N/A Estoy volviendo a ver PLL para refrescar mi memoria y así poder escribir un fic Emison que tengo en mente. En realidad estoy repasando momentos Emison y se me ocurrió esto. A ver qué os parece.

Deseos de cosas imposibles - Alison DiLaurentis

Me llamo Alison Lauren DiLaurentis. Tengo 17 años y soy de Rosewood, Pensilvania. En el pasado fui la Reina del instituto, la chica más popular y la persona con más poder. Todos estaban a mis pies. Soy rubia, mis ojos son azules, tengo un cuerpo impresionante. Soy guapa, muy inteligente, con mucho estilo... y con dinero. Se decía de mí que tenía una mirada capaz de dejar helados a quiénes causaban mi ira. Todo el mundo me respetaba, todo el mundo me temía. Me envidiaban. Los chicos, sobre todo los mayores, querían estar conmigo, querían mi cuerpo; las chicas, todas y cada una de ellas, querían ser como yo. Mejor dicho, todas querían ser yo. ¿Quién no querría ser yo? Era la bomba.

Pero eso fue hace dos años, antes que mi vida cambiara de la noche al día. Por culpa de –A.

Hace dos años mi madre me enterró viva en el jardín de mi casa. No sé el porqué, pero eso sucedió. Yo pensaba que había neutralizado a –A, fuera quien fuera. Pero no fue así. No recuerdo muy bien cómo conseguí salir de aquel agujero en el que mi madre me había enterrado, pero salí con vida. Sobreviví y entonces tuve que huir de Rosewood.

Porque quería seguir con vida.

Durante estos dos últimos años he estado vagando por las calles, sola. Porque ya no tenía un hogar al que volver. Estuve primero en Filadelfia. Después fui a Nueva York. Y volví a Filadelfia, necesitaba estar cerca de las chicas.

Me pasaron cosas terribles. Yo, que había sido la Reina de Rosewood, la persona más poderosa y más temida, había acabado en las calles, siempre con miedo a ser descubierta.

Todo por culpa de –A.

¿Quién es –A? Ya me hubiera gustado a mí saberlo entonces. -A era el pseudónimo de la persona que estuvo acechándome y amenazándome un tiempo antes de mi entierro y de mi huida.

No sé qué tipo de relación tienen –A y mi madre. Tampoco llego a comprender qué pasó. Lo que sí que recuerdo fue cómo empezó todo: un día recibí un mensaje amenazante de alguien que firmaba como –A. Y luego llegó otro. Y otro más. Cada mensaje era peor que el anterior. Fuera quien fuera, esa persona pretendía destruirme. Yo que me creía tan lista pensé que podía encargarme del asunto, que nadie conseguiría hundirme. Ni siquiera ese tal –A.

Qué ilusa fui.

Me equivoqué. Al final lo consiguió, -A me hundió en la miseria. Durante dos años Alison DiLaurentis dejó de ser Alison DiLaurentis. Y todo con la ayuda de Jessica DiLaurentis, mi madre.

He estado dos años vagando sola, con miedo. He sobrevivido gracias a la ayuda de CeCe y de Noel Khan, pero la mayor parte del tiempo he estado sola. Siempre en estado de alerta. ¿Y si –A me encontraba? No quería morir, quería seguir con vida. ¿Pero qué vida tenía? Era una adolescente viviendo en la calle, mejor dicho, malviviendo en las calles de una gran ciudad, intentando pasar desapercibida, ser invisible. Yo, que siempre había sido el foco de todas las miradas. Yo, que estaba acostumbrada a ser el centro de atención de todo el mundo. Yo, Alison DiLaurentis, la que había sido la Reina del instituto Rosewood.

Qué ironía. Alison DiLaurentis alejada de los focos.

De vez cuando iba a Rosewood, no como Alison sino como Vivian Darkbloom. De algún modo me enteré que –A se dedicaba ahora a torturar a las que habían sido mis amigas y yo, sintiéndome responsable de ello, intenté ayudarlas desde las sombras, sin que ellas lo supiesen.

Han pasado dos años y hoy vuelvo a Rosewood junto a mis amigas.

Estamos en un autobús de camino al pueblo que fue mi hogar, Rosewood. Toda la odisea de –A ha finalizado. -A al principio era Mona Vanderwaal, una friki que estaba obsesionada conmigo. Pero enseguida alguien ocupó su puesto cuando la descubrieron y la encerraron en Radley. Ahora sé que ese alguien era Shana Fring, mi amiga de la infancia en Georgia. Y Shana ha muerto. -A ya no existe. Por fin soy libre, por fin puedo volver a casa.

