¡Hola a todos! ¡Aquí he regresado con otro proyecto! La tercera parte de esta historia, me alegra mucho saber que hemos llegado a tanto. Recuero cuando comencé con esta historia en 2014... Han pasado muchas cosas desde entonces... Sobre todo, he mejorado mi calidad de escritura. (O al menos eso espero xD).

Les quería agradecer a todos los que han continuado con esta historia y han tenido la paciencia de leer cada uno de los capítulos. Si no fuera por ustedes, jamás hubiera decidido continuar.

Para aquellos que es la primera vez que ingresan en este fic, quería comentarles que esta es la continuación de otros dos fics que ya he escrito: Como si fueramos Adolescentes I y II (Que originalidad la mía... x.x). Si en verdad les interesa la trama, les recomendaría leer esos antes de llegar aquí, pero si no lo desean y simplemente quieren comenzar desde este punto, sepan que estoy dispuesta a responder cualquier duda, solo deben preguntar en un comentario y les explicaré brevemente todo lo que se hayan perdido de las anteriores sagas.

Sin más que decir, aquí se los dejo. ¡Espero lo disfruten!

PD: Todavía no seleccionado una foto para el fic... Pronto buscaré una que quede acorde.


Katsu frenó frente a la casa que sus padres habían comprado dos años atrás. Se quitó el casto y admiró aquella arquitectura. La nueva vivienda era magnifica. Grande, espaciosa, elegante. Habían utilizado gran parte del dinero obtenido por la pensión que Nami había ganado frente al juicio contra Bellamy. Claro que semejante casa no solo se podía ganar con el dinero de un juicio, sus padres habían tenido que acceder a un crédito bancario para poder terminar de pagar. Pero finalmente lo habían logrado.

No solo necesitaban más espacio, la familia se había ampliado demasiado en esos últimos 5 años. Sino que, también habían querido dejar atrás la casa donde el maldito de Bellamy, los había atormentado por meses. Había sido una manera de seguir adelante.

Pero él no había vivido mucho en la morada. Poco tiempo antes de que se efectuara la compra, había comenzado la universidad y había viajado cientos de kilómetros para poder comenzar su carrera profesional como médico. Había visitado la casa durante los largos recesos de invierno o las semanas de vacaciones durante el verano. Katsu sabía que había que tenía una habitación lista para su regresa, solo esperaba que ninguno de sus hermanos la hubiera ocupado.

El morocho se bajó de la motocicleta y la arrastró hasta la entrada. Alzó su mirada hacía la casa, era inmensa. Todavía no podía acostumbrarse a sus proporciones. Buscó la llave en su bolsillo y luego de desenganchar su bolso de la parte trasera de la moto, se apresuró a ingresar.

La luz que entraba por los ventanales lo sorprendió. Como toda vivienda moderna, las ventanas eran amplías y la luz que ingresaba era cegadora. Caminó por el pequeño vestíbulo de bienvenida, pero no divisó a nadie. Hacía la derecha se encontraba la sala de música donde se encontraba un viejo piano que su madre había comprado en una feria de garaje hacía varios meses, hacía la izquierda la librería que su hermana solía frecuentar antes de partir a la universidad. Colgó su equipaje en el hombro derecho y comenzó a caminar.

Antes de poder darse cuenta, se encontró en el gran comedor. Escuchó el lejano sonido de una televisión prendida, pero nada de gritos, nada de voces. Frunció el ceño sorprendido. Quizás nadie se encontraba en casa. Apoyó el bolso en la gran mesa de madera y se acercó a la puerta corrediza de vidrio que lo separaba del patio. El jardín era verde, recargado de flores pero no encontró a nadie. Ni siquiera en la gran pileta de fibra. Soltó un suspiro y se quitó la campera que su padre le había regalado para frecuentar su motocicleta.

- ¿Katsu? -

El morocho volteó con brusquedad. Y no pudo evitar soltar una sonrisa.

- ¡Hana! - Su hermana corrió hacía él y lo abrazó con fuerza - Creí que llegarías mañana -

- Me he adelantado - Comentó mientras lo aferraba con fuerza - Llegue ayer por la noche -

Habían pasado varios meses desde la última vez que había visto a su hermana. Hanako había crecido mucho desde entonces. A sus 18 años, era toda una mujer. Su cuerpo se había estilizado, sus cabellos habían crecido en forma de bucles y había decidido teñirse ciertas mechas de color oscuro; dándole un toque más maduro. Al contrario de Katsu, Hanako había decidido dedicarse a la abogacía, y a principios de ese año, había viajado hacía el estado del norte para poder asistir a clases en la mejor universidad del rubro.

- ¿Cómo te ha ido? - Cuando su hermana lo soltó, Katsu se dejó caer en una silla - ¿Dónde están mamá, papá y los demás? -

- Mamá ha ido al supermercado junto con Raiden y Souta. Akira esta en el jardín de infantes. Takara, Mizuki y Taro todavía siguen en el instituto, y papá en el trabajo - Hanako alzó sus dedos en forma de V - Aprobé todos los exámenes -

- Sabía que lo harías - Sonrió para luego desviar la mirada hacía el techo - No puedo creer que vivamos en una casa como esta -

- ¿Verdad? - Hanako le guiñó un ojo - Es magnifica -

Inesperadamente, Katsu se puso de pie.

