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Jinchuuriki

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A Gaara le gustaba dormir.

Quizás por haber sido privado por años del sueño, quizás porque era un mundo lleno de misterios sin descubrir, o quizás sólo porque le gustaba soñar, al Kazekage le deleitaba disfrutar de sus horas de sueño con calma. Disipar tensiones y trasladarse, por unas horas, a un mundo donde podía ser cualquier cosa, y donde cualquier cosa podría pasar.

Varias veces había soñado con su madre, viviendo en una familia feliz junto con su padre y sus hermanos. Sabía que era un sueño, pero le reconfortaba el saber que podría echar un vistazo a lo que podría haber sido, aunque fuera por las noches. También había soñado con Naruto, viendo cómo marcaba a una persona el tener o no amigos, o compañeros confiables, o maestros que te regañen, pero que te quieran.

A veces soñaba con él. Soñaba con el demonio que habían sellado en su interior, tal y como lo hacía Naruto a veces. Se sorprendió cuando el rubio se lo había comentado, y se preguntó por qué Shukaku podría haberse devorado su alma si dormía, mientras que el Kyuubi había dejado dormir tranquilo al otro ninja sin problemas mayores.

Quizás fuese el sello.

Pero no valía la pena pensar en eso ahora.

El despertar no era lo que más le gustaba, pero el dormir en la cómoda cama del Kazekage ayudaba a hacer más llevadero el momento. Y, en especial, porque sabía que su día sería mucho mejor que los que tuvo como contenedor del Shukaku. Agudizó todos sus sentidos con los ojos cerrados, casi sonriendo, y fue entonces cuando notó algo anormal.

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-¿Una misión en la Aldea oculta de la Arena?- preguntó Naruto.

-Así es, Naruto- dijo la quinta Hokage, mirándolo. Por sus ojos, el ninja entendió que se trataba de algo serio –Es una misión muy delicada, y requirieron especialmente que fueran tú y Sakura-

La chica asintió, parada al lado del ninja rubio, mirando con respeto a su maestra.

-¿Podría darnos los detalles, Hokage-sama?- preguntó Sakura.

-Se trata de un extraño caso de lo que podría ser una enfermedad, o un jutsu nuevo. Es por eso que deben mantener esta misión en absoluto secreto, y comunicarme los resultados de inmediato, sean cuales sean- Tsunade le dio un pergamino a la chica, quien lo desenrolló con el permiso de la Hokage, dejando ver a Naruto los detalles de su misión.

Hubo un corto silencio.

-Sai no irá- aclaró Tsunade –En esta misión sus habilidades no serán de utilidad-

-¿Kakashi-sensei ya sabe de la misión?- preguntó la muchacha, mirando a la Hokage.

-Lo cité dos horas antes que a ustedes, así que debe estar por llegar en cualquier momento- unos golpes en la puerta la interrumpieron, y con el permiso de Tsunade entró el aludido –Estábamos hablando de ti-

-Oh, lo siento por llegar tarde- dijo Kakashi, con la mano en la nuca.

-Kakashi-sensei, debe ver esto- dijo Sakura, señalando el pergamino.

El adulto lo tomó despacio, y a medida que leía el ambiente se hacía más tenso.

-¿Cuándo sucedió, Hokage-sama?- le preguntó a la mujer.

-Hace una semana. Y, según los informes, podría empeorar si no se soluciona ahora-

-Naruto… - empezó Kakashi, y no supo cómo seguir.

El ninja rubio estaba mucho más tenso que él, y miraba el pergamino sin decir ni una sola palabra. Sabía lo que significaba, y esperaba nunca tener que embarcarse en una misión así. Pero ahora había llegado, y no quería que fuese así.

No quería.

-Vamos a hacerlo, Kakashi-sensei- dijo el muchacho, sonriendo despacio.

La tensión se disipó enseguida.

-Y, cuando volvamos, ¡nos invitarás a comer ramen!- dijo Naruto, recuperando su habitual sonrisa.

-¿Sólo comes eso?- preguntó Sakura, sonriendo un poco.

-Me llena la panza con algo que me gusta, me da energía y nutrientes para ser un buen ninja, ¿qué más se puede desear?-

El trío salió de la oficina de la Hokage, y cuando se encontró sola, Tsunade suspiró.

