Capítulo 1

El rey de los dioses

Ese día en el Olimpo estaba resultando ser bastante aburrido; cosa rara, ya que él siempre se entretenía con algo, cualquier nimiedad servía para no tener que estar sentado en su trono, viendo pasar el tiempo lentamente. Y precisamente eso era lo que más le quemaba, por supuesto. Le recordaba a su padre. Y lo último que él quería era recordar a su padre en medio de un pandemónium de aburrimiento en el que él no tenía cabida.

-Diablos, ¿Qué me pasa hoy? Si hasta me he levantado bien y todo…

Y es que hasta el propio Zeus podía llegar a tener ese tipo de días que normalmente todo el mundo detesta, excepto a aquellos que les da igual todo; y, por supuesto, el rey de los dioses no era de esas personas.

-Tengo que entretenerme con algo, maldita sea…-masculló él, levantándose de su trono y echando a andar.

Salió de su sala y enfiló uno de los tantos pasillos que decoraban el Olimpo; por el camino se encontró con su hijo Hermes, el cual le saludó al pasar.

-¡Buenos días, padre!

-Serán para ti…

-¿Ya te has vuelto a levantar de mal humor?

-Nada de eso, sólo es que el día es demasiado aburrido.

-Vaya, hombre… y precisamente a ti, padre…

-Pues sí… voy a ver si me entretengo un poco ojeando el registro…

El registro… él sabía perfectamente cuantos eran en el Olimpo en total, pero de vez en cuando venía bien echarle un ojo. La última vez que lo miró fue hace como unos cien años, y desde entonces ni se había molestado en abrirlo de nuevo. Pero debido al aburrimiento reinante, y al ser eso mismo una simple nimiedad, para él era más que suficiente.

No tardó nada en llegar al sitio, la biblioteca, donde tenían cabida todas las obras literarias relacionadas con todos los dioses que él conocía y de muchas otras escritas por los propios dioses. De hecho, debía de haber algo suyo, pero ya ni se acordaba. Aun así no se paró en el salón principal y continuó hasta un pequeño saloncito donde un grueso libro de tapa dura descansaba sobre un atril; lo abrió y comenzó a ojear las primeras hojas, mientras se rascaba su barba. Nada que no supiera, estaban todos y cada uno de los dioses existentes desde el principio de los tiempos hasta su actual reinado; por ende, vio a su padre, Cronos, y a su madre, Gea. De ella se acordaba muy bien, sin rencores, pero de su padre era otro cantar. De hecho, al poco rato de haberle visto entre los primeros en la lista, se hartó enseguida debido al cabreo presente y cerró el libro de golpe.

-¡Diablos, siempre vas a estar ahí!-masculló, enfadado.

Y eso mismo le molestaba, claro. Zeus resopló, hastiado, pero entre las estanterías de esa pequeña sala vio un tomo de entre tantos que allí que había que le llamó la atención. Normalmente, antes de admitir a un dios en el Olimpo, se tramita la petición aparte y se apunta a todo aquel aspirante a dios que esté disponible; aunque eso se dejó de hacer hace eones, Zeus vio una posible vía de escape en él y lo cogió un momento. Su título era "Listado de dioses sin identificar o tramitar"; la última edición fue hace milenios, pudo ver algunos antiguos dioses de los tiempos en los que él era un joven dispuesto a todo, impetuoso y valiente.

-¿Recordando viejos tiempos, padre?-oyó entonces una voz familiar.

Alzó la vista y vio a su hija Artemisa colgada de una viga en el techo, con su arco a su espalda y mirándole divertida.

-Algo así…

-Tengo entendido que el registro no era frecuentado por nadie, ni siquiera por ti ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

-Nada importante… me aburría, eso es todo.

-¿Sólo eso? Si siempre tienes algo que hacer…

-Pues por eso mismo, hija mía… ahí está el problema.

Artemisa esbozó una sonrisa y volvió al suelo tras un lustroso salto; se recolocó bien su arco a la espalda, junto con sus flechas.

-¿Y que querías mirar?

