PRÓLOGO
''Radio 3 informa que las temperaturas aunque suban no pasaran de los -10ºC, sin riesgo de cualquier precipitación y con una humedad del ambiente del 20%, si, a oído usted bien… al parecer la nieve dará una tregua, aunque, si yo fuese usted me quedaría en casa y si tiene que salir al trabajo, ¡Hoy es un buen día para tomarse un descanso amigo! ¡llame a su jefe! Recuerda, ¡que les zurza-…''
Apago la radio al llegar a un semáforo y aprovechando que estaba en rojo saco uno de los discos de la guantera y lo introdujo en el reproductor. Adoraba el invierno, adoraba que la brisa chocara en sus mejillas y las congelase últimamente, y si, ya sabía que hacia frio, que un temporal glacial los estaba visitando así que ¡no era necesario que no se hablase de otra cosa en las estúpidas noticias!
Sonrió al escuchar la peculiar voz de Lana Del Rey. Su placer culpable. No se explicaba cómo podía gustarle tanto, no quería hacerlo, solo deseaba disfrutar de su música constantemente y por un momento sentirse como una de esas fans locas y estúpidas adolescentes. Llevaba una coleta y decidió soltarse la melena para cuando tuviese que salir del coche ya que estaba llegando a su destino.
El tráfico se movía lentamente por el hielo de la carretera, a lo lejos una indicación que le aseguraba que la próxima era la salida que debía tomar. Con un movimiento poco correcto se coló entre dos coches haciendo sonar el claxon de ambos y recibir un par de insultos que ella, por supuesto, nunca escucharía.
Empezó a golpear el volante con sus dedos algo nerviosa, silbo un par de notas de la música que le acompañaba y cuando estaba a punto de llegar a la salida que debía tomar otro parón la hizo suspirar y mirar el reloj. Llegaba tarde, debía de pasarse a por ella a las diez y ya eran las diez y media, la situación la ponía de los nervios y la llevaba a la desesperación… era en esos momentos cuando deseaba vivir en un pueblo pequeño y sin apenas tráfico y no en una ciudad como esa, como aquella gigante llamada Nueva York, ''doy gracias a que la clínica esta a las afueras'' pensaba en voz alta.
''Patricia ia ia llamando'' daba como aviso el manos libres acompañándolo con un tono de llamada y a lo que ella sonrió de oreja a oreja al escuchar el nombre que le había asignado con anterioridad en su agenda. Pronuncio un risueño ''contestar''.
-¿Cate? –hablaba tímidamente. -¿puedes hablar?
-Estoy conduciendo de camino a la clínica y si lo que estas preguntando es si estoy ya con ella es un no. –estaba a punto de llegar.
Rodo los ojos enfadada con ella misma. –Lo siento, estas conduciendo, será mejor que hablemos en otro momento.
-No, no, no. –insistió. –llevo el manos libres, tranquila.
-¡Menos mal! –rio al fin. -¿no sabes nada aun, verdad?
Contesto con algo de humor. –Nop.
-Solo he llamado para pedirte que te tranquilices Cate. –suspiro. –se que aunque te estés encargando de esto pues tienes dudas, y es normal, te entiendo pero no permitas que ella lo note. –Patricia la conocía como para saber que todo esto le había afectado mucho. –esto es un viaje duro que desde el primer momento debemos de tener controlado, muéstrate segura, tranquila, demuéstrale que puede confiar en ti y asegúrate de que se sienta segura.
Sonrió inevitablemente al sentir a Patricia tan preocupada por aquello. –Has dicho ''debemos tener controlado''.
-Ajam. –pronuncio de forma graciosa.
-Bueno pues… dime, ¿hoy vienes a cenar a casa, verdad? –pregunto mientras giraba y ya entraba en el aparcamiento de la clínica. Lo habría celebrado de no estar distraída con la llamada.
-He estado pensando en ello Cate… -la otra frunció el ceño mientras buscaba aparcamiento. –Creo que lo mejor será que hoy os deje el día entero para vosotras, quiero decir, si tenéis que hablar de algo… ya sabes…
-De mis padres, supongo. –decía de mal humor mientras maniobraba para aparcar entre dos coches.
-Exacto.
-Ni yo quiero iniciar esa conversación ni ella quiere tenerla.
-Cate… -intentaba hacerla razonar.
-Ni Cate ni nada, en serio, no creo que debamos hablar de nada en especial. –aseguraba el freno de mano y detenía el coche sin quitar aun el contacto.
-¡Pues claro que debéis hablar!
Rodaba los ojos algo enfadada. –Conversar está sobrevalorado y no creo que lo mejor para ella sea el hablar de esto y darle más vueltas, debe centrarse en recuperarse y eso no le ayudara, esa es la verdad.
-Tampoco le ayudara el ignorar la situación. –intentaba hacerla razonar.
Corto la conversación. -¿Vienes a cenar hoy si o no?
-No. –contesto. –Cate, escúchame, tu hermana acaba de salir de una clínica de desint-…
-Patricia mira… -se frotaba los ojos. –Llego tarde, dejémoslo.
