¡Hola! Este es mi primer fic! Lo escribí en un momento de rabia y depresión, no se como se lo tomen. Me encantaría que me dejaran sus comentarios y sus sugerencias. Este es el primer capitulo. Depende de sus opiniones el que lo continué. De antemano muchísimas gracias por tomarse la molestia de leerlo. Sin más me despido.


Prólogo

Tu corazón late tan fuerte que es lo único que escuchas, tus oídos zumban, estas cansada, demasiado como para continuar… Sientes que te falta la respiración. Sabes bien, actuaste como una vil cobarde al huir del campo de batalla, no mereces llamarte Gryffindor. Pero es que el simple pensamiento de seguir allí te provocaba arcadas.

Después de todo nada importa, nunca importo, todo fue completamente en vano. Con ese pensamiento tomaste una determinación.

Todos tus amigos están muertos, ya no te importa absolutamente nada. Después de la muerte de tus padres solo te quedaban ellos. Eran tu cable a tierra, los que te mantenían alejada del precipicio de la locura. Entrenaste como nunca, torturaste y mataste despiadadamente ha aquellos que se hacían llamar magos oscuros y que bajo su estatus de "sangre pura" creían que podían hacer lo que les diera la gana. Escondiendo toda su porquería bajo mascaras, creyendo que ellos y su "Señor Oscuro" eran los únicos que tenían derecho ha pisar este mundo. Muchas vidas inocentes se escurrieron en sus manos, entre ellas, las de tus padres, que por culpa de aquel pensamiento de erradicar impuros y muggles los asesinaron de la manera más cruel.

Al cerrar los ojos todavía puedes escuchar los gritos y gemidos de dolor que emitían mientras los torturabas, tal y como ellos hicieron con todas las almas inocentes que cayeron en sus manos. El hedor de su sangre al correr de sus heridas todavía esta impregnado en tu nariz. Fuiste fraccionando tu alma hasta que se consumiera por completo. Pero ha pesar de tu venganza y de regocijarte con el dolor, el sufrimiento y las vidas que arrancaste a quienes se lo merecían, nunca cerraste esa herida.

Allí, alejada de todo el estruendo de la batalla, donde queda parte de la resistencia luchando, en el corazón de aquel bosque, te das cuenta de que la poca cordura que quedaba en ti, se fue, junto con la vida de todos aquellos a los que amaste alguna vez, que quedaron reducidos a nada. Solo un cuerpo frio e inerte, que con el tiempo solo será comida para los gusanos. No tienes ánimos de llorar, pues esa facultad la perdiste hace mucho, porque sabes, estas vacía, o eso quieres creer.

Te encuentras en ese bosque, oscuro, en medio de la noche, con la esperanza de que la muerte venga a tu encuentro.

Se te escapa una única lágrima, mientras vienen a tu mente miles de recuerdos, todos esos momentos en los que estuviste con ellos, tus dos mejores amigos, apoyándose incondicionalmente, en las buenas y las malas, luchando hombro con hombro, para liberar el mundo de la oscuridad de Voldemort, si, Voldemort! Ya no mas, "el-que-no-debe-ser-nombrado", pues no tienes miedo de decir su nombre, ya no sientes miedo de ese nombre, el de aquel que te arrebato todo, el que destruyo todo lo que te importaba, por unos malditos ideales. Al fin y al cabo ya no tienes nada que perder.

Escuchas el graznar de un cuervo que va pasando, como preludio de tu muerte. De repente, sientes el crujir de las hojas secas al ser pisadas. Sabes que esta cerca lo inevitable. Muy cerca.

Luego de unos segundos, vez una sombra, con una túnica tan negra como la noche y una mascara plateada bajo la que esconde su rostro, acercarse a donde te encuentras. Con ese andar de suficiencia, elegante y aristocrático que se te hace tan familiar y a la vez tan lejano se detiene ante ti con la varita en alto.

Entre la oscuridad que reina alrededor, puedes vislumbrar dos orbes grises entres las rendijas de la mascara. Das unos pasos atrás, no por miedo, sino como un acto reflejo, hasta que tu espalda dio con el tronco de un árbol. Hiciste lo que quería, te acorralo como un cazador a su presa, después de todo no esta lejos de la realidad.

