Disclaimer: Nada me pertenece, nombres, personajes, etc. etc. Todo lo relacionado a la serie es propedad de su respectvo autor.

Los motivos del lobo

Dicen que bestias y hombres no son iguales, la marca de la civilización hace la brecha tan enorme que no pertenecen al mismo mundo, aunque haya bestias que quieran hacerse parecer humanos y humanos que se comportan como bestias siempre hay notables señales que dividen los grupos.

La bestia es considerada un ser inferior, debajo del humano omnipotente que modifica a placer, él mismo usa dicho termino (bestia) para denigrar a su igual. Considera que el ser comparado con un animal es el peor insulto ante la clamada inteligencia suprema del género humano.

Hay casos acertados, casos errados.

Hay algunos iluminados que se dan cuenta del verdadero aspecto, el ser llamado bestia no es motivo de denigración, quizá hasta podrían llegar a llamarlo un elogioso apelativo. Entender la ironía de la naturaleza humana es aceptar que no son mejores, que si bien pueden ser peores… deben calificarse como iguales.

Paradójicamente este grado de comprensión del género humano es calificado como locura, aquellos que lo tienen llamados excéntricos, idealistas, soñadores. Como sea que les nombren, nunca dejan de ser señalados y marcados con un estigma que cargarán por siempre, pero también ocasionalmente están destinados a grandes cosas.

Itachi Uchiha fue uno de ellos.


1. El por que de la decisión

Mira la cara delante de él, los ojos abiertos mirándolo directamente.

Él parpadea una, dos, tres veces… el otro no lo hace.

Él tuerce un poco la cabeza como esperando una respuesta de reconocimiento, no recibe nada.

Él frunce levemente el ceño, para expresar que se está molestando y que no entiende, pero el interlocutor sigue en pasmoso silencio.

Sólo la mirada fija, detenida, sin un solo parpadeo.

La sustancia roja que cubre parte de la cara del hombre le da a entender que hay algo malo con él pero no sabe exactamente qué, ha visto a su padre llegar cubierto de la misma sustancia pero él le contesta y esta persona parece empeñada en ignorarla. Y no le gusta que le ignoren.

Se acerca, extiende una mano para llamarle la atención directamente, sigue sin recibir respuesta. Le llama, mueve las manos, la cabeza y levanta la voz.

Nada.

Finalmente frunce el ceño notablemente molesto. ¿Por qué esta persona insiste en no responder?

-¿Itachi?- escucha una voz bien conocida, -¿dónde estás? Contesta…- el tono de su madre comienza a tornarse preocupado.

-Acá estoy…- exclama sin dejar de mirar al hombre.

Mikoto se abre camino por los arbustos entre los que escuchó a su hijo hablar, se le ve molesta y un tanto agitada, de pronto su hijo se perdió de su vista. -¿Itachi?- le llama de nuevo para guiarse entre la maraña vegetal.

-Aquí,- la voz calmada del niño viene nuevamente.

Mikoto bufa algo molesta ya piensa en como va a castigar a su hijo por haberla desobedecido al alejarse cuando ella le había dicho terminantemente que no era seguro, cuando al fin distingue la cabecita de su hijo prepara el regaño…

Ahí se atora en su garganta.

La escena que encuentra cuando se reúne con su vástago le sacude, no tanto porque sea nueva (definitivamente no lo es) sino por la sorpresa de la calma de su hijo.

-¿Por qué no me contesta?- Itachi pregunta señalando al ninja que yace muerto a corta distancia.

Ella le tapa los ojos y lo aleja llamando por ayuda. Regresa a casa aprisa con una incómoda sensación en el pecho: ¿cómo va a explicarle a Itachi lo que acaba ver?

Se sienta en la sala pensando en cómo plantearle las cosas, el niño no le ha preguntado nada pero sabe que debe tener preguntas y siendo mamá primeriza no sabe como explicarle las cosas. Una media hora después llega su esposo, Fugaku la encuentra hecha un lío y cuando Mikoto le explica lo acontecido, él sonríe ante la sorpresa de ella.

-¿Cómo puedes sonreír en una situación así?- ella exclama.

-Algún día debía entenderlo.-

-¿Entenderlo? Él no entiende nada, sólo vio a un muerto, preguntó que por qué no le contestaba.-

Fugaku hace un gesto de desaprobación. ¿Qué su hijo le preguntó a un muerto por qué no le contestaba? ¿su hijo? ¿a un muerto? No, eso no debe pasar. -Llámalo-

Mikoto lo mira esperanzada que vendrá la plática donde se le explicará al pequeño de la vida y la muerte, la muerte como el fin de todo y la vida como lo más preciado. Si, Mikoto pensó que las cosas iban a ser así.

