No es posible

El viento de Ecatl

-Maldito francés- decía el joven Eduardo al ver en la puerta de su morada al que llamaba desde hace poco menos de tres siglos madre patria

-Eduardo, ¿Qué modos sois esos de recibir a la gente?- reclamaba el Español con notable asombro

- Los modos que te mereces, jodido español, ¿Cómo es que el imperio español cayera ante el inútil afeminado de Francia? ¿Dónde quedo todo el yugo con el que sometiste a mi gente? ¿Dónde quedo la fuerza con la que heriste a mamá y conquistaste a papá guiándolo a su fin? ¿Dónde quedo el Antonio que me castigo severamente si recordaba algo? ¿Dónde está el Antonio que juro protegerme hace menos de tres siglos?- el joven se notaba molesto más que eso simplemente no le era posible concebir a aquel que le había causado un sinfín de emociones derrotado ante un francés que reemplazaba a su rey y le hacía obedecer su voluntad y por ende también lo hacía obedecer a el

-Eduardo… fue inevitable, las cosas simplemente no son como se planean, además vos sabes que…-

-Cállate inútil, no quiero oír tus escusas- interrumpe al español y entra a la casa claramente molesto, comienza a golpear cosa se encuentre y azotarlas contra otras hasta llegar a su habitación en donde se tiro bocarriba a la cama para ver el techo que era decorado con un sinfín de flores en tonos dorados, así era la mayor parte de la casa en la que habitaba; el gozaba de muchas riquezas, un vasto territorio y un clima envidiable para la elite europea, cosa que el español les había ganado y había reclamado como suyo, miraba el techo molesto, pensaba que si suposición por el momento era de obediencia debía solo obedecer aquel que el dispusiese de su pertenencia y en ese momento el que lo reclamaba completamente como suyo era el español al que había insultado hace unos momentos; alguien llamo a la puerta y la voz inconfundible junto con el acento del que le había enseñado una lengua diferente a la de sus padres se hacía presente, Eduardo se volteo de costado y encogió las piernas con la intención de tocarlas con su pecho, se negó a responder el llamado de Antonio.

-Vale, Eduardo abre la puerta que quiero hablar con vos ¿No vais a escucharme?- detrás de la puerta no se escuchaba nada, sin embargo está estaba abierta, Antonio tomo la perilla y la giro para entrar a la habitación de la joven nación con aires de rebeldía

-¿No os he enseñado a que debéis contestar si alguien llama a la puerta?, vuestros modales hablareis mal de vos- decía el español sentándose al lado del joven quien se negaba a darle la cara

-¿Qué quieres España?- contestaba cortante el joven

-Solo pasar un rato con vos ¿Qué no es posible?-

-Te has entregado por completo al dominio francés, ¿Creías que te recibiría con una sonrisa y un buen pozole después de eso?- reclamaba caprichosamente el joven

-No os preocupéis, los asuntos en la patria son manejados por la gente de allá, vos no tenéis porque ver por esas cosas-

-Pero "vuestros asuntos" afectan los míos. Soy de tu pertenecía después de todo, tu gente gobierna a la mía y si algo relevante sucede en la patria perjude aquí de una manera incongruente, ¿Qué no estás preocupado?- el joven español bajo la mirada y guardo silencio por un rato, por otro lado aquel con descendencia Azteca regresaba su mirada al techo

-Vos… ¿Planeas abandonarme?, ¿Tal y como lo hizo romano?- el español miraba algo preocupado al novohispano

-Hay vas con el napolitano ese, piensa en otra jodida cosa que no sea ese cabron por dios; supongo que convives con más jodidos países que ese- el español soltó una discreta sonrisa al escuchar los comentarios del que veía como a un hijo