Se mantuvo en silencio unos 10 segundos. –Bueno… -hizo un amago de suspiro. –¿Cate?
-Si. –dijo en voz baja indicándole que seguía ahí.
-Te quiero.
Ni siquiera sonrió a esas palabras y mentiría si decía que era la primera vez que no lo hacía. –Te llamare luego.
-Adiós.
La llamada se corto y fue solo entonces cuando se arrepintió de no escuchar a la otra. ''¿Eres capaz de encargarte de esto Cate?'' se pregunto mientras bajaba del coche y echaba el seguro en este, de pronto se sintió estúpida, ¡claro que no estaba preparada! nunca lo estaría pero… era su hermana y no tenía a nadie más después de que toda su familia le hubiese dado la espalda. No estaba preparada y se lo repetía mentalmente para que se grabara en su mente, otra cosa muy distinta era lo que debía hacer, es decir, debía estar para ella y darle todo el apoyo en estos momentos, era su hermana, no habían estado excesivamente unidas, pero la quería… obviamente.
-Dígame, ¿en que puedo ayudarle? -la recepcionista intentaba ser lo más amable posible.
-Buenas tardes. –sonrió torpemente. –mi nombre es Cate Fabray y…
-Lo sé, lo sé. –le guiño un ojo por encima de sus gruesas gafas de pasta.
En realidad Cate no había entendido que le preguntase desde un principio, había venido a visitar a Quinn con anterioridad y la mayoría de veces estaba esa mujer en la recepción encargándose de abrir la puerta de acceso a la clínica, y, por supuesto que sabia a lo que venía. Por lo que le había comentado Quinn las noticias de las altas corrían entre el personal y todos se despedían con normalidad del paciente al igual que estaban informados de en qué momento o familiar pasarían por ellos.
La recepcionista había apartado unos archivos del teclado de su ordenador y después le dijo; ''Espere un momento Cate'' para después empezar a teclear algo. Mientras tanto ella aprovecho su capacidad de observación para detenerse a observar ese lugar. Las paredes blancas raramente conseguían darle un toque acogedor y el olor le hacía sentirse relajada, cuadros bastante curiosos adornaban el lugar, muchos eran los jarrones con flores que adornaban la galería de detrás de la puerta de cristal que separaba la entrada de el inicio de la clínica. Fijándose con más detenimiento descubrió que un alógeno no lucia como debía y eso le hizo sentirse bastante obsesiva.
Tras hacer un ruido de aprobación y asentir, volvió a dirigirse a la otra. –Sígueme Cate. –se levanto del asiento con una tarjeta que paso por el extremo de un sensor e hizo que la puerta corredera de cristal se abriese. –toma. –le dio otra a ella. –la necesitaras para salir.
-¿Dónde nos encontraremos?
-Están en consultas. –le sonrió tranquilizadora. –te quieren dar unos datos, debes firmar algunos papeles… -hizo un gesto de dejadez con las manos. –tu lo sabes mejor que nadie… formalidades.
Asintió. –Claro.
-Debes estar contenta y algo nerviosa. –dijo subiendo al ascensor.
-Estoy feliz, si. –''y nerviosa también'' pensó.
El ascensor llego a la segunda planta y Cate lo abandono tal y como debía hacer. –¿Sabes? Confió en que Quinn salga de esta. –decía confiada desde el interior del ascensor. –se que teniéndote a ti medio camino estará recorrido, créeme, he visto pocas personas tan preocupadas por alguien.
-Es mi hermana. –dijo quitando todo el merito que ella sabía que no tenia.
Sonrió de medio lado. –Sera eso. –y las puertas del ascensor se cerraron.
A ella le gustaba decir que era su hermana porque ella siempre le había visto como tal. Quinn era sin embargo su hermanastra, eran hijas del mismo padre, es decir, Russell Fabray. Su madre falleció cuando tenía apenas año y medio y en menos de 7 meses su padre se había vuelto a casar con otra mujer. Jamás lo juzgaría por eso, tenia cosas peores que echarle en cara y por las que despreciarlo, por lo tanto, que se casara de nuevo tan pronto era algo que ella no había tenido en cuenta nunca. Se casó con Judy, mujer atenta, con un pelo rubio precioso, una sonrisa sincera y devota cristiana, Judy siempre la respeto, siempre le dio todo el amor que cree que su propia madre le habría dado, había pasado las noches en vela cuidándola y defendido incluso ante su padre Russell cuando las cosas se torcían demasiado. La quería mucho y le daba pena… jamás escaparía del tormento de Russell.
Cuando tenía 5 años Judy le dio la noticia, tendría una hermanita, y lo que recuerda de ese momento es saltar de emoción y alegría.
La vio formarse en el vientre. La vio nada mas nacer. La vio crecer. Le ayudo a dar sus primeros pasos. Le enseño a tocar la guitarra. Tuvo que aguantar como Russell se ensañaba con Quinn mas que con nadie, y tuvo que acabar aceptando que esta le odiaba por culpa de su propio padre.
En definitiva, eran completamente distintas tanto a simple vista como en lo personal.
-Cate. –en voz baja escucho decir su nombre y en seguida supo de quien se trataba.