El pequeño aparece en el pórtico mirando a su padre que recién regresó y no lo va a saludar porque ve el gesto serio que su cara sostiene, eso quiere decir que está molesto.

-Tu madre dice que viste algo hoy.-

El niño asiente sin respuesta verbal.

-¿Qué viste?-

-Un ninja que estaba muerto.-

Fugaku sonríe y Mikoto abre bastante los ojos, ¿no se suponía que Itachi no sabía aún de la muerte?

-Si sabías que estaba muerto ¿por qué tratabas de hablar con él?- preguntó Fugaku entretenido.

-No sabía que estaba muerto.-

-¿Y por qué dices que estaba muerto?-

-Uno de los ninjas que fue lo dijo.- Itachi dice calmadamente.

-¿Necesitas saber algo?-

Mikoto mira de cerca todo sintiendo por dentro sus ideas descomponerse, el mero pensamiento de que su esposo se sentaría en el patio con su pequeño hijo en las piernas y explicarle el delicado balance de la vida, quizá decirle que cada muerto puede ir a un lugar mejor si tiene una vida digna… no sabe exactamente qué, pero la bonita imagen que esperaba se resquebraja ante la formalidad del diálogo.

El niño mirando hacia arriba a su padre quien, con un gesto de molestia, niega alguna explicación de buena voluntad y se limita sólo a responder las preguntas que el niño pueda tener… pero ¿qué puede preguntar un niño que no ha cumplido aún los cuatro años respecto a la muerte?

-No… no, espera. ¿Me enseñas el jutsu de la bola de fuego?- muestra una sonrisa tan enorme que le arranca otra a su madre que no repara en las palabras.

-¿La bola de fuego?- bufa Fugaku, -eres muy pequeño.-

-Pero los Uchiha somos los más fuertes, ¿no?-

Los dos padres se quedan estupefactos con la firmeza de la frase, tomados por sorpresa tardan en responder; intercambian una rápida mirada y Fugaku asume el control pero antes de hablar los dos padres se dan cuenta que hay un llamado de emergencia, Fugaku se va sin contestarle a Itachi. Mikoto ve a la distancia mientras toma al niño por los hombros.

-Será después… será después.-

El melancólico tono de Mikoto refleja la situación en su perfección. Corren los años de la Tercer Gran Guerra, una época donde no se tiene una seguridad plena sobre el futuro y hay batallas por doquier con funestos desenlaces. Para la aldea oculta entre las hojas ha representado una situación complicada de sobrellevar, los muertos se cuentan por cientos, las fuerzas en activo comienzan a escasear, los jóvenes se unen pronto a la batalla y los viejos retirados regresan a pelear.

Usualmente era común que los niños fueran enrolados con el camino ninja a corta edad en la academia, pero ahora los pasos se acortan enormemente, los cursos se reducen al mínimo tiempo, las responsabilidades caen sobre hombros tan jóvenes que es difícil asegurar que puedan llegar a un futuro promisorio.

Son tiempos malos.

Y como toda madre (haciendo a un lado la naturaleza guerrera del clan) Mikoto quería mantener a su hijo lejos de todo eso tanto como le sea posible, y ahora sabe que ya no puede tenerlo en la burbuja de seguridad que es la niñez. Sí, el niño vio a un muerto pero el hecho que Itachi no llorara como vio a otros, o que le viniera con una lluvia de preguntas como otros hacen… le hace creer que su nivel de comprensión va más allá que la de otros.

Sabe que su hijo no es común.

Los días corren convirtiéndose en meses, ante los ojos de Itachi una nueva aldea parece haber nacido. Antes se limitaba a sus juegos y deberes, ajeno a toda la Guerra pero desde ese encuentro, empieza a notar las señales de luto en las casas, el gesto de duelo y desesperanza de los habitantes, y la respuesta más natural que encuentra es:

Quiere ser fuerte.

Quiere dominar jutsus y ser un ninja valiente para vencer a los malos; como en las muchas historias que su padre le ha contado de poderosos Uchiha que hicieron lo que parecía imposible para levantarse como un temido clan, victorias y triunfos de los que ningún otro podía jactarse, por algo eran la policía de la aldea. Su mismo padre era uno de los más altos mandos ahí, él tenía que hacer digno homenaje de esa sangre que corría por él. Iba a hacerse fuerte para pelear y poder vencer a los atacantes, la mera idea del triunfo heroico le impulsa.