Por fin las chicas y yo volveremos a tener vidas normales.

Sólo me falta solucionar cómo enfrentarme a mi madre, porque ella no se espera que vuelva. Sigo sin entender por qué ella me enterró con vida. No sé a quién está encubriendo, pero lo descubriré.

Estamos en un autobús, de vuelta a casa. De vuelta a Rosewood. A mí me ha tocado sentarme sola en la parte trasera, junto a la ventana del lado izquierdo. Mis amigas han optado por sentarse juntas, en parejas. No les reprocho este arreglo, en realidad me apetece viajar sola. Llevo tanto tiempo sola que no sabría cómo estar todo el viaje junto a cualquiera de ellas. No sabría cómo actuar ni qué decir.

Estoy apoyada al cristal. Estoy tensa, meditando qué hacer. ¿Realmente quiero volver y enfrentarme a mi madre? ¿No sería mejor seguir como hasta ahora? Suspiro, en realidad no sé si quiero volver...

Spencer Hastings y Aria Montgomery están sentadas juntas, en los asientos de delante. Creo que están durmiendo. Aria tiene su cabeza apoyada en el hombro de Spencer. Spence tiene su cabeza contra la cabeza de Aria. Oigo la respiración pausada de ambas. Deben estar agotadas después de todo lo que ha pasado.

En los asientos que tengo a mi derecha están Hanna Marin y Emily Fields. Hanna duerme, acurrucada a Emily. Puedo escuchar sus leves ronquidos. Emily, por su parte, está despierta y parece que mira por la ventana. Creo que está preocupada. De vez en cuando me mira a través del reflejo del cristal. Me mira como si yo fuera un sueño. O una pesadilla, no estoy segura.

Emily Fields. Cuando me fui una de las cosas que más me dolió fue dejarla atrás. Por alguna extraña razón Emily no paraba de aparecer en mis sueños. De todas mis amigas, ella era la más leal, mi fiel escudera. Siempre podía contar con ella, estaba siempre a mi disposición. Emily me adoraba y yo me dejaba adorar; me hacía sentir más poderosa si aún cabe. Si yo le decía que saltase, ella intentaba saltar lo alto posible. Incluso cuando dudaba, como cuando lo de Jenna, Em siempre acababa cediendo a mis deseos.

Mi dulce Em...

Ahora esa Emily creo que ya no existe, se ha transformado en una mujer fuerte e independiente. La última vez que la visité en su habitación me pareció ver un fuego en sus ojos que no había visto nunca antes. Sus ojos me desafiaban por primera vez desde que nos conocíamos. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Esa mirada me atravesó el alma. Vi miedo y dolor. Noté pasión y también desconfianza. Y amor.

Mi dulce Emily parecía que había desaparecido y en su lugar me encontré con una Em distinta. ¿O no? ¿Realmente había cambiado tanto?

Emily me está mirando ahora mismo. Frunce ligeramente el ceño. ¿Qué debe estar pensando?

Me viene a la memoria nuestro primer beso. Fue en la biblioteca del instituto, meses antes de mi desaparición. Yo tenía en mis manos el libro de Grandes esperanzas de Charles Dickens. Me hacían gracia los nombres de los personajes: Pip, Sr. Wopsle, tío Pumblechook... Eran como nombres de dibujos animados. Me reí y Em salió de detrás de una estantería. Me miró sonriendo y se sentó a mi lado. Me contó que había soñado con Jenna, que Jenna estaba bien y que volvía a ver. Me pareció un sueño tan tierno que no pude evitar que una sonrisa se dibujara en mi cara.

- Por eso te quiero – dije sin pensar -. Te van los finales felices.

Ella se sonrojó. Estaba preciosa. Entonces le leí un fragmento del libro y al acabar, nos besamos. Fue un beso dulce e inocente. Un beso repleto de amor.

No puedo quitarme esa imagen de mi memoria. Ese beso encendió algo dentro de mí. Algo que intenté suprimir a toda costa. Porque Em era una chica y no podía ser que a mí me pudiese gustar aquel beso. No a mí.

