(¡Saludos a todos!

Me enorgullece publicar mi primer fanfic Yatone. La idea se me ocurrió tras leer la premisa de "A Princess in a Tower" de crimson613... Aunque este fic ha tomado un rumbo mucho más al estilo de RPGs de fantasía que de cuentos de hadas (esperen bastantes referencias a juegos, por cierto).

No tengo mucho más que añadir, espero que les guste el fic, y si es así, ¡agradecería mucho que dejasen comentarios! Mis historias son como Campanilla, necesitan comentarios para vivir (o me acabo olvidando y no actualizo nunca...)

¡Gracias por leer!)


Erase una vez, hace mucho tiempo, que en un reino muy, muy lejano, vivía un dios.

O sería más correcto decir, un chico que quería convertirse en un dios.

Yato, así se llamaba. No era un nombre especialmente común, pero aún así, tampoco era un nombre que nadie en la gran capital del gran reino conociera. Al fin y al cabo, Yato era un huérfano sin hogar que había vivido casi toda su vida debajo de un puente (no cualquier puente, SU puente) y que había logrado sobrevivir sus buenos veinte años (¿o eran más? Tampoco es como si alguien se molestase en contarlos) a base de robar a los puestos de comida, o mendigar algo de dinero.

Pero aunque nadie le recordase, los gatos le arañaran y los perros le estropeasen su hogar, Yato tenía el sueño de convertirse en un dios. Lo cual no era una tarea demasiado fácil, a decir verdad. Pero él tenía un plan en el que había estado trabajando desde hacía ya unos años.

El plan consistía en convertirse primero en un héroe. Haciendo... pues cosas de héroes. Rescatar a damiselas en apuros, matar a un dragón, devolver el brillo a los cuatro cristales de luz... Tal vez hasta salvar el mundo un par de veces, si era necesario.

Una vez se hubiera convertido en un héroe, la gente empezaría a adorarle por sus hazañas. La gente contaría sus heroicas aventuras, y... bueno, obviamente las mujeres harían cola para sentarse en su regazo y que les enseñara los trofeos de sus aventuras.

Así, cuando todo el mundo supiera de él y sus aventuras, y le alabasen, se habría convertido en una leyenda... ¡y después de eso, sería un dios!

La versión alternativa era convertirse en héroe y conseguir la bendición de los dioses para ser uno de ellos. Así que la parte "heroica" era una que tenía que cumplir sí o sí, si quería cumplir su sueño.

Visto en retrospectiva, parecía que la parte de ser un "héroe" era lo más complicado. Lo demás posiblemente vendría por si sólo.

Bien, Yato tenía un plan. Entonces, ¿por qué aún no se había convertido en un héroe, si llevaba años trabajando en ello?

El problema era que aquél era un país muy, muy lejano. Y los países muy, muy lejanos... Están muy, muy llenos de héroes.

Para ser un héroe no sólo hace falta una espada guay, técnicas guays y un nombre guay. También hace falta tener bastante suerte. O ser lo suficientemente rápido como para ser el primero en tomar los trabajos importantes en la taberna, y no quedarse siempre con cosas como "por favor, ahuyenta a los trolls que están destrozando mi cosecha" o "encuentra a mi gato perdido".

Claramente, los trabajos que Yato solía recoger eran de la clase de estos últimos. La gente guay y poderosa como "la exhibicionista esa" o "el viejo y su harem de doncellas" eran quienes se llevaban todos los pedidos que podían darle alguna clase de fama. Y dinero. Oh, qué bien pagados estaban esos trabajos que tenían por medio dragones, mazmorras y el fin del mundo. Él tenía que contentarse con monedas de bronce con las que apenas había podido comprarse un jarrón en el que meterlas para ahorrar.

Tal vez también tuviera algo que ver la costumbre de Yato de quedarse dormido por las mañanas, pero aquél era un asunto en el que no pensaría.

