Sé que tengo el otro fic pendiente, pero me vino la inspiración y surgió este fic. Espero que lo disfrutéis y, ya sabéis, ponedme lo que penséis sobre esta nueva historia en los reviews. Y, ahora, sin más dilación, os dejo leer. Gracias.

Se levantó temprano como todos los días, el sol todavía no había salido y las calles estaban vacías. Se dio una ducha y secó su pelo para darle el volumen que normalmente tenía y que tanto le gustaba. Se puso unos vaqueros de cuero color granate y una blusa blanca con unos dibujos en los hombros negros. Se metió la blusa por dentro para dar a su estilo un toque más formal.

Abrió la puerta de la cafetería donde trabajaba. Es un lugar espacioso y tranquilo, perfecto para pasar un tiempo leyendo mientras tomas un café o simplemente disfrutando de la música relajante que ella pone.

Ya lleva una hora preparándolo todo para el nuevo día. Calentó la cafetera, sacó los bollos y bocadillos. Cambió el cartel de "cerrado" a "abierto". Le gustaba girar ese cartel, no sabía por qué pero le hacía sentir bien.

-Buenos días, Delphine -dice mientras se quita la bufanda y se dirige a la cocina.

-Bonjour, Denis -le dedicó una sonrisa cansada.

Denis es un chico apuesto, de unos 30 años, moreno, ojos verdes. Él es el cocinero y ella la camarera. Además, es el típico hombre que pasea por la calle y hace que las mujeres, y algunos hombres, se den la vuelta para seguirlo con la mirada. ¿Le pasó lo mismo a Delphine? Si, pero solo fueron unos meses. Cuando le dijo que dejara su trabajo, su familia y sus amigas de Francia y que se fuera con él a Nueva York en seguida le dijo que sí. Por aquel entonces, ella era una veintiañera que no había salido de Toulouse y que solo había tenido novio en el jardín de infancia cuando lo único de lo que te preocupabas era de que tu juguete favorito no se rompiera.

Pero su relación duró poco. En seguida se dio cuenta de que él lo único para lo que la quería era el sexo, que, dado su atractivo, podía conseguir fácilmente. Y ahora se encuentra atrapada en Nueva York, alejada de sus seres queridos y con un hombre con el que apenas se habla.

Pero menos mal que está ella. Ella, su escritora favorita, está escribiendo un libro en su cafetería, justo enfrente de ella. Ágilmente tecleando lo que pudiera ser un nuevo best-seller con el que olvidar sus problemas y sumergirse en el mundo de la lectura.

Empezó a escribir con pereza. No sabía cómo continuar con su libro. Trataba sobre una científica, friki, que se enamora de una rubia francesa, también científica, pero que no es lesbiana. Comete el error de besarla y eso hace que la francesa se aleje de ella.

La misma página en blanco y el mismo cursor parpadeante desde hace una semana. No sabía cómo iba a continuar con la historia porque realmente no sabía cómo aquella francesa iba a actuar. "¿Cómo actuarías si no fueras lesbiana y una chica te besa?" se preguntó "Es como si un chico, pongamos que le tengo cierto aprecio y que siento que hay una química entre nosotros, me besa, ¿cómo reaccionaría? ¿me dejaría llevar por la pasión y la curiosidad y continuar con él o le diría que esto es un error? Es complicado."

-Su café –la camarera le colocó la taza en la mesa- ¿Necesita algo más? –le dedicó una sonrisa.

-No, muchas gracias –ella también le sonrió y sintió como su corazón se paraba por un instante.

