Este fic forma parte del proyecto '14 de febrero' por parte de kikitapatia, oxybry y mutemuia.

DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: no, no insistas, Skip Beat AÚN no es mío… :)


CHOCOLATES HONMEI

Primero fueron los gritos. O El Grito, uno solo, pero emitido por multitud de gargantas.

—¡TSURUUUUGA-SAAAAAAAAAAN! —gritaba la turba enardecida en las puertas de LME.

Luego comenzó la lluvia de chocolates y bombones, sí, lluvia, aunque lo más correcto sería decir granizada o pedriscada por la consistencia y densidad de algunas de las golosinas lanzadas (más bien disparadas) sobre el pobre actor y su mánager, unas cuantas aún en sus cajas originales.

—¿Pero por qué no hemos entrado por el garaje, como siempre? —pregunta Ren con un filo de exasperación en su voz, una vez a salvo dentro de LME.

—Porque si no, les da algo, Ren —contesta Yashiro, ignorando su tono. Porque sabe que no es con él, sino con las locas de fuera—, sino te ven, aunque sea un instante, estarán aquí todo el santo día, rumiando y alimentando sus ansias de entregarte sus regalos… Así que más vale sufrir los inconvenientes ahora, que todavía queda 'algo' de racionalidad en ellas, que no más tarde, cuando solo sean fieras rabiosas… —los dos se encogen, sacudiendo un escalofrío.

—Me inclino ante tu comprensión de la naturaleza humana, Yashiro…

Y efectivamente, se inclina en respetuoso arco. Pero en sus ojos brilla una chispa de ¿diversión?

¿Se estaba burlando de él?

En fin, la mañana fue pasando, con Ren a salvo en su refugio Love Me, donde se escondía en buena compañía, y Yashiro pasó las horas transportando en un carrito las montañas de dulces y bombones al coche de Ren, para llevarlas más tarde a caridad.


Lo había visto más allá de los cristales enfrentándose a las hordas fanáticas.

Estaba guapísimo, por los dioses. Más incluso de lo habitual… Debería ser ilegal dejarlo andar por la calle donde cualquiera pudiera verlo.

Llevaba toda la mañana queriendo entregarle sus chocolates, pero al final le faltaba el valor. Pero es que no se atrevía. Si él se daba cuenta de que eran chocolates honmei, hechos a mano para la persona amada (y no los baratos y sencillos de compromiso), sabría que a ella le gustaba él. Y mucho. Tanto como para preparárselos solo para él. Con amor. Porque eso es lo que dice a gritos un chocolate honmei: TE AMO.

Había estado practicando en su cocina dos días, entre torres de calderos requemados, chocolates como piedras y extrañas manchas marrones en el techo, hasta que anoche, justo cuando iba a rendirse, le salieron perfectos.

Había comprado un envoltorio monísimo, una bolsita de elaboradas filigranas negras y doradas, que se ataba con una cinta ancha de terciopelo rojo. Y una tarjetita, de papel grueso y de calidad, que parecía pergamino antiguo, y que le aportaba un tono respetable al presente. Con su mejor letra, escribió el nombre del destinatario y firmó con el suyo.

Cuando terminó, suspiró. Estaba hecho. Mañana o nunca. Mañana sería el día en que entregaría su declaración de amor chocolatosa al hombre que amaba. Mañana sería el día en que esperaba que él se diera cuenta de que sus bombones hablaban por ella.

Pero ahora el pánico la paralizaba… Por los dioses, cualquiera diría que parecía una colegiala tonta… Pues no, era una mujer hecha y derecha, caramba. Ni que no hubiera hablado antes con él… Uf, que no se diga que es una cobarde. Dio un paso al frente.

—Ah, Fujiwara-san, buenas tardes ya… —dijo él. Y mirando el primoroso paquetito que llevaba junto a su corazón, añadió—. Para Tsuruga Ren, imagino…

A ella se le trancó el saludo en la garganta, incapaz de repente de pronunciar palabra. Tosió, se dio un golpe en el pecho, y por fin le salió la voz.

—S-son p-para usted, Ya-Yashiro-san… —y con gesto apresurado le puso sus chocolates en las manos y salió huyendo de allí. Ya está. Lo hizo.

Yashiro parpadeó una vez. Dos veces.

Mira la elegante bolsita que tiene en las manos, y una sonrisa enorme, de esas que van de oreja a oreja, se extiende por su cara. Los ojos le empiezan a brillar con chispitas emocionadas y un delicado rubor (que en un hombre normal no resultaría viril en absoluto) tiñe sus mejillas.

—Para mí… Son para mí... —su vista no se aparta del delicado presente que le ha entregado Fujiwara-san, de Recursos Humanos, la chica más linda de la planta dos—. Chocolates honmei para mí… Honmei…

Yashiro aprieta (con delicadeza) la bolsita contra su pecho, a punto de estallar, lleno de ilusión, de alegría y de un sentimiento totalmente nuevo...

Moe por su propia persona.

Y esto es nuevo, sí...

El resto del día se le ve levitando por LME repitiendo sin cesar "Honmei para mí…".