Por el camino del Haz, en algún lugar de Mundo Final

Tal y como Roland había dicho 50 millones de veces o como él mismo se había dado cuenta, "el mundo se había movido", o en su vocabulario más paisano y newyorkino "el mundo se fue a la mierda, compañero". O ese mundo, el mundo donde andaban ahora... qué bueno, al fin y al cabo era suyo. Uno en el que habían portales, trenes balas que hablan y te quieren matar si no les cuentas una adivinanza decente, bolas de mago de cristal, ka, ka-tet, khef y cosas así. Y ni hablar de las frasecitas como "has olvidado el rostro de tu padre", "imploro tu perdón pistolero". Y su favorito

No apunto con la mano, aquel que apunta con la mano ha olvidado el rostro de su padre. Apunto con el ojo

No disparo con la mano, aquel que dispara con la mano, ha olvidado el rostro de su padre. Disparo con la mente

No mato con mi pistola, aquel que mata con la pistola, ha olvidado el rostro de su padre. Mato con el corazón

Pero el que le parecía más genial era el de "he olvidado el rostro de su padre". Nunca se lo decía a Roland, pero sentía ganas de morir de risa cuando decía esa frase porque en realidad nunca conoció a su padre. Pero ya que, al fin y al cabo era un pistolero más que no disparaba con la mano sino que hacía la cagada con su mente y entre otras cosas. Eddie Dean había llegado hace un tiempo que ni podía calcular a Mundo Medio a través de una puerta que salió de la nada, que el pistolero lo invocó. En algún tiempo muy lejano había sido un yonqui newyorkino de los 70's además de probarse en el arte del burrier, pero llegó Roland y lo sacó de su adicción... costó claro, costó mucho. Ese Roland era de lo peor.

- Oye blanquito, en qué andas pensando?

- Ah... yo qué? - era Susanahh quien hablaba. Su amor, su vida. Cuando Roland la invocó era dos mujeres en una, un trastorno de personalidad bien salvaje. Como decían, "de día era blanca y de noche era negra". Dios... que risa. Pero en serio era así. Era Odetta y Detta, la primera era una activista de los 60's, culta y toda dulzura. Y Detta era la zorra más peligrosa que había parido la humanidad, de hecho casi los mata a Roland y a él si no fuera porque finalmente hicieron que Detta y Odetta se fusionaran para crear a esta sexy morena que era su mujer en Mundo Miedo. Sexy, dulce, peligrosa, encantadora, ardiente... ok basta.

- Estabas volando Eddie.

- No nada, sólo bueno... pensaba.

- Árbol charyou? - Eddie palideció de inmediato. Desde que Roland les había contado hace unas noches su historia con Susan Delgado, se podría decir que estaban completamente traumatizados con lo que esa palabra significaba para Roland, para todos.

- No menciones eso, por favor.

- Lo siento - dijo Susannah algo arrepentida.

- Sólo pensaba en New York y eso, nada más.

- Ah bueno... - hasta ella parecía distante. No quería hablar mucho de eso, hablar de New York era como hablar de Narnia. Nunca volverían, y si volvieran nunca serían los mismos. Porque Mundo Medio había pasado a ser el suyo, el mundo de la Torre Oscura a donde tenían que llegar algún día así se les fuera la vida entera en ello.

- Eno - Acho volvió a hablar. La mascota que habían adoptado en el camino era genial, la envidia de cualquier loro que repite palabras. Una extraña mezcla de tejón, con armadillo con... bueno, con algo. No podía definir bien su forma pero, ya que.

- Creo que tiene hambre - Jake había estado dormitando pero la conversación lo terminó por despertar - qué hay? - el joven Jake también había llegado de New York y fue todo un arduo trabajo traerlo a su mundo. Pobre chico, la de cagadas que había tenido que pasar 11 años pero ya había perdido toda inocencia. Hasta él ya era un pistolero. En sus tiempos de newyorkino corriente Jake había sido un "pobre niño rico", con una mansión, nanas, escuela de elite y esas cosas, pero para nada un niño engreído, eso jamás.

- Pan con soledad - le dijo Eddie - mejor que nada. No le cuenten a Roland pero...

- No me cuenten qué? - pero que rayos. En qué momento apareció? No, este tipo era demasiado para su vida. Sigiloso como ninguno, hábil, rápido, con los sentidos más agudos del universo. Un pistolero, un verdadero pistolero de la estirpe de Arthur Eld, el último en su género... el mejor. Una leyenda viviente, vestigio de una época en que el mundo aún no se había movido.