Se sorprendió y miro hacia el lado adonde había un pequeño hueco en el pasillo y unos asientos frente a unas maquinas de café. –No… no te había visto. –sonrió al verla levantarse ya cargada de sus cosas.
-Llevo un rato esperando… -continuaba hablando en bajo y con la cabeza agachada. Sin mirar a Cate a los ojos.
Resoplo. –Lo siento, de verdad, el trafico… -se acerco poco a poco a ella. –ya sabes como es la gente. –se encogió de hombros. –dos copos de nieve y se vuelve completamente loca.
-Creí que no vendrías. –se coloco el pelo tras la oreja y al fin se miraron.
-No digas tonterías Quinn… -le acaricio el brazo. –te vienes a casa conmigo.
-Tal vez habría preferido que no lo hicieras, que no vinieras, ya sabes.
Le levanto la cara poniendo su dedo bajo la barbilla de la otra. -¿Por qué dices eso?
-No quiero irme de aquí.
-Todo va a ir bien. –la miraba a los ojos. -¿me entiendes? todo va a volver a ser como antes.
-Si salgo volveré a caer.
-Mentira.
-Solo dejame aquí. –la miro suplicante.
-Pero los médicos… -sentía tanto frio como tristeza al no poder abrazarla por temor a la reacción de esta.
Agito la cabeza visiblemente mas alterada. –No entienden nada. –sus ojos se tornaban llorosos. –me ahogo Cate, no dejes que me larguen de aquí, no puedo… ¿me entiendes?
Llevaba mucho tiempo pensando en las palabras que le diría para hacer que Quinn se quitase todo ese temor. Pero ahora estaba completamente perdida y aterrada. La necesidad de abrazarla era demasiado. Arrancarle toda esa mierda que había dentro de ella. Cederle su felicidad aunque solo fuese por un par de segundos. Pero ya no sabia como amarrar toda esa tristeza acumulada en su mirada, y mientras pasaban los segundos mirando el labio tembloroso de Quinn se sentía como un reportero de guerra que narra la catástrofe que paralizara al mundo. La sonrisa desaparecida de esa chiquilla no volvía pese estar esperándola ansiosa, la ilusión tampoco era su aliada, así no había quien evitase que las heridas y cicatrices de antes no sangraran.
Porque cuando se lleva tanto tiempo buscando, uno tiende a olvidarse que encontrar es tan fácil como detenerse a escuchar a alguien que calla como se siente.
Una mujer interrumpió la escena. –Vaya, ¡que alegría verte!
-Lo mismo digo. –la cara de Cate cambio y se dibujo una sonrisa en ella mientras Quinn volvía a agachar la mirada.
-Al fin ha llegado el día en el que nos dejas Quinn. –dijo la doctora.
Cate dudo en si comentarle lo que la otra le había dicho. Tal vez si Quinn no quería irse seria por alguna razón, pero no, no lo hizo. –La secretaria… o bueno, recepcionista, no recuerdo muy bien su nombre, me ha dicho que debía firmar unos formularios.
Claro. –se encogió de hombros. –estos son. –se los cedió junto a un bolígrafo que se saco del bolsillo delantero de su bata.
-Aquí va incluido el último pago como acordamos, ¿verdad? –leía los papeles por encima.
-Tal y como acordamos. –asintió sonriente. –todo esta hablado.
Sabía perfectamente lo que estaba a punto de firmar por lo que no lo dudo ni dos segundos más. Firmo unas 7 veces entre unas cosas y otras.
La doctora se dirigió hacia Quinn entonces. –y dime Quinn, ¿estás ya más animada?
La rubia fingió estar estar conforme. –claro. –aunque sus energías por parecer convencida acabaron desvaneciéndose.
-Ya veras cuando se vea fuera. –hablo Cate intentando quitarle hierro al asunto. –ya veras cuando pueda desayunar diariamente beicon, ir a videoclubs para alquilar películas… no os va echar tanto de menos.
-Pues claro que no. –sonrió y miro a Quinn. –ahora de todas maneras tu y tu hermana debéis hablar de lo que ya acordamos. –miro a Cate para luego seguir ablando. –tendrás que visitarnos de vez en cuando para ver como sigues, ya te explicara ella como funciona el tema de las reuniones, y Quinn… rogarte que no te niegues a ir al psicólogo como hablamos.
-No quiero ir al psicólogo. –fue tajante.
-Quinn. –cate la miro regañándole con la mirada.
-No voy a ir a un puto psicólogo Cate. –siguió a lo suyo. -¿no estoy recuperada? no me saques de aquí.
-Siempre es bueno poder hablar con alguien aunque estés recuperada. –interrumpió la doctora.
Quinn rodo los ojos. –vámonos entonces… hagámosle caso. –miro a su hermana.
-Muchísima suerte. –sonrió la doctora a ambas aunque Quinn se giro a coger parte de sus cosas. –os deseo lo mejor. –miro con sinceridad a los ojos de Cate. –de verdad.
-Gracias. –dijo esta en voz más baja. –gracias, gracias… -estrecharon sus manos.
