Ploc...
Ploc...
Ploc...
Aquel pesado goteo, constante, incesante de espesa sangre casi coagulada, resbalando por la fría superficie de la mesa hasta caer sobre el pegajoso charco color carmesí formado en el suelo, apenas hizo mella en su mente, demasiado corrompida a estas alturas para sentirse afectada por ello.
Ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba allí, sumida en todo aquel oscuro caos, perdida en algún oscuro recoveco en las más profundas entrañas del infierno.
Por un instante permaneció inmóvil, fría, impertérrita, con la cabeza inclinada y la mirada fija puesta sobre los oxidados instrumentos esparcidos por la ensangrentada bandeja.
Haciendo obedecer a su cuerpo con la poca voluntad que le quedaba, Alexandra Woods extendió lentamente la temblorosa mano tomando una vieja navaja de afeitar, observando su apagado brillo ante la tenue luz que se abría paso desde algún desconocido lugar mientras esta giraba la hoja examinándola detenidamente en silencio.
Fue entonces cuando lo sintió, aquel intenso dolor, aquel sordo vacío. Su corazón comenzó a latir fuertemente en su pecho y la agria bilis le cosquilleo en la garganta mientras los ojos se le llenaban de lagrimas las cuales no se permitió derramar ni una.
No podía creer lo que estaba a punto de hacer.
Otra vez...
Su cuerpo se sacudió débilmente reaccionando ante aquel estruendoso sonido metálico que no tardo en llenar la penumbrosa habitación. Aquel horroroso sonido que se había convertido en algo casi familiar hizo que mirase hacia arriba conteniendo la respiración.
Nuevamente, el engranaje se había puesto en marcha.
Instintivamente, Lexa agarro con fuerza el mango de la navaja de afeitar y lo apretó contra la bandeja sin poder hacer nada para evitar que aquel temblor en su cuerpo se apoderada de ella mientras esperaba a su victima, la cual descendería a la más absoluta y completa oscuridad del infierno de la mano de ella.
Sus ojos empañados de lágrimas se cerraron pesadamente a medida que la estructura bajaba lentamente aquel desvalido cuerpo atado a la metálica camilla, y rehusó mirar al aterrorizado rostro que yacía ante ella.
Sabía que la culpa sería demasiado devastadora como para soportarla si lo hacía.
El engranaje vibró fuertemente durante los últimos centímetros y chirrió cuando los anclajes se acoplaron dejando expuesta finalmente a su victima frente a ella sobre la compacta superficie.
Los ojos de Lexa se abrieron entonces pero lo único a lo que pudieron mirar fue a la ensangrentada, resbaladiza y afilada hoja que tenía en su mano. El hedor a suciedad, espanto, terror y desesperación que impregnaban el aire llegó a ella golpeándola en una nueva oleada de rutinaria aprensión, sustituyendo al de la sangre coagulada y seca o al hedor que desprendía la carne quemada al ser separada de los huesos al que últimamente ya se había acostumbrado.
Sintió como una mano se cerraba sobre su hombro y enseguida se puso rígida, tensa. Aquella oscura presencia, aquel tenebroso ente, congelo su sangre y perpetro en ella una clase de pavor que solo era capaz de sentir cuando le tenía cerca.
—¿Qué significa esa cara? —preguntó con cierto desdén al fijarse en ella bien—. ¿Acaso no te hace ilusión?
Lexa que no se atrevió a levantar la mirada de la bandeja temblando aún, sintió como una de aquellas lágrimas se desprendía de sus largas pestañas resbalando hasta alcanzar su mejilla, deslizándose en silencio por ella mientras la sensación de ahogo se hacía aún mayor.
—Vamos, ¿cuantos van hoy? ¿dos? ¿tres? —preguntó aquel ser con cierta jocosidad en la voz—. Creía que a estas alturas estarías deseosa pero lo único que sigo viendo en ti es esa decepcionante actitud que no lleva a nada más que desilusión.
Lexa continuó en silencio tan solo esperando ordenes, tan solo esperando instrucción.
Una fina película de sudor recorría su pegajosa piel mientras su cuerpo entero vibraba por el generalizado temblor.