-Gaara-san, ¿en qué te has metido?-

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Su hermana solía despertarlo con unos golpes en su puerta, diciéndole que el desayuno estaba listo. Entonces Gaara se levantaba, miraba el reloj y se preparaba para desayunar con sus hermanos vistiendo sus antiguas ropas de ninja. No le gustaba aparecer como el Kazekage frente a ellos, en especial porque eran dos de las pocas personas con las que se sentía bien de verdad. En esos momentos podía hasta sonreír, mucho más que cuando despertaba, y disfrutar de una comida con su familia.

Temari no lo había llamado.

Gaara se levantó de su cama, se preparó como todos los días y bajó a desayunar. Bajo su máscara de cotidianeidad estaba vigilando cada detalle, atento a otras discrepancias a su alrededor. No era día festivo y ninguno de sus hermanos estaba enfermo. Tampoco estaban en alguna misión, y no detectaba peligro alguno, más allá de la ausencia de Temari en su puerta. Sin bajar la guardia, fue hacia el comedor donde desayunaba todos los días, y lo encontró vacío.

Por un largo segundo se quedó quieto en la puerta, mirando la mesa desnuda que ocupaba el centro de la habitación.

Entonces fue hacia la cocina, tan vacía como el comedor, y empezó a prepararse su desayuno. Escuchó que dos pares de pies se acercaban al comedor, ocupando dos de los lugares vacíos. Al asomarse, vio a sus hermanos restregándose los ojos y bostezando con ganas.

-¿Sucede algo?- preguntó el pelirrojo, mirando con curiosidad a los otros.

-Ah, hola Gaara- dijo Temari, mirándolo con una sonrisa –Creo que nos hemos dormido-

-Anoche encontré un libro muy interesante y no pude dejarlo hasta el final- dijo Kankuro, apenado. Sin la capucha y con la cara lavada parecía otra persona.

-¿De qué iba la historia?- preguntó el pelirrojo, dejando sobre la mesa tres tazas de té humeantes y sentándose en su lugar, mirando con curiosidad al rubio.

-Creo que te interesará apenas sepas el nombre del autor. O del protagonista- dijo su hermana –Yo tomé otra copia del libro y me atrapó-

Gaara la miró, esperando.

-El autor es Jiraiya- dijo el muchacho.

-Y el nombre del protagonista es Naruto- completó la chica, sonriendo.

Gaara estaba sorprendido.

Sus hermanos lo conocían muy bien, y eran los únicos que podían distinguir los cambios de humor de su hermano menor. Cualquier otra persona no hubiese notado el ligero cambio en la mirada del pelirrojo, pero ellos ya estaban entrenados.

-Creía que sólo había escrito novelas para adultos- comentó el ninja.

-Oh, sí, pero esta fue la primera que escribió, y parece que de ahí salió el nombre de cierto rubio- comentó Temari.

-¿Y es una historia interesante?- preguntó Gaara, tomando su taza de té y llevándosela a los labios.

-Te lo doy cuando te tomes un descanso- le dijo Kankuro empezando a desayunar –Así no te retiras a otro mundo-

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Aunque se lo hubieran dado en el desayuno, la noticia que recibió en mitad de la mañana hizo que olvidara el tema.

Revisó dos veces el pergamino, y luego miró serio al ninja mensajero de Konoha.

-Saldremos hoy al anochecer- dijo el Kazekage, y el ninja asintió y salió de la oficina.

Naruto…

¿En qué problemas se había metido el rubio?

Temari y Kankuro se mostraron igual de sorprendidos al recibir la noticia. Aceptaron sin titubear las instrucciones de su hermano menor, sabiendo que era un buen líder y que no actuaba sin haber pensado antes. Se quedarían en la Aldea oculta de la Arena, cumpliendo con el papel de Kazekage, hasta que Gaara regresase de su misión.

Sólo él podía hacerlo.

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Al llegar a la Aldea Oculta de la Arena, Naruto notó que algo estaba pasando.

Nunca había estado allí, y sabía que la aldea era distinta a la de la Hoja, pero era evidente hasta para él que algo andaba mal. Las calles estaban vacías, a excepción de las fuerzas policiales. Lo habían dejado entrar después de haber revisado sus documentos, y los instaron a ingresar a la ciudad tan rápido como les fuera posible. Les indicaron que fueran a la casa donde vivía el Kazekage, donde les darían los detalles, y que lo hicieran rápido.

Algunas personas los miraban desde las casas.

No eran miradas de rencor, como las que Naruto estaba acostumbrado a recibir desde el día en que se convirtió en el contenedor de Kyuubi, sino miradas inquietas, asustadas, y con un deje de esperanza al verlo. Pocas veces veía esperanza en los rostros de quienes lo miraban, y sabía que debía sentirse halagado, pero eso sólo hizo que su alarma aumentara.