- Nadie ha usurpado mi habitación ¿Verdad? -

Dado a la cantidad de hermanos que eran, a Katsu le habían asignado la habitación para los trastos viejos. Pero él no se quejó. Para empezar era la habitación más grande luego de la principal (Utilizada por sus padres, claro). Además, era la única habitación que estaba alejada del resto de los cuartos y era la más cercana a la cocina, algo sumamente útil cuando se quedaba largas horas jugando vídeojuegos por la noche.

Su cuarto tenía entrada directa al garaje y salida propia al patio, además de un baño solamente para él. ¿Qué más podía pedir un joven adulto? Era casi como vivir solo. Casi...

Katsu apoyó su bolso en su cama y comenzó a sacar todas las prendas. Tenía que ordenar sus pertenencias antes de que sus hermanos llegaran y comenzaran a atormentarlo con preguntas. Hanako yacían sentada en el pequeño sofá negro que Katsu utilizaba para mirar televisión.

- ¿Y bien? ¿Ya has conseguido una novia? - Soltó inesperadamente.

El morocho quedó mudo. Apoyó el perfume en su mesa nocturna y volteó hacía su hermana. La rubia lo contemplaba fijamente, ansiosa por la respuesta. Katsu desvió la mirada nervioso.

- No exactamente - Murmuró - Se llama Makoto, es... una amiga -

- Una amiga ¿Eh? - Hanako alzó una ceja y soltó una carcajada - Ya puedo imaginar que tipo de amiga es -

- Oi... - Sus mejillas se tornaron rosadas, no quería hablar de ella. Al menos no con su hermana menor - ¿Y que hay de ti? -

Hanako desvió la mirada pensativa. Katsu soltó un suspiro. Con solo observarla, ya podía deducir todo. Gaku y Hanako habían mantenido una relación cerrada durante varios años. Luego del problema con Suki ambos habían concluido en que todo había sido un mal entendido y que debían seguir con su vínculo. Pero luego de que la rubia terminara el instituto y estuviera a punto de partir hacía el norte, decidió terminar con el pelirrojo. ¿La razón? Hanako no se sentía preparada para mantener una relación a larga distancia. Gaku lo había entendido y había aceptado su decisión, pero Katsu sabía perfectamente que lo había lastimado. Pocas veces había podido hablar con Gaku sobre su hermana, pero siempre había llegado a una conclusión. Él no la había superado.

- Estoy saliendo con un chico - Sonrió entre risas.

- ¿A sí? - Katsu sacó una camisa de su bolso y la colgó en su armario - ¿Es de tu curso? -

- Algo así... - Podía notar la voz nerviosa en los labios de Hanako - Estuvo en mi curso, pero solo algunas clases -

- ¿Algunas clases? - El morocho volteó hacía ella nuevamente - ¿No estudia abogacía? -

- En realidad, él... - Respiró profundamente y clavó su mirada en el suelo - No estudia... -

- ¡¿Estás saliendo con un profesor?! -

- No es profesor, es solo ayudante - Se defendió alzando las manos - Técnicamente no es el docente a cargo -

- Maldición, Hana... - ¿Desde cuando su hermana hacía cosas como esas? ¿Tan mal le había sentado la ruptura con Gaku? - Sigue siendo un profesor... Y sigue siendo algo indebido -

- Lo sé - Soltó frustrada - Es solo que... Él es tan guapo - Se llevó las manos a las mejillas, estaban hirviendo de la vergüenza - Y muy inteligente, caballeroso y... -

- Bien, bien, lo entiendo - Resopló y puso los ojos en blanco - Solo ten cuidado, los pueden expulsar... A ambos -

El sonido de gritos interrumpió la conversación. Hanako le hizo señas a Katsu para que guardara silencio. Ni una sola palabra sobre su relación con el maestro. Su madre la mataría. Él asintió. ¿Qué más daba? Su hermana había confiado en él, y no iba a defraudarla.

Se pusieron de pie y atravesaron la pequeña puerta de la habitación de Katsu y esperaron al resto de la familia en el pequeño desayunador que había junto a la cocina. Cuando Nami apareció en el umbral, cargando con varias bolsas de plástico, se detuvo de golpe. Una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios. Apoyó la cosas sobre la gran mesada de granito y se acercó hasta el morocho.

- Bienvenido a casa - Murmuró y lo abrazó.

- Es lindo volver - Sonrió.

- ¡Katsu! - Akira salió corriendo en el momento que lo vio.

Él se separó de su madre, se agachó y alzó a la más pequeña de sus hermanas con energía. Akira había cumplido cinco años y ya estaba más cerca de los seis. A diferencia de sus hermanas, ella insistía en mantener su cabello corto, dado a que pensaba que tanto a Katsu como a su padre, les gustaba así. Desde que había comenzado la etapa de edipo, Akira había demostrado poseerla tanto con su hermano mayor como con su padre, razón por la que solía tener fuertes celos ante ellos. Aunque Katsu agradecía no tener que estar la mayor parte del año en casa, se imaginaba como sería la reacción de su hermana si conocía a Makoto... No, no quería saberlo.