Embelesado por las glorias de la batalla de esas épicas historias, cambió sus juegos; ya no había carreras o escondites con los demás niños, ahora tomaban ramas que eran lanzas o espadas, piezas de papel dobladas meticulosamente que eran shurikens, hasta cubiertos de cocina hechos pasar como kunais.

La guerra era el juego.

En ese momento los ojos de los educadores se posaban sólo en los que tenían por arriba de seis, no había nada de educación básica para los que estaban por debajo de esa edad así que los niños disponían de todo el tiempo para sus juegos, vagando por la aldea en batallas simuladas mientras que las verdaderas se gestaban alrededor de los muros. Fugaku veía molesto como su hijo, en su opinión, perdía el tiempo.

Un día de la nada le informó a Mikoto que lo llevaría con él a una misión de exploración, la otra estaba pasmada con el anuncio y trató por todos los medios de disuadir a su esposo. Fueron palabras lanzadas al viento. Fugaku minimizó los riesgos alegando que sólo irían a explorar el camino principal del sur por el que pretendían abastecer a los grupos de avanzada que estaban más allá del bosque.

Claro que ella no sintió ni una pizca de tranquilidad, entendiendo que ése era de los pocos momentos en que Fugaku realmente mostraba intención de compartir tiempo con su hijo. Además, aunque le dijera terminantemente que no, Itachi había recibido emocionado la noticia, y ciertamente Fugaku no echaba para atrás los planes que decidía.

Fugaku, Itachi y todo el equipo que van con ellos avanzan tranquilamente; los subordinados de Fugaku le van contando más historias a Itachi; emocionándolo con descripciones de gloriosas batallas y heroicas misiones, incluso se ponen a jugar con él fingiendo hacer jutsus y lanzarle golpes simulados, para sorpresa de más de uno el niño sabe responder el golpe incluso toma por sorpresa a uno haciéndolo caer.

-Fugaku, has hecho un trabajo genial con este niño, tiene mucho potencial.-

El padre sonríe, sí, eso lo ha sabido pero es esa maldita guerra la que no le ha permitido tomarse el tiempo para explotar al máximo el poder que puede ver en su hijo. Siguen el camino hasta que el sol se ha colocado detrás de los árboles, le dicen al niño que descanse mientras unos van a hacer el trabajo de avanzada y el resto monta guardia recuperando energías. Itachi se niega, repleto de emoción y energías al imaginarse que también es parte de esa misión.

'Su primer misión' piensa con una sonrisa.

Y tal cual lo dijo, él no iba a descansar sigue de pie viendo a los ninjas que preparan sus equipos, rollos, armas, y no deja de preguntar al miembro del clan Inuzuka por la naturaleza de la conexión entre ellos y sus perros. Todos ríen divertidos por la emoción de Itachi, de cierto modo les recuerda a ellos y hay un pensamiento que también los ensombrece, no les gustaría que este niño viera la otra cara de esa gloria que tanto le emociona.

La noche viene con aparente calma, Itachi finalmente ha caído rendido hecho un ovillo entre las pertenencias de su padre, el resto del equipo se mueve nervioso por el lugar porque no ha regresado el par encomendado a la comunicación con el campamento más próximo. Las cosas empiezan a tornarse mal.

Itachi despierta de pronto por el fuerte sonido de una explosión a la distancia, un miedo repentino lo sobrecoge porque se da cuenta que está solo. Cuando cerró los ojos estaban con él los doce hombres que formaban el grupo, no se atreve a llamar porque percibe los ruidos sordos de la pelea, instintivamente se oculta más en el arbusto que le servía de cobijo, se agazapa tanto como puede para no hacerse notar. La pelea se lleva a cabo a cierta distancia y él no puede mas que oírla, los gritos, las invocaciones, los poderes siendo liberados, el choque de las armas.

De pronto el miedo se ve superado por esa sensación de ser casi invencible por todo el poder del que le hablaron, se arma de valor y sale del arbusto para acercarse al área del combate, sin mostrarse contempla el verdadero corazón del encuentro aunque llega ya a los últimos momentos en los que los ninjas de Konoha ultiman a sus atacantes.

Itachi mira sorprendido y la sonrisa de emoción que vestía apenas la tarde de ese día ha desaparecido y sigue sin ser por miedo, una sensación que no puede definir crece en su mente al contemplar la satisfacción con que los compañeros de su padre rematan a los enemigos, esa sonrisa temeraria se ha ido de su cara.