- No quería contarte que estos "burritos de pistolero" que nos das de comer, prefiero pasármela por el culo. Listo lo dije, que se caiga la Torre Oscura - Jake soltó una risita, hasta Acho. Y entonces (oh por todos los cielos!) Roland sonrió. Los "burritos de pistolero" eran unas cosas con masa insípida y cecina que hacía Roland y que era lo más decente que tenían para comer a lo largo de su travesía, así que a aguantarse no?

- No queda de otra - dijo tranquilo sentándose al lado de la fogata - no hay nada que cazar.

- Ajá - no había más que decir, quizá era mejor seguir cada quien lo suyo, descansar esa noche y seguir andando hacia la torre al día siguiente.

Roland estaba en silencio como casi siempre, aunque normalmente solían hablar. Él les contaba historias de Mundo Medio, ellos le contaban cosas de su mundo que Roland escuchaba con mucha atención. Pero esa noche estaba callado, aunque al menos ya sonreía un poco de vez en cuando. Quizá tenga que ver porque se desahogó al fin de esa historia del pasado que habrá ocurrido hace cuantibillones de años. Aunque una historia así no se supera con tanta facilidad... ni siquiera contándola mil veces. Su gesto endurecido le hacía preguntarse tantas veces como habrá sido ese Roland apasionado de años anteriores, ese que amó con intensidad, que luchó, que reía despreocupado, ese Roland que lo dio todo y lo perdió también. Admiraba al pistolero, había pasado cada cosa que a uno lo volverían loco y sin embargo ahí estaba, enseñándoles a ser pistoleros, caminando con ellos a la torre. Y Susan, habrá sido tan bella como la describió? No podía sacarse esa historia de la cabeza, no podía hacer otra cosa que revivir la historia una y otra vez en su mente, imaginando los detalles de esa historia tan triste.

La historia de amor del pistolero Roland... de su único amor. Susan, la chica de la ventana.

Mejis, mucho antes

Susan salió por la ventana, hacía calor. A lo lejos ellos avanzaban. Roland, Alain, Cuthberth. Roland... su Roland. Los tres forasteros habían llegado desde la baronía de Gilead hace unos meses, según ellos para llevar a cabo un inventario de los animales y cosas que pudieran ser útiles para luchar contra el rebelde Jhon Farson, aunque todos en Mejis en realidad los habían mandado como una especie de "castigo" por su "mal comportamiento". La verdad era que el padre de Roland lo envió lejos para protegerlo, estaban pasando cosas terribles en Gilead y quizá era mejor que el heredero esté lejos un tiempo hasta que se aseguren de que esté seguro luego. Ciertamente esos detalles no le importaban mucho a Susan, jamás se había puesto a pensar que cuando llegue la hora y Roland la saque de ese maldito lugar iría a Gilead para ser toda una reina, una gran señora del salón dorado. Cuando él estaba cerca sólo conseguía imaginar sus labios recorriendo su cuerpo con voracidad, sus manos tocándola toda con caricias prohibidas que hubieran escandalizado hasta a las mujerzuelas de Mejis. El gran amor de su vida, ese era él. Los tres chicos montaban relajadamente a una distancia prudente de su casa. En el jardín de la entrada tía Cord los miraba fijamente, ya estaba sospechando. Ea... Jesús Hombre no lo quiera, pero si su tía seguía sospechando ya no sabría que excusa inventarse para decirle que seguía virgen.

El primero en saludar fue Alain, con él casi no había hablado pero parecía un buen muchacho. Cuthberth también la saludó, primero a su tía quien ni caso le hizo y luego a ella con la mano y una linda sonrisa. Berth, como le decían los amigos, era muy guapo... demasiado. A veces cuando se quedaba mirándolo enrojecía y le daban ganas de suspirar. Susan ni lo dudaba, si primero hubiera conocido a Berth su historia de amor con Roland quizá jamás hubiera sucedido, si Berth hubiera llegado a su vida antes que Roland ahora sería la mujer del otro. O quizá no, quizá era simplemente como había dicho su padre. Amaba a Roland, lo amaba desde antes que le revelara su verdadero nombre y no el falso con el que se presentaron en Mejis. Quedo prendada desde el primer encuentro y aunque estaba confundida supo que no podía dejarlo ir, que se iba a arrepentir toda su vida. Roland llegó como una tormenta a su vida a arrasarlo todo, a arruinar los planes que tenía para su vida, llegó a trastornar todo para siempre. Y no le importa, porque se amaban y eso era todo. Su padre le había dicho una vez "si es Ka... entonces será como el viento". Era ka, estaban destinados a amarse, así tenía que ser. Roland ocultaba su rostro debajo del sombrero, le había dicho que cuando tía Cord esté cerca era mejor disimular y si que lo estaba haciendo bien pero... moría por su mirada! quería que el levantara los ojos y la viera aunque sea un momento. En ese momento Susan pensó que daría cualquier cosa para que él la mirara como siempre, con sus ojos bellos y vivaces que la veían fijamente, que la hacían sentir especial y amada, que en la intimidad brillaban de deseo y la elevaban a las nubes. Y Roland lo hizo, movió ligeramente el sombrero, lo suficiente para poder verla. Susan sintió que su corazón latía más rápido y que las mejillas se teñían de rojo. Cuando Roland la miraba siempre parecía la primera vez. Él sonrió ligeramente y ella también lo hizo. Se miraron mientras él seguía avanzando, se miraron hasta que fue imposible mantener el contacto directo con los ojos. Pero no importaba, con verlo cabalgar tan hermoso como siempre ya era suficiente.