Y por eso fui tan horrible con ella cuando me volvió a besar. Esta vez en los vestuarios, días después. Le pedí que me ayudara a vestirme y me besó en el hombro con la misma ternura que en la biblioteca. A diferencia de aquel beso, esta vez sentí pánico. Creo que le grité al girarme.

- ¡Qué haces!

Ella me miró, petrificada. Tartamudeó, tenía los ojos abiertos, con mucho miedo.

- Que nos besáramos en la biblioteca, Emily, no implica que me gustes – continué diciendo con mirada de incredulidad -. Sólo fue un beso. Me van los chicos.

La mirada desolada de Em me hizo sentir poderosa y triste al mismo tiempo. No pude evitar asestar el golpe final:

- Además si te beso, es para practicar - sentencié.

Pobre Emily, estaba a punto de llorar. Sabía que mis palabras le habían hecho trizas el corazón. Pero ya no podía echarme atrás. Yo era Alison DiLaurentis. No podía permitir que Em volviese a cometer el error de besarme en un lugar tan público como los vestuarios. ¿Y si alguien nos hubiera visto?

Vi cómo pretendía alejarse de mí como si fuera yo la peste. Estaba avergonzada. Quería irse de allí.

- ¿A dónde vas? - le pregunté con veneno en mi voz -. Voy en tu coche, ¿recuerdas?

La vuelta a casa fue dolorosa. Silencio absoluto por su parte. Yo mantenía la actitud altiva que me caracterizaba, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios. ¿En qué estaría pensando Emily? ¿Me odiaba por lo que acababa de pasar? Seguramente estaba pensando que yo jugaba con sus sentimientos. ¿Acaso no era así? Un día nos besamos y yo sonrío y le hago creer que le correspondo; al día siguiente le digo que no me gusta que lo haga. No sólo que no me gusta, sino que además me regodeo y la humillo por ello.

Y la realidad es otra: siento mariposas en mi estómago cuando pienso en Em besándome como el día de la biblioteca.

Pero al mismo tiempo por aquel entonces tenía miedo a ser vulnerable; no podía permitírmelo. No podía dejar que la gente supiese que tenía puntos débiles.

Amar a Emily Fields hubiese sido la peor debilidad posible. Amar a Emily hubiera acabado con mi reinado.

Días después recibí una carta que me llegó al alma y me hizo plantearme si valía la pena seguir con mi fachada de Reina de Rosewood. La carta la había escrito Em y en ella se desnudaba y me acusaba de jugar con ella. Emily, mi dulce Em, me recriminaba mi actitud, mis cambios de humor y mis palabras hirientes. Sentí como me decía que me quería, sin escribirlo expresamente, pero me quería. Me quería no como la Reina que era sino como Alison, la chica que disfrutaba leyendo Grandes esperanzas y que soñaba con amar sin restricciones.

Emily me quería y yo le había destrozado el corazón. Recuerdo que lloré al releer la carta. Pero no tuve oportunidad de hablarlo con Em porque desaparecí por culpa de –A.

Odié a –A porque me arrebató la posibilidad de arreglarlo. O de intentarlo siquiera. Y me odié a misma por no haber podido ser sincera desde el principio.

Porque lo que yo sentía entonces por Emily Fields no fue sólo un juego. Fue real. Es real. Ahora lo sé.

Pronto llegaremos a Rosewood. Si Em me deja quiero arreglar lo que le hice. Quiero que me perdone por haber sido tan horrible con ella. Emily se merece que sea sincera, ambas nos merecemos ser sinceras.

¿O acaso ya es demasiado tarde?

Ojalá no sea así. Ojalá tengamos una oportunidad.

N/A No sé si Marlene estaría de acuerdo con esta versión de Ali en la temporada 5. Esta Alison es orgullosa y muy pagada de sí misma, pero también creo que es una Ali muy humana, con sus luces y sombras, muy consciente de quién es y de porqué hace lo que hace. La verdad es que esta versión de Alison me gusta mucho más, no como la Alison manipuladora y harpía que se nos presenta en los flashbacks en las temporadas 1-4.

¿Por qué lo he titulado así? Porque todos sabemos qué pasa a la vuelta de Alison. Sabemos que Emison no será posible y que tendremos que esperar años para que suceda. Así que es un deseo imposible relativo. Pero imposible al fin y al cabo.

Aquí no acaba este fic, este paréntesis en el bus de vuelta. En breve espero subir el punto de vista de Emily. Puede llegar a ser interesante, ¿no créeis?