-Tú lo debes saber mejor que yo, nosotros… solo somos una representación de la historia, aquello a lo que llaman "nación" cobra forma material con nosotros pero nuestra voluntad y la del pueblo no siempre esta unidas a pesar de que ellos nos llaman "todos" y luchan por nosotros; en estos momentos mi voluntad es algo irrelevante para las acciones de mi pueblo- el novohispano coloco su brazo sobre sus ojos al terminar su discurso y el español solo le sonrió acariciando su cabello con algo de ternura

-Vuestra gente es grande, tal y como lo fue la gente de vuestro padre y madre, la hermosura de vuestras tierras y la riqueza de vuestras playas, ciudades me dejaron perplejo hace tres siglos, tanto que ni aun ahora he logrado sacarme esa imagen de la cabeza y aquella noche fue devastadora tanto para vos como para mí, tanta hermosura fue quemada y saqueada por los humanos, por mi gente...; cuanto lo siento por mi culpa vos…- las lágrimas del español resbalaron por su mejilla y cayeron hasta las sabanas del novohispano que le miraba de reojo derramar sus lagrimas

-Después de todo lo sabes, lo pasado ya paso y deja de llorar como niñita que me da pena decir que me criaste, vuelve a ser el imperio que alguna vez fuiste, y hazme sentir orgulloso de ser tuyo Antonio- el joven se había puesto de rodillas en la cama y miraba el español con compasión mientras que su mano derecha dudaba en tocarle cuando la voz de uno de los sirvientes llamaba a la España.

La sirvienta subió presurosa con un niño de la mano, de tez blanca y cabello castaño, la sirvienta no le entendía pero sabía que ese no era lugar para un niño malcriado como él, que solo llamaba una y otra vez a la España europea; Antonio salió de la habitación del novohispano limpiándose las lágrimas para llega a la escalera y ver a la sirvienta luchar con el infante a media escalinata, Eduardo le siguió tranquilamente con la mirada sumida en la obscuridad, por fin se había resignado a pasar algo de tiempo con el hombre que le crio cuando un niñato tenía que interrumpir aquel momento, su molestia subió mas al darse cuenta de la identidad del intruso en su casa.

-Pero mira que hay aquí, ¡un napolitano! ¿Qué hará tan lejos de su amada Europa?- miraba con hostilidad al niño mientras se acercaba para sustituir a la sirvienta en cuanto a su atadura, una vez hecho se acercó lentamente a su oído

-Esto es Nueva Hispania y aquí no se permite la intromisión de las personas sin invitación, supongo que deberíamos enseñarle a este niñato lo que hacemos para castigar esas acciones- aquellos ojos color caoba se volvían cada vez más opacos con cada susurro que le proporcionaba al infante, miraba cada vez más detenidamente aquella obscuridad que había guardado desde pequeño y en la cual el español al final de la escalera era un participe activo de las masacres que le costaron al joven deambular entre la vida y la muerte las primeras décadas de su vida

-Eduardo, ya os he dicho que esa no es manera de recibir a la gente- trato de interrumpir el peninsular, el joven se enderezo lentamente mientras que el niño regresaba a su forcejeo con él

-Y yo os he dicho que este es el trato que se merecen "ciertas personas"- decía molesto, el napolitano se logró zafar de las manos del hispano solo para correr a las espaldas del español

-¿No es encantador? El niñato te has seguido hasta aquí solo porque estaba preocupado de tu situación; ¿A él no le castigaras por haber desobedecido tus mandatos?, supongo que no después de todo es "tú preciado" Romano- sonreía frívolamente al terminar sus comentarios que parecía enojar cada vez más al español

-Eduardo, has sido demasiado imprudente en esta visita ¿Qué pasa por vuestra cabeza que estáis tan cabreado?-

