Este es mi primer fic largo. Espero que os guste (aunque este trozo sea corto y no os podáis hacer una idea clara) y que me dejéis reviews, para animarme a seguir.

Todo está abierto, no tengo ni idea de lo que va a pasar, así que si queréis sugerir algo, ya sabéis. El género va a ser drama y romance, pero, a pesar de que habrá parejas (y es posible que lemon, no aseguro nada), no serán el eje central, como en muchos otros fics.

Por cierto, los dobles paréntesis en cursiva ((representan aclaraciones mías)), pero no os preocupéis, no os molestaré mucho con ellos. :P

……………………

El mismo sol abrasador desde hace días, desde hace semanas, cuando terminó el torneo, y cada cual se fue por su lado. El mismo azul a su alrededor, los mismos pájaros. Todo parecía volver a su cauce, todo regresaba a como era antes de que la lucha comenzara, cada uno con su vida, sin diferencias, entrenándose, pero sin ninguna meta fija… todos relajados, ya no hay amigos ni enemigos; nada, hasta que los jueces vuelvan a decretar abierto la competición para coronarse rey de los Shamanes.

Las mismas tejas gastadas cubrían las mismas paredes. Lo mismos espíritus atravesando los delgados tabiques, los mismos pies humanos que pisaban sobre la madera de los pasillos. La misma casa que albergó tantas vidas, que acogió a un joven capaz de todo, a una chica intransigente, a sus amigos, un hombre del hielo, otro con el corazón helado, y a un hombre con él derretido por la pasión, enamoradizo. Y a un chico pequeño, terriblemente inteligente, que a pesar de pasar desapercibido en muchas ocasiones, siempre se hallaba presente, siempre estaba allí, ayudando, sin protestar. Y una muchacha consumida por un amor no correspondido, en realidad, imposible. Un amor que amargó su vida desde hacía años. Yo, por supuesto.

Anna seguía tan autoritaria como siempre, Manta trabajando para ella, Yoh entrenando.

A mi me bastaba con saber que podría quedarme allí, junto a mi amado, junto a Yoh, aunque tuviera que cocinar todos los días, aunque tuviera que barrer la casa de arriba abajo cada mañana. Nada de eso me importaba mientras él no se marchara, y me saludara cada mañana, y me sonriera con esa sonrisa tan dulce, tan alegre, esa sonrisa capaz de borrar todas las preocupaciones. Todas. Una a una.

-¿No ha venido Manta por aquí? –me preguntó Yoh despreocupadamente.

Me noté enrojecer, no pude mirarle a los ojos, así que agaché la mirada y musité:

-No lo he visto. -¿porqué me tenía que pasar eso siempre que él me dirigía la palabra?

-Yo tampoco. No ha venido a clase. Estoy comenzando a preocuparme.

-¿Crees que le ha pasado algo? –exclamé de golpe. Sin darme cuenta había levantado la cabeza, y cuando advertí que estábamos cara a cara volví a retraerme. ¡No puedo mirarle desde tan cerca, a pesar de todo!

-No lo sé. Quizá solo esté enfermo. Creo que voy a ir a su casa para preguntar- sonrió una vez más, con la mano en la nuca…

Como me gusta esa expresión… hace que me derrita por dentro, hace que a mis ojos asomen lágrimas de emoción por saber que, en ese momento, aquella cara era solamente mía, mía durante un instante…

-Haz lo que quieras mientras cumplas con tu entrenamiento.

Siempre Anna, rompiendo ese mágico momento. ¿Por qué? ¿Por qué aquella odiosa mujer tenía que quedarse con Yoh? ¿Porqué todo lo bueno tenía que pasarle a ella? Lo peor de todo es que ni siquiera puedo odiarla. Tengo que reconocer que la admiro, su entereza, su frialdad, su poder… sobre todo su poder: eso fue lo que le dio a su prometido.

Me resigné al verlo marchar y seguí a Anna hasta la sala donde veía la tele, en ese momento en anuncios, a la espera de que empezara algún programa. Me senté a su lado, pensando un poco en el amigo de Yoh.

-Ya aparecerá. –me dijo. –Manta sabe cuidarse solo.

En ese momento apareció en la televisión una panorámica de un cementerio. Una enorme cruz, una pira incendiaria. Unas grandes letras marrones anunciaron un documental sobre la muerte a lo largo de la historia. En ese episodio se mostraban las creencias de los antiguos pueblos bárbaros en época del Imperio romano y posterior.

