No sabía si ese día era el peor de todos de su vida, o si sólo estaba exagerando.

Y es que, había despertado tarde, no había alcanzado a desayunar bien—pues con trabajo y tomó un vaso de leche—, y como había llegado tarde, se quedó fuera de clases y tuvo que quedarse en el pasillo. Algo que obviamente no hizo, pues se dirigió a la biblioteca.

Pues, ¿Por qué no pasar el rato ahí en vez de estar afuera sin hacer nada?

Pasó ese módulo de clases en la biblioteca, husmeando por algún libro de su interés.

Decidió agarrar "Indigno de ser humano" por Osamu Dazai. Y se la pasó leyéndolo todo ese rato.

Cuando timbró, dejó un pequeño separador en donde se había quedado, dejándolo en su lugar, saliendo de la biblioteca.

Supuso que cuando llegara, el maestro le daría un sermón y después un castigo. Y precisamente eso pasó.

Después de darle un sermón casi tan grande como el Corán, le dijo que, terminando las clases, limpiaría el salón. Y no le quedó de otra que hacerlo, pues si se oponía, seguro y le daba un peor castigo.

Las clases pasaron normal, aburridas. Pues había cosas que simplemente ya sabía por su hábito de leer.

No por algo era uno de los mejores de la escuela. Después de Norman, claro.

Y hablando de él... Este se había resfriado, nuevamente.

Ya le pasaría los apuntes, se dijo.

Pensó que después de terminar su castigo, iría a su casa a verlo. Y de paso molestarlo. Sí, aquello sonaba bien.

Fue a la parte de atrás, luego de todas las clases, a buscar lo que necesitaría para limpiar su salón.

Todos se habían ido, maravilloso, pensó.

Y sin más, comenzó su labor.

Terminó, aquello le había costado más de lo esperado. Fue a dejar todo lo que usó, suspirando.

Regresó al salón, tomando sus cosas, saliendo. Y cuando estaba por cruzar la salida, el sonido de un trueno se escuchó, seguido de un relámpago.

No pudo evitar maldecir.

Y fue así, como acabó. Miraba con molestia las gotas de lluvia y como el viento movía las copas de los árboles; ¿Cómo mierda se le olvidó llevar un paraguas consigo?

Chasqueó la lengua. Eso le pasaba por no haber despertado temprano.

Soltó un suspiro, exasperado.

Tenía la opción de salir corriendo, y cubrirse con su mochila. Aunque estaba el riesgo de caerse y sólo mojarse y de paso, sus cosas.

En otras palabras, eso nos era una opción.

Y para colmo, había olvidado su celular. ¿Tan estúpido se levantó hoy?

Escuchó el sonido de unos pasos, más los ignoró, estaba fastidiado. No tenía ganas de verle la cara a nadie.

Hasta las ganas de ir y molestar a Norman se le habían ido. Sólo quería ir a su casa y dormir. Siquiera comer.

— ¿Eh? ¿Por qué sigues aquí? — preguntó una voz femenina, aparentemente sorprendida.

Ray sonrió, sardónico.

— No sé, tal vez, ¿Por qué me gusta estar aquí?

— Eso es grosero. — le reprochó, ofendida. — Sólo hubieras dicho que no llevabas un paraguas y ya.

— Hoy es y fue un día de mierda. Y si fuera por mí, me hubiera largado ya.

Emma apretó los labios un momento, pensando. Una sonrisa surcó su rostro al llegarle una idea.

Picó su brazo con su paraguas, haciendo que Ray finalmente la mirara. Se quedó unos momentos pasmado por quien tenía al lado; sin duda, ella era muy bonita.

Su cabello naranja y esos ojos color esmeralda. Además de esa trenza pequeña que cubría su oreja izquierda.

No recordaba haberla visto en la escuela, ¿Sería ella de nuevo ingreso?

— Toma.

— ¿Qué?

— Toma mi paraguas, total, mi casa está casi cerca de la escuela. — le sonrió. Desconcertándolo.