Con una floritura de la varita desvanece la mascara para dejar al descubierto un cabello rubio, casi blanco que caía desordenado en su frente y un rostro pálido, afilado que ya perdió la redondez de la niñez, de facciones fuertes pero hermosas, el rostro de un hombre, pues dejaron de ser niños hace mucho.

Al ver sus ojos, te das cuenta de la cruel realidad, te sigue odiando. A pesar de tanto tiempo te sigue odiando, mejor así. De esa manera podrá hacer lo que tiene que hacer sin tener remordimientos. Además que prefieres que lo haga el. Nada más épico que del único que te enamoraste, el que amaste con locura te quite la vida, así como te quito el corazón ya hace tanto.

Y, aunque sabes, no tienes nada que perder, sientes un nudo en tu garganta al recordar todo lo que paso, lo que vivieron, al pensar en lo que pudo ser y no fue…

Lo sigues amando, de eso no hay duda al respecto. Su sola presencia te otorga paz, una paz que no experimentabas ya hace tanto…

Te preguntaste tantas veces que hacia, si se encontraba bien, si estaba herido o tal vez muerto. Y eso te angustiaba de sobremanera. Te enloquecía al punto que te sorprendías buscándolo en las batallas, pero no lo encontrabas por más que buscabas.

En su mirada puedes ver todo el dolor y la decepción que tu misma te encargaste de instaurar en su ser, oculto tras esa mirada de odio e indiferencia que te muestra. Tú creaste el monstruo que es ahora.

Lo destruiste de la peor manera que había, te llevaste la inocencia y la poca humanidad que las circunstancias no le habían podido arrebatar. Porque a pesar de el denotaba ser alguien arrogante, frio y cruel, con complejo de superioridad y que siempre insultaba a tus amigos y a ti te trataba como una basura desde el principio, siempre fue un chico solitario, carente de afecto, y sobretodo con creencia infundadas sobre la pureza de la sangre. Le diste a probar del fruto del conocimiento, le mostraste que era ser querido, amado, parte de algo para luego arrebatárselo sin ninguna explicación, dejándolo en el limbo de la confusión y la tristeza.

No, el no es el monstruo, tu lo eres, el solo es tu victima, le arrancaste todo, dejándole un vacío, que solo podía llenar con muerte.

Lo irónico de todo es que después de todo lo que le hiciste, pretendes que el te libere de culpa, lavando tus pecados con tu muerte. No lo mereces.

El es más que eso. Si tan solo pudieras descifrar que hacer para liberarlo, para que empiece de cero, para que por lo menos alguno de los dos sea feliz…

-Entonces, ¿este es el fin?- dije en un susurro casi inaudible.

El sonrió con ironía mientras su mirada me prodigaba el mas puro desprecio, hecho que me dolió en lo mas profundo.

-Bien sabes esto iba a terminar pasando- soltó de manera seca.

Baje la mirada al suelo pues, aunque me doliera, ya sabía lo que ocurriría cuando nos viéramos de nuevo.

-¡Eres una maldita! - dijo, mientras en tres zancadas recorría la pequeña distancia que nos separaba y tomaba mi mentón con brusquedad, para que lo mirara a los ojos, ojos que destilaban el mas puro odio. -¿Cómo te atreves? ¡Maldita sea, ya basta! ¡No llores! ¡No tienes derecho!- dijo con desesperación.

Solo atine a levantar mi mano derecha para limpiarme las lágrimas traicioneras que se habían escapado. El tenía razón, no tenia derecho, todo fue mi culpa. Soy una descarada.

Mi cerebro, tan engañoso como siempre me trajo recuerdos, esos que había enterrado en lo mas profundo de mi ser, que en ocasiones, en las cuales me sentía masoquista, pugnaban por salir y que con toda mi fuerza de voluntad lograba que se quedaran allí. Pero hoy todo mi ser estaba roto, destruido y débil, con la guardia baja.

Miles de recuerdos bombardeaban mi mente amenazando con acabar con mi estabilidad mental, y entonces, en ese momento recordé como comenzó todo…