-Nada en particular… curioseaba, nada más…

La diosa se acercó a la estantería, sin mirar a ningún punto específico; en cuanto estuvo justo al lado alzó un brazo y cogió un libro al azar, lanzándoselo a su padre.

-A ver qué he cogido…

-¿Te has vuelto a juntar con Hermes acaso?-inquirió Zeus, extrañado.

-No, solo era por animarte…

El padre sonrió, complacido, y observó el libro, de título "Dioses anónimos y atribuciones lejanas"; lo abrió por la mitad y pasó algunas páginas, sin ton ni son. Pero se paró al ver algo que le dejó un tanto chocado.

-¿Qué has visto?

-Algo que, lo más probable, esté mal…-masculló Zeus, extrañado.

-¿Por qué, que dice?-inquirió ella, curiosa.

-Aquí habla de dos diosas que controlan tanto el sol como la luna…

-¿Qué? Pero eso no es posible, Helios y Selene ya están al cargo de ese cometido…

-Y no sólo eso, aquí dice dos diosas, jamás he oído de dos diosas que tengan los mismos poderes que tus hermanos, esto no puede estar bien… a no ser…-murmuró Zeus, con el ceño fruncido.

Siguió leyendo, tratando de buscar algo de sentido a lo que acababa de leer, pero enseguida encontró algo.

-Tengo dos posibles nombres… Luna y Celestia… muy apropiado, pero del todo inaceptable.

-¿Y eso por qué?-inquirió Artemisa.

-No sabemos quiénes son y tampoco si son diosas de verdad… me atrevería a decir que pueden ser dos posibles impostoras. Y eso no lo puedo tolerar-masculló Zeus, apretando el libro entre sus manos.

-En ese caso ¿Por qué aparecen en el libro? Si no fueran diosas de verdad ni las nombrarían…-obvió ella.

-Es por eso que estoy preocupado. Podría ser cualquier cosa, pero aun así… no puedo dejar pasar esta afrenta, tratar de hacernos creer que hay más de una divinidad al cargo de algo tan valioso como el sol y la luna. ¡Inaceptable!-bramó Zeus, realmente enfadado.

Nada más hacerlo, un trueno retumbó más allá de las paredes y el Olimpo se sobresaltó.

-Tranquilo padre, truenos a buena mañana no suelen ser muy frecuentes… creerán que estás estresado.

-Nada más lejos de la realidad… tengo que encontrar a esta tal Celestia y Luna y comprobar por mí mismo si son las diosas que aseguran ser o tan solo unas simples farsantes-masculló él, alterado.

-Me parece bien… ¿y en tal caso que harás?

Ante esa pregunta, Zeus esbozó una maléfica sonrisa y murmuró.

-Hija mía, parezca que no me conoces…

-Claro que sí, pero quería ver esa sonrisa, me encanta-se excusó ella, muy elocuentemente.

El padre remató la pose y su hija terminó de encantarse. Zeus devolvió el libro a su sitio y se dirigió afuera.

-¿Ya sabes por dónde vas a buscar?-inquirió Artemisa.

-Empezaré desde aquí, y dejaré que sea mi instinto en el que me guie… tengo una habilidad innata para encontrar farsantes que se creen dioses, y lo sabes.

-Sí… ¿puedo ir contigo? Todo esto me ha llamado la atención y me gustaría ver como acaba.

-Claro.

Padre e hija salieron afuera, más dioses les vieron salir de la biblioteca y se inclinaron levemente a su paso; los dos se dirigieron hasta la entrada del Olimpo y a partir de ahí, fue Zeus el que encabezó la marcha, siendo seguido por Artemisa, la cual se dejaba guiar por su padre, en dirección hacia alguna parte.


Y así empieza una idea que se forjó en mi cabeza el viernes mismo, después de probar a Zeus en el Playstation All-Stars Battle Royale. Pero quiero avisar que no es el mismo Zeus del God of War, sino el Zeus que todos conocemos, aquí no hay ningún Kratos. Va a ser corta, pero intensa, espero que os guste, comentad y dejad reviews. ¡Nos leemos!