Al poco tiempo, los pequeños Souta y Raiden atravesaron la puerta. Katsu bajó a su hermana y se apresuró a saludar a los menores. Era increíble como pasaba el tiempo. Ese año cuando se había ido, Raiden apenas podía caminar solo y ahora... Casi nueve meses después, andaba tal y como si ya fuese un adulto. Sus cabellos anaranjados estaban mucho más brillantes y al parecer ya había aprendido varias palabras nuevas. Souta también había cambiado, en sus manos cargaba una pequeña espada de madera con la que solían jugar en el jardín.

Alzó al pelinaranja y sacudió los cabellos del morocho.

- No puedo creer que ya camines solo Raiden - Comentó con una gran sonrisa.

- Si - Escondió la mirada bajo su flequillo, él junto con Taro eran los más tímidos de la casa.

- Cuando pasamos por la esquina vimos a Takara, Taro y Mizuki, ya estaban llegando - Añadió la pelinaranja mientras abría la heladera y comenzaba a guardar las provisiones - Oh, maldición - Comenzó a husmear en la bolsa - Olvidé la harina -

- Yo iré - Katsu bajó a su hermano y sonrió - Tengo ganas de visitar el centro -

(...)

Condujo hasta el pequeño taller que se encontraba en el terreno de la casa de Gaku. Por lo que veía, el área estaba más concurrida. Había varios autos estacionados y algunos mecánicos que iban y venían. Katsu bajó de la moto y se acercó dando ligeros pasos. Apoyó su vehículo contra una pared y comenzó a buscar a Gaku con la mirada. El lugar era muy diferente a como lo había conocido, ahora era más espacioso y el negocio parecía haber prosperado.

Divisó al pelirrojo aparecer debajo de un auto. Su cabello estaba lleno de grasa y su ropa estaba toda sucia. Manchas negras decoraban su rostro pero al hombre no parecía importarle. Sabía perfectamente que volvería a ensuciarse... entonces... ¿Para qué lavarse? Sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó por las manos, acto seguido, sacó una llave de su bolsillo y comenzó a ajustar una tuerca.

- Oi, Gaku -

El hombre volteó con brusquedad, estaba sumamente concentrado en su trabajo. Al divisar a un hombre con un casco sobre su cabeza, frunció el ceño.

- Lo puedo ayudar -

- ¿De qué hablas? - Katsu se quitó el casco con una sonrisa - Soy yo -

- Volviste - Le tendió la mano y cuando el morocho se la estrechó, volteó para bajar el capó del carro - Ya se te echaba de menos -

- Extrañaba la tranquilidad de aquí - Posó sus ojos en el vehículo que Gaku estaba arreglando - Oi, ese auto es genial -

Era el último modelo de la nueva compañía de vehículo, que se había fundado hacía pocos años. Era blanco con asientos de cuero y con volante de madera, posiblemente tallado a mano. Algo por lo que tendrían que pagar mucho dinero.

- ¿Verdad? - Sonrió - Y no vas a creer a quien le pertenece -

- A mi - Una tercera voz, obligó a Katsu a voltear.

- ¿Suzuna? - Sorprendido, ojeó a la mujer de arriba a abajo - ¿No te habías mudado a la capital? -

- Si pero... - Puso los ojos en blanco - Todo ese bullicio, es demasiado... Vine por unas vacaciones - Sonrió - Y de paso, visito a mi hermana - Metió la mano en su bolsillo y sacó un fajo de dinero - Toma Gaku, gracias por todo - Le tendió su paga - Creí que quedaría varada en la ruta -

- No es nada - Sonrió y se guardó el dinero en su bolsillo.

- Bien, debo partir - Suzuna se subió a su vehículo y emprendió marcha - Nos veremos pronto -

Katsu la vio alejarse. Todo en esa ciudad había cambiado, sobre todo la gente. La capital había cambiado muchísimo a Suzuna. Hasta donde el morocho sabía, la rubia había partido hacía la capital junto a sus dos padres para poder estudiar ciencias políticas y continuar la trayectoria política que su madre había iniciado hacía años. Pero la menor de la familia, Ruriko, que todavía no había terminado el instituto, había seguido allí, junto con una niñera que se hacía cargo de ella en todo momento.

- Está... diferente... - Murmuró. Jamás había visto a Suzuna utilizar ropa de marca, lentes de sol y perfumes reconocidos mundialmente.

- Es lo que logra la política - Bromeó el pelirrojo, pero luego de ese chiste, su sonrisa se esfumó - ¿Cómo está tu hermana? -

- Bien. Ha llegado anoche - Murmuró sorprendido ante la pregunta.

- ¿Ha conseguido a alguien...? Tu sabes - Respiró profundamente, como si tuviera que invocar cierta fuerza - ¿Algún novio o algo? -

- No lo sé - No quería herirlo, no quería ser él quien le diera la noticia. Al menos, no por ahora - No he hablado con ella sobre el tema -

- Entiendo... -

(...)

Katsu ingresó en la casa con una bolsa de harina. Cerró la puerta a sus espaldas y apoyó el casco en una pequeña mesa en el vestíbulo del hogar. Pero cuando quiso seguir avanzando hacia la cocina, Takara se interpuso en su camino. La joven tenía el ceño fruncido y parecía estar muy enojada con él. El morocho, sorprendido, frenó de golpe y la contempló a los ojos. ¿Acababa de llegar y ya tenía problemas con su hermana?

- ¡¿Por qué hiciste eso?! - Exclamó la mujer mientras se cruzaba de brazos.

- ¿Qué hice ahora? - No tenía la más mínima idea de que estaba pasando allí.