Llevaba yendo a la misma cafetería cuatro meses, siempre pedía lo mismo y siempre le atendía esa camarera y su preciosa sonrisa. Desde el primer momento que la vio tuvo la idea de escribir ese libro. Ese maldito libro que como no acabara pronto su editora descartaría. Ese maldito libro en el que se encuentra atrapada, engatusada y el cual no es capaz de continuar. Tan solo había escrito cien páginas, pero su mente vibraba mientras lo escribía y su corazón latía más fuerte. Sentía ese placer nervioso de comenzar algo nuevo, que no sabes cómo va a acabar y que deseas saber su final. Porque ella nunca sabe cómo van a acabar sus libros. Simplemente, se sumerge en esa historia, se mete en la piel de cada personaje y escribe lo que siente.

Dio un sorbo a su café y miró por la ventana. "¿Cómo reaccionaría ella?" Se dejó llevar por su imaginación.

Esa mañana no tenía mucho trabajo. Solo estaba su escritora. Siempre pedía lo mismo, siempre se sentaba en la misma mesa y desde hacía una semana lo único que hacía era mirar por la ventana. "¿En qué pensará?" se preguntaba Delphine mientras la miraba desde detrás de la barra. "¿Qué historia estará imaginando?" Y es que Delphine se moría por leer su siguiente libro. Sí, lo reconocía, era una fan de esa escritora y había leído todo lo que ella había escrito, había ido a cada firma de libros y había escuchado todas sus entrevistas. Era una fan, ¿y qué?

No se lo había dicho a nadie, pero secretamente estaba enamorada de su imaginación, de su capacidad para escribir, contar historias tan distintas y a la vez perfectas. Se identificaba mucho con su último libro "Café de Flore". Trata de una pareja de adolescentes que están hechos el uno para el otro pues desde el primer momento que se vieron se enamoraron. Además, tenían los mismos gustos, lo cual facilitaba su relación. Se casan y tienen dos hijas preciosas, pero luego, el marido se enamora de otra chica, completamente distinta a él. Los opuestos se atraen, ¿no? Entonces, deja a su mujer y se va a vivir con la nueva chica. Su familia no la acepta pues piensan que ella está con él por su dinero, pero ella realmente está enamorada de él. Son la pareja perfecta y entonces es cuando él se da cuenta de que no solo existe una media naranja. Las medias naranjas existen, pero puede haber más de una, en diferentes países, hablando diferentes lenguas e incluso del mismo sexo. No es un secreto que un hombre, después de haber construido una familia, de llevar mucho tiempo felizmente casado y enamorado, se enamore de otro hombre, y abandone a su familia, y a su sorprendida mujer, por él. Porque se da cuenta de que ha encontrado a otra media naranja con la que compartir el resto de sus días.

De repente una idea surgió en su mente, ¿y si se acercaba a hablar con ella? Respiró hondo. Sí.

Cuando se quiso dar cuenta sus pasos se dirigían a su mesa.

-Hola –fue lo único que pudo decir. Su corazón latía fuertemente. La sacó de su ensimismamiento.

-Hola –le sonrió, le brillaban los ojos.

-Em… Me preguntaba si… querías algo de comer… Es la una y media –ella también se sorprendió por la hora. Se le había pasado muy rápido esa mañana- Y, bueno, creo que deberías comer algo… Se te ve cansada –estaba muy nerviosa.

-Sí, claro… Dios, estaba tan ensimismada pensando en mis cosas que, bueno, no me di cuenta de la hora –hablaba con las manos- Me gustaría tomar un sándwich mixto y… ¿una ensalada? –Iba anotando todo lo que decía en una pequeña libreta, que luego guardaría para recordar el primer pedido que le hizo su escritora favorita.

-¿Y de beber?

-Una cerveza, gracias. –se fue a preparar el sándwich y tuvo el extraño sentimiento de que mientras iba hacia la barra se le había quedado mirando el culo.

Quince minutos después ya le había preparado su comida.

-Aquí tiene –depositó suavemente el plato delante de ella.

-Por favor, no me digas de usted, llámame Cosima –le extendió su mano.

-Delphine –su tacto era suave- Enchantée –Cosima dudó un instante antes de responder con otro "Enchantée" en un acento americano.