Aunque de alguna manera, había logrado pasar los años desde que aprendió a usar más o menos el cuchillo que llevaba por espada cumpliendo misiones y sin pasarlo demasiado mal. La paga daba pena, sí, pero cada vez que una abuelita le agradecía por ayudarle a limpiar su casa, sentía un hormigueo en el estómago. Aquello era tener la gratitud de la gente, se decía. Aunque fuera por pequeñas cosas. La gente a la que había ayudado no contaría historias sobre él matando a un dragón (¡no todavía!), pero sí que comentaría con alguien que un jovencito de pelo negro con ropa medio rota le había ayudado en lo que los demás héroes no se habrían interesado ni un momento.

Era por ello que Yato continuaba tomando aquellas pequeñas misiones. Y a veces incluso eran emocionantes, o acababa recibiendo una recompensa. A veces hasta tenía que luchar contra algunos monstruos y todo.

Lo que él no imaginaba, era que una de aquellas pequeñas misiones le llevaría a una aventura digna de la famosa Bishamon.

Aunque pensar en esa persona le diera escalofríos.

Como de costumbre, se había levantado demasiado tarde, y cuando llegó después de comer a la taberna, casi todos los trabajos estaban tomados. Los que quedaban iban en las líneas de lo que él solía hacer.

Se metió las manos en los bolsillos de su vieja chaqueta y se inclinó, arrugando los labios mientras leía las misiones que tenía delante de él.

Alzó la mano para tomar uno que tenía escrito "Por favor, salva a mi oveja de la manada de lobos", cuando se fijó en algo. Una misión escrita en un trozo de papel y que debía haber sido colocado en el tablón de anuncios antes que todos los demás, y eventualmente había sido tapado. Por lo menos, esa era la única manera en la que veía razonable que hubiera sido ignorado.

"Por favor, rescata a nuestra gatita.

¡Nuestra gata se ha escapado de casa! No sabemos dónde puede estar, pero tememos que ha salido fuera de las murallas de la ciudad. Si algo le pasara...

Su nombre es Clima, es una gata hembra de color castaño. Tiene la costumbre de quedarse dormida. ¡No dejes que ninguno de los monstruos fuera de la ciudad le haga daño, por favor!"

Ignorando el nombre (¿quién demonios le ponía un nombre como ese a un gato? Debía considerarse maltrato animal), la misión era muy simple y normal. En aquella ciudad tan grande abundaban los gatos perdidos. Pero había algo más. Había una razón por la que Yato había abandonado el otro trozo de papel y ahora sujetaba este con sus manos temblorosas, intentando no babear.

"Recompensa: 10,000,000 monedas de oro."

Aquello era más dinero del que Yato había visto a lo largo en toda su vida. Aunque esa no fuera una cosa difícil de lograr.

Con pasos ligeramente temblorosos de la emoción, fue corriendo hacia la barra de la taberna, la parte de donde colgaba el letrero de "Misiones".

-¡H-Hey! ¿Este trabajo es en serio? ¿¡Quién lo ha dejado!?

Mutsumi, la hija de los dueños de la taberna, tomó el papel que Yato tenía en las manos y lo miró durante un momento. Luego miró a los ojos azules del chico.

-Ah, esto... La persona que lo dejó prefiere mantenerse en el anonimato, pero sí. La recompensa es real.

-¿Por un gato perdido? ¿Todo ese dinero?

-Eh, a algunas personas les gustan mucho sus mascotas -La joven rubia movió un par de veces la mano y le devolvió a Yato su papel- Nadie más lo ha pedido, así que es todo tuyo. Espero que con la recompensa puedas comprarte un cepillo de dientes o algo.

Bajo situaciones normales, el joven huérfano habría replicado al comentario de la chica, pero ahora no tenía tiempo para eso. Cuando recibiera la recompensa podría comprarse una mansión, y entonces Mutsumi tendría que tragarse sus palabras por no haber creído en él. ¡Todos se arrepentirían de no haber creído que Yato era un gran y poderoso dios! ¡Podría hasta comprar el cielo si jugaba bien sus cartas con el misterioso dueño del gato!

