De hecho, somos quienes somos gracias a todo lo perdido y a como nos hemos conducido frente a esas pérdidas.

Jorge Bucay

Capitulo 1: El accidente

Existen momentos cruiciales en la vida de todo ser humano. Situaciones que penetran no solo en los corazones sino en lo profundo de la mente. Hay eventos en la vida que por su naturaleza son traumáticos. En ocasiones desearíamos poder bloquear recuerdos, eliminar algunos días del calendario. Quizas, esos son días que nos han arrebatado de los dedos algo o alguien, o quizás ambos, que considerábamos presiado.

Los seres humanos tendemos, en numerosas ocasiones, a no valorar aquello que tenemos a la mano. La seguridad de tener a nuestros padres, de poder correr, palpar, sentir. Carecemos de ser conscientes de cuan valiosas son las cosas que simplemente estaban ahí cuando nacimos y mientras crecíamos.

Junio 12 2005

La familia Woods era conocida en la gran ciudad de California como los dueños de la gran empresa automovilística Woods y asociados. No existía en esos entonces mejores productores de vehículos que aquella gran corporación. Alexander Woods cargaba el puesto con orgullo. El hombre no solo era el jefe sino que tenia una carrera prospera en las carreras de auto. La señora Woods era una reconocida científica que acababa de desarrollar el primer chip inteligente con la capacidad de sustituir la función de varias neuronas en el cerebro.

Los Woods eran la envidia de muchos. Un matrimonio perfecto que tenia una hija única. La niña era la luz de los ojos del matrimonio. La sra. Rosa de Woods había tenido dificultades al dar a luz a Lexa y debido a eso perdió toda posibilidad de tener más hijos.

Alexandria Venecia Woods, Lexa para sus padres, apenas tenía ocho años. La niña de cabellos castaños siempre tenía una tierna sonrisa en sus labios. Sus ojos verdes centellaban y pasaba horas corriendo de un lado a otro. Lexa amaba las flores. Solía acostarse en el jardín a observarlas, comentando lo preciosas y coloridas que eran. Su estatura era más baja que la promedio haciéndole parecer de cinco años, pero sus ingeniosas respuestas decían lo contrario.

El día del accidente fue una mañana soleada y colorida. El cielo lucía más azul de costumbre, las flores tenían un olor aun más embriagante y los pájaros parecían cantar melodías nuevas. Era domingo. Domingo de paseo…solia decir Lexa en esos entonces. La ocupada pareja Woods había separado el día para recorrer el campo de la ciudad.

Lexa despertó a su padres con una enorme sonrisa. Arrojándose sobre su madre y dando saltos animadamente. Gritando una y otra vez que debían prepararse muy rápido si querían tener tiempo suficiente. El padre se habia despertado a regañadientes, un gesto un poco fruncido que se relajo al ver a su hija. Lexa solo le dedicó una sonrisa, sus enormes ojos verdes brillando con emoción.

-¿Mis chicas están listas?- habia preguntado Alex recibiendo un abrazo de Lexa mientras su esposa le dedicaba una sonrisa.

Eran una familia feliz….

La princesa Woods no tenía recuerdos oscuros para ese entonces. El mundo era una fantasía. La maldad solo existía en los libros que a veces sus padres le leían. Representada en la figura de un feroz lobo o un cazador malo. Veía la vida tras el cristal de la inocencia. Sus padres habían coloreado un lienzo delante de ella, cubriendo todo aquello que podría ser percibido como peligroso u horrible.

Eran las 9:15 de la mañana cuando ocurrió el accidente. Lexa estaba emocionada mirando el paisaje a traves del vidrio de la ventana. Sus ojos verdes se perdían en el camino, recorriendo todo con emoción. Era feliz. Amaba la naturaleza y el campo se veía hermoso a esas horas y en especial ese día.

Alexander llevaba varios minutos percibiendo que alguien les seguía. Un auto negro, desconocido y sospechoso, había estado tomando las mismas curvas que su vehículo. Nervioso, el señor Woods, aceleró la marcha mirando de soslayo a su mujer. Rosa percibió el cambio y frunció el ceño mirando hacia su hija. Lexa estaba demasiado emocionada para percatarse del aumento en velocidad.

El Mercedes Benz que les seguía también aumentó la velocidad, confirmando de dicha forma las sospechas de los Woods. El hombre tomó una curva cerrada pensando que incorporarse a la avenida principal podria ser suficiente para detener el ataque de sus perseguidores. El movimiento fue brusco, logrando sacudir ligeramente a la castaña que se golpeó un poco y sus ojos se cristalizaron.