Temari fue la primera en recibirlos.

-Oh, gracias al cielo que han venido- dijo la chica, nerviosa y alarmada.

-Hemos venido tan rápido como nos fue posible- dijo Kakashi, con respeto -¿Podemos hablar adentro?-

-Oh, sí, por favor- dijo la kunoichi, inquieta.

-¿Le sucede algo al Kazekage?- preguntó Sakura, respetuosa, mientras caminaban detrás de Temari.

-Así es- dijo la rubia, intentando controlarse –Y creemos que son los únicos que podrán ayudarlo-

-¿Qué le pasa?- preguntó Naruto, inquieto.

-Véanlo ustedes- dijo la chica, abriendo la puerta de una habitación.

La habitación del Kazekage.

Gaara parecía dormido.

-Está así desde hace varios días, y no podemos despertarlo- comentó Kankuro, sentado a un lado de la cama, al verlos entrar –Y su chakra es continuo y estable-

-Temari, haremos todo lo que nos sea posible- dijo Sakura, poniéndole una mano en el hombro a la rubia. La chica levantó la cabeza y la miró, esperanzada –Pondré todo mi conocimiento médico en ello-

-¿Cómo empezó esto?- preguntó Kakashi al ninja marionetista.

-Cinco días atrás, fue a dormir y no volvió a despertar- contestó el muchacho -Fue el día de la tormenta de arena anual, cuando todos en la aldea se quedan en sus hogares hasta que cese el viento. No hicimos nada diferente el día anterior, y Gaara era el mismo de siempre. A la mañana siguiente, estaba así-

Kakashi observó al Kazakage dormir. Se levantó el protector de la cara y utilizó el sharingan. Tal cual le habían dicho, el chakra de Gaara era constante y estaba en los niveles normales, al punto que parecía estar sólo dormido. Volvió a colocarse el protector.

Sakura se acercó a la cama.

-¿Me permitirían examinarlo?- preguntó la chica.

-Oh, por favor- dijo Temari, y le hizo una seña a Kankuro -Les mostraré sus habitaciones- dijo la rubia a Naruto y Kakashi.

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Sakura había revisado a muchas personas en los tres años que llevaba aprendiendo las artes de un ninja (ó kunochi) médico. Sabía ver síntomas invisibles para una persona normal, y podía curar muchas enfermedades y heridas, incluso en medio de una batalla. Sabía cómo hacerlo, y lo hacía bien, y cuando revisaba a un paciente sólo utilizaba la mirada profesional.

Gaara no usaba pijama, sólo ropa interior al dormir, lo cual era comprensible dadas las altas temperaturas de la Aldea oculta de la Arena. Revisó todo su cuerpo con minuciosidad, y no encontró nada anormal, excepto por una cosa.

El cuerpo de Gaara estaba un grado más frío de lo normal.

Había registrado la temperatura corporal de Temari y Kankuro con una mirada, casi de forma inconsciente. Era una de las ventajas de ser kunoichi médico: sabes algunas cosas antes de saber que las has averiguado. Sabía que el ser el contenedor de uno de los nueve demonios no modificaba la temperatura corporal, y que Gaara no era la excepción. Y, a juzgar por la velocidad con la que descendía su temperatura, de forma casi imperceptible para quien no tuviera sus conocimientos, iba a seguir enfriándose.

Había leído algo de eso en unos textos antiguos, tan viejos que ni siquiera Tsunade-sama los revisaba. Pero Sakura era aplicada en sus estudios, y curiosa con respecto al conocimiento, por lo que los leyó hasta memorizarlos.

Volvió a tapar a Gaara y salió de su habitación, decidida.

Debía hablar con Kakashi-sensei.

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Dislaimer (Renuncia): como ya saben, Naruto y todo lo que comprende no es mío, sino de cierto japonés conocido como Kishimoto Masashi.

(Ahora que lo pienso, creo que nunca antes había puesto Disclaimer)

No he visto el Anime de Naruto más allá de unos veinte capítulos, siendo generosa, así que para escribir este fanfic tomó los hechos del Manga. Esta no es una serie que me encante, y ni de lejos se acerca a lo que fueron mis grandes pasiones, pero sentí que podía hacer algo con ella. Y, ya que estaba, decidí publicarlo en este sitio a ver qué les parece.

Nos leemos

Nakokun