Así que sin discutirlo ni un momento más, salió corriendo en dirección a su casa. Y una vez hubo guardado cuidadosamente el papel con el trabajo dentro de su chaqueta, y tomó el cuchillo oxidado con el que cumplía sus trabajos, salió corriendo de la ciudad.

La gran capital del reino estaba separada del mundo exterior por una gran muralla que les protegía de los ataques enemigos y, más importante, de los monstruos que había fuera de la ciudad. Las personas corrientes le tenían bastante miedo a todo lo que fuera salir de las murallas, ya que las personas corrientes no podía protegerse del todo bien en una batalla contra un monstruo. Yato no era una persona corriente, por supuesto, y a estas alturas salir de las murallas era tan normal como entrar en el agua del río al lado de su casa para limpiarse un poco. Muchas de las misiones que había hecho a lo largo de los años incluían cosas como rescatar a un niño perdido fuera de la muralla, o incluso simplemente recuperar una pelota perdida, así que se sabía bastante bien todo lo que rodeaba la fortaleza de la gran, gran capital.

Nada más hubo puesto un pie fuera de la seguridad de las murallas, comenzaron las peleas. Peleas bastante sencillas, a decir verdad. Había recorrido aquél mismo camino tantas veces que no se paraba a pensar cómo era posible que derrotase goblins y plantas carnívoras con un cuchillo que, más que cortar, servía para golpear, o como los cadáveres de los monstruos desaparecían en un misterioso vórtice rojo.

-Eh, por lo menos no ensucian.

Dando un golpe por aquí y un corte por acá, se abrió paso a través de los alrededores de la muralla. ¿Cómo de lejos podría haberse ido un gato extraviado? Por lo que él sabía, los animales perdidos solían estar en sorprendentemente buenas condiciones cuando los rescataba, así que tal vez los monstruos no tuvieran ningún interés en los animales... Pero a lo largo de los años y la experiencia también había aprendido que, por algún motivo, los animales nunca se iban demasiado lejos. Era como si estuvieran esperando a que él llegase a rescatarlos.

Había llegado a la entrada norte de la ciudad (significando que ya había caminado la mitad del perímetro de la capital, su puente estaba en el sur), derrotando a todo monstruo que quisiera ponerse por delante suya, cuando escuchó un ligero maullido. Se quedó quieto durante un momento.

"Miauu~"

Ahí estaba otra vez. La mitad superior de su cuerpo se giró, buscando el lugar de donde había escuchado la inconfundible voz de un gato. Había recogido demasiados a estas alturas como para confundirlo con algo más.

-¿Clima? ¿Eres tú? -Llamó el (horrible) nombre del gato perdido, y como respuesta recibió otro maullido. Los arbustos delante de él se movieron ligeramente.

Los ojos de Yato brillaron. Ahí estaba. A unos pasos de él. Diez millones de monedas de oro en la forma de un gatito perdido con un nombre terrible.

Dio un paso. Después otro. Poco a poco, se acercó al arbusto del que procedía el maullido. Con cuidado, no era buena idea asustar al din- es decir, al gato y que saliera corriendo.

Cuando llegó al lado del arbusto, respiró profundamente... y se lanzó hacia la planta. ¡Diez millones de monedas de oro!

Sin embargo, lo que encontró cuando agarró el arbusto no fue a un gatito perdido. Fue un desnivel en el suelo de cuya existencia no era consciente (posiblemente porque sus trabajos nunca le habían obligado a adentrarse en el bosque). La fuerza con la que Yato se había lanzado para atrapar al gato rápidamente hizo que saliera rodando por el desnivel, llenando de plantas y golpeándose con un par de piedras en el proceso.

Su caída se detuvo cuando llevó rodando a una parte plana. Se quedó quieto un momento, intentando recuperar el aliento. La marea le daba vueltas de tanto rodar, y había aterrizado boca abajo, en una postura que no debía ser demasiado sana.

"¡Miau!"

