manos en posición de rezo. – Por favor descansa en paz.

Después de un minuto de silencio, lo siguiente que tenía que hacer era volver a casa, pero sin ser visto. Cogió la batería de poder y empezó a mirar a su alrededor, asegurándose que no vinieran helicópteros de los medios y la policía en el área. Tenía que salir de allí antes que viniera gente a hacerle preguntas que no se sentía de humor para responder.

Imaginándose como los superhéroes de sus cómics, se concentró con fuerza, y alzando el puño hacia arriba, apuntó con decisión.

- ¡Arriba, arriba, y lejos!

Y para su sorpresa, dio resultado otra vez. Cuando volvió a mirar, ¡realmente estaba volando! ¡Se estaba elevando hacia las nubes! Era sorprendentemente fácil… y maravilloso. Tan fácil como simplemente imaginarse que el aire a su alrededor era como agua, y que él podía flotar en él con la misma facilidad que si estuviese nadando.

- ¡Esto es increíble! ¡Puedo flotar! ¡Puedo volar! ¡YAHOOOOOO!

Podía subir, bajar, girar de cabeza, ir hacia donde quisiera, y tan rápido como quisiera. Podía quedarse flotando en el mismo lugar y ponerse a mirar alrededor, solo en caso de que hubiera pájaros o aviones cerca.

Pero entonces recordó: tenía que regresar a casa rápido. Creó un par de binoculares para mirar alrededor, esperando encontrar su distrito. Sorprendentemente pudo incluso hacer un acercamiento para tener mejor enfoque, y encontró su edificio de apartamentos en segundos. Lo único que tenía que hacer era volar hasta allá… sin ser visto y todo estaría bien.

- Muy bien… aquí voy. – dijo respirando profundamente.

Sin embargo, cuando se disponía a volar en la dirección de su casa, algo más distrajo su atención. Una explosión que levantó una gran columna de humo en otro distrito residencial rápidamente le hizo sobresaltarse. Sin deshacer los binoculares que había creado inmediatamente se enfocó para ver qué sucedía, haciendo un acercamiento tras otro, mientras seguían ocurriendo explosiones.

Una vez que tuvo la visión clara, al parecer un villano con cuerpo viscoso estaba provocando un alboroto, y varios edificios alrededor habían sufrido ventanas rotas y estaban ardiendo en llamas. Varios héroes habían aparecido en escena, entre ellos Death Arms, que intentaba golpear al villano, pero cuyos golpes no le hacían ningún efecto por su cuerpo líquido, Backdraft, que estaba tratando de apagar el fuego, y Kamui Woods, que exponiéndose a las llamas y explosiones intentaba rescatar a los que quedaban atrapados en la línea de fuego.

La gente ya empezaba a aglomerarse, y al poco rato Izuku vio acercándose a la giganta Mount Lady, pero deteniéndose al ver que no tenía suficiente espacio para moverse. Enfocó la vista en el villano, preguntándose por qué los héroes no hacían más para intentar detenerlo, y fue entonces que se dio cuenta, este había tomado un rehén.

Pero no cualquier rehén. Cuando vio de quién se trataba, pronto cobró sentido que hubiese tantas explosiones una tras otra.

- No puede ser… ¿Kacchan?

El rubio explosivo estaba forcejeando, tratando de zafarse del cuerpo del villano viscoso, y usaba las explosiones de sus manos para tratar de abrirse camino, sin mucho éxito ya que este simplemente se regeneraba de nuevo una vez que la explosión cesaba sin que esta le hiciera ni cosquillas. Los héroes evidentemente no podían acercarse demasiado por miedo a lastimarlo, o porque estaban demasiado ocupados haciendo control de multitud.

Todos los héroes tienen sus historias. Pero en casi todas hay una cosa en común: en algún punto de su vida, algo dentro de ellos hizo que sus cuerpos se movieran solos, y reaccionaran a la situación. No podían quedarse parados sin hacer nada.

O en el caso de Izuku Midoriya, flotando en el aire sin hacer nada.

- ¡KACCHAN!

No tuvo ni que pensarlo. Antes de darse cuenta de lo que hacía, simplemente salió disparado como un misil hacia ese lugar. Solo había una cosa en su mente: su amigo necesitaba ayuda.

- "¿Qué estoy haciendo? ¿Qué puedo hacer en este momento?"

Sin embargo, a medida que se acercaba volando hacia la escena, algo de claridad en su mente le hizo recordar la página 25 de sus notas sobre los Héroes y Villanos. El villano viscoso evidentemente era invulnerable a los ataques físicos gracias a su cuerpo líquido… excepto en un lugar.

