¡Hola! Bueno, como es tradición me gusta abrir con un disclaimer, todos los personajes nombrados en esta historia son ficticios y propiedad de la Warner y JK Rowling, si fuesen míos sería millonaria. Esta historia contiene mucho Lemon y Lime, están advertidos, si no compartes este tipo de historias, sal enseguida.
Capítulo Uno:
Una Bruja Mojigata
El sol llenaba todos los confines del hermoso jardín. La gente camina despreocupada, comentando el lindo día de otoño que había, pisando las hojas secas y oyéndolas crujir, la paz se respiraba y nadie entendía que era lo que hacía que el año pasado fuera tan frío.
Nadie, excepto Hermione Granger.
Ella era la única que no estaba en paz, es más, llevaba minutos mordiéndose las uñas, sentada en su cama mirando la gente que pasaba por la calle en la ventana. Ella sí sabía que el año pasado había sido frío por los Dementores sueltos, que ahora había paz gracias a su amigo. Pero no era esa la razón de su mordedura de uñas compulsiva. No, la razón era muy distinta, tenía nombre, apellido, pecas, cabello rojo fuego, ojos azules y deliciosos labios.
-Rayos- murmuró-, las cosas eran muchísimo más fáciles cuando peleábamos.
Sí, lo eran. Y no se refería a que su relación fuese mala, porque no lo era, es más, era muy buena; le encantaba estar con él, y él se preocupaba muchísimo de ella. Habían estado juntos en situaciones tan terribles como una guerra y tan trágicas como varios funerales; se habían abrazado horas en el jardín trasero de la Madriguera, habían hablado sobre la pérdida de Fred hasta que Ron murmuró un agradecimiento por acompañarlo. Y por supuesto, se habían besado.
Ahí comenzó el problema.
-Besa como un Dios- murmuró Hermione tocándose los labios con la yema de sus dedos. Es que los besos que se había dado con él, siendo el primero en medio de la Batalla de Hogwarts para luego seguir con muchos otros en la habitación de Ron, en la sala de La Madriguera, en el jardín de la casa de los padres de Hermione, en la habitación de ésta, en la calle, y muchísimos más lugares, habían sido los mejores. Se habían dado todo tipo de besos, besos suaves, besos cortos, besos largos, besos sin lengua, muchos más con lengua y, por supuesto, besos apasionados.
La primera parte del problema residía ahí, en los besos apasionados.
Fue un día especialmente cálido, dos semanas atrás, cuando se encontraba en La Madriguera, que todo comenzó. Después del almuerzo había salido con Ron a caminar por el jardín, habían encontrado un árbol donde podían hablar, pero habían comenzado a besarse. Ella había tomado la cabeza para poder acariciar su cabello, él la había abrazado por la cintura, aumentando la intensidad lentamente y tratando de alargar el contacto entre sus labios lo más que pudieron.
Entonces sucedió.
Las grandes, blancas y suaves manos de Ron bajaron lentamente desde su cintura hasta su trasero, sujetándolo con fuerza. Hermione abrió los ojos, sorprendida, pero Ron ni se inmutó, y si lo hizo, lo disimuló muy bien pues no interrumpió el beso y ella rápidamente cerró los ojos para seguir besándolo.
-Llevamos más de tres meses saliendo juntos- murmuró Hermione-, es normal.
Sí, lo era. Era completamente normal, pero ella no era una adolescente común. Había que aceptarlo, era medio mojigata. Había sido así toda su vida, siguiendo las reglas, no metiéndose en problemas y personificando a la alumna modelo. Pero ahora, a partir de ese día, había comenzado a descubrir otra parte de ella, otra cara que no conocía antes de ese día, antes de ese contacto que la tomó desprevenida.
Ella, Hermione Jane Granger, pensaba todo el día en Ronald Billius Weasley.
Pensaba en la segunda vez que Ron la tocó: cuando, una semana después, fue a dejarla a la puerta de su casa luego de ir a cenar juntos. Habían entrado para saludar a sus padres para encontrarse a la casa totalmente vacía. Se habían sentado en el sillón de la sala y habían comenzado a besarse, luego de unos quince minutos las manos de Ron habían subido desde la cintura se su novia hasta sus pechos.
Hermione aún se sonrojaba al pensar en eso.
Volvió a mirar una última vez a la ventana antes de desplomarse en la cama. La calle estaba pacífica y los transeúntes se veían animados. Cerró los ojos para poder pensar mejor; sabía que amaba a Ron y cuando estaba con él, era feliz. Juntos había podido sobrellevar la muerte de tantos amigos, gracias a él sobrevivió a las torturas de Bellatrix Lestrange, él la había cuidado en El Refugio. Sencillamente lo adoraba, lo amaba, lo deseaba.