Pero en un segundo, ninguna de sus heridas importaron lo más mínimo. Volvió a escuchar el sonido que le había llevado rodando por la colina, y se puso en pie cuando recordó que aquél era el sonido de un prometedor futuro para él.

Localizó inmediatamente a su objetivo. Un gato marrón, atrapado en las ramas de un árbol, que le miraba con unos ojitos rosas llorosos.

-¡Ah! ¡Tú! -Yato señaló al gato, que dio un saltito y maulló de nuevo. Una sonrisa arrogante se dibujó en el rostro del pelinegro, a medida que avanzaba hasta llegar a tronco del árbol donde el gato estaba atrapado- ¡No te preocupes! ¡Tu deseo ha sido escuchado y YO, Yato, he venido a rescatarte! Ahora se un gato bueno y ven con papá...

Pero la gata no se acercó a Yato. Ni se movió. De hecho, parecía que hubiera decidido que estaba más segura en la rama del árbol.

Lo cual posiblemente se debiera al hecho de que Yato estaba intentando subir al árbol rodeando su tronco con piernas y brazos, como si fuera un koala.

-Vamos... ya casi estoy... -El pelinegro murmuró entre dientes mientras extendía su brazo hacia la gata perdida. Sólo un poco más... sólo necesitaba que se acercase un poco más y podía convertirse en un dios alabado por todos...

La gata miró un momento al humano. A los ojos de Yato, podría haber jurado que estaba evaluando la posibilidad de que quedarse donde estaba, o incluso saltar de aquella rama, fuera más seguro que ir hacia la mano que le ofrecía.

Pero finalmente, se acercó hacia él con un pequeño "miau".

-¡SÍ!

Fue imposible resistir su felicidad cuando la gata caminó en su dirección y se posó en su brazo. No era lo suficientemente pequeña como para caber en su mano, pero no parecía que tuviera problemas usando su brazo como soporte. Casi pudo sentir como estrellas de felicidad salían de su mirada mientras revisaba que la gata era real.

¡DIEZ MILLONES DE MONEDAS DE ORO!

Mientras gritaba eso mentalmente, el árbol en el que se había agarrado hizo un gran "CRACK", que terminó con el tronco rompiéndose, Yato golpeando el suelo, y un grupo de goblins, que parecían haber esperado a que la escena acabase, atacándole. Por suerte, después de la pelea la gata seguía estando con él, y no había signos de que se hubiera herido.

-Aún así... ¿Cómo puedo estar seguro de que eres Clima? -Mientras caminaba de vuelta a la entrada sur del castillo, la gata había decidido que la cabeza de Yato era un lugar agradable para descansar, y se había quedado ahí- Nunca he encontrado la mascota de alguien que no fuera quien había pedido la misión, pero... -Aunque durante todo el camino, la gata no había vuelto a maullar. El papel decía que tenía una tendencia a quedarse dormida... ¿se refería a eso?

Bueno, tendría que esperar que aquella realmente fuera Clima. Y si no lo era, volvería a salir a buscarla. O puede que lograse hacer creer a los dueños que era la de verdad...

-¡Bienvenid-! Oh, sólo eres tú.

-¿¡Esa es manera de tratar a un cliente!?

Como era usual, cuando llegó de nuevo a la taberna, Mutsumi estaba esperando en la zona donde se cobraban las misiones. Había un par de clientes en las mesas tomando algo, pero a decir verdad si no fuera por las misiones, Yato dudaba que aquél sitio hubiera durado tanto como estaba durando.

-¿Vienes a por otro trabajo?

-Hu-hum~ -Yato cerró los ojos, para aumentar el efecto dramático de la pose que puso a continuación, con una mano en su pecho, dándose importancia- ¡De hecho, vengo a cobrar!

¡Era magnífico! ¡Era todopoderoso! ¡Ah, ya podía escuchar a la gente hacer cola para rogarle!

-Miau~

-¡Oh! ¡Un gatito! ¡Qué mono~!