-Las únicas cabras aquí son las tuyas que andan sueltas por ese niñato, si tanto lo deseas a tu lado deberías hacer lo mismo que hiciste conmigo y someterlo hasta que sea incapaz de contestarte o de ir en contra tuya, deberías imponerte como el imperio que alguna vez fuiste y que ahora quieres olvidar, que por más que llore y te suplique que pares lo pases de largo y continúes con tu bien ejecutada labor- los ojos color olivo del español se clavaron en las casi negras corneas del novohispano, llenas de furia y con deseos de castigarle, sin embargo en estos momentos tenia detrás al que fuera su subordinado desde hace muchos años y no quería que conociese es parte que Eduardo había explorado muy bien

-Que se diviertan tú, tus cabras y ese napolitano, después de todo esta es tú casa "madre patria"- hizo una reverencia para después salir de la casa destrozando todo a su paso, tal y como había entrado hace un rato, el ver al napolitano no le hacía ninguna gracia y mucho menos que el que alguna vez fuese la nación donde el sol nunca se pone le protegiera dándole prioridad sobre al que tenía bajo su cuidado desde hace tres siglos

El español se molestaba cada vez más al escuchar el estruendo que hacia el joven colono al salir de la casa, su cólera iba en aumento y no dudaría dos veces en castigar al insolente sirviente de la corona, sin embargo en estos momentos la primera cosa en su lista de prioridades se encontraba aferrado a sus piernas y temblando como nunca lo había hecho, el colonizador suspiro para calmarse un poco, miro al techo recuperando su acostumbrada y un tanto estúpida sonrisa para así dirigirse al niño a sus espaldas

-Romano, es una sorpresa veros aquí ¿No debéis estar ya en Austria?- preguntaba el español colocándose a la altura del niño quien hizo un puchero antes de contestarle

-Ahora puedo ir a donde yo quiera, no tengo por qué darte cuentas a ti; y si vas a salvarme hazlo más rápido, tenía miedo, maldición- decía al borde del llanto el napolitano, el mayor lo tomo en brazos y lo presiono fuertemente

-Tenéis razón, vos ya no tenéis porque darme cuentas, sois libre, pero como me da gusto veros de nuevo, Romano- el napolitano soltó en llanto en el hombro del español quien solo lo abrazó con más fuerza para que este pudiese desahogarse del susto que el novohispano le había dado con su actitud y extrañas palabras

-España… ¿Quién era ese cabron?... – Pregunto un poco más calmado y separándose un poco del que le presionara contra su cuerpo con fuerza, sabía que constantemente durante su estancia en la casa de España, este había salido por meses a un lugar que el desconocía, pero sabía que se encontraba del otro lado del mar, sin embargo por más que preguntase el joven se negaba a contestar y tendía a desviar la conversación para no verse obligado a contestar, sin embargo esta vez era diferente, siendo libre del dominio español, el representante de Italia del sur podría averiguar el lugar al que su protector visitaba con frecuencia para así saciar su curiosidad con respecto al asunto y que mejor manera de hacerlo que una, que para él, le pariese la más rápida y efectiva, ir de polizón en el barco mandado por él en su acostumbrada incursión al mar que siempre llevaba como destino el nuevo continente; aquel que le había atacado hace unos minutos tenía la misma "aura" que ellos, la curiosidad le carcomía, sobre todo porque su atacante también tenía conocimiento de su situación actual y de su nacionalidad

-Es… un niño rebelde que me di a la tarea de educar, pero decidme, ¿Qué os trae por aquí?, escuche que saliste de entre el equipaje durante el anclaje- respondía el español tratando de evadir la conversación

-No… vine a seguirte… solo que me quede dormido dentro de una de las cajas que cargaron al barco y sin darme cuenta termine en un puerto desconocido…- decía el niño con algo de sonrojo en las mejillas desviando la mirada, la excusa ofrecida por el napolitano no era creída por el español, ya que él tenía conocimiento de que este se encontraba en Austria bajo custodia por el sujeto que le había dado su dominio hace tanto tiempo y que sería imposible quedarse dormido dentro de una de las cajas del cargamento destinado a la Nueva Hispania, sin embargo decidió aceptar la pobre explicación del niño y sonreír como era su costumbre