- ¡Te fuiste en tu maldita moto antes de siquiera saludarnos! - Soltó un quejido - ¡Estábamos abriendo la maldita puerta! ¡¿No podías esperar cinco minutos?! -

Takara era la única que no había cambiado en lo más mínimo. Desde que había ingresado en la adolescencia, había comenzado a comportarse como... como un adolescente. Y para peor, no solo había heredado el físico de su madre, sino también su carácter. Se solía irritar con facilidad y siempre tenía un aire de superioridad por sobre el resto, pero Katsu la quería igual. La tomó por los hombros y la abrazó con fuerza.

- Yo también te extrañé -

- Cierra la boca - Murmuró colérica - Todos te esperan en la cocina -

Juntos caminaron por el largo pasillo hasta llegar a la gran cocina. Tal y como le dijo Takara, todos yacían allí. Mizuki y Taro corrieron a recibirlo con una gran sonrisa en sus labios. Los abrazó con fuerza, ellos habían sido los más extrañados. Jamás imagino que la relación con Taro y Mizuki fuera tal que los extrañaría en sus meses cautivos en la universidad. Apoyó la harina en la mesada y continuó su camino.

Había otra persona a la que había extraño en todos esos meses. Su padre se puso de pie cuando percibió su presencia. Pese a los años que pasaban, él no cambiaba. Era como si nunca envejeciera. Divisó su sonrisa y hasta sintió cierto contagio.

- Padre -

- Hijo -

Ambos chocaron la mano, seguido de un puño, para luego finalizar con un simpático abrazo. Katsu se sentó junto a su padre y contempló el atardecer que se reflejaba en la piscina. Era agradable volver a casa. Cada vez que volvía a su hogar, recordaba lo que amaba a cada miembro de su familia. Había vuelto a casa.

(...)

La noche era joven y ella adoraba cuando la única iluminación era la luna. Se había puesto un vestido negro, corto que se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Sus largos cabellos negros caían cual cortina, y sus azulados ojos estaban enmarcados bajo una mascarilla de maquillaje. Se pintó los labios de un rojo escarlata. Se puso del mejor perfume y se miró al espejo con una gran sonrisa.

Inesperadamente, la puerta del baño se abrió. Takara volteó sorprendida pero al divisar a Hanako, sonrió.

- Lo siento, pensé que no había nadie - Comentó la rubia - ¿Vas a algún lado? -

La casa era grande, solamente tenía una planta baja. En el primer piso estaba el ático, nada más. Cada miembro de la familia tenía su propio habitación, a excepción de Souta y Raiden que, dado a su corta edad, compartían recamara cerca del dormitorio de sus padres. Sin embargo, los baño no alcazaba y por razones arquitectónicas, los únicos que tenían baño privado eran sus padres y Katsu. Su habitación y el de Hanako compartían el mismo cuarto de baño. Mizuki lo compartía con la pequeña Akira. Y la habitación de Raiden y Souta, poseían el mismo baño que Taro.

- Una fiesta - Se acomodó el cabello - En la casa de Botan y Arata-

- Te ves bien - Murmuró mientras se acercaba al lavabo - Salir durante el instituto es lo mejor - Tomó el labial y lo contempló - ¿Irás sola? -

- Taro también viene - Soltó un gran suspiro y puso los ojos en blanco - Y quiero convencer a Maizuki -

- Eso estará complicado - Soltó una sonrisa. Mizuki seguía siendo bastante infantil.

- ¿Todavía no me conoces, Hana? - Takara se acercó a la puerta que conectaba con su habitación y antes de salir, agregó - Yo puedo lograr lo que sea -

Takara apuró el paso y abandonó su habitación. Necesitaba convencer a su pequeña hermana de asistir a la fiesta. Mizuki ya tenía 13 años y jamás había ido a uno de los eventos que los jóvenes realizaban en sus casa... Takara no podía terminar de entender porque su hermana menor se comportaba de esa manera. Todas las compañeras de Mizuki iban, ella no.

Se puso delante de la puerta de Mizuki y la golpeó con fuerza. Cuando la pequeña abrió, la encontró vestida con unos pantalones de tela y un abrigo que le quedaba muy gran para su delgado cuerpo. Soltó un gran suspiro y la tomó del brazo.

- ¿Qué haces? - Chilló sorprendida - ¿Qué es lo que te pasa Taka? -

- Vas a ir a la fiesta - Dijo firme y comenzó a arrastrarla hacía su propia habitación.

- ¿Otra vez con eso? - Preguntó agotada ante la insistencia de su hermana.

- Vamos, será divertido y conocerás a mucha gente - Ingresó en su habitación y comenzó a revolver su armario en busca de alguna prenda - Todos tus amigos van -

- Pero no quier ir... - Mizuki se dejó caer en la cama - Es aburrido -

- Claro que no. Además quizás puedas encontrar algún chico lindo - Takara sacó una pollera negra y una pequeña remera blanca - Ponte esto, rápido - Arrojó las prendas sobre el cuerpo de su hermana - Y luego te maquillaré. Ya hablé con Katsu, él nos llevará en el auto de papá -

(...)

Mizuki odiaba las fiestas, jamás había asistido a una. Sin embargo, en cuanto puso un pie en la casa de Botan y Arata, le entraron una fuertes ganas de irse. No quería estar allí, ni siquiera si sus amigas estaban divirtiéndose. No le interesaba en lo más mínimo. Prefería estar en su cama, mirando una película o disfrutando de un buen vídeo juego.