Cuando abrió los ojos, la gata que llevaba sobre su cabeza se había bajado, y ahora estaba siendo acariciada por Mutsumi. Cuando esta se dio cuenta de que Yato la miraba, parpadeó un momento y ladeó la cabeza.

-Puede ser que... ¿este es el gato del trabajo de esta mañana?

-¿Qué iba a ser si no?

-Hm... Mutsumi pensaba que habías recogido un gato cualquiera para dar más pena pidiendo limosna.

De algún lugar del bar, pudo escuchar a alguien riéndose. Aunque a decir verdad, lo más triste era que a estas alturas ya se había acostumbrado a esa clase de acusaciones.

-¡N-No importa! ¡Dame mis diez millones!

-¡Ah! -Mutsumi parpadeó un momento, deteniendo las caricias que le daba a la gata perdida- Ahí hay un problema... La persona que dejó el trabajo no ha dado ningún método de contacto.

Los ojos de Yato se abrieron como platos.

-¿Eh?

-Tal vez no esperaban que se cumpliera tan rápido... ¡O tal vez ni siquiera tienen el dinero de verdad!

El mundo se apagó durante un momento. Si aquello era verdad... si realmente no había forma de contactar con la persona que había ofrecido diez millones de monedas de oro por aquella gata... Significaría que se habría pasado el día entero rodando por el suelo, manchándose de barro y golpeándose para absolutamente nada.

-¡Miau!

Pero el maullido de la gata de repente hizo que ambos dirigieran su mirada hacia ella. El animal había comenzado a maullar, y de alguna manera... Parecía que intentase hablar con ellos. Yato levantó su mirada para ver a la chica rubia, quien no parecía entender lo que estaba pasando mejor que ella.

-¡Miau miau miau miau! ¡Mi-Miauuuu!

Puede que Yato fuera (algún día) un dios todopoderoso, pero tal y como estaba... no sabía hablar gato, así que no podía entender nada.

-Miaaaauuuu... -La gata gruñó ligeramente, como si estuviera diciendo "ah, jo". Y antes de que pudiera darse cuenta, había saltado de la mesa y había salido corriendo hacia la puerta del local.

-¿¡Clima!? -Los ojos azules de Yato se abrieron hasta casi salirse de sus órbitas. ¡Que al gato no se le ocurriera salir corriendo y hacerle rodar por un desnivel otra vez! Se giró rápidamente para mirar a la chica- ¡Mitsumi! ¡Si alguien llega preguntando por el trabajo, diles que lo he completado! ¡Y guárdame el dinero!

Y acto seguido, salió corriendo de la taberna. ¿¡Dónde demonios pensaba esa gata que estaba yendo!?

No le costó mucho encontrarla. Parecía que estuviera moviéndose con un objetivo muy fijo, como si supiera exactamente a donde iba.

Yato, por su parte, sólo podía seguirla desde detrás, llamándola.

-¡Hey! ¡Clima! ¡Quieta!

Pero la gata no parecía querer responder a su llamada. ¿¡Qué había que hacer para que un gato te escuchase!?

Sin embargo, de vez en cuando, le pareció notar que el animal se paraba para mirar hacia atrás, como si estuviera comprobando que la seguía. ¿O era sólo su imaginación?

Yato continuó siguiendo a la gata durante lo que le pareció una eternidad, sin apenas darse cuenta de donde estaba. De hecho, no se dio cuenta de que se había alejado bastante de su lugar favorito de la ciudad hasta que no sintió una lanza bloqueándole el camino.

-¿Uh?

Cuando alzó la mirada para ver qué pasaba, se dio cuenta de que la persona que llevaba la lanza era un guardia, vestido en uniforme. Y el lugar donde estaba era la entrada al castillo real.

-¡Eh! ¿A dónde te crees que vas, mendigo?

-¡No soy un mendigo! -Yato respondió, dañado en su orgullo. Señaló con intensidad a la gata que había estado siguiendo, que se había parado a unos metros de ellos... y ahora estaba durmiendo- ¡Estaba siguiendo a esa gata, ella me ha traído aquí!