-Ya veo, tuvo que ser toda una sorpresa al despertar, pero no os preocupéis que yo le regresare con bien a Europa, solo que tenéis que esperar un poco ya que vine a estas tierras para tratar unos asuntos con él en cargado del lugar; pero sin duda en un par de días estaréis en Europa visitando a vuestro hermanito para tomar una merienda- decía confiado mientras despeinaba al niño castaño que cerraba los ojos ante su acción, después llamo a uno de los sirvientes y ordeno que preparasen una habitación para el niño, cosa que sin dudar y al ser ordenado por Antonio hicieron presurosos proporcionándole una de las mejores habitaciones de la mansión estilo barroco

Por otro lado Eduardo caminaba molesto por las calles del centro urbano en donde acostumbraba recibir al español, de verdad se le veía de muy mal humor, lo que hacía que la gente le abriese paso sin remilgar o protestar algo, después de un rato llego a una vieja cantina en donde tomo asiento en la barra y pidió su bebida, su acostumbrada bebida ideada por él a base de agave, algo muy abundante en sus tierras y que había conquistado los gustos de muchas personas quienes le daban el nombre de "tequila", eso era lo único que tomaba y siempre tomaría cuando se trataba de alcohol; aun se le podía escuchar decir entre dientes las maldiciones que le mandaba al español por su actitud con el napolitano, pero estas fueron interrumpidas por un hombre de aspecto sombrío que se sentó junto a él para pedirle al cantinero lo mismo que bebía el joven

-Vaya que fue un escándalo lo que hiciste en tu casa, María me conto todo, incluso algo como tú puede actuar de esa manera- decía el recién llegado mientras tomaba el vaso de cristal llevándolo hasta su boca para beber un sorbo

-Bueno después de todo esta forma no fue lo único que se me fue otorgado- respondía con sarcasmo al comentario del hombre que había terminado el primer vaso de su bebida

-El hecho de que te encuentres con esos ánimos es buena señal para nosotros, he recibido noticias de los hombres que mandamos al norte, a las que eran llamadas las "trece colonias inglesas", dicen que su representante estará gustoso de hablar contigo sobre el asunto- miraba la joven que se dedicaba a admirar el contenido casi nulo del fondo de su vaso, lo movía discreta pero firmemente mientras prestaba atención a las palabras del hombre a su lado

-Odio tratar con cabrones como ese imbécil, en estos momento su soberbia debe alcanzar más allá del techo y de no ser necesario me gustaría abstenerme de hablar con él, pero… el hecho de que el francés se haya apoderado de la madre patria me molesta a un más que pendejos como el norte- tomo abruptamente lo que quedaba en el vaso y puso con fuerza este sobre la barra –Has la cita para cuando Antonio regrese a la península, no quiero tener que escabullirme como lo hice hoy, es molesto tener que fingir celos solo por ese napolitano, jodido italiano de mierda-su enojo relucía una vez mas

-Pero, por lo que me ha dicho María, no te fue difícil crear una escena con la presencia del niñato ese ¿Estás seguro que solo fingías Hispania?- el joven soltó una discreta sonrisa y miro al techo

- Amigo mío, después de que los cielos de septiembre pasen ya no seré "Nueva España"- el hombre a su lado dejo un par de monedas de oro sobre la barra y se levantó de su asiento

-Tienes razón; le avisare al resto, después de todo septiembre es un mes muy frio, es casi invierno, no será fácil convencerlos de que la mejor fecha sea dentro de estos parámetros, solo espero que el sol nos ilumine al dar el aviso, suerte con tu napolitano México- dicho esto tomo camino hacia la salida del pequeño bar, mientras tanto el joven vertía mas liquido etílico en su vaso para después beber el contenido dentro de este de un sorbo

-Lo hará, tenemos a dios de nuestro lado después de todo-