- ¡TOMA ESTO!

Ignorando los gritos de la multitud, Izuku apuntó su puño con el anillo disparando un rayo de energía. Este se transformó en una mano colocada con dos dedos apuntando hacia adelante en señal de V de la victoria.

- ¡AAARGH, MIS OJOS! – exclamó el villano.

Como se lo imaginó, picarle los ojos al villano dio resultado, distrayendo su atención momentáneamente. La mano que había creado inmediatamente se abrió para agarrar a Bakugou, que continuaba forcejeando y haciendo explosiones para tratar de liberarse. De un tirón lo sacó limpiamente del cuerpo del villano de lodo, arrojándolo hacia donde se encontraba Mount Lady para ponerlo a salvo.

Misión cumplida… salvo por un pequeño detallito. Ahora la atención de todos estaba enfocada en él.

- ¡Mira, mamá! ¡Es un nuevo héroe!

- ¿Quién es? Jamás lo había visto.

- Esperen, parece un niño.

- Ay no. – murmuró Izuku. – ¿Ahora qué hago? Ya todos me vieron, tal vez es mejor que huya. Pero ya me involucré así que no tiene sentido que salga huyendo, y si lo hago seguro haré que las cosas empeoren aunque…

- ¡MALDITA SEA!

Una enorme mano viscosa lo sacó de su estupor. Con un gigantesco *¡SPLAT!* el villano ahora lo había elegido a él como objetivo. Izuku no pudo más que cubrirse con un domo de energía cuando la enorme mano se le vino encima, y pudo escuchar los gritos de terror de todos los que estaban observando.

- ¡AAAHHH, EL CHICO EXPLOSIVO ERA BUENO, PERO TÚ ERES MEJOR! ¡DECIDIDO, CON TU CUERPO PODRÉ VENGARME DE ESE SUJETO!

Y de inmediato el villano comenzó a envolverlo, tratando de atraparlo. Sin embargo, por más que lo intentaba, no conseguía penetrar la barrera. Simplemente se aplastaba contra ella y seguía haciendo ruidos viscosos, y al ver que no funcionaba, trataba de buscar alguna grieta o agujero en ella para rodearlo.

- ¡¿QUÉ DIABLOS?! ¡¿DE QUÉ ESTÁ HECHO ESTO?!

- Esto es…

Izuku se miró el anillo, y luego afuera. Los ojos del villano y su enorme boca todavía intentaban penetrar como un monstruo salido de sus pesadillas, pero por más que lo intentaba no lo conseguía. Su barrera era impenetrable… porque él había deseado que lo fuera, que no pudiese atravesarla.

Y de pronto, más tranquilo al saber que su vida no corría peligro, supo lo que tenía que hacer. Se concentró fuertemente, en la barrera que lo rodeaba. Deseó entonces que explotara con fuerza, lo suficiente para dispersar al villano y abrirle camino, pero sin que causara daño colateral.

- ¡GYAAAAAAAARRRGHH!

En cuestión de segundos, estaba volando encima del villano mientras sus restos esparcidos por toda la calle empezaban a moverse de nuevo, convergiendo hacia un solo punto como el Terminator líquido para volver a regenerarse. Y supo entonces lo que tenía que hacer.

- El cuerpo del villano es líquido. Los ataques físicos no le harán daño. Pero tal vez… girar en una centrífuga…

Parecía ridículo, pero valía la pena intentarlo. Con todas sus fuerzas se concentró en atrapar al villano con la energía de su anillo, una vez que se cercioró que todos sus trozos quedaron adentro de esta. Y luego, se imaginó una licuadora gigante.

- ¡¿QUÉ DEMONIOS?! ¡DÉJAME SALIR, DÉJAME SALIR DE AQUÍ!

- ¡A MEZCLAR! – exclamó Izuku, encendiendo.

El efecto fue inmediato: su licuadora se puso en marcha y el villano empezó a dar vueltas en ella como una malteada viviente. Izuku lo mantuvo así por varios minutos, hasta que este dejó de gritar. Solo entonces apagó la licuadora y la hizo desaparecer, dejando que el villano viscoso chorreara desparramado sobre el pavimento, con ambos ojos ahora con X en vez de pupilas y su boca bien abierta. Menos mal, seguía con vida, pero ya no causaría problemas por un buen rato.

Todo mundo se había quedado estupefacto, incluyéndolo a él, que aterrizó en el suelo distraídamente. Solo una vez que todo estaba dicho y hecho se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

- ¡Oye, oye, muchachito! – exclamó de repente el gigante de brazos musculosos. – ¿Qué crees que acabas de hacer?

