La ventaja de amarte
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Extensas tierras cubiertas de frondosos árboles, pequeños arroyos paseándose por los verdes prados, una inmensa laguna de cristalinas aguas le daba aquella majestuosidad única al lugar; cantares de pájaros, la suave brisa del viento haciendo danzar las ramas. El sol brillaba desde lo más alto esparciendo su luz al escenario, logrando que este resplandeciera con fuerza. Desde su ventana podía apreciar cada día aquel hermoso panorama, privilegio que solo ella podría permitirse. Divino paisaje, que odiaba cada vez mas
Aquella mansión era su jaula y hasta que el preciado regalo de la muerte no se le sea dado, su tío, era el captor y dueño de su vida.
-Señorita será mejor que se vista, su tío la esta esperando para desayunar
Aquella frase la trajo a la realidad y obedeció, la rutina daba comienzo. La sirvienta termino de abrocharle el corsé y arreglar sus faldas, cuando ya estuvo lista se preparo ha salir de su habitación, dio un largo suspiro casi preparándose psicológicamente para dar comienzo a lo que seria ese día, tan igual a todos.
-Tío, buenos días – saludo secamente al presentarse en el comedor, esta tomo su sitio y espero a que le sirvieran
Pasaron algunos minutos en el que silencio reinaba o cuyo único sonido era el de los cubiertos y la carrasposa tos del viejo hombre.
-Hoy recibiremos invitados
-Lo se tío
-Son unos viejos amigos, espero causar una buena impresión y claro, espero que tu también
-Si tío – respondía mecánicamente esperando a que fuera la ultima palabra, odiaba la gutural voz de aquel viejo achacoso
-Y después quiero que revises unas cuentas
Sin nada más que agregar a la conversación, el silencio los volvió a envolver. Hasta que el viejo se levanto
-Estaré en la biblioteca – cuando se alejo, Tomoyo pudo dejar su comida de lado
Nuevamente vendría un grupo de hombres viejos y gordos esparciendo su rancia pestilencia por todo el lugar. No entendía que buena imagen quería dar a una clase de individuos que se emborrachaban hasta quedar reducido a un estado patético y vergonzoso.
Tomoyo Diadouji con los años se había acostumbrado a aquella monotonía, como también al odio y el resentimiento que crecía dentro de ella, un asco a todo lo que significaba; ese lugar y ese viejo repugnante que se veía obligada a tener como tutor
La infancia de ella fueron eternas circunstancias que se estancaron, con la muerte de su madre y la llegada de su tío.
Cuando Sonomi Daidouji conoció a Evens definitivamente fue amor a primera vista. El, un prominente abogado en Europa y ella, hija de un gran mercader, por lo cual las situación económica facilitaba con creses la cosas. Después del cortejo propiamente acordado por el padre de Sonomi, se prometieron en matrimonio, y cargando una gran suma de dinero y objetos de valores Sonomi viajo a Londres con su esposo. Al año de matrimonio cuando Tomoyo nació, la alegría de ambos padres fue infinita, cruelmente la vida pareció cobrarles toda esa plenitud que vivieron durante todos esos años. Cuando Tomoyo tenía apenas cuatro años, su padre sufrió de una grave enfermedad: tuberculosis, y sin poder hacer nada, este murió a los meses.
Sonomi, su madre se convirtió en una viuda incapacitada de luchar sola, los primeros años de soledad de ambas mujeres los vivieron tranquilos. Sonomi se negaba a la posibilidad de volver a casarse, así como de regresar a su país natal con un padre ya muerto y sin familiares que la respaldaran aquella posibilidad se volvía peor. Pero la fortuna que poseía le alcanzaba para vivir largos años.
Vendió a un muy alto precio la morada que poseían en la ciudad, con el fin de buscar calma, compraron una estancia en el campo, y unas cuantas tierras más. Tomoyo para ese entonces tenía diez años, y una infancia normal. Su madre hizo Todo lo posible para dejar a su hija en la situación mas favorable para cuando ya no estuviera más, lamentablemente su salud mental y física la estaban afectando y de nuevo la muerte seria la protagonista en la vida de la pequeña.