En cuanto aquel oscuro ser apartó la mano de su hombro, la frialdad volvió a su piel y cierta sensación de alivio se instauro momentáneamente en ella.
—¿Qué tal un poco de desollamiento para empezar? —propuso el horrendo ser que regía en el infierno observando aquel maltrecho cuerpo sobre la mesa permitiéndose una reflexiva sonrisa—. Unos cuantos cortes aquí y allá alegran la mañana a cualquiera, ¿por qué no a ti también?
La garganta de Lexa comenzó a secarse y sintió como el estomago se le empezaba a encoger.
—Ya no más... —se atrevió a susurrar la joven cerrando sus ojos con dolor suplicante—. Por favor...
—No me dirás que no sabes como hacerlo, te he visto y eres... Oh, tienes potencial querida —se sonrió cargado de entusiasmo él haciendo un gesto al bordear la mesa haciéndose con todo el lugar con su presencia—. Eres una autentica maestra, si te lo propusieses tú misma podrías dirigir todo este maldito lugar y ocupar un lugar de honor a mi lado, solo tienes que quererlo.
—Por favor... —volvió a suplicar ella sin atreverse a mirarlo completamente abatida.
Lucifer levanto la mirada del cuerpo quedándosela viendo.
—Empieza —ordenó él ignorando sus suplicas y lamentos, retándola a continuar con la tarea que le había encomendado.
Lexa tembló, tembló verdaderamente incapaz de elevar sus ojos para mirarlo pero incapaz de posarlos sobre su inconsciente victima la cual parecía aun ajena al calvario que el destino le había deparado.
Apretando con más fuerza aún el mango de la navaja hasta que sus nudillos perdieron el color, sintió como de entre sus dedos brotaba algo de sangre.
—¿O quieres ser tú quien regrese de nuevo a la mesa? —preguntó aquella déspota y fría voz persuasiva.
De solo recordarlo, un escalofrío la recorrió paralizándola casi por completo.
Lucifer sonrió complacido al percibir el efecto que sus palabras habían causado en ella y elevó una de sus cejas expectantes.
Lexa elevó ligeramente su cabeza viendo el cuerpo tendido sobre la mesa ante ella, manteniendo sus ojos lejos de la cara.
No podía, no... no podía mirar su cara. No podía soportar esa quietud, esa mirada aterrada que pronto aparecería en su rostro. Ese terror, ese verdadero pavor, el horror, el desconcierto más absoluto.
Inhalo profundamente tratando de controlar aquel temblor y reteniendo las lágrimas en sus ojos endureció la mirada enderezando ligeramente su cuerpo.
No, no podía volver a pasar por aquello. No podía pasar por ese suplicio de nuevo, no otra vez.
La alternativa era espantosa, verdaderamente monstruosa pero no existía otra opción.
Lexa deslizó uno de sus dedos por la afiladisima hoja como hacía siempre que iba a comenzar y la sangre no tardó en llegar a la superficie.
Debía comprobar que la hoja fuese lo más efectiva posible antes de utilizarla sobre otro.
El primer corte siempre fue el peor. El más inesperado, el más imprevisto. Trémulo, lento como si dudase de poder continuar sesgando la delicada y tierna piel bajo la hoja.
Fue entonces cuando ocurrió.
Un grito lastimoso, desgarrador rasgó el aire proveniente del joven chico tendido en la mesa mientras despertaba presa del más absoluto dolor al tiempo que Lexa deslizaba la hoja lentamente por su piel comenzando a desprender su carne al tiempo que la sangre comenzaba a borbotar desde debajo de su piel.
—¿Lo ves? —se sonrió Lucifer susurrando en su oído viendo como lo hacía—. Es algo innato. Esto es todo lo que eres... es todo cuanto hay dentro de ti...
Los ojos de Lexa se cerraron con fuerza al escucharle y clavando la navaja con precisión gritó a pleno pulmón participe del horror que estaba a punto de desatarse sin control ante ella.
Alexandra Woods despertó bruscamente a la burda realidad con un estrangulado grito ensordecedor en la garganta.
Aferrada fuertemente a las ásperas mantas de la cama de motel donde se hospedaba, miro repentinamente a su alrededor completamente empapada en sudor necesitando ubicarse.