Y retrocede sin alejar la mirada, regresa al arbusto donde lo habían dejado dormido se recuesta pretendiendo que crean que no se ha movido de ahí, cierra los ojos y para cualquiera sigue dormido mas en su cabeza, hay un torbellino de contradicciones.

Regresan a casa, Fugaku no le comenta nada a Mikoto de alguna confrontación porque cree que Itachi no se percató, cuando su padre fue por él lo encontró profundamente dormido. Lo único raro que notó era que Itachi ya no hizo ninguna pregunta de regreso a la aldea, lo veía en un estado tan pensativo que asumió estaba molesto por no haber visto algo de acción.

Hay un nuevo cambio en el hijo de Mikoto, ella lo nota con más fuerza y no sabe si debe alegrarse de que el energético niño que jugaba a la guerra mutó en uno silencioso y de una mirada pensativa que vaga por la aldea sin incluirse ya en los juegos. Su padre también se da cuenta y asume que Itachi siente decepción porque no lo había vuelto a llevar con él, así que ahora lo acarrea a más misiones al principio cuidando de mantenerlo lo más lejos posible de la línea de batalla poco a poco esa precaución se hace descuidada e Itachi queda un par de veces justo en medio del conflicto.

Mikoto no se entera de esto, Fugaku no comenta nada porque cree que Itachi lo ve como lo más natural del mundo, no puede negar que se siente orgulloso porque su hijo vea a la guerra como una extensión de su persona. De ahí que se empeñe en enseñarle jutsus aunque sigue debajo de la edad para ingresar a la academia.

Itachi no haya respuesta aún a su situación, ya no le parece tan heroico eso de irse a la batalla y matar al otro, no le gusta ver las confrontaciones, de ahí que no ponga mucho empeño en su entrenamiento, cosa que molesta a Fugaku que lo sigue llevando a las misiones en espera que el espíritu de su hijo se encienda porque sabe que no es falta de capacidad sino de motivación.

La Guerra parece no tener fin, en un intento desesperado lanzan misiones discretas a los puntos más importantes, entre ellos el Puente Kanabi. Fugaku también es encargado de cumplir un objetivo, y para variar ante el temor de Mikoto, se lleva al pequeño Itachi. El niño tiene apenas unos meses más allá de los cuatro años y sigue a su padre en el mismo estado de confusión.

Esta vez la situación no se compara en nada con las veces anteriores, el movimiento es rápido y no falta quien reproche a Fugaku su necedad de llevar al niño, el enfrentamiento es inmediato, Itachi mismo tiene que correr a esconderse para no perder la vida. En su refugio trata de no mirar lo que sucede más allá pero los gritos de furia, los lamentos de dolor, las maldiciones y todo lo que ha conocido desde que vio a ese muerto retumban en sus oídos y abrasan sus ojos, de pronto el tronco que le sirve de cobijo es abierto de tajo por dos ninjas que sonríen al ver al niño desvalido a merced de sus armas, se miran entre ellos como decidiendo quien habrá de matarlo pero antes de que pudiesen llegar a un acuerdo, Itachi lanza una bocanada de fuego que calcina a uno, se lanza al piso tomando un kunai de una mano desconocida, el ninja enemigo responde tarde al movimiento restándole importancia al pequeño que le incrusta el arma en la pierna atinando a una vena vital.

Se pone de pie soltando el arma y por primera vez se atreve a ver más allá del primer plano que a su vista se presenta, los cuerpos apilados por doquier y la luna bañando levemente el rojo paisaje, han pasado muchas horas desde que comenzaron a ser atacados y al fin cesó. No busca por su padre o alguno de los otros ninjas que ya antes le habían causado confianza, baja la mirada a sus manos ya libres del kunai, las abre y cierra varias veces como para confirmarse que son suyas y que acaba de hacer, lo que acaba de hacer.

-¿Estás bien?- aparece uno de los ninjas compañeros de su padre con un gesto apurado.

Itachi se gira y asiente incapaz de formar palabras, mira a un lado y de nuevo al hombre asintiendo otra vez.

-Vamos, tu padre está de este lado, vencimos.- Dice con una sonrisa.

Itachi lo sigue de cerca, mudo para cualquier respuesta, ciego ante todo a su alrededor, sordo de los quejidos que lo rodeaban. Camina y camina, su guía hablaba pero Itachi no presta atención; al fin llegaron a donde comenzaban a improvisar un campamento con Fugaku dando órdenes a diestra y siniestra con un humor de los mil diablos, al ver a su hijo su humor se evapora al igual que su eterno gesto árido, se inclina ante el pequeño y lo abraza mientras le susurra palabras de alegría que Itachi sigue sin escuchar, asume que está feliz de verlo con vida.