-Señorita su tío la llama – esta vez fue otra sirvienta quien le dio el aviso
Ahora tendría que pasar horas en una polvorienta biblioteca, escuchando regaños y lamentos
Con su impetuosa tranquilidad se dirigió al lugar
-Me buscaba – Tomoyo más que la señora de la casa parecía una sirvienta más, envuelta en lujosos vestidos
-Pasa, pasa – le ordeno – Quiero que ensayes este libro de poemas. Me gustaría que leyeras unos cuantos a mis invitados
-Claro – recibió el libro en sus manos. Ja! Como si aquellas bestias supieran apreciar esa hermosa poética. Sentándose en el pequeño escritorio que su tío le había instalado con el fin de que hiciera de una secretaria, comenzó a hojear el libro
El día que llego ese extraño invasor a su hogar fue una semana antes de que su madre fallecería, como Sonomi ya no poseía mas familiar, dio búsqueda a los parientes de su difundo esposo. Cuando Aurle, se presento frente a ella, una sombra cubrió a Tomoyo hasta ese día.
Su madre lo nombre tutor de ella y administrador de la herencia, hasta que la pequeña en ese entonces se uniera en matrimonio con un buen hombre, valor, que juzgaría aquel viejo carente de ello. Ya finalizado aquel tramite Sonomi pudo respirar mas tranquila
Y en una de las cuantas habitaciones, la que se encontraba mas lejos de la de su hija. Sonomi, se suicidio, tomando veneno para ratas
Después de la muerte de su madre, Tomoyo no volvió a sonreír.
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La noche no tardaba en llegar y los invitados ya comenzaban a hacerse presente. El salón estaba siendo iluminado con velas y el fuego en la chimenea brinda el calor necesario.
Tomoyo mantenía su cabeza inclinada, dando la bienvenida a quien cruzaba por la puerta.
La mayoría, eran hombres ilustrados, banqueros, abogados, dueños de bibliotecas, personas de apariencia normal, sujetos a falsas morales que dejaban olvidadas en el camino
-Pero que muchacha más bella tienes acá Aurles, me extraña que no la lleves a la ciudad contigo.
-No mi querido amigo, esta pequeña es mi tesoro jamás la expondría nada que pudiera alejarla de mi lado – cada palabra arrastraba una segunda intención. Mantenerla a su lado significaba salvaguardar aquella herencia
-Como te comprendo – al pasar por el lado de Tomoyo la miro de pies a cabeza con un descaro que no se preocupo de ocultar – Esa ciudad solo degenera la mente de estas ingenuas damas, llenándolas de avaricia y convirtiéndolas en seres caprichosos... ¡Así que sálvela!
-Dios sabe que esa es mi prioridad… - Ambos siguieron charlando mientras se dirigían al salón.
En la espera de que todos llegasen, un desconocido hombre pasó frente ella probablemente un nuevo integrante de aquellas reuniones y, que resaltaba enormemente entre los otros comensales.
Sus miradas se cruzaron y por segundos ambos la mantuvieron. Él era un caballero joven y apuesto, un hombre alto, con un cuerpo bien formado. Su cabello era espeso, de un negro azulado y ligeramente largo. Y su rostro era perfecto, pómulos altos, nariz recta y varoniles labios, sus ojos de un azul intenso que parecieran esconder demasiadas cosas. Pero la curiosidad de Tomoyo no era tanta como para querer conocerlo, ni siquiera acercársele.
Ya estaba todo listo, la función daba comienzo. Bajo el cínico placer del arte, Tomoyo pasaba de hojas en hojas, con poemas de amor y romance, de sexo y lujuria.
¿Alguna vez, por suerte has respirado
con morosa embriaguez, con avidez golosa
el incienso que invade la nave silenciosa,
o el pomo que de ámbar un tiempo fue colmado?
¡Oh mágico, profundo portento alucinado,
presencia revivida de evocación brumosa,
cuando sobre su cuerpo puedo aspirar la rosa
de la sepulta imagen, del recuerdo adorado!
Selváticos efluvios se propagan al vuelo
del espeso y elástico madejón de su pelo,
como un incensario que sahuma la alcoba
La suave voz de Tomoyo, se apago en esa última frase.
-Bravo, bravo – exclamaba uno de los hombre – Permítame decirle que lee usted los poemas con un dulzura increíble
-Muchas gracias.