-¿Una gata...?

El guardia se dio la vuelta para ver a lo que se refería. Y entonces dejó caer la lanza que bloqueaba el paso.

-¡Ha vuelto! ¡La princesa ha vuelto!

Las cejas de Yato se fruncieron en la expresión más confundida que le era posible, mientras intentaba encontrar algunas palabras. Por algún motivo, decir "¿EH?" no le parecía lo suficientemente adecuado.

En menos de un minuto, varios guardias habían acudido a la llamada de aquél delante de Yato, todos gritando cosas como "¡Princesa!" "¡Estábamos tan preocupados!" "¡Bienvenida, Princesa!". El que había retenido a Yato le miraba ahora con ojos llorosos de la felicidad.

-¡Muchísimas gracias, mendigo! ¡Nos has devuelto a la princesa!

De alguna manera, aquella frase no se sentía del todo bien.

-Eh... Perdón, pero...

-¡Llamad a Sus Majestades! ¡La princesa ha vuelto! -El guardia no escuchó a las palabras de Yato. Después de gritar esto, el grupo de guardias que se había reunido al lado de la gata (¿¡Princesa!?) salió corriendo en dirección a unas escaleras. El guardia miró a Yato- ¡Y tú! ¡Ven con nosotros, seguro que Sus Majestades querrán agradecértelo! ¡La Princesa ha vuelto!

Con un pequeño balbuceo de "ah, no, si yo...", Yato también fue arrastrado escaleras arriba, sólo para comprobar que los guardias se habían llevado a la gata con ellos.

En toda su vida, Yato jamás había estado dentro del castillo. Por supuesto lo conocía perfectamente por fuera, ya que era más o menos lo que él mismo pensaba construirse algún día y había estado haciendo bocetos basados en el diseño del palacio. Pero jamás había pisado aquellos pasillos de mármol, o la alfombra roja en el suelo, ni había visto todos esos retratos en las paredes, las sirvientas moviéndose por aquí y por allá, y las grandes lámparas de araña.

Ni hablar de construirse su propia mansión. Él quería ese palacio.

Finalmente, el guardia le llevó hasta una gran puerta doble de madera, y se colocó en esa postura que tenían todos los guardias.

-Aquí está la sala del trono. El Rey y la Reina te esperan para agradecerte que hayas rescatado a la princesa.

¿El Rey y la Reina...?

De repente Yato pudo escuchar algo. Era... el sonido de dinero, cayendo sin fin. Como si saliera de una fuente de dinero infinito. Monedas de bronce, oro y plata llenando una bañera cinco veces más grande que su casa actual.

No entendía del todo qué pasaba... ¡pero había rescatado a una princesa! (O algo así) ¡Los Reyes en persona iban a darle las gracias! ¡Una recompensa! Si jugaba bien sus cartas... ¡Podría convertirse en un duque! ¡Un príncipe! ¡Un héroe famoso!

Con la mano temblorosa por la emoción, abrió la puerta.

Lo que se encontró dentro de la lujosa sala del trono, fue a una mujer de aproximadamente su edad (tal vez incluso más joven), vestida con un traje que gritaba "MUY LUJOSO" por todas partes, dando vueltas con el gato en los brazos. Sobre su cabello rosa había una tiara que tenía que tener, como mínimo, dos diamantes.

-¡Hiiiiiiiiiyoriiiiiiiiiiiiiiiiin! ¡Estoy tan contenta de que hayas vuelto! ¡Pensé que te habría pasado algo malo! ¡Estaba taaaaaaaaan preocupada!

Detrás de aquella mujer, un hombre claramente mayor que ella observaba la escena con los brazos cruzados, como si aquello le conmoviera. Al igual que la mujer pelirosa, todas las ropas de aquél hombre parecían estar gritando la gran cantidad de dinero que tenía, incluída la corona sobre su cabeza.

¿Aquellos eran... el Rey y la Reina?

-¿Hm?