Su hermana la arrastró hasta el interior y la obligó a sentarse junto a sus amigas, le colocó en la mano un vaso con alguna bebida fuerte y le dijo que sonriera, que hablara y que se divirtiera. Sabía que las intenciones de Takara no eran malas, después de todo solo quería que la pasara bien, pero estaba equivocada... Había esperado mucho tiempo para poder jugar con Katsu o contarle sus secretos a Hanako, y ahora... estaba allí... Sentada en el sofá de los hermanos más problemáticos del instituto, intentando fingir que le interesaba lo que sus amigas tenían para decir.

Pero las cosas fueron de mal en peor. Saya se puso de pie y luego de tomar la mano a su novio de turno, desapareció en la oscuridad. Akiko decidió que era mucho más divertido intentar cortejar a algún otro chico que estar junto a ellas, hablando. Y Harumi utilizó la excusa de ir en busca por más tragos, para desaparecer.

¡Genial! Una super fiesta. ¿Cómo había dejado que Takara la convenciera? Ni siquiera podía encontrar a sus hermanos. Tomó su teléfono y marcó el número de Katsu. Pero el tono sonó y sonó. De todas las noches ¿Katsu tenía que optar por esa para no atender el móvil?

Soltó un gran suspiro. No podía ser peor. Contempló como los jóvenes bailaban en el salón, conversaban con vasos en sus manos y reían a carcajadas. Todos bajo los efectos del alcohol. No toleraba ver como niñatos hacían de cuenta que eran mayores de edad, solo por tomar un vaso de tequila. Algo completamente ridículo. Abrió un juego que tenía descargado en su teléfono y comenzó a jugar en silencio.

Y para colmo... No podía pasar ese maldito nivel. Soltó un quejido, frustrada.

- Es un nivel complicado, el truco está allí - Una voz extraña captó su atención.

Mizuki volteó y contempló a una chica que estaba en la misma clase que ella. Yuuna. Jamás había hablado con ella, siempre le había parecido algo extraña. Pero en cierto punto, ella también lo era. La joven tenía cabellos rosados y ojos oscuros como la noche, llevaba los cabellos cortos casi como si fuese un hombre.

- ¡Ahí! - Exclamó y señaló la trampa para poder pasar el nivel.

Por alguna extraña razón, Mizuki le hizo caso y consiguió el objetivo. Con una sonrisa en sus labios, volteó hacía la muchacha.

- Gracias -

- Jugar juegos de ese estilo puede ser frustrante - Rió - Oi ¿Dónde están tus amigas? Creí que Saya, Akiko, Harumi y tú no se separaban nunca -

- Eso es solo en el instituto - Ni siquiera quería recordarlo - Hace media hora que estoy y ya quiero irme -

- Deberías intentar divertirte, ven - Yuuna la tomó de la mano - Se que aquí todos parecen monos de circo, pero si logras encontrar la diversión, será la mejor noche de tu vida -

La pelirrosa le tendió un vaso y la incitó a beber. El sabor era demasiado fuerte como para sentirlo, pero poco a poco, su paladar se fue acostumbrando. A medida que el alcohol comenzó a hacer efecto en su cuerpo, empezó a ver la fiesta de otra manera. Comenzó a reír, a bailar. Su cuerpo se había desinhibido completamente. Era como si le hubieran quitado toda la inocencia, toda la vergüenza.

Yuuna la tomó de la mano y comenzó a arrastrarla por toda la casa. A medida que avanzaban tomaban otros vasos o interrumpían juegos de otros grupos. Incluso detuvieron el beso de una pareja que estaban sobre una mesa.

- ¿Qué me dices ahora? - Preguntó al notar las carcajadas de Mizuki.

- Ha sido genial - Sonrió.

De alguna manera, habían terminado en la parte más alejada del jardín. Allí donde la luz no llegaba. Desde esa perspectiva podían ver toda la fiesta. Los que se arrojaban a la pileta en ropa, los que entraban y salían en busca de diversión. También se podía ver el salón principal a través de un gran ventanal. La morocha apoyó la espalda contra el cerco de ligustrina y se dejó caer al suelo. Yuuna se sentó a su lado.

- No me arrepiento de haber venido - Mizuki nunca había sentido ese extraño calor que producían las bebidas alcohólicas, pero tenía que admitir que no eran tan desagradables como creía.

- Es lindo oírlo - Murmuró Yuuna con una sonrisa.

La morocha se giró hacía ella con sorpresa. Era la primera vez que entablaba conversación con ella, pero Yuuna ya se había comportado como una amiga. De hecho, había actuado más como amiga que sus amigas reales. Bajó la mirada. Quizás había sido muy dura en jamás hablar con ella, o no incluirla por el mero hecho de parecer rara.

Cuando volvió a posar los ojos en la pelirrosa, notó que ella también la miraba. Sintió ciertas cosquillas en su pecho. ¿Qué demonios era esa sensación? Antes de que Mizuki pudiera darse cuenta, el calor del licor se había transformado en otro tipo de calor. Las suaves manos de Yuuna apresaron su mejillas. Y sintió sus delgados labios en los suyos.