-Nosotros deberíamos agradecerle, escucharla es y será siempre un deleite
-Creo que estamos todos de acuerdo – respondió otro, respetando su turno
Aurles, aceptaba dichoso cada halago pero faltaba un personaje que aun no pronunciaba palabra alguna.
-Señor Hiraguizawua, usted no piensa decir nada
-Lo lamento – se acomodo en su asiento y trago saliva - Es solo que me he quedado sin palabras
-Oh! Bueno – dijo riendo – Supongo que ese es el mejor halago
Cuando se percibo el sonido de la carreta llegar todos hicieron silencio y aguantaron las respiración solo hasta que el ruido cedió y dio paso a otro. Las risas de mujeres despertaron del letargo a los hombres quienes se carcajearon felices con las nuevas visitas. Mas de alguno salio a recibirlas, Tomoyo solo cerró el libro y se fue hasta un rincón a tomar asiento y esperar que su tío le ordenase retirarse.
Las prostitutas llegaron con su típica alegría y coquetería. Al menos había una para cada hombre y otras más de daban vueltas danzando seductoramente, comían, bebían y la desinhibición hizo olvidar a todos la "agradable" lectura de momentos antes.
No todos formaban parte de aquel jolgorio, los azulinos ojos de aquel muchazo yacían en otra mujer.
Admitía que era una dama con una belleza exótica que causaba curiosidad, pero más que atraerte te alejaba. Cubierta con recatados vestidos que se cernían a una delicada figura. Largo cabello negro, sujeto en un moño sin mayores pretensiones. Una piel pálida, su rostro fino, nariz respingada, labios sonrosados, enormes ojos violentas… opacados
Bebió el último trago de coñac, y fue directo hacia ella sentándose a su lado
-Me cuesta creer, que presencie este tipos de actos ¿Acaso su tío lo permite?
-No soy yo quien goza de estas escenas. Debo quedarme aquí, hasta que se me sea dicho lo contrario
-Aun así, no encuentro el objetivo de exponer a una dama como usted a estas perversiones
-Recuerde Señor Hiraguizawa que usted ha venido con ellos – Eriol le sonrío con cierta picardía
- Aquella frialdad que posee ante una situación tan… pasional, no deja sorprenderme, cualquiera otra se ofendería o se sentiría aun más curiosa – dijo insinuante
-Ver cerdos revolcándose no es algo que me cause alguna curiosidad; ni mucho menos emoción alguna
Eriol río, Tomoyo esquivo sus azules ojos al darse cuenta de sus palabras
-Me causa una singular curiosidad, señorita Tomoyo…
-Le aseguro que eso no es algo nuevo para mí. Tiendo a causar ese efecto en todos
-Y también me cuesta creer, que una mujer tan joven y bella se encuentre encerrada en estas cuatro paredes, conocía su existencia pero jamás la he visto por la ciudad
-No es necesaria su opinión, nadie se la ha pedido
-No es algo personal, creo, que solo señalo lo obvio
-Bueno – la voz de Tomoyo temblaba extrañamente – Soy solo una mujer, sin oportunidades. Usted es hombre no podría entenderlo
-No, no lo hago – dijo poniéndose de pie – Es usted quien se limita, créame puede ser algo mejor
-No veo el sentido de esta conversación, permiso – Tomoyo se levanto y dirigiéndose hacia su tío pidió permiso para retirarse y desde la lejanía Eriol le dirigía un aguda mirada
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No podía dormir, ya todos estaban en sus respectivas habitaciones, la calma y el silencio parecían inquietarla mucho más. Escucho ruidos en su ventana, se levanto asustada y al mirar hacia afuera vio al caballero de ojos azules con quien había hablado hace algunas horas, y que ahora lanzaba piedras. Cuando el la vio, desapareció al instante entre las sombras. Tomoyo se movía de un lado a otro, se envolvió en un chal y el esperado golpeteo en la puerta se hizo presente.
-Le aseguro que mi experiencia no es mas lo que visto, aquellas mujeres son muchísimo mejor – dijo nerviosa y rápida sin poder evitar que entrara
-No he venido para eso basta con buscar en cualquier esquina. Vengo a ofrecerle mi ayuda
-Ayuda ¿De que estas hablan…?