- ¿Eh? ¿Qué? Yo solo…

- Chico, en serio, debes dejar esto a los profesionales. – dijo Backdraft.

- ¿Cómo te atreves a robarme cámara? – agregó Mount Lady. – ¡Mi debut apenas fue hace una semana! ¡No es justo que venga otro novato! ¿Y qué clase de Quirk es ese?

- ¿Eh? ¡No, no, esperen! ¡Esto es un malentendido! ¡Déjenme explicarles, lo que pasa es que yo…!

Las cosas estaban poniéndose peliagudas para Izuku. Peor todavía cuando llegó la policía, y tenían muchas preguntas para él. Preguntas que le gustara o no, tendría que responder si no quería meterse en más problemas.

La espera en la estación de policía fue más corta de lo que esperaba. Le permitieron llamar a su madre para explicarle lo que había sucedido, y las preguntas que le hicieron fueron mucho más fáciles de responder de lo que pensó. Después de todo, lo único que tuvo que decirles fue la verdad.

- Déjame ver si entendí. Recogiste un anillo que te golpeó por detrás, te lo pusiste, y este te llevó hasta donde había un alienígena moribundo. – dijo el capitán de la policía a cargo del interrogatorio, un sujeto corpulento con cuerpo y rostro de un gran búfalo.

- Sí, señor.

- Por las reglas de su cuerpo, Linternas Verdes o como se llamen, ahora ese anillo te pertenece a ti, y lo utilizaste para salvar a tu amigo cuando viste que estaba en peligro. – continuó el oficial en tono más severo.

- Sí, señor. – asintió de nuevo Izuku.

El policía guardó silencio. Los dos Midoriya intercambiaron miradas expectantes, e Izuku sintió que la mano temblorosa de su mamá agarraba la suya. Él pudo ver que estaba tratando de calmarlo a él tanto como a sí misma, pues ambos estaban iguales, sin saber lo que resultaría de todo esto.

- Jefe Bogo. – apareció de pronto una mujer policía con orejas y pies de conejo, abriendo la puerta. – Llamaron desde la bahía de Dagobah. Ya desenterraron el cadáver del alienígena. Estaba en el lugar donde dijo el muchacho.

- Gracias, Usagiyama. – declaró el jefe, y la oficial se retiró. – Señora Midoriya, seré franco con ustedes. En circunstancias normales, su hijo habría quebrantado casi todas las leyes sobre el uso de superpoderes en público.

- Lo entiendo. – dijo la mujer, aferrándose a la mano de su hijo. Ambos bajaron la cabeza con vergüenza, intuyendo lo que vendría ahora.

- Sin embargo, técnicamente hablando su hijo no utilizó ningún superpoder, y un anillo capaz de conjurar cualquier cosa que su dueño le pida no está incluido entre los objetos regulados para el uso en defensa propia o de otra persona.

- ¿Eso quiere decir que…? – exclamó Inko esperanzada. Izuku también sintió que su rostro se iluminaba.

- Debido a las circunstancias únicas, y también ya que los Bakugou han declarado que no presentarán cargos por gratitud, dejaremos que su hijo se vaya con una advertencia. Mientras prometa que no se meterá en problemas de nuevo.

- ¿Lo dice en serio? – exclamó la mujer, ya con los lacrimales a punto de soltarse. – ¡Muchísimas gracias, señor!

- Eh, por cierto, jefe Bogo. – preguntó Izuku tímidamente. – Acerca del anillo…

- Ah sí, respecto a eso. – dijo mientras sacaba el susodicho objeto, junto con la batería de poder. – Ninguno de nosotros ha podido hacerlo funcionar. Si es verdad lo que dices, y solo funciona para el portador… creo que no hay mucho sentido en confiscarlo.

Acto seguido le devolvió ambos objetos a Izuku. El muchacho volvió a ponerse el anillo en su dedo, aunque esta vez no activó el traje como antes. Simplemente se quedó como estaba. De todas maneras, se sintió bien de haberlo recuperado.

- Afortunadamente, nadie salió herido esta vez. Sin embargo, y te lo voy a decir de nuevo, por tu propio bien espero que no vuelvas a meterte en problemas. La próxima vez, déjale todo a los héroes profesionales. Evita usar ese anillo si es posible, ¿te quedó claro?

- Sí señor. ¡De verdad se lo agradezco mucho, señor!

- Ya pueden marcharse.

Madre e hijo salieron de la estación de policía, muy cerca una del otro. Izuku todavía seguía mirando fijamente el anillo en su mano, casi como un niño con un juguete nuevo. Todavía seguía preguntándose qué haría con él. Había sido un día muy extraño.