Suspiré y me levanté.

-Voy a seguir limpiando. –dije.

Ni siquiera me contestó.

Subí a las habitaciones. En la de Yoh me esmeré más de lo necesario; no quería que una estúpida mota de polvo se atragantara en su garganta. Arreglé el armario, doblé bien la ropa. Al lado estaba la habitación de Anna. Su ventana estaba abierta, aunque no recordaba haberlo hecho. Esa mañana había decidido no ventilarle la habitación en castigo por… bueno, por algo que le dijo o hizo a Yoh.

Al ir a cerrarla, vi algo que me asombró mucho. En el alfeizar yacía algo blanco… algo como nieve. Pero con ese sol ¿cómo podía haber nieve? Al tocarla se derritió enter mis dedos. Me estiré más para coger la que estaba más lejos, pero perdí pie y casi caigo. En ese momento, me sentí bastante estúpida por todo lo que hacía, por lo que llevaba haciendo desde hacía tiempo. Allí estaba yo, encerrada en una casa con el chico al que amaba, sin poder decir ni una sola palabra. Y ese idiota ni siquiera se da cuenta. ((Con respecto a si Tamao no piensa en otra cosa que no sea Yoh… la respuesta es no. ¿Que porqué? Pues porque es mi fic, para empezar n.n

Yoh llegó poco antes de la hora de la cena. En su cara se veía reflejada la decepción.

-Annita... -dejó su nombre en el aire un instante. Ese aire ingenuo que caracterizaba a Yoh se había vuelto grisáceo, un sombra de preocupación que velaba sus ojos. -Sus padres no saben dónde está metido. Creo que algo malo le ha pasado.

Ella levantó ligeramente una ceja. Ni que le importara ese enano cabezón, estoy segura que pensó.

-Voy a ir a buscarlo. -anunció él.

Bueno, al fin y al cabo era su amigo; era de esperar que hiciera eso. Todos sabemos como es Yoh... tan estúpido que en ocasiones decide hacer cosas imposibles. Lo terrible de él es que siempre las convierte en realidades.

-¿Y se puede saber por donde vas a empezar?

Su prometido se quedó un segundo paralizado. Ni siquiera había pensado en ello. Luego sonrió, se rascó la nuca, y dijo:

-No lo sé. Pero sé que encontraré una pista que me conduzca hacia él.

-Haz lo que quieras.

Anna se dio la vuelta, y se encontró conmigo. Algo malo pasaba. Lo presentía, y si yo lo notaba, ella debía de saberlo también.

A través de la ventana pude ver como las nubes se arremolinaban en el cielo, después de tanto tiempo de sol, sol y sol. ¿Por qué Anna no hacía nada, porqué no decía nada acerca de nada?

-Joven Yoh... ¿se va? –inquirí, decidida a no quedarme callada una vez más.

-Solo durante un par de días. No os preocupéis.

Como si Anna se fuera a preocupar por él. Iba a ser el próximo rey de los Shamanes. Si no sabía cuidarse solo más valía que no regresara… pero yo…

-¡Deseadme suerte!

La puerta se cerró. Con una mano apoyada en un cristal, como si fuera a salir a buscarlo, me mantuve un buen rato asomada por la ventana, viendo la espalda de Yoh perderse entre las sombras de una noche demasiado oscura para ser buena... y en el cielo, entre las nubes, juraría que un relámpago iluminó la forma de dos cuernos.

No resultó buena en absoluto. En ese momento, justo cuando Yoh salió por la puerta de casa, justo cuando Anna estaba a la puerta del salón, oyó las últimas palabras de un anuncio de televisión: "No volverá"

No le dio importancia.

Empezó a llover. Al principio solo unas finas gotas. Después, un chaparrón de agua que creó ríos en las calles de la ciudad. Un relámpago iluminó el cielo, un trueno resonó entre los edificios, extendiéndose a lo largo de avenidas, haciendo vibrar todos y cada uno de los cimientos de los edificios de los alrededores.

Demasiado fuerte para ser bueno.

Y la luz de aquel rayo dibujó contra la pared desnuda, en aquel cuarto en el que solo los destellos de la televisión ahuyentaban la oscuridad total, una sombra conocida, de alguien con una cabeza demasiado grande para un cuerpo muy pequeño. Una sombra que yacía inmóvil en el suelo. Solo un instante. Luego, todo se desvaneció.