-No llores pequeña.- le pidió Rosa a la Lexa. El vehículo aumento la velocidad logrando que la castaña llorase más fuerte porque se había ganado otro golpe.

-¡Alex cuidado!- habia gritado la señora Woods extendiendo una mano entre los asientos. Como si con tal acción pudiese proteger a su pequeña mientras el vehículo recibía un impacto a la parte de atrás causando una conmoción en el interior.

En el carro resonaban los llantos de Lexa. La castaña, entre los pequeños golpees y el miedo simplemente no podía impedir las lágrimas que mojaban sus mejillas. Tenía miedo y había cerrado sus ojos en un intento de ignorar lo que ocurría.

-No llores.- pidió su madre nerviosa. Lágrimas seguían bajando por las mejillas de la niña; una mezcla de miedo y dolor por los repentinos movimientos bruscos que la hacían balancearse.

-¡Activa la alarma! ¡Vendrán a ayudarnos!- ordenó Alex segundos antes de que el auto recibiese otro golpe.

El vehículo de Alex aceleradamente se incorporó a la avenida principal y dejó a su perseguidor a tras. Lamentablemente, al ir a una velocidad claramente excesiva, terminó impactando horriblemente contra otro vehículo.

...X

Todo estaba sorprendentemente oscuro. La oscuridad es algo realmente aterrador en ocasiones. Más cuando no puedes salir de ella. Para una niña de ocho años, que amaba el color de las flores y los pájaros, totalmente horrible despertar en una cama fría, grande y desconocida...incapaz de ver nada.

-¡Mamá ! ¡Papá! ¡La luz!- había gritado Lexa segundos luego de despertar. Intentó moverse, pero su cuerpo estaba inmovilizado. Las lágrimas comenzaron nuevamente a recorrer sus mejillas.

Se escharon pasos. La puerta se abrió y una enferma se acercó a la niña de inmediato. Su corazón en un puño al observar a la pequeña tan desesperada. La castaña se veía espantada y estaba llorando con tal sentimiento que su pequeño cuerpo temblaba entre sollozos. Lexa había llegado con incontables cortaduras, había entrado en paro respiratorio y pocos minutos luego en paro cardíaco.

La ojiverde era un bultito de múltiples reacciones que se habían desatado una detrás de la otra llevando varios enfermeros al punto tal del nerviosismo. Para el momento en que el médico logró estabilizarla, estaban anunciando la muerte de su padre y anotando la hora del acta de defunción.

-¿Quién está ahí?- preguntó Lexa asustada. Temía a la oscuridad. Y en esos momentos todo estaba tan oscuro. Demasiado oscuro.

-Tranquila, preciosa. Estás en el hospital. Soy tu enfermera. Tu familia esta siendo atendida.- explicó la mujer colocando su mano sobre la de Lexa. La castaña estaba sujeta a la cama por seguridad, su cuerpo estaba muy lastimado y si se movía podría hacerse más daño.

-Señora…- volvió a insistir la niña.

-¿Qué ocurre?- preguntó la enfermera.

-¿Podría encender la luz? Le tengo miedo a la oscuridad.- pidió la castaña intentando tranquilizar sus sollozos. Repitiéndose que no estaba sola, que había alguien ahí acompañándole. Que su papá y mamá estaban bien.

-No puedo cariño.- susurró la mujer.

-Por favor…tengo mucho miedo.- repitió Lexa y volvían las lágrimas a hacer acto de presencia. La enfermera prefirió colocarle un sedante y a los pocos minutos la castaña estaba dormida.

Rosa, la mamá de Lexa, logró sobrevivir al accidente. Tan pronto recobró la consciencia lo primero que hizo fue comenzar a preguntar por su hija. Despertó varios días luego de la pequeña. Aunque tenía múltiples hematomas y había sufrido un golpe muy peligroso en la cabeza, la mujer habia salido casi intacta. Solo una cicatriz en el costado izquierdo de su frente quedaría como evidencia de un horrible pasado.

-Tranquilícese señora, Woods. La llevaremos con ella.- le había pedido un enfermero intentando que la mujer no se alterase demasiado. Su estado aún era un poco crítico y les había costado un esfuerzo enorme salvarle la vida.

Rosa quizás no estaba preparada para la imagen que la recibió aquella tarde.

