Demon eyes
[AU] [Reto: La Pareja Ideal, del foro Hazme el amor]
Disclaimer: 犬夜叉 (Inu-Yasha) pertenece única y exclusivamente a Takahashi Rumiko.
Advertencia: Lemon.
Bueno, ya que se supone que debo escribir sobre mi pareja perfecta, recalcaré que mi OTP es el InuYasha/Kagome. *4ever 'n ever 'n ever.*
Después del prólogo este fic tendrá solo un capítulo más. ¡Disfrútenlo!
Este fic tiene una dedicatoria especial a Corazón de Mazapán.
{*—Prólogo—*}
Para aquellos que viven rodeados de deberes y obligaciones obtenidas al nacer era como vivir una vida en tonos monótonos de blanco y negro. Kagome Higurashi lo sabía muy bien. Vivir en una jaula de oro, como un pequeño hermoso pajarillo que cantaba cada día para satisfacer a sus amos y ansiaba con desplegar las alas y volar lejos, en busca de algo que muchos llamaban libertad.
La familia de los Higurashi era conocida en todas las tierras del Oeste del Sengoku Jidai, en la tierra del sol naciente. Decían que eran descendientes de los más poderosos monjes aunque nadie podía probarlo más allá de con palabras. Era una familia poderosa y su nombre era temido en muchos lugares. Eran los gobernantes de todas esas tierras. Su nombre se había mantenido gracias a que todos los primogénitos de esa familia habían sido hombres, pero con el nacimiento de Kagome todo el lazo fue roto. Ella fue la primogénita de esa generación, aunque luego le siguiera su hermano menor, Sôta.
Fue prometida desde la cuna con uno de los generales más importantes del ejército, unos veinte años mayor que ella, quien solo tenía doce años.
Cuando las personas comenzaron a notar que los demonios que habitaban la zona deseaban tomar a la chica como venganza hacia su padre, este decidió encerrarla en su palacio para que jamás se le tocara. Nadie había visto su rostro jamás, solo aquellos que frecuentaban el castillo. Llegaban, gracias a eso, los rumores a varias aldeas. Decían que era una niña hermosa con el cabello levemente rizado, con destellos azulados pero de color ébano. Que sus ojos azules eran profundos como los océanos y que, cuando cumpliera catorce, la casarían con un general de un ejército que pocos conocían.
Desde pequeña fue educada por los más famosos sabios del Japón antiguo. Todo aquel que llegaba a conocer su rostro era considerado casi un ser divino. Era como si todo lo que ella representaba era solo divinidad, pureza y belleza, aunque muy pocos le habían visto el rostro.
El palacio en donde residía era enorme y muy lujoso, ubicado cerca del centro de las tierras que le pertenecían a su padre. La villa construida alrededor del palacio trabajaba para ellos y los soldados siempre estaban presentes. Un hermoso y enorme bosque se encontraba a tan solo un kilómetro del palacio. A veces las personas veían luces y divinidades dentro de ese extraño lugar en el que muy pocos entraban. Se escuchaban los rumores de que el bosque pertenecía a uno de los demonios más poderosos, pero que este no tenía interés en los humanos y por eso jamás nadie lo había visto.
Kagome solía oír muchas maravillas sobre ese bosque, deseando que su padre la dejara salir para poder conocer el mundo a su alrededor. Deseaba conocer la fauna y la flora que había en el lugar, deseaba aprender a trepar un árbol para poder ver las estrellas desde arriba. Deseaba y anhelaba demasiadas cosas desde siempre.
Vivió encerrada por más de trece años hasta que la noticia de la muerte de su prometido llegó a sus oídos. Él había muerto en manos de un demonio desconocido. Había llegado a sentir lástima por él, pero jamás lo había conocido y no pudo sentirse triste. Su padre casi se había vuelto loco al oír la noticia, exclamando a voz de grito que quien sería aquel que podría protegerla de todos.
Ese día, al ver la desesperación de su padre, había decidido que quería aprender a defenderse. Fue así como le permitieron practicar arquería, pero jamás pudo utilizar las flechas como un arma. Se arco fue guardado en una caja sellada cuando su padre cayó en la cuenta de que podría lastimarse usándolo.
Solía sentarse en el piso de su habitación e imaginar cosas imposibles. A veces escribía sus sueños con tinta y luego los guardaba para cuando necesitara volver a leerlos y recordar sus maravillas.
El día que cumplió los quince años su padre falleció, quedando ella sola con su madre y hermano, quien sería el heredero de la familia aunque solo tuviera diez años de edad. Ella jamás llegaría a heredar por su condición de mujer, simplemente le daría el título de la familia a quien decidiera desposarla.
Ese día en el que se dio cuenta que su vida jamás avanzaría y estaría estancada para siempre fue el día en que tomó la determinación de salir fuera de la jaula de oro en la que siempre había vivido. Salió de su jaula y se internó en el bosque, el lugar mágico del que todos hablaban. Había quedado maravillada desde el primer instante que vio la fauna de tan magnífico lugar. Ese sitio irradiaba vida, magia. Era como si por fin sintiera la libertad tocándole la punta de sus dedos, anunciándole su presencia.
Ese día su vida entera había cambiado por completo, pero el corazón de un ser humano jamás deja de añorar cosas. Añoró a su padre, añoró el sentir que era especial para alguien. Deseaba sentirse una verdadera mujer y encontrar a alguien que la cuidara y protegiera, tal y como su padre lo deseaba.
Nunca supo exactamente lo que su corazón quería, no hasta el día en el que había salido al bosque. Fue el instante preciso en que sus ojos se encontraron con otros más salvajes y primitivos del color del oro, ¿o del fuego? El día en que su mundo comenzó a girar alrededor de un solo pensamiento. El día en el que había quedado prendada de ese ser que no era un humano, que estuvo a punto de matarla pero que, al final, había terminado robándole el corazón y el alma.
Y supo que se había enamorado de un demonio. De un ser sanguinario que había nacido para matar a sangre fría y que no debía llegar a tener ningún lazo con algún humano. De un ser que le calentaba el alma y el corazón.
Cuando supo que el destino la había marcado con los ojos de un demonio, fue demasiado tarde.