Si Anna lo vio, no le dio la menor importancia. A las 11, como todos los días, apagó la tele y se metió en la cama.

Yo, desde ese momento, no pude estar tranquila. Me asombraba como ella era capaz de mantener la calma cuando todo a nuestro alrededor nos lanzaba señales, nos avisaba de que algo malo se avecinaba. Lo admito, estaba asustada. Pero quizá, lo que más miedo me daba era la actitud de Anna. Porque en el fondo yo la conocía, y sabía que ocultaba algo. Y mis poderes no eran lo suficientemente fuertes como para revelarme qué era ella capaz de presentir que yo no veía.

La lluvia no cesaba. No cesaría en días, y cuando lo hiciera, sería solo por breves intervalos de tiempo. Los rayos se volverían crueles y juguetones. Los truenos tendrían un sonido burlón, pero el único sonido que advirtió Anna en sus sueños fue la débil protesta de alguien que tenía un gran don, pero que no sabía utilizarlo… aún.

Fue lo único que le arranqué, al día siguiente, cuando le confesé mis temores, y sobretodo, mi preocupación por Yoh.

-¿Y si no vuelve? Estoy segura de que algo no va bien, el equilibrio se ha roto, lo sé, puedo notarlo. ¡Y si yo lo noto, tú también tienes que sentirlo!

-Deja de darle vueltas. Lo que tenga que ser será, y punto. Yoh vendrá.

-Sabes tan bien como yo que no. –aún no sé como me atreví a decir eso. No lo entiendo, pero fue lo que sentí. Me mordí la lengua al instante, pero no pude dar marcha atrás al tiempo.

Y Anna simplemente me miró largamente.

-Si los muertos quieren decir algo, que lo digan claramente.

-¡¡¡¿¿Los muertos! –mi grito resonó en toda la casa.

Ella solo se mantuvo firme, sin hacer un solo gesto que denotara sorpresa.

-El torneo ha pasado –sentenció. -Nada muy malo puede pasar.

A la semana, yo ya estaba consumida por la angustia. ¿Y ella? Tan tranquila. ¿¿Cómo era capaz?

Pero eso ya no me importaba. ¿Dónde estaba Manta? Es más, ¿dónde estaba Yoh? Necesitaba verle, saber que estaba bien… pero no teníamos señales de él. ¿Por qué no llamaba? ¿Por qué?

¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba? No pensaba en otra cosa, no pensaba en mis tareas, ni en la comida, ni en la casa.

Y eso fue el único indicio de que Anna también estaba remotamente preocupada, aunque no lo exteriorizara. No me dijo nada.

Todo quedó sentenciado con la aparición de Kino y Yohmei Asakura, los abuelos de Yoh. Porque si ellos estaban aquí, definitivamente, nada estaba en calma. Si su nieto no daba señales de vida en un semana, si el mejor amigo de este desapareció poco antes, y sus abuelos están en la casa para hablar con su prometida… entonces es hora de preocuparse, pero de verdad. Creo que incluso Anna tembló ligeramente cuando los vio en el umbral, con la seriedad que los caracterizaba, esa mirada templada a lo largo de los años, una mirada serena, calmada, pero acusadora.

Se encerraron en una habitación a solas. A través de las finas paredes se filtraban todas las palabras, pero estaba demasiado asustada como para espiar. Temblaba. No quería saber lo que estaba pasando.

Una hora después salieron. Anna parecía ligeramente, (solo ligeramente) más pálida de lo normal. Sus duros ojos habían perdido intensidad. Ya no imponía tanto como antes. Solo una frase de la boca de Kino, una advertencia que debería de haberlo hundido en lugar de devolverle la determinación, devolvió a su lugar a la Anna de siempre.

-Deja de poner todas tus esperanzas en Yoh –murmuró la anciana. –y búscate tu propio destino.

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Esto solo es el prólogo, sentar un poco las bases de cómo va a ir.

Quiero darle las gracias a Carmen por todo, y quiero pedirle perdón por mis críticas hacia sus historias. Te dejo que comentes lo que quieras de esta, prometido. ;) GRACIAS, en serio, de no ser por ti, esto nunca jamás habría visto la luz. No cambies nunca, y sigue con tus historias, no dejes que mis comentarios te hundan, hacerme casi a mi es una pérdida de tiempo :P