-¿Cuánta es la plata que suma su herencia? – pregunto presuroso
-Algunos cientos… - Tomoyo respondió sin siquiera pensarlo y no pudo entender porque
-No cientos. Miles de libras
-¿Quien le ha dicho tal cosa?
-Es bien conocida su fama en la ciudad. Reuniones de las que forma parte y los posibles favores que ofrece al igual que las otras mujeres - Tomoyo se alejo dándole la espalda -Su tío es un despreciable ser, señorita Tomoyo
La mujer lo miro con indignación
-¿Entonces que clase de persona vendría siendo usted?
-Admito que mis intenciones al venir aquí fue su fortuna, seduciéndola – dijo acercándose lentamente hasta quedar frente a ella – Pero he visto que clase de mujer ha sido convertida y mi plan seria un insulto para su inteligencia. Quiero salvarla
-Agradezco sus buenas intenciones – comenzaba a tambalearse se sintió débil – No necesito ser salvada señor Hiraguzawa
-Creo que lo anhela
La miradas se sostuvieron, y ahora Eriol pudor apreciar un ángulo mucho mas agradable de la muchacha; todo ese cabello suelto haciendo perfecto contraste con la pálida piel de la muchacha y pensar que ese camisón de delgada tela era su único cubrimiento…
-Permítame ayudarla – Eriol comenzó acercase a ella. Tomoyo con el fin de alejarse camino hacia atrás casi tropezando y cuando el caballero quiso ayudarla, esta lo empujo con violencia apenas sintió un leve roce
-¡No me toque! Márchese por favor
Eriol obedeció al instante, y se fue apresuradamente sin ofrecerle ni una sola mirada antes de salir.
Probablemente aun mantenía su inocencia, pero de ingenua esa mujer no tenia nada, Eriol lo noto al instante, al mirarla a los ojos. Y supo que no debería esforzarse mucho par que ella aceptara su propuesta, a pesar de parecer una mujer débil, su historia de vida demuestra lo contrario.
Eriol Hiragizawa un antiguo adinerado y apostador. Acostumbrado a una vida de lujos que vio perdida entre juegos de cartas, pero ahora, con la ayuda de Tomoyo Daidouji iba a recuperar. Lamentablemente había un gran obstáculo aquel viejo tacaño que con tal de no darla en matrimonio la mantenía vigilada las 24 horas del día. Pero estaba decidido a ejecutar su plan, nada se lo impediría.
A la tarde del siguiente día cuando la vio salir de la casa con sus amas de llaves, admitió a si mismo preferir los encuentro de noche. Sin más pensamientos en su cabeza fue tras ella montado en su caballo.
-¡Señorita Tomoyo¡ - grito mientras sosegaba el galope
-Buenas tardes señor Hiraguizawa
-Cásese conmigo – le dijo sin rodeos
-¡Como se atreve! – le espeto apurando el paso
Eriol de un salto bajo del equino y fue tras ella
-Será meramente algo de negocios, juro que no la tocare después de la ceremonia. Cada uno vivirá su vida por separado
-¿Qué quiere?
-La mitad de su fortuna
-Es una idea absurda. Mi tío nos perseguirá
-No si nos vamos a la ciudad, para entonces usted será mi y la ley estará a nuestro favor, el no podrá hacer nada
Tomoyo quedo pensando por largo tiempo
-Lo siento esto es absurdo…
-No me daré por vencido señorita Tomoyo – finalizo la charla, Eriol figuraba que cada vez la convencía un poco mas
Tomoyo en su habitación pensaba y pensaba; la posibilidad de alejarse de ese viejo, de esa casa, de esa lugar y todo se hacia cada vez mas atractivo, pero la incertidumbre de estar con un hombre que no conocía, y la sombra de su tío buscándola hasta el cansancio. No, esa tampoco seria vida. Tomoyo se levanto de la cama y corrió hacia la venta reprimiendo un grito. Alejarse de la inmundicia de su tío, de lo que ella se había convertido. Ser libre.
Bajando las escaleras se encontró con Eriol y esta lo ignoro por completo y siguió de largo su camino.