Sus ojos se abrieron como platos. Cuando la pelirrosa la soltó, no supo que decir. Eso había sido raro, demasiado raro. Era la primera vez que besaba a alguien y, en contra de todo lo que había pensado cuando niña, había sido una mujer. Desvió la mirada algo asustada. No era posible. Se puso de pie y se llevó la mano a su boca. Siempre había imaginado esa primera vez con un chico. Un chico guapo, amoroso, caballeroso. Algún hombre que la enamorara, algún hombre que compartiera los mismo valores que su padre o su hermano mayor. Pero...

- Oi, lo siento. No quería -

Pero Mizuki prefirió escapar. No quería estar allí, tenía que pensar que demonios era la sensación extraña que estaba atravesando su estómago. ¿Acaso había sentido placer? Sus ojos se comenzaron a llenar de lágrimas. Quería escapar, quería desaparecer de ese lugar de una vez por todas.

(...)

Justo del otro lado de la casa, Taro yacía rodeado de su grupo de amigos. Todos estaban sentados en el suelo, hablando, riendo y bebiendo. La única razón por la que él asistía a ese tipo de fiestas era porque todos sus amigos iban, y no quería quedar afuera. Pero no tenía ningún interés en particular. Solamente quería divertirse.

Apoyó el vaso en el suelo y se puso de pie. De tanto beber le habían entrado ganas de orinar. Soltó un gran suspiro y comenzó a caminar. La bebida, las luces y la música no ayudaban a su equilibrio. Hacía tiempo que no bebía tanto y su cuerpo todavía no se había terminado de acostumbrar. Apoyó su hombro contra una pared y comenzó a caminar con su ayuda. Esa vez si que se había pasado, se dijo para sí mismo. Apenas podía caminar.

No supo como, pero logró llegar al gran pasillo de la mansión de los hermanos. Un merito considerable, teniendo en cuenta su estado. Pero sin que se pudiera percatar, chocó contra una mujer. Alzó su mirada y toda su ebriedad se esfumó de un momento para el otro. Su rostro palideció.

- Ruriko - Murmuró al percatarse que se trataba de ella.

La joven de largos cabellos celestes quedó estática. Taro dio un paso hacía atrás, intentando respetar su espacio personal.

- Taro... - Ella también se había sorprendida.

Ruriko bajó el vaso que llevaba en su mano derecha y no supo que más decir. Inesperadamente, el mayor de los anfitriones apareció en su lado. Botan tenía cabellos cortos y rubios, ojos oscuros y un cuerpo bien musculoso. El hombre tomó a la peliceleste por la cadera.

- Oh Taro - Dijo sarcástico - ¿Acaso viniste a acosar a Ruriko? -

- ¿Qué? - Soltó el pelinaranja en shock.

- ¿No te bastó con verla desnuda una vez? -

- Botan - La mujer golpeó su pecho con timidez.

Taro puso los ojos en blanco, no tenía tiempo para discutir con él. No tenía ni el tiempo, ni las ganas. Hinchó su pecho con aire y se hizo aún lado para poder seguir su camino. Pero mientras se alejaba hacía el baño, alzó su mirada por encima de su hombro. El hombre seguía riendo, pero Ruriko parecía tan avergonzada como él. Respiró profundamente y cuando llegó a la puerta del baño, ingresó. Cerró la puerta a sus espaldas con fuerza y se quedó apoyado en la madera, intentando recobrar la compostura.

(...)

Takara acababa de salir al patio cuando se encontró con Arata. Amaba la atención que los hombres le daban. Según su padre y las pocas fotografías que había visto de su madre, había heredado su belleza. Y eso le había dado muchas ventajas en sus pocos años de vida. Solía aprovecharse de eso para conseguir todo lo quería. En su casa solía funcionar con su padre. No había manera de no manipularlo al saber que era la viva imagen de su difunta esposa, aunque no le gustaba saber que lastimaba a su padre. Solo lo usaba en situaciones de emergencia. Pero en el instituto... Todo valía. Había aprovechado la belleza de su rostro para construir su imagen personal, pero cuando su cuerpo comenzó a desarrollarse... No hubo nada que se le negara.

Arata era un joven de su curso, tenía cabellos negros y ojos oscuros que hacía juego su camisa. ¿Era guapo? Si lo era. También era popular y era uno de los hombres más codiciados en el instituto. Su hermano y él, se habían ganado la fama de ser los más lindos. Algo que toda mujer anhelaba.

Cuando notó que los ojos del hombre estaban posados en ella, se acercó lentamente. Arata estaba sentado en una pequeña silla de madera, y ella aprovechó la oportunidad para sentarse sobre su falda.

- ¿Sucede algo, Taka? - Preguntó el morocho con una sonrisa en sus labios.

- No lo sé, dímelo tu - Sonrió y peinó sus cortos cabellos- Mirabas mucho -

- ¿Y cómo no quieres que te mire? - Arata acarició su cuello desnudo y bajó hasta el escote - Eres la mujer más linda de la fiesta -

- ¿Y eso que significa? - Intentaba sonar lo más misteriosa posible.

El hombre estiró su cuerpo y le dio un sonoro beso en los labios. Takara sonrió. Sabía que en ese preciso momento estaba siendo la envidia de todos los presentes. Se animó a presionar más la situación y antes de que el hombre se alejara lo suficiente, volvió a darle otro beso. Esta vez más pasional. Podía sentir la mirada de todo el club de fans de Arata. Sabía que estaba siendo odiaba, pero no le importaba en lo más mínimo.