Volvió la cabeza hacia la cama de al lado contemplando como su hermana Luna dormía. Su respiración constante, relajada mientras su cuerpo descansaba abrigado entre las mantas.
Lexa apartó las mantas y bajo sus descalzos pies al suelo antes de sentarse en el borde de la cama, enterrando su rostro entre sus manos queriendo hacer desaparecer la pesadilla que había invadido sus sueños de su mente.
Tras unos minutos la joven morena se puso en pie con sigilo y se dirigió a la pequeña cocina de la que disponían abriendo el mueble bar. Sus ojos no tardaron en dar con una botella de whisky y sacando un vaso de cristal, la abrió y se sirvió medio vaso.
El sonido del ardiente liquido vertiéndose hizo que Luna abriese ligeramente los ojos con sueño frotándoselos antes de buscar su silueta en la oscuridad con la mirada.
—¿Lexa? —murmuró adormilada incorporándose sobre un codo viéndola de espaldas ante la encimera de la pequeña cocina.
—Vuélvete a dormir —acertó a responder la morena sin volverse con la mirada puesta en el interior del vaso.
Luna la ignoro y busco el reloj despertador de su mesilla confusa antes de volver a ver como en la oscuridad Lexa se llevaba el vaso a los labios y bebía un corto trago.
—¿Qué haces despierta a las tres y cuarto de la madrugada?
Lexa permaneció en silencio unos instantes sintiendo el amargo liquido quemar su garganta y sacudió imperceptiblemente la cabeza.
—Nada, solo... no podía dormir
Luna se la quedo viendo en la penumbra sabiendo perfectamente lo que hacía e hizo un quedo gesto obsevándola.
—¿Y crees que eso ayudará?
—Si, bueno —murmuró ella antes de darse la vuelta apoyándose en el mueble bar—. Creí que me sería más útil que el café.
Luna se la quedo viendo largamente y tras unos segundos se apartó las mantas consiguiendo sentarse en la cama.
—¿Qué ocurre?
—No ocurre nada. Solo vuélvete a dormir —musitó Lexa llevándose nuevamente el vaso a los labios bebiendo un pequeño sorbo más.
Luna que frunció ligeramente el ceño alargó la mano encendiendo la luz de la mesilla, y se puso en pie viendo como la tenue luz invadía la pequeña habitación.
—Te ves como una mierda —dijo Luna en cuanto sus ojos se ajustaron a la luz y pudo ver lúcida su silueta.
—Gracias hermanita, yo también te quiero.
—Hablo en serio —insistió Luna acercándose a ella—. Tienes que intentar dormir. Tienes que hacerlo o te derrumbaras.
—Estoy bien —dijo Lexa apartándose de ella para dejar el vaso sobre la encimera.
—Y una mierda —contestó Luna al momento—. ¿Cuanto has dormido desde que regresaste? ¿Un par de horas cada noche? Necesitas descansar, necesitas dormir y...
—Estoy bien —la interrumpió bruscamente Lexa dándole ahora una mirada para que se callase.
—No te creo —replicó Luna cruzándose de brazos algo preocupada por ella.
Lexa no parecía ser la misma desde que regreso literalmente del Infierno, su cara estaba pálida, demacrada. Sus verdes ojos apagados y rodeados de una especie de morada máscara que sobresalían y lucía realmente cansada.
Había pasado por mucho estos últimos años, las dos lo habían hecho pero aquello había sido diferente.
Mucho más fuerte, mucho peor de lo que ella pretendía hacerla creer y Luna lo sabía.
Durante años habían enfrentado juntas toda clase de monstruos, toda clase de males.
Se habían convertido en cazadoras, en las mejores que podían ser tras perder a sus seres queridos uno a uno, aquella era su vida, su decisión, su destino.
Se habían comprometido a acabar con el mal fuesen cuales fuesen las consecuencias pero había cosas que desde luego habían escapado a su control y el regreso de la muerte era una de ellas.
Ni siquiera se creía que su hermana mayor estuviese allí de pie frente a ella. Habían sido largos y dolorosos meses en los que creyó perderla para siempre pero allí estaba de nuevo, viva, respirando y eso era todo cuanto le importaba a Luna.