— Pero...

— En verdad, tómalo. Estaré bien. — le aseguró, poniendo su mochila sobre su cabeza, en un paraguas improvisado. — ¡Nos vemos!

— ¿Qué...? ¡Espera!

Emma volteó a verlo, curiosa. Ray apartó un momento la mirada, avergonzado. Nunca había mostrado interés por nadie, y ahora, lo hacía.

¿Qué tenía ella que llamaba tanto su atención?

— ¿Cómo te llamas?

Emma sonrió. Él se ruborizó.

— ¡Mi nombre es Emma! ¿Y el tuyo! — había tenido que gritar, porque la lluvia comenzaba a arreciar. Ray notó eso, sintiéndose mal.

— ¡Me llamo Ray!

Emma sonrió más y rió.

— ¡Gusto en conocerte Ray! ¡Nos vemos!

Y antes de que él pudiese pronunciar otra palabra, ella salió corriendo. Parpadeó, saliendo de su estupor, sintiendo sus mejillas calientes.

¿Qué había sido eso? ¿Qué había hecho?

Puso una mano en su cara, sintiendo el rubor más intenso que antes. Frunció los labios y el ceño.

¿Por qué le había interesado saber su nombre? ¿Por qué había aceptado su paraguas, su ayuda?

Pero, sobre todo, ¿Por qué estaba sintiéndose feliz? ¿Qué le estaba pasando?

Definitivamente, no era su día... Pero, no había sido tan malo.

Cosas inesperadas ocurrían en días lluviosos. Y el conocerla, fue una de esas.

De seguro y me estoy enfermando. — pensó, abriendo el paraguas, comenzando a caminar a casa.

Llegó a su casa, y fue directamente a su habitación. Se echó en la cama, posando un brazo sobre sus ojos, cerrándolos un momento.

Y volvió a recordar a Emma. Su apariencia y su sonrisa.

Frunció el ceño y torció los labios, sintiendo otra vez su cara arder. ¿Será que se había enfermado?

De seguro Emma es estúpida, pensó. Pues nadie le daría así de fácil su paraguas a alguien que no conocías. Aunque se dijo que ella estaría bien, pues las personas estúpidas no enferman fácilmente.

¡Ya deja de pensar en ella, Ray! — se regañó, gruñendo. El celular sonó, y él se levantó a contestar, frunciendo más el entrecejo. — Diga.

¿Y ahora qué te pasó? — preguntó Norman, con voz ronca. ¿Tan obvio era su frustración?

— Sólo te diré, que fue un día de mierda.

Norman se rió.

Sé que eso no es todo, algo pasó. — insistió el chico, con una sonrisa. Una que Ray sabía hacía cuando quería saber algo.

Y como no estaba de humor, se decidió a decirle.

— Conocí a una chica... Su nombre es Emma.

¿Emma? Nunca había escuchado de ella.

— Lo sé, yo tampoco.

¿Y es ella la causante de que estés así?

— ¿Así cómo?

Ray...

Su rubor volvió a aparecer, y está vez, hasta las orejas.

— Es una tonta.

¿Pero ella te gusta?

— ¡Apenas acabo de conocerla!

¿Es linda?

— ... Sí.

¿Ves? Ella te gusta.

— No es verdad. — respondió cortante. Norman sólo sonrió más. — Ella no me gusta.

Bueno, tal vez y digas eso. Pero luego te encontrarás pensando en ella.

Bufó, con una sonrisa burlona.

— Sí, claro.

Tengo razón, y lo sabes.

Con eso dejaron por terminado el tema, y Ray se la pasó hablando de otras cosas con su mejor amigo. Sin embargo, lo que Norman le había dicho, comenzó a rondarle por la mente.

Y más tarde, muy a su pesar, se encontró pensando en ella. Y finalmente, a duras penas, se admitió a sí mismo, que le gustaba.

Qué Emma, comenzaba a gustarle y que quería verla de nuevo.