Jeff Davies es la gran mente brillante creadora de estos personajes, yo solo me dedico a escribir lo que se lee aquí. Compadézcanme.

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Tenía una sonrisa bonita, perfecta. Eso era lo que le decían siempre, lo que le decían todos.

Idiotas.

Era tan consciente de la belleza de su sonrisa como de que a los demás les constaba lo mismo.

Pero, ¿Qué sabían ellos de lo bonita que llegaba a ser esta si no lo habían visto sonreírle a ella?

Nadie lo había visto, ni siquiera Danny, y tenía la intención de que así fuese siempre, porque esa sonrisa era de ella, de ella y de nadie más.

Siempre que nadie miraba le sonreía así, le regalaba esa sonrisa cargada de dulzura, mediada con ciega adoración, una pizca de tolerancia y un toque de irritación que la hacían irresistible, siempre acompañada con el amor bailando en sus preciosos ojos azules.

En su agradecimiento, ella siempre le regalaba otra igual, la mueca falsa se iba y aparecía la verdadera, los carnosos y sonrosados labios se fruncían ligerísimamente y afloraba una sonrisa resplandeciente, la frialdad de sus brillantes ojos verdes se derretía y dejaba espacio a la calidez, gestos que duraban lo suficiente para que nadie lo notara, pero que les alegraba el día como solo dos personas que realmente se quieren pueden sentir.

Gestos que eran solo de ellos, solo de Jackson y Lydia.

Solía dedicársela cada que podía, cuando sus ojos conectaban después de que el la buscara entre la multitud al momento siguiente de haber marcado un gol, cuando despertaba junto a ella aquellos fines de semana en que los padres de Lydia o los de él no estaban, cuando ella corría a su encuentro en esas ocasiones en que iba a visitarla.

O cuando ella se lanzó a sus brazos después de reencontrarse, feliz de volver a verlo, ni siquiera le había importado que el inútil de Stilinski estuviera presente, y de no haber sido por él, podría quedarse así como estaban, ella con sus delgados brazos rodeándolo, con la cara escondida en su cuello y él recorriendo su espalda baja con las manos mientras su cara se perdía en sus sedosos cabellos con olor a fresa, asegurándose de que era real, de que estaba con él una vez más.

Tampoco había pensado en Ethan.

Cuando ella y Ethan se reencontraron, pareció que el aire se le iba de los pulmones y el color de la cara, de por sí bastante pálida, y no por el hecho de que Ethan la apretara en un abrazo de oso, sino porque Ethan le recordaba a él.

A Aiden. Otro amor de Lydia.

Quería a Ethan, sí, eso era claro, pero la existencia de Danny y la de Lydia no dejarían nunca que ninguno de ellos pudiese amar al otro con tanta locura como los amaron a ellos.

Porque Ethan aun quería a Danny tanto como él amaba a Lydia.

La sonrisa apareció una vez más, cuando ella se aferró a sus brazos de forma inconsciente el día que Ethan y él tenían que tomar el avión de regreso a Londres, Jackson la apretó también y McCall tuvo que contener a Stilinski de la camiseta con disimulo.

─Todavía te quiero─ le susurró Jackson, aunque más que un susurro, fue solo el movimiento de sus labios, ella pudo entender lo que trataba de decir y asintió de forma casi imperceptible.

El peso de la mirada de Ethan y Stilinski era grande, Lydia lo notó y contesto de la misma manera.

─También te quiero.

Esas sonrisas desconocidas para los demás aparecieron de nuevo, solo para ellos, sus miradas se llenaron de sentimientos antiguos mientras juntaban sus frentes, y cerraban los ojos.

Solo en ese momento sintieron que eran ellos de nuevo. De pronto volvían a ser los chicos de 16 años antes de que lo sobrenatural apareciera en sus vidas.

De pronto eran solo ellos dos.

Solo Jackson y Lydia.