Yo era la presa sin escapatoria, la chica sumisa, la que temía lo que él pudiera hacerme.

Me case con él cuando cumplí los 18 años y llevábamos de relación apenas 3 meses, y yo juraba en aquel entonces que habían sido los mejores meses de mi vida junto a el.

Y no estaba equivocada.

Los demás se volvieron en mi infierno personal junto a ese ser que no tenia compasión alguna sobre mí, no me dejaba libre ni me quería con él.

Y yo solo esperaba el día que él me diera un golpe tan fuerte que llegara a dejarme sin respiración y de una vez por todas morir.

-Sal de la cama.— Se quejo el, estaba de mal humor de nuevo y yo me sentía mal eso se debía a los moretones que aun estaban bien marcados sobre mi piel. — ¿No me has escuchado?

No respondí, a él no le gustaba que respondiera.

Así como no le gustara que mis padres me llamaran o me hicieran visitas.

La rutina comenzó de nuevo y intentando que entre los dos hubiera paz prepare el desayuno que a él le gustaba, lo encontraba de mejor humor cuando el lo probaba.

El bajo cuando ya estaba en la mesa su comida y me senté a esperarlo, él pudo olerla porque me dio una sonrisa.

-Anda, come. – gruño. Yo le mire, el era bastante hermoso. Rubio alto atlético cuerpo despampanante, pero dispuesto a ser malo conmigo hasta que la tierra me tragara, de haberlo adivinado antes yo no estuviera aquí. — ¿Estás intentando agradarme?

Lo miré asustada pensando que algo había mal en la comida.

No quería decirle lo que estaba pasando, el me mataría ahora mismo.

-Pensé… — susurre pensando que no me había escuchado.

-¿Pensaste? – pregunto sonriente, le encantaba domar.

-Que te gustaría desayunar tu comida favorita. – intente sonreírle, pero me dolió cada centímetro de mi cara al hacerlo, el asintió volviendo al plato.

-Siempre tan buena chica. – acerco su brazo a acariciar mi cabello, sus ojos negros brillaron. – Mira, se que a veces te trato mal. – todo el tiempo pensé. – Intentare no hacerlo mas, Bella. Yo aun te quiero.

Asentí intentando no llorar delante de él, lo ponía rabioso.

-Estaba pensando… — dijo mientras se llevaba una gran porción de su desayuno. Me miro seriamente. — ¿Has pensado en seguir estudiando?

-¿Me—de—ja—rí—as?— solo pude decir sintiéndome avergonzada de mi misma.

-No ir a una universidad por supuesto. – se encogió de hombros. – Pero si desde la computadora.

Respire profundo, me sentí bien solo por un segundo al pensar que el era un marido amoroso pero todo cambio cuando volví a sus ojos y recordé el terror que me había echo pasar en estos últimos 5años.

-¿Hay aquí una universidad a larga distancia? – dije insegura.

-Muchas preguntas, Bella.

-Lo siento. – Me sentía estúpida cada vez que me disculpaba por algo que no debía, pero estaba acostumbrada a vivir con mi estupidez.

Él se levanto de la mesa tomo mi cabello un poco fuerte haciéndome chillar y beso mi frente.

-Me iré al trabajo, no me esperes despierta. – bajo hacia mis labios, pero no era un beso amistoso. Daba asco. Sin embargo hice como si mis tripas no se revolvieran dentro de mí y le regrese el beso. Me sonrió y salió por la puerta principal.

Respire, cansada de aparentar todo.

No podía salir, no podía comer sola, no podía hacer nada si el no me daba el permiso.

No se que pasaría, cuando le dijera que estaba embarazada pero ya me imaginaba que el comenzaría a golpearme porque según él, no le pedí permiso para eso tampoco.