- ¡Deku, bastardo! – gritó una voz familiar, que luego fue acallada por un zape por detrás de la cabeza. – ¡Auch, eso duele, maldita vieja!

- ¡Cállate, maldito mocoso! ¡Ahora más te vale darle las gracias como debe ser, te salvó la vida!

La familia Bakugou se encontraba afuera esperándolos en el corredor. Mientras el señor Bakugou trataba de calmarlos, su mujer forzaba al hijo a bajar la cabeza agarrándolo por detrás. Después de gritarle unas cuantas cosas más, volteó a verlos e instantáneamente se calmó.

- De verdad, siento mucho los problemas que te causó este pequeño demonio. – dijo con una voz muy dulce pero acentuada por la vena que palpitaba en su sien. – Vamos, Katsuki, dilo.

- Tch… – El aludido desvió la mirada por un momento, pero tras unos segundos finalmente se dignó a mirar a su amigo de la infancia con sus típicos ojos de "te voy a matar por esto", y forzó las palabras fuera de su garganta. – Gracias por salvarme la vida, idiota… aunque nadie te dijo que intervinieras. – agregó entre dientes, lo que le ganó otro zape de parte de su madre. – ¡Auch! ¡Ya basta, maldita vieja!

- ¡Que te calles! ¡Es culpa tuya por ser tan debilucho y dejarte atrapar!

- Cariño, mejor cálmense, van a molestar a la policía.

- Ah, si nos disculpan. – dijo Inko, agarrando a su hijo por los hombros. – Creo que Izuku y yo ya tenemos que marcharnos. Con su permiso.

Izuku rápidamente captó el mensaje de su mamá, y de inmediato se alejaron de allí, mientras los Bakugou continuaban en su discusión. Todavía a una cuadra de distancia se podían escuchar los gritos.

A distancia segura, finalmente fue que Inko decidió hablarle a su hijo. Tenía muchas cosas qué decirle después de todo.

- Izuku, ¿en qué estabas pensando? ¿Por qué te involucraste en eso? ¡Podrías haber salido herido, o algo peor! ¿Y usar ese anillo sin saber lo que es, solo porque te lo dejó un alienígena moribundo?

- ¿Y qué se suponía que hiciera? – preguntó Izuku. – Mamá, si no hubiese intervenido, tal vez Kacchan ahora estaría muerto. Además…

- ¿Además qué?

Izuku se contuvo por un momento antes de responder. Tenía que explicarle lo que había sentido en ese momento. Era difícil de expresar con palabras, pero fue una sensación que nunca antes había experimentado, y después de haberlo hecho… difícilmente podría olvidarla.

- Mamá… no lo entendí en ese momento, pero cuando me puse este anillo, descubrí que podía hacer cualquier cosa con él. Y en ese momento, cuando salvé a Kacchan, cuando detuve a ese villano, me sentí increíble. Sentí que por una vez en la vida estaba viviendo mi sueño… mi sueño de convertirme en un héroe.

- Izuku, estoy muy orgullosa de ti por ser tan valiente, pero no puedes actuar de ese modo. – le dijo su madre con tono preocupado. – Esta vez tuviste suerte solo por ese dichoso anillo, ¿pero quién nos dice que eso volverá a pasar? Y además, ¿qué tal si los amigos de ese alienígena, cómo se llamaban, Linternas Verdes? ¿Qué tal si vienen por él, y te lo quitan? Mejor no te acostumbres a él.

- Sí… supongo que tienes razón. – dijo Izuku. – Aun así, aunque no lo use, ¿está bien si me lo quedo hasta entonces?

- *Suspiro*, está bien. Mejor vámonos a casa. Todo este ajetreo me abrió el apetito. Creo que prepararé katsudon esta noche.

- Eso suena bien.

Ya un poco más tranquilos, Izuku se frotó la mano donde llevaba el anillo. Había sido una experiencia muy breve, pero aun así, estaría mintiéndose si dijera que no le había gustado. No obstante, tenía que ser realista, lo que dijo su madre era verdad. Si luego venían por ese anillo, seguramente tendría que entregarlo, le gustase o no.

Sin embargo, mientras abordaban el tren, vio a su viejo amigo de la infancia y a sus padres del otro lado. Alcanzó a ver que Bakugou trataba de escurrirse fuera de su vista, seguramente para evitar mayores bochornos, pero no sin antes dirigirle una mirada muy extraña.

En ese momento, y el recordatorio del incidente, cómo Kacchan se veía como alguien pidiendo ayuda, algo dentro de él le hizo sentirse bien. Aunque fuese solo por un instante, pudo experimentar lo que se sentía ser un héroe. La dicha de haber podido salvar a alguien, sin importar el costo personal. Tal y como siempre lo había soñado.