Eriol casi corriendo fue tras de ella
-Me iré mañana, debe darme una respuesta – susurraba desesperado
-Ya se la di – quiso alejarse pero Eriol la agarro firme del brazo
-Entienda que esta es una oportunidad que no volverá a repetirse
-No puedo confiar en usted
-Pues no lo haga. Y pasara toda su vida metida en esta casa preguntándose que mas hay afuera
Tomoyo se soltó del agarre y se metió a la biblioteca de su tío. Eriol nuevamente fue tras ella y empujando la puerta con fuerza pudo ingresar.
-¡Se que desea esto intensamente, hasta el dolor! ¡Yo le ofrezco una oportunidad única!
-Esta fuera de control señor Hiraguzawa. ¡No puede entrar a este lugar!
Eriol la tomo del brazo y la arrastro hasta la ventana
-¿No quiere saber lo que hay mas aya de esas colinas? Es joven, es bella… y rica
Tomoyo, miro a Eriol, y junto al deseo de abofetearlo una extraña curiosidad la invadió, pues el tenia razón
-Prometo que no le tocare ni un cabello – Eriol se acerco hasta su oído – A menos que usted quiera
Tomoyo apretó fuerte las mandíbulas y se alejo mirándolo con enfado, dejando pasar las ultimas palabras y envuelta en un puñados de nervios
-Quiero que me explique a la perfección su plan, señor Hiraguizawa
Conjunto con un suspiro Eriol pudo sonreír aliviado
-No es nada muy complicado. El tiempo, que este fuera buscare un lugar donde podamos quedarnos. Aquí, no muy lejos hay una capilla, que por unas cuantas monedas siempre esta dispuesta a casar a un par de enamorados – Eriol comenzó a pasearse misterioso por el salón – Vendré después de tres semanas tiempo suficiente para que usted profese un sentimiento asía a mi.
-Si que lo ha pensado bien eh. No veo que porque es necesario todo ese tramite usted dijo que simplemente podríamos escapar, es mas, pondríamos hacerlo ahora mismo – decía entre burlesca y desafiante
-¡Para que piense que la rapto! Seria mucho peor, con su frialdad, difícilmente podría convencerlos de que usted me a entregado su corazón. No es a su tío a quien debemos convencer es a ellos
Haciendo un gesto con la cabeza le indico que mirara hacia fuera, los sirvientes al verse descubierto desaparecieron de manera rápida y poco disimulada. Asustada Tomoyo se apresuro a cerrar la puerta
-Solo tenemos que buscar el testamento. Dudo que usted sepa donde esta
-No
-Convenceré a su tío que me permita hacerle compañía debes en cuando. Aprovecharemos esos momentos para buscarlo.
-Aun no he dicho que si.
-Me parece una mujer muy inteligente…
-¡No soy estupita! no lo suficiente como para que usted me subestime con sus estupidos halagos
-Discúlpeme – dijo un poco más avergonzado - es la costumbre
Tomoyo no podía creer todo lo que ese hombre había dicho y mucho menos, lo que ella estaba a punto de hacer
-Esta bien, haremos lo acordado y me obligare a confiar en usted señor Hiraguiza...
-Eriol – le aclaro sin poder disimular su satisfacción
-Espero que todo valga la pena
-La valdrá ya vera usted. Todo depende del tiempo en que tardemos encontrar el documento, el resto es fácil
-¿Qué se supone que debo hacer?
Se acerco lentamente hacia ella, la miro con intensidad y una sonrisa en los labios, tomo con suma delicadeza su mano; suavemente la llevo hasta sus labios donde planto un beso en la palma de la muchacha, demostrando cierto agradecimiento con aquel gesto
-Usted solo preocúpese de amarme.
Continuara...
Bueno… otra historia mas, esta si que no es fija, todo depende de cómo le valla. Es decir si vale la pena seguiré escribiendo… porque la verdad es que la hice muy a la rápida, y no se si tiene un buen argumento…
En esta me base en un libro cuya temática era la misma pero mi historia toma otro curso muy diferente…... Si encuentro el titulo se los daré n.n... pero tambien hay una serie... recuerdo haber visto una parte pero... no recuerdo el nombre u.u
No hay mucho que comentar por ahora,… espero que le aya agradado, y que hayan disfrutado este primer capitulo introductorio el poema.. es de Charle Baudelarie... mi poeta predilecto, tenia que ponerlo n.n
Besos, bye.