Se puso de pie y luego de guiñarle un ojo, lo tomó de la mano. Comenzó a caminar hacía el interior de la casa, y hubiera pagado cientos de pesos con tal de poder ver las caras de todas esas chiquillas que no dejaban de seguir a Arata por toda la casa. Si en verdad iban a seguirlos, sus corazones se iban a partir en miles de pedazos.

Ingresaron en la casa y Takara lo guió hacía el primer piso, allí donde yacían las habitaciones de los hermanos. Buscó con la mirada el dormitorio que le pertenecía el morocho y ambos se metieron. Era la primera vez que hacía algo como eso, pero sabía que era la única manera de ganarse al único chico que le interesaba. A Arata le gustaban las mujeres así, y ella haría todo lo posible por obtenerlo.

(...)

El sol estaba lo suficiente picante como para estar en remera sin mangas. Nami yacía sacudiendo los muebles de la librería. Se acercó a la ventana y corrió las cortinas para que los rayos lumínicos pudieran ingresar. Sabía que Katsu y Hanako se habían quedado hasta tarde hablando sobre sus vidas universitarias, Taro, Takara y Mizuki habían ido a esa fiesta en la casa de unos compañeros, por lo que los cinco yacían durmiendo en sus respectivas camas. Luffy había salido a dar una vuelta junto con los dos más pequeños de la familia. Y Akira estaba jugando en algún lugar de la casa.

Acomodó los libros que Hanako había leído la noche anterior y soltó un gran suspiro. Era lindo volver a reunirse los diez de nuevo. El hecho de que Hanako y Katsu se hubieran ido durante tantos meses, había sido algo deprimente. Y en verdad los habían extrañado.

- ¡Mira mamá! -

Akira apareció en el vestíbulo, vestida con un vestido de bodas pomposo. El atuendo era tan gran que más de la mitad de la tela era arrastrada por la pequeña. La pelinaranja frunció el ceño. ¿De dónde había sacado ese vestido? No le sonaba para nada. No era suyo. En ninguna de las dos bodas había utilizado un vestido como ese.

- Oi... Akira... ¿De dónde sacaste eso? - Preguntó al ver que la niña giraba y bailaba.

- Del ático - Respondió risueña mientras salía corriendo hacía el comedor principal.

- ¿Del ático? - Repitió con un bufido - ¿Cuántas veces te tengo que decir que no subas ahí? -

La mujer caminó hasta las pequeñas escaleras plegables que llevaban al altillo. Tal y como lo espero, estaban completamente estiradas. No importaba como escondieran las escaleras, Akira siempre se las arreglaba para subir. Soltó otro suspiro y subió para poder imponer orden.

La oscuridad se hizo presente. Nami estiró su brazo y prendió el pequeño foco que había. El polvo allí era devastador. Desde que se habían mudado, jamás había subido a limpiar. Habían tirado todas las cajas allí y habían cerrado la puerta para siempre. Se arrepentía completamente. Tendría que limpiar ese desastre en ese mismo momento. Comenzó a mover las cajas más nuevas, las que estaban más cercanas a la entrada al desván.

Pero una de las cajas que más le llamó la atención, fue de las más alejadas. Y no por la caja en sí, sino porque estaba abierta y una pequeña tela blanca se asomaba. Se apresuró a abrir un camino y se acercó. Estiró su brazo y tomó la tela. Era un velo de novia. Lo examinó con cuidado pero llegó a la conclusión de que no se trataba de algo suyo. Lo hizo aun lado y examinó la vieja caja. Había muchas cosas. Ropa vieja, fotos, y muchas otras pertenencias. Tomó el cuadro de marco dorado que destacaba. Quitó el polvo y quedó muda cuando se percató que se trataba de una vieja foto donde el morocho yacía con su anterior mujer. Pasó el dedo por el rostro del hombre. Parecía muy feliz. Bajó la mirada y continuó revolviendo, encontró una foto de los tres niños. Katsu debía tener siete años, Takara dos y la pequeña Mizuki apenas tenía meses de vida. Jamás había visto esa faceta de su vida pasada. Tomó una pequeña caja rosada y al abrirla una pequeña melodía inundó sus oídos. Había todo tipo de joyas, aros, collares, anillos. Era doloroso pensar que la mujer que había utilizado todo eso, estaba muerta. Se mordió el labio inferior para no soltar un pequeño sollozo y continuó husmeando. Halló un sobre de carta antiguo, lo abrió con cuidado y comenzó a leerlo.

Su corazón se arrugó con fuerza. Era una carta de amor. Una carta de amor que databa de hacía más de veinte años... No podía creer que todavía guardaran cosas como esas. Se armó de coraje y comenzó a leerla. Pero con tan solo ojear la primera oración, estuvo a punto de romper a llorar. Espero que Dios nunca nos separe. Apoyó la carta sobre el alhajero y se pasó la mano por la frente. Toda persona que pierde a su pareja sufría, pero tenía que admitir que jamás pensó que su antigua relación hubiera sido tan intensa. Tan romántica. Tan real.

Bajó la mirada y posó sus ojos en el velo blanco. Si todo esa caja era destinada a guardas los objetos más importantes de la que en su momento había sido la mujer del morocho, eso significaba que el vestido pertenecía a...