El hombre pareció notar de repente la presencia de Yato, y dirigió su mirada fijamente hacia él. Parecía que estuviera examinando cada fibra de su cuerpo.

-...Ah... -Yato abrió la boca para intentar hablar, pero el otro le interrumpió.

-¿Estás mirando a mi esposa?

-¿¡EH!?

Fue entonces cuando la mujer de cabello rosa dejó de dar vueltas con la gata en brazos, y pareció darse cuenta de la existencia de Yato.

-¡Oh! ¿Tú eres el mendigo que ha salvado a Hiyorin? ¡Muchas gracias!

-¡No soy un mendigo!

-Kofuku -El intimidante hombre alto miró a la pelirrosa- ¿No deberías dejar a Hiyori como antes?

-¡Ah! -La mujer parpadeó un par de veces, y luego se dio un golpecito en la cabeza, como para excusarse- ¡Tienes razón! ¡Hiyorin, tiene que ser incómodo ir así~!

Dejó a la gata en el suelo, haciendo que esta se estirase ligeramente. Entonces, el hombre sacó un frasco de su traje y lo abrió para que su contenido cayera encima de la gata.

Hubo un momento en el que un extraño brillo y un extraño humo inundaron toda la habitación. Yato tuvo que taparse los ojos con los brazos para no cegarse.

-¡Uwaaaaaah!

Cuando la luz cesó, pudo escuchar una voz nueva venir de alguna parte de la habitación. Retiró las manos de su rostro y miró en la dirección donde antes había estado la gata.

Sólo que ahora ya no había una gata, sino una tercera persona. Una chica con el pelo largo y castaño, una tercera corona sobre su cabeza, y un vestido que era, sin duda, muy caro. La única relación que había entre esa chica y la gata eran el color de cabello, los ojos... Y que tenía una cola de gato moviéndose de un lado a otro.

-¡Ahh, tener forma de gato es tan complicado! ¡Me alegro de haber vuelto a la normalidad!

-¡Hiiiiiyorin! ¡Lo sientooo! -La mujer de cabello rosa se lanzó a abrazarse a la chica recién aparecida.

-¡N-No pasa nada, entiendo que no fue tu culpa...! Pero tenemos que agradecer a este mendigo que me rescatara. ¡Si no fuera por él todavía sería una gata!

No. Ni siquiera tenía fuerza para decir que no era un mendigo. Delante de él estaban pasando muchas cosas que no comprendía.

-Yo... ah...

-¡Oh, es verdad! -La mujer soltó a la chica (¿¡princesa!?) y se acercó a Yato con una sonrisa- ¡Gracias por salvar a nuestra Hiyorin! ¡Tienes nuestra gratitud, mendigo!

-No soy...

-¡Madre! Este amable mendigo fue a la taberna cuando me encontró, ¿no crees que deberías darle una recompensa?

Oh. Yato volvió en si en cuanto escuchó las palabras de la chica morena. Recompensa. Le gustaba esa palabra.

-¡Ah, perdón por no presentarme! ¡Soy di- HÉROE Yato, a su servicio! -Hizo una reverencia muy ensayada delante del espejo y sonrió. ¡Ahora todo era importante! Si aquellos realmente eran el Rey, la Reina y la Princesa... ¡Entonces conseguiría una gran fortuna! ¡Había salvado la vida de la princesa!

-¡Ah~! Yatty, ¡realmente nos has ayudado mucho! No sé qué habría sido de Hiyorin si no hubiera sido por ti...

-¡No, no! Es el trabajo de un héroe, al fin y al cabo. ¡Debo salvar princesas en apuro si es necesario! -"Por un módico precio" añadió en su mente.

El hombre que supuestamente era el Rey dio un paso adelante y se presentó como el Rey Daikoku, gobernador de aquél país. Explicó que su esposa, la Reina Kofuku, tenía una maldición desde su nacimiento por el que llevaba la mala suerte a aquellos que la rodeaban. Hacía unos días, la princesa, Hiyori, había sido víctima de esa mala suerte cuando le había caído encima una pócima que la convirtió en gata. La princesa, asustada y desorientada, salió corriendo y al parecer se perdió en el bosque.