- Susan! ven acá! - la voz de su tía la sacó del ensueño. Suspiró hondo, sacudió la cabeza varias veces y bajó. Será que ella los había visto? Bueno, tampoco es que hubiera mucho que ver, podía decirle simplemente que saludaba a los forasteros, nada extraño.

- Si tía, qué pasa?

- En la mañana pasé por la casa del alcalde - ya iba de nuevo con eso. El alcalde, el maldito alcalde Thorin. El hombre que le había adelantado una moneda de oro y unos caballos a su tía a cambio de que ella sea su "gilly". O como decían en otras tierras, su amante formal. Ella ahora ya no le ponía nombres bonito, lo llamaba tal como era. Su tía había recibido dinero para que ella sea la puta del alcalde. No tenía porque disfrazarlo más en su mente, no se iba a tragar eso de que seria "la segunda esposa", no claro que no. El alcalde sólo quería un hijo con ella y quería su cuerpo el cual usaría hasta morir. Puede que antes de Roland hubiera estado dispuesta a hacerlo, total el alcalde era un hombre ya mayor quien probablemente no duraría mucho y a cambio de ese sacrificio las cosas iban a cambiar para ella y su tía... pero luego de Roland sólo lograba sentirse una zorra oportunista por haber pensado aquello. Se dio cuenta al fin que nada justificaba aquello que tuvo pensado hacer, y que aún estuviera justificado jamás podría hacerlo, ahora su cuerpo y alma le pertenecían a Roland.

- Ahh - dijo como quien evadía el tema, no quería escucharlo.

- Dice que te ha visto cabalgando, pregunta porque no te has puesto alguna de las camisas de montar que te regaló - Susan apretó los puños. Había tantas cosas que podría decir acerca de esa maldita ropa, como que el escote la haría ver más ramera de lo que ya se sentía sin siquiera haberse entregado a ese hombre.

- Prefiero las mías.

- No deberías despreciar la ropa que él te regala, ya hemos discutido esto Susan... no se ve bien que rechaces lo que él te manda

- No me gusta como me quedan.

- Pues se lo diré para que te regale otras...

- Qué no entiendes? - interrumpió haciendo lo posible por contener la rabia - no quiero usar nada que venga de él ya suficiente con tener que hacer lo que voy a hacer para encima tener que cumplir sus caprichos.

- Escucha "señorita joven y bonita" - odiaba cuando le decía aquello. Su tía también parecía contener la rabia y el resentimiento que sentía por ella en cada palabra, aunque muchas veces Susan había pensado que bien podría decirle "señorita vieja y solterona" pero siempre había logrado contenerse - esto no se trata de lo que quieres, sino de como se van a hacer las cosas de ahora en adelante. Serás la gilly de ese hombre, deberías andar haciéndote la idea. No puedes faltar a tu palabra Susan, por la gloria de tu padre. Sabes que si él estuviera vivo no querría que faltes a tu palabra. No puedes hacer ahora lo que te da la gana, vas a tener que cumplir - era una suerte que después de que los tres chicos habían pasado frente a su ventana no le reclame sobre sus sospechas de que se veía con Roland - porque sigues siendo intacta, verdad? No serías tan estúpida de revolcarte con ese tipo...

- No - respondió. Así de simple, una respuesta corta que sólo logró desesperar más a su tía.

- A mi no me vas a tomar por tonta! Yo sé! yo los he visto!

- No has visto nada tía - respondió con frialdad - crees que ves, pero nada más. Al fin y al cabo, no sabes de esas cosas - eso debió dolerle. Le dolió, lo pudo ver un instante en el rostro su tía quien luego estalló rabiosa.

- Deja de burlarte de mi!

- Como digo, ves y escuchas cosas que no son. Voy a dar una vuelta.

- Que no! no me vas a dejar con la palabra en la boca! Susan! - y ella no quiso escuchar más. Temía que la ya deteriorada relación con su tía empeore si seguían discutiendo, era mejor dejar que siga hablando. Mientras escuchaba que la llamaba Susan fue al pequeño establo, montó su yegua con prisa y se alejó a mediana velocidad.