Se puso de pie con brusquedad. No, no, no, no. Se lanzó por las escaleras a la velocidad de una bala. Si Akira estaba jugando con eses vestido... Se imaginó a su pequeña hija volcando jugo, o cayéndose al barro. Arruinaría por completo el vestido.

- ¡Akira! - Ingresó en la cocina. Nada - ¿Akira dónde estas? - Fue directo a su cuarto. Nada - ¡Akira! -

- Ya llegamos -

Escuchó la puerta cerrarse y la voz del morocho retumbó en toda la casa. ¡Maldición! Tenía que encontrar a la traviesa de Akira antes que le hiciera algo malo al vestido. Nami atravesó el pasillo a gran velocidad, pero el pequeño Souta se interpuso en su camino. Tuvo que frenar.

- ¿Mami?- Preguntó el morocho sorprendido.

- Oi ¿Sucede algo? - Luffy la contempló desconcertado. En sus brazos estaba Raiden quien se divertía con un pequeño juguete rojo.

- No puedo encontrar a Akira - Soltó, esquivó a Souta y continuó con su desesperante búsqueda - ¡Akira! -

Atravesó el comedor y cuando contempló a través de la puerta de vidrio, distinguió a su pequeña hija de pie en el trampolín de la piscina. Su corazón se detuvo, el vestido estaba a punto de tocar el agua.

- ¡No, maldición! ¡Akira! - Atravesó el umbral a toda velocidad. Tenía que llegar - ¡No saltes! ¡No saltes! -

Cuando la niña voló, fue demasiado tarde. El chapuzó la empapó. El vestido quedó completamente empapado. La niña comenzó a nadar pero se dio cuenta que el peso de la tela era demasiado para ella, por lo que comenzó a desesperarse. La pelinaranja se acercó al borde y la tomó por los brazos. Jaló de ella y la sacó del agua.

- ¡Te dije que no lo hagas! - Le dijo mientras la ayudaba a pararse - ¡¿Por qué no me escuchas?! -

- ¿A pasado algo? - Katsu apareció en el jardín, todavía tenía el pijama puesto. Se frotó el ojo derecho con la mano.

Cuando sintió la presencia del morocho, Nami volteó hacía la puerta. El hombre estaba completamente petrificado. Contemplando a Akira. Pero más específicamente, mirando fijamente el vestido. La mujer le quitó el vestido con desesperación. Maldición, Akira si lo había arruinado. Soltó un gran suspiro. Quizás si lo llevaba a la tintorería, estaría como nuevo. Si. Llamaría en ese mismo momento. Se puso de pie con el vestido en mano, pero cuando estuvo a punto de avanzar, notó que Luffy se había acercado lo suficiente como para arrebatare la prenda de las manos.

- ¿Qué son todos esos gritos? - Takara, Mizuki, Taro y Hanako también habían sido despertados por la conmoción.

- Oi - Le sorprendió que el hombre hablara de una manera tan fría - ¿De dónde sacaste eso? -

- Del ático - Sonrió la morocha mientras hacía la señal de la victoria con los dedos - Yo también quiero ser una princesa -

El morocho contempló el vestido, no solo estaba mojado. Un pedazo de tela había quedado enganchado en un clavo del trampolín y el el tul se había desgarrado considerablemente.

- ¿Cuántas veces te he dicho que no subas al ático? - La pelinaranja quedó helada ante el tono de voz.

- Pero, papá... -

- ¡Te lo he dicho miles de veces! -

Hasta la pelinaranja se asustó por el volumen de ese grito. Jamás lo había visto tan enojado. Desvió la mirada hacía el resto de los niños, ellos estaban igual de sorprendidos. Akira comenzó a llorar desconsolada y corrió a los brazos de su padre, pero éste la rechazó con un simple gesto.

- Yo solo quería jugar... - Se defendió mientras limpiaba su nariz con la manga de su remera.

La tomó del mano con tanta fuerza que por un segundo, Nami pensó que le sacaría el brazo de lugar. El hombre se agachó lo suficiente como para estar a la altura de la pequeña.

- No puedes jugar con esto ¿Entiendes? -

La niña asintió, intentando retener los sollozos.

- ¡Ya para! - Se acercó bruscamente - ¡La estás lastimando! - Empujó la hombre y tomó a Akira en sus brazos - ¿Qué no te das cuenta? -

¿Qué demonios le estaba pasando? Él no era el hombre del que se había enamorado. Clavó sus ojos en los del morocho y se obligó a mantenerle la mirada, no iba a permitir que dañara a su hija por un simple vestido viejo.


Hasta aquí hemos llegado con el primer capitulo. Espero que les haya gustado y estaré ansiosa por leer sus comentarios.

No estoy segura si he dejado en claro todas las edades de los hijos, por lo que les haré una pequeña lista con los personajes que han aparecido en este capitulo. A medida que vayan apareciendo otros, les dejaré la información para que puedan darse una idea de sus respectivas edades.

Katsu, Gaku, Suzuna (20) - Hanako (18) - Ruriko, Botan (17) -Takara, Arata (15) - Taro (14) - Mizuki, Yuuna (13) - Akira (5) - Souta (3) - Raiden (2).

Creo que no me ha faltado ninguno. Si es así, díganmelo y responderé todas las dudas.

¡Nos leemos pronto!