-¡Rayos!- murmuró llevándose las manos a la cara-, ¿Eso está bien?- se preguntó.
Es que no lo sabía. No sabía si querer que las manos de Ron nunca se despegaran de sus pechos estaba bien, o pensar en él todo el santo día haciéndole cosas no tan santas estaba bien. Además, ¿A quien podría preguntárselo? Si hablaba con su madre quizás la mandarían a un monasterio, si hablaba con Ginny podría someter al pobre de Ron a un sinfín de burlas entre sus hermanos, ¡Ah!, ¿Por qué nadie había escrito un libro sobre esto?
-¡Hermione, Ron está aquí!- gritó su madre desde el piso de abajo, la aludida abrió los ojos levantándose de un salto de la cama para ordenar su cabello y bajar rápidamente con su pequeño bolsito mágico en la mano, al llegar a la sala se acercó a Ron para darle un pequeño besito, casi un topón de labios.
-Ya nos vamos, mamá- informó a su madre, la Señora Granger sonrió.
-Cuida a mi hija, Ron, y devuélvemela temprano, ¿Si?
-De eso no se preocupe, conmigo estará segura. Adiós, Señora Granger- respondió Ron sonriendo
-Adiós, Ronald- dijo la aludida, Hermione tomó la mano del pelirrojo y desaparecieron.
Se materializaron en el Jardín de La Madriguera, ahí donde no habían padres que los miraran y se besaron. Luego de separarse sonrieron y entraron tomados de la mano.
-¡Hermione, querida!- Exclamó la Señora Weasley limpiándose las manos en un paño de cocina-, ¿Almorzaste ya?, ¡Ronald, la hubieses traído a comer aquí!, ¿Quieres que te caliente algo de comida?- dijo muy rápido y sin esperar respuesta, girando hacia la cocina para calentar un par de ollas.
-¡No!, no se preocupe, Señora Weasley, comí en mi casa antes de venir- afirmó sonriendo, la pelirroja mujer se volteó hacia ella.
-¿Estás comiendo bien? Estás flaca- preguntó preocupada, Hermione sonrió.
-Si, estoy comiendo bien, no se preocupe.
-Mamá, Hermione y yo vamos a estar en mi habitación- informó Ron tomando a la castaña de la mano-, si llega Harry nos avisas.
-Está bien, ¡No hagan nada que George haría!- bromeó la pelirroja mujer. La pareja salió de la cocina y subió los cinco pisos hasta la habitación del menor de los hombres Weasley. Hermione sonrió al ver que Ron había arreglado su habitación: la puerta ya no tenía esa pintura desconchada, en cambio, tenía una prolija capa de pintura negra; al abrirla, el antiguo sentimiento de haber entrado en un horno había desaparecido para mostrar una nueva apariencia muy agradable, las paredes eran color crema aunque los pósters de los Chuddley Cannons seguían cubriendo algunas paredes. Se sentó en la cama tratando de no parecer nerviosa, Ron se sentó junto a ella y le dio un suave beso, luego comenzó a hablar. Sus suaves y sonrosados labios se abrían para dejar escapar unas palabras que quien sabe qué significaban. ¿Qué era esa sensación que invadía a la antigua Prefecta de Hogwarts?, un calor indescriptible que hacía estremecer su pecho y secar su boca. Tenía sed y sólo Ron podía quitársela, tenía ganas de morderlo.
-… Y obviamente no me estás escuchando- dijo Ron sacándola de su ensimismamiento.
-Lo… lo siento- murmuró Hermione bajando la cabeza apenada.
-¿Qué pasa, te encuentras bien?- preguntó. Pobre, si sólo supiera.
-Sí, todo está bien- murmuró Hermione antes de suspirar muy fuerte y agregar-. No, no está todo bien- Ron frunció el entrecejo-, es que, el otro día, en el jardín cuando me tocaste…
-Ah, eso- murmuró Ron interrumpiéndola-, lo siento Herms, lo siento tanto, sabía que tenía que preguntarte, pedirte permiso antes de hacerlo, por favor no te enojes conmigo, te juro que no lo volveré a hacer…
-No, Ron, no es eso lo que quiero que hagas- exclamo Hermione apenada mirándose los zapatos.
-¿Qué?- preguntó asombrado, Hermione se puso colorada y comenzó a morderse un labio-, Hermione, es mejor que me hables, no te estoy entendiendo nada.