- "Aunque me haya metido en problemas… fue genial haber podido ser un héroe, solo por una vez."

Tal vez… había encontrado una manera de convertirse en un héroe. En la ínfima posibilidad de poder conservar ese anillo, quizás podría hacerlo suyo, y utilizarlo como su medio. Si el límite era solo su imaginación, ¿qué cosas no podría hacer con él?


Al mismo tiempo, en el espacio…

Fue descuidado, lo tuvo que admitir. Y ese descuido estuvo a punto de costarle la vida.

Muy astuto ese Abin Sur. Hizo un ataque desesperado usando la carga que le quedaba en el anillo para recuperar su batería de poder, e intencionalmente dejó que él lo apuñalara en el estómago cuando chocaron. Solo así pudo acercarse lo suficiente para ponerle la mano encima a su batería de poder, y enviar un estallido de energía dentro de ella que lo obligó a él a soltarla.

La explosión lo dejó aturdido. Ni siquiera recordaba cuánto tiempo habría pasado, pero había salido despedido una buena distancia, y fuera de los bordes del sistema. Tardaría un buen tiempo en encontrarlo, si acaso habría sobrevivido a eso.

- Hasta que no vea tu cadáver y no cubra mi anillo con tu sangre, no puedo marcharme. – declaró, hablando con nadie en particular. – No descansaré hasta que la maldita luz verde se extinga de todo el universo.

De inmediato proyectó una onda rastreadora a su alrededor. El anillo todavía tenía un 54% de carga, pero sería mejor asegurarse de estar al máximo durante el próximo asalto. No iba a tentar a su suerte de nuevo. Tenía que encontrar su propia batería de poder, que se había perdido durante su escape.

Unos segundos después, la onda rebotada al encontrar la batería le ayudó a ubicarla. Sin perder tiempo voló en dicha dirección, y no tardó en dar con los restos de la nave donde el idiota de Abin Sur lo estaba transportando.

Una medida preventiva de su parte, quizás para no gastar la energía de su propio anillo mientras lo llevaba como prisionero, y al mismo tiempo dejándolo a él sin acceso al suyo. Inteligente, tal vez, pero no lo suficiente para mantenerlo encerrado.

La batería de poder roja flotaba en medio de los restos de la nave, esperando por él. Atrocitus la sujetó del agarradero, y se preparó para recargar. Como siempre, el juramento que él mismo había inventado, para contrarrestar el de esos malditos Linternas Verdes.

- Con ira y sangre rojo carmesí, llenamos las almas de oscuro temor, y las inundamos con odio y dolor... ¡Los quemaremos a todos! ¡Ese es su destino!

La batería de poder resplandeció y llenó el anillo a su máxima capacidad. Ahora, lo único que le quedaba era ir y enfrentarse con Abin Sur, si es que acaso había sobrevivido a su último encuentro.

Esta historia continuará…


Notas del autor:

Uff, por fin quitado de mi bloqueo de escritor y tengo algo para publicar. Ya tenía la idea para esta historia desde hacía tiempo, pero me costaba un poco terminar de encajar las piezas. Y luego de que se alargó un poco más de lo que planeé originalmente, decidí mejor dividirla en dos partes. La idea originalmente vino después de que leí un crossover de MHA con DC, específicamente uno en el cual Izuku está destinado a convertirse en Superman, y algunos han hecho historias en el multiverso, así que quise intentar algo de mi propia mano, específicamente mostrar a Izuku como otro posible héroe. Quizás con algo de suerte me la aprueben allí como canónica, quién sabe.

Ahora, con respecto a la trama, tomé de base el clásico origen de Linterna Verde de Hal Jordan, es decir, recibe el anillo de Abin Sur moribundo. La confrontación con Atrocitus del inicio tiene algunos detalles tomados de la película animada Linterna Verde: Caballeros Esmeralda, y él mismo está basado en su versión de Linterna Verde: La Serie Animada (la hecha en animación por computadora). En la segunda parte, estaré metiendo algunos detalles que harán referencia al episodio "Un día soleado" de Superman: La Serie Animada del DCAU, donde se introdujeron a los Linternas Verdes propiamente dichos, aunque allí fuese con Kyle Rayner. Y también, tras ver la película animada de Liga de la Justicia vs Los Cinco Fatales (también canónica con el DCAU), siento ganas de incorporarle algunos elementos de Jessica Cruz. Veamos qué tal resulta.

En fin, espero que les haya gustado, no olviden comentar y decir qué les pareció. ¡Nos veremos en la segunda parte!