No quería una explicación racional, no quería una explicación larga o convincente. Quería a su hermana y la quería de vuelta con ella, sin importar como lo hubiese conseguido ni quien hubiese caído en el proceso.
—No me importa —respondió sin más Lexa encogiéndose de un hombro.
—Oye, tu trabajo consiste en cubrirme las espaldas así que te necesito despejada, te necesito concentrada —insistió Luna queriendo convencerla para que durmiese—. ¿Entiendes?
Luna se movió por la habitación y fue hacia el armario abriéndolo para sacar su bolsa de viaje, rebuscando en su interior antes de sacar un pequeño frasco de ella lanzándoselo.
Lexa lo atrapo al vuelo y cuando se dio cuenta de lo que era frunció el ceño.
—Toma dos de esas —dijo Luna contemplándola desde el otro lado de la habitación—. Gustus me las dio.
—¿Pastillas para dormir? —preguntó Lexa reconociendo la etiqueta antes de dejarlas junto a la botella—. No gracias. Podrían atacarnos y semi inconsciente si que no te serviría de nada.
—Lex, en serio las necesitas —volvió a insistir Luna acercándose a ella con preocupación—. Nadie va a atacarnos, hemos terminado aquí y este ultimo trabajo ha ido bien, no ha sobrevivido ninguno así que tomátelas y duerme un poco.
—¿Así que como ya hemos terminado en este pueblo quieres doparme?
—Quiero que duermas, que duermas de verdad—replicó Luna sabiendo lo terca que resultaba Lexa en ocasiones reconociendo esta como una de ellas—. Lo necesitas y si esas pastillas hacen su efecto es posible que duermas del tirón y que ninguna pesadilla te despierte como cada noche.
—No las necesito —atajó Lexa la conversación desplazándose por la habitación para mantenerse alejada de ella—. Y no las voy a tomar, fin de la discusión.
—¿Entonces como pretendes descansar? ¿Cuanto dormirás esta semana? ¿seis, nueve horas tal vez en toda la semana?
—¡No las voy a tomar! —gritó de pronto Lexa sobresaltándola antes de volverse a mirarla con firmeza.
Luna se tensó pero no dejo que eso la intimidase.
—Bien, no lo hagas. Adelante, pero haz algo. Tienes que hacer algo o te vas a derrumbar.
Lexa se dirigió a la mesa y se tomó lo que quedaba de la taza sintiendo el ardor acariciar su garganta antes de golpear el culo del vaso firmemente contra la mesa.
—Vamos a dormir, ¿no quieres que duerma? —replicó Lexa molesta dirigiéndose a su cama de mala gana para destapar las mantas y meterse entre las sabanas—. Pues durmamos pero cállate de una buena vez.
Luna fue a decir algo al verla tan enfadada pero Lexa alargó la mano apagando la luz zanjando así cualquier tipo de discusión.
Luna se dirigió a su cama tragando despacio antes de hacer lo propio y meterse en ella. Su intención no era discutir con Lexa, ella solo quería que descansase un poco, solo quería que durmiese unas horas de verdad.
—Lexa —la llamó Luna tras unos segundos en silencio arropada entre las sabanas.
Lexa cerro los ojos y respiro hondo armándose de la poca paciencia que aquella noche le quedaba.
—Luna si no te callas, te juro por dios que...
Luna terminó por callarse y volverse hacia la pared arropada dándole la espalda. Lexa apartó su mirada de ella y la devolvió al techo testigo de la oscuridad que se cernía sobre ellas. Sabía que Luna solo estaba preocupada por ella y que solo pretendía ayudarla pero aun trataba de lidiar consigo misma como para también tener que lidiar con ella.
Lexa suspiro y trató de pensar en el buen trabajo que habían hecho hoy, la caza había ido bastante bien teniendo en cuenta las circunstancias. Lo que realmente quería era pensar en algo que no le condujese a aquel mundo de pesadillas y horror del que había conseguido sin saber como salir con vida, mantener eso alejado de su mente y sin saber bien como, en algún momento de todo aquello antes del amanecer el sueño la había albergado sumiéndola en el más profundo sopor.
Continuara...