Los médicos le habían advertido de antemano de los traumas severos que había sufrido su hija: de la seriedad de las lesiones. Lexa habia perdido un 70% de su visión, un daño severo en las neuronas conectadas a su sistema ocular. Estaría ciega para siempre. Rosa quería ver a su hija, pero el médico le dijo que debía esperar si quería ser el apoyo de las niña.

La doctora apellidada Griffin le había asegurado que Lexa estaba en una habitación preparada específicamente para ella por peticiones de una mujer. Indra se había presentado como familiar cercana y que había estado con la niña en las últimas dos semanas. Rosa estaba agradecida de su mejor amiga, sabía que ella cuidaría bien de Lexa.

Al fin, dos semanas luego de haber regresado del pequeño coma inducido en el cual habia estado, Rosa era llevada a aquella habitación. No sabía que le esperaba detrás de aquella puerta que ocultaba a su pequeña, pero necesitaba verla.

La puerta se abrió y la recibió una imagen que penetró en lo profundo de su cuerpo. Lexa estaba en la cama y una enfermera estaba sentada en un sillon a su derecha. Inmóvil bajo el marco de la puerta Rosa sintió las lágrimas bajando por sus mejillas.

-¿Hay flores afuera? ¿De qué colores? ¡Dime que hay azules!- pedía Lexa con una sonrisa. Rosa sintió su corazón siendo atravesado mientras veía a su niña, a su castaña que amaba los colores, con una banda blanca cubriendo sus hermosos ojos verdes.

-Sí, Lexa. Hay flores azules. Son claveles. Tus favoritas ¿cierto?.- respondió la enfermera.

No era verdad. No había una ventana en ese lugar. Las paredes eran blancas y todo olía a desinfectante. Pero la mujer de edad media sabía que la pequeña podría imaginar claveles azules y ser feliz pensando que estaban ahí afuera en algún lado. Ahora lejanos a sus ojos, pero reales al final.

-Puedes describirlos… ser mis ojos hoy- pidió de repente Lexa.

Un sollozo escapó de los labios de la madre de Lexa. La enfermera se giró de inmediato hacia la puerta. Rosa dio pasos lentos hacia la cama mientras la mujer se hacia a un lado.

-¿Hola? ¿Qué ocurre? No te quedes callada…no puedo saber si estás ahí…- habló Lexa, rápidamente su tono era lloroso. Rosa llegó a ella y sujetó su pequeña mano.

-Aquí estoy.- susurró Rosa. Lexa quedó inmóvil y luego frunció un poco el ceño .

-¿Tu…eres…

-Aquí estoy, preciosa.- susurro Rosa y se inclinó a besar la frente de la castaña.

-¡Mama!- gritó al final Lexa intentando levantarse y abrazarla. Rosa le puso una mano en el pecho para que permaneciese inmóvil.

-Se que quieres moverte, pero todavía no puedes hacer muchos esfuerzos. Aquí estoy. Nunca más volverás a estar sola…- les aseguró Rosa y la abrazó con suavidad, los delgados brazos de Lexa la envolvieron.

Estuvieron un mes en el hospital. Cuando salireron, Indra fue a ayudarles a regresar a casa. Rosa podía leer con facilidad la tristeza en los gestos de su amiga.

-¿Hay muchas flores en el parque, como dijo la enfermera?- preguntó Lexa siendo dirigida por Rosa.

Indra miró a Rosa. Ambas miraron hacia adelante, solo un extenso estacionamiento les esperaba. La enfermera le había dicho a Lexa que desde la ventana se veía un enorme parque, cargado de árboles y múltiples flores.

-Sí, hay claveles y tulipanes.- mintió Rosa. La realidad era una mucho menos hermosa, pero para la madre no tenía sentido sumergir a Lexa en ese mundo de tristezas.

Desde ese entonces Rosa Woods no subía a un vehículo que fuese conducido por otra persona que no fuese ella. Lexa lloraba siempre que tenía que subir a un carro, asi que tuvo que ser ubicada en una escuela cercana a la casa y poder ser llevaba andando. Su madre la había comprado un perro entrenado y su nana se encargaba de acompañar a la pequeña.

A pesar de la perdida del gran Alexander Woods, Woods y asociados era una de las empresas mas prosperas. Rosa había puesto a su sobrino Gustus a cargo de la misma y se había dedicado a cuerpo y alma a sus estudios. Si había una forma de ayudar a su pequeña a volver a ser la misma...ella la descubriría.

Continuará...