-No podía creerlo cuando lo vi, aniquiló en un instante a uno de esos con su jutsu de fuego.- Exclama un ninja con entusiasmo contrastando con el lúgubre ambiente a su alrededor.

-¿Lo hiciste?- Fugaku separa a Itachi de él.

-¡Que si lo hizo! Aplastó a esos malditos.-

-Y sólo te lo mostré dos veces.- Fugaku susurraba sobrecogido por la emoción, su hijo… su primogénito que parecía haber perdido el interés por la batalla y ser el más grande Uchiha como alguna vez lo había exclamado siendo más chico había hecho lo que jamás había sido hecho, el jutsu emblemático del clan fue realizado a tan corta edad y con una preparación básicamente nula. Quizá era la desesperación de la situación pero Itachi lo había hecho, y Fugaku estaba orgulloso.

-No cabe duda que eres mi hijo.- Dijo colocando una palma en el hombro de Itachi.

Pocos días después de la sangrienta batalla que el pequeño Uchiha presenció se anuncia el final de la Tercer Gran Guerra, los clamores se expanden por todos lados, la alegría del triunfo opaca toda señal de dolor por el costo de esa victoria.

Sólo aquellos directamente relacionados con el mundo ninja parecen recordar esa parte oscura, porque fueron contados los civiles que se acercaron a rendir homenaje a los caídos que les permitieron salir triunfadores. Durante la ceremonia Itachi mira las caras de muchos que entre el pesar y el orgullo agradecen con sinceridad la vida que sus compañeros dieron, el hokage está ahí también mostrando sus respetos.

Entiende la razón de ese orgullo, porque no es sólo por decir que se es el más fuerte por el mero hecho de serlo sino serlo para poder cuidar a la aldea que les vio nacer, una especie de sentido de pertenencia que distingue a Konoha de otros lugares, un sistema del que todos hablan y ha sido clave para su fama; el niño no sabe mucho de los demás países y aldeas pero si sabe de lo que le rodea, aunque no está del todo consciente que una aldea valga tanta sangre.

Regresan a casa en solemne silencio bajo un contradictorio cielo despejado. Mikoto coloca agua para preparar té, Fugaku está por irse a recostar e Itachi se dirige al patio, ella se sienta a la mesa y aclara su garganta para atraer la atención de los dos.

-¿Qué pasa?- Fugaku pregunta.

-Siéntense por favor, tengo algo que decirles.-

-No es el momento, no estoy de ánimo para nada. ¿No puede esperar?-

-No, no puede.-

Padre e hijo se acercan a ella, Fugaku de mal humor e Itachi sin mucho interés. Mikoto queda en silencio y los dos la miran apurándola a hablar. -¿Y qué es?-

-No les había dicho nada porque no era seguro, además no era buen momento. Ahora lo es.-

-¿Qué es?-

Mikoto sonríe cálidamente y mira a su hijo, -Itachi, vas a tener un hermano.- Después mira a su esposo con la misma sonrisa.

La recepción de la noticia no es tan emotiva como uno podría imaginarse, pero Mikoto conoce a su familia y la mirada sorprendida y el mutismo de su esposo valen más que los gritos emocionados de otros padres, además el indescriptible desconcierto de su hijo no tiene precio. Ella ríe divertida y le pide a Itachi que la deje a solas con su padre pues necesitan hacer planes ahora que la familia habrá de crecer. El niño obedece presto, la sensación que explota en su interior lo apura a dejar la habitación.

Porque ha encontrado una respuesta.

Vivir ajeno a la batalla es imposible, definitivamente no le gusta la masacre que presenció pero hay una razón para todo eso, la paz en la que viven las personas… las mismas personas que viven ahí y que entre todas forman la aldea que le da espacio físico a sus sueños y esperanzas.

Y aunque está consciente de que será un camino agreste lleno de obstáculos, él… quiere prolongar esa paz tanto como le sea posible.

A costa de lo que sea.

El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va. Antoine de Saint-Exupery.


Segunda historia de Naruto, hice alguna vez algo como esto con Avatar, la idea hacer una especie de repaso en ciertos momentos de su vida. Aquí... bueno, Itachi es el que hasta ahora más me ha agradado. Y aunque hay muchos que tienen demasiado detrás, lo que sea que en verdad pasó con la historia de Itachi se me hace bueno para repasarle.

El título (y la idea de la historia) basada en el poema de Rubén Darío.

Nos leemos!