-Lo estoy intentando- murmuró la castaña poniéndose colorada como el cabello de su novio-, déjame explicarte, ¡Pero no me interrumpas!- Ron asintió con la cabeza y Hermione notó como sus orejas tomaban ese tono carmesí que sólo adoptaban en situaciones de vergüenza-. Verás, como te decía, ese día, tu sabes, cuando me… tocaste- Hermione se aclaró la garganta-, bueno, a mi me… gustó- admitió completamente colorada, Ron abrió la boca para decir algo pero Hermione continuó-, ¡Sé que es extraño en mí!, o sea, ¿Lo es?, la verdad que no lo sé, Ron, pero desde ese día sólo quiero que me toques y a la ves tocarte, que nadie nos interrumpa y bueno, que no nos detengamos- Ron carraspeó nerviosamente ante estos comentarios, Hermione se tapó la cara con las manos.
-¡Herms!, ¿Estás bien?- preguntó tratando de que se descubriera la cara.
-¡No lo sé! Estoy llena de dudas- asumió mirando al suelo-, ¡Así no soy yo!
-Hermione- murmuró Ron tomándole la cara-, no es nada del otro mundo, a mi me pasa lo mismo- confesó, Hermione se sonrojó un poco.
-¿Es en serio?
-¡Claro! Me daba miedo confesártelo, la verdad, pero claro que me dan ganas de… tocarte- carraspeó nuevamente para ocultar su vergüenza-. Ganas que me llegan muy seguido- agregó. Hermione se acercó y se besaron de manera muy tímida, durante mucho rato, dejando sus manos a los lados no atreviéndose a dar el primer paso.
Claro. Pero un beso lleva a otro beso, y este a otro beso…
Ya llevaban muchísimo tiempo con aquel contacto de labios que ya se volvía un poco descarado y las castas manos ya no estaban a los lados sino que estaban atrapando al otro como si en cualquier momento fuese a escapar.
-Ron- murmuró Hermione separándose lo suficiente como para verlo a los ojos-, tócame.
Y, ceremoniosamente, tomó la mano del pelirrojo joven y la acercó a su pecho.
Éste no dejó que se lo pidieran dos veces y se acercó para besarla, dejando que su mano se apoderara de uno de los pechos de su chica. ¿Qué le había hecho pensar que eso estaba mal? No lo estaba, no debería estarlo. Cerró los ojos dejándose llevar por los besos y las caricias, sintiendo como un calor le crecía en el vientre haciéndola atraer más el viril cuerpo de Ron hacia ella. Éste no pidió permiso para comenzar a desabotonar la blusa, dejando al descubierto su sujetador blanco de encaje. Hermione se estremeció al sentir que Ron se separaba de sus labios para verla, ¿Y si no le gustaba?, en el dormitorio de las chicas había visto millones de veces a Lavender desnudándose y le había parecido casi perfecta. La odiaba por eso. Ella no era perfecta, prefería mil veces leer un libro que andar preocupándose por cuantas calorías tenía el apio, pero en ese minuto quiso ser perfecta.
Entonces sucedió lo impensable, los ojos de Ron la miraban como a un diamante.
Sonrió. No necesitaba que él le dijese nada, agradecía mil veces esa mirada, y agradeció aún más como las manos de su chico volvían a tocar sus pechos, haciéndola estremecerse más, sintiendo como los labios de Ron se acercaban a su cuello. No, definitivamente esto no estaba mal, estaba bien, excelente, maravilloso. Tenía ganas de reír, de no soltarlo jamás. Sintió que los labios de Ron se abrían para morder su cuello, para lamerlo, para subir un poco y juguetear con su lóbulo. Que sus manos recorrían sus pechos haciendo pequeños masajes, provocando pequeñas descargas eléctricas, concentrándose en sus ya endurecidos pezones.
Agradeció mil veces a su madre por comprarle sujetadores que se enganchan adelante.
Separó los labios intentando captar más oxígeno, acariciando la espalda de Ron sobre la camiseta. El calor en el vientre se mantenía y Hermione sintió que no podía ser más feliz que esto. Pero no, estaba equivocada, sí podía serlo. Ron había bajado sus labios hasta donde estaban sus manos y comenzó a besar sus pechos.
-Oh, Ron- susurró subiendo sus manos desde la espalda hasta la cabeza, hundiendo sus dejos entre el cabello rojo, atrayéndolo más hacia ella. ¿Qué era esa sensación? Sentía que iba a explotar, la lengua de Ron se deslizaba por sus pechos que a la vez eran acariciados por sus grandes manos, haciéndola sentir plena, como si algo explotara en su interior, dejando escapar un fuerte gemido para luego desplomarse en la cama completamente relajada.
Ella, Hermione Granger, sólo tenía ganas de reír.
Sintió como Ron se recostaba junto a ella, cubriéndola con sus musculosos brazos, besándole el cuello. Abrió los ojos y se encontró con los ojos azules del muchacho sonriendo, entonces lo abrazó.
Nadie en el mundo era tan feliz como Hermione Granger.