Fue por eso que pusieron una petición en la taberna, con la esperanza de que algún héroe pudiera encontrarla para poder devolverla a la normalidad.

-Entiendo... -Yato asintió un par de veces mientras escuchaba aquella explicación. En lo que había tardado, los tres miembros de la familia real se habían sentado en sus respectivos tronos, y un guardia le había traído un taburete a Yato para que también pudiera sentarse- ¡Entonces podría decirse que soy un héroe que ha salvado a la princesa! ¿Verdad?

-¡Sip! -La Reina Kofuku asintió- Aunque no es la primera vez que pasa... La mala suerte y el hábito de Hiyorin de quedarse dormida son una mala combinación...

-Aún así he salvado a la princesa, ¡soy un héroe! ¡La gente deberá contar historias sobre mí ahora! ¿Verdad?

Los tres se miraron un momento después de las palabras de Yato.

-...¿Cómo decías que te llamabas?

-Madre, Padre... ¿Tal vez el mendigo se refiere a la recompensa que le prometimos?

-No soy un mendigo, soy Ya...

-Hm... Sí, supongo que es lógico darle una recompensa -El Rey Daikoku asintió un par de veces. Luego miró a Yato, dándole una vez más esa mirada que hacía que pareciera que estaba examinando lo más profundo de su alma- ¿Qué tal algo de ropa?

El comentario le cortó como el más afilado de los cuchillos.

-¿No sería mejor una casa? Sus manos son muy sudorosas, tal vez no tiene ni un lugar donde bañarse... -Comentó la Princesa Hiyori.

-¡Estoy bien con mi ropa y mi puente!

-...

-...

Silencio.

-Padre, acaba de admitir que vive bajo un puente, ¿no te da pena?

-Realmente... -El soberano asintió un par de veces. Yato quería decir algo, pero sentía que sus palabras serían inútiles.

Entonces, la Reina habló.

-Estaba pensando... ¿Por qué no enviamos a Yatty a "eso"?

Padre e hija se miraron un momento. Luego, tanto ellos como Yato dirigieron su mirada a la Reina Kofuku. Aunque el Rey la Princesa parecían más confundidos que el huérfano aspirante a héroe, lo cual era bastante.

-¡Sí, sí! ¡Eso! -Kofuku sonrió, como si decirlo de nuevo hiciese que sonase más convincente- Parece que Yatty tiene suerte salvando princesas, ¿verdad? ¡Entonces esto debería ser fácil para él!

-¡Madre! -Hiyori miró a la Reina con preocupación- ¡Es diferente! ¡Ese lugar es peligroso!

...¿Peligroso?

-Hiyori tiene razón... Además, se trata de adentrarse en un castillo abandonado... Y es muy lejano.

...¿Castillo abandonado?

-¿Y no había un dragón involucrado? ¡Sería arriesgar mucho!

...¿¡DRAGÓN!?

No hacía falta ni una palabra más. Yato se levantó del taburete con tanta fuerza que casi hizo que se cayera, y puso la mano en su pecho.

-¡Yo lo haré! -Exclamó, aunque no tenía ni idea de qué estaba pasando.

-¿Veis~? ¡Él dice que lo hará! -Kofuku exclamó sonriente al ver la determinación de Yato- Además, Hiyorin... Aún tienes la cola de gato, parece que los efectos no han pasado del todo. ¿No crees que nos beneficiaría a todos?

-P-Pero... -La morena intentó replicar, pero finalmente sólo frunció los labios.

-Y... ¿Exactamente qué se supone que debo hacer?

La familia real dirigió su mirada al aspirante a héroe. Luego se miraron entre ellos, y después Kofuku habló una vez más.

-¡Tienes que rescatar a la princesa Yukine!


(Como nota final, el nombre de Hiyori significa Clima en español, de ahí el nombre del gato. Es un chiste interior malo.)