No muy lejos de ahí, un asombrado Eddie Dean observaba todo con cuidado escondido entre los árboles. Cuando llegó a escena (de la nada como siempre) no recordaba como pasó eso, sólo que quizá estaba durmiendo y en un parpadear estaba ahí, en el Mejis de los tiempos del Roland que sonreía, de Susan la bella chica de la ventana... y de su tía maniática. Definitivamente se había tomado muy en serio la historia para terminar soñando algo así... tan real. Era como si estuviera dentro, quizá si lo estaba. Retrocedió un poco, Susan cabalgaba cerca. Su cabello rubio iba atado con una desordenada trenza que en realidad la hacía ver hermosa. Ese aspecto de vaquera sexy casi lo hace soltar un silbido.

- Te entiendo Roland, yo también le daba ah... - quiso decir otra cosa cuando sintió el golpe de una rama de árbol algo gruesa en la espalda. No era como si alguien le hubiera querido hacer daño, más bien como una bromita algo pesada. Se giró de inmediato antes de recibir otro golpe para ver quien era - Suze! pero que...

- Deja de habla así de la mujer de Roland! Te he escuchado blanquito descarado! Ya sabía que te bastaba ver un par de tetas blancas para ponerte como perro! - hablaba al más puro estilo de esa otra, la loca de Detta.

- Ya, ya... sólo decía - en ese momento se dio cuenta de dos detalles. Uno, que el dolor había sido real. Y que Susannah tenía piernas - Suze... tú... eres un poco más alta que yo - le dijo con una sonrisa.

- Vaya, es ahora que te das cuenta - pero ella también aflojó el gesto y sonrió - tengo piernas Eddie, mira... - parecía al borde de las lágrimas, él no pudo evitar abrazarla fuertemente y darle un par de vueltas en el aire mientras ella reía de felicidad. Susannah, en el lejano tiempo que había sido newyorkina, había perdido la parte inferior de sus piernas en un accidente causado por un maniático quien la empujó a los rieles del metro. Pero de pronto aparecía delante de él, tenía piernas, y estaba feliz - amor... qué es esto? un sueño? Es demasiado real!

- Lo es... yo estoy confundido. Hasta vi pasara a Joven Roland con toda su gente.

- Yo también lo vi. Por cierto, si tú y yo estamos aquí...

- Qui! - escucharon decir a Acho mientras se acercaba entre los árboles al lado de Jake.

- Están aquí! - dijo visiblemente aliviado - no saben, acabo de ver a Roland en su versión "no me interesa nada y aún no sé que es la torre oscura".

- De miedo, también lo vimos. Y a que no sabes, esta es la casa de Susan - informó Eddie. Jake parecía confundido, pero en el fondo todos se sentían de alguna manera fascinados de estar ahí, de haber "viajado" al pasado, a presenciar una historia que hace poco Roland les había contado, una historia que vivieron como propia.

- Pueden vernos? - preguntó Susannah. La verdad es que no se habían puesto a pensar en ese detalle, pero se habían esforzando en ocultarse de la gente que estuviera cerca en ese momento, gente protagonista de la historia como Roland, su ka-tet inicial y Susan.

- Supongo que tendremos que probarlo. Para empezar como rayos hemos llegado acá? recuerdan algo? - se miraron entre sí ante la pregunta de Eddie. No, nada.. no recordaban nada. Eddie tenía claro que después de la cena durmieron y zaz! ahí estaban. Cómo? Era un sueño? Una ilusión? Un trance?

- Qué vamos a hacer ahora? - preguntó Jake - acabará? quién nos trajo aquí?

- El hombre oscuro? - preguntó Susannah y todos negaron con la cabeza. No sabían como, pero presentían que ese tipo no tenía nada que ver en lo que estaban viviendo.

- Supongo que tendremos que buscar un lugar tranquilo para conversar y pasar desapercibidos hasta saber como regresar, si es que podemos - propuso Eddie.

- Crees que hemos retrocedido en el tiempo?

- No lo sé Suze, en este mundo puede pasar de todo. Puede ser una transición, una ilusión muy real, el truco de algún mago, o que hayamos entrado por un portal o quien sabe. Yo lo único que tengo claro es que tenemos que averiguar si estamos acá como unos entes o si pueden vernos pero principalmente... si podemos cambiar lo que pasó - decir eso hasta le dio algo de miedo. No, mentía, miedo y emoción.

Acaso era hasta remotamente posible que su aparición ahí sea parte de los designios del ka? Que quizá... cielos, ellos podrían cambiar la historia?