Autora: Kayazarami
Protagonistas: Severus Snape, Sirius Black, Harry Potter y Remus Lupin.
Advertencias: slash (relación chico/chico), romance, angustia, WI? (en donde Harry no derrotó a Voldemort en la Batalla Final, entre otras cosas), lemon, tragedia. Leer "Notas".
Resumen: La guerra terminó. Los cálculos de Dumbledore fallaron. Después de todo, Voldemort no estaba tan loco como aparentaba. Ahora, tendrán que vivir en un mundo decadente y frío, en donde solo el más fuerte sobrevive. Afortunadamente, Severus Snape es más fuerte que nadie, Sirius es un testarudo, Lupin tiene esperanza para todos y Harry solo los necesita a ellos para ser feliz.
Notas: No hay parejas determinadas, es un todos por todos sin tríos ni orgías ni nada parecido. Esta historia tiene una mecánica extraña. No están en una relación, están en un clan y las cosas son como son. Si en algún momento se sienten incómodos con lo que leen, dejen de leer.
Publicación: Diaria, si hay interesados.
Aviso: Esta historia participa de Desafíos "Buscando la inspiración" del Foro First Generation: The story before books.
Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling, la Warner Bros y demás, yo escribo sin ánimo de lucro y por mero entretenimiento.
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El clan del lobo
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I. Cuando Harry murió.
Había terminado. Lo sentía en la marca que adornaba su antebrazo, en el aire viciado de magia oscura que lo rodeaba.
Severus Snape corría más que caminaba por los jardines de Hogwarts, en dirección al Bosque Prohibido. Le seguía de cerca un perro, aparentemente sin raza ni clase, que se ocultó entre los árboles y la peligrosa vegetación a medida que el mago se iba aproximando al claro en donde, hasta hacía escasos minutos, Lord Voldemort y Harry Potter habían estado batiéndose en duelo.
Los resultados no habían sido los esperados.
Albus Dumbledore se había equivocado, Voldemort no había sido tan estúpido como para destruir el horrocrux que habitaba el interior de su enemigo, no después de que cinco horrocruxes hubieran sido destruidos ya. Si había citado a Harry Potter en el Bosque había sido para asegurarse de poner ese fragmento de su alma a salvo y matarlo después.
Y, al llegar al claro y encontrar el cuerpo del joven desplomado en el suelo, Snape temió que el señor tenebroso hubiera tenido éxito. El perro, ignorando toda precaución anterior, se acercó a toda velocidad al chico, adoptando forma humana a menos de dos metros y tomando a su ahijado entre sus brazos.
—Harry... Oh, Merlín, Harry... —dijo débilmente, con la voz quebrada, moviendo las manos frenéticamente en busca de su frecuencia cardíaca. El pocionista llegó junto a ellos y se inclino, a la espera del veredicto. No tardó mucho tiempo—. Está vivo. Circe bendita, esta vivo.
El alivio inundó las facciones de Sirius, pero Severus necesitaba asegurarse y le tomó de nuevo el pulso. Débil y distante. Menos de 50 pulsaciones por minuto. Seguía vivo, pero, ¿por cuanto tiempo?
—Tenemos que sacarlo de aquí YA, Black —le dijo de mala manera al idiota que no hacía más que suspirar de alivio—. Su pulsaciones están disminuyendo.
El animago lo miró alarmado y asintió. Severus se preguntó vaga y remotamente porque demonios Black estaba tan manso con él. No era normal. Habían tenido una discusión a gritos en el despacho del director poco antes de que la barrera que rodeaba Hogwarts cayera y los mortífagos se les echaran encima, en la que había dejado claro que no confiaba en él, con o sin carta de Dumbledore afirmando que era uno de los suyos. ¿Qué diablos había ocurrido en tan pocas horas para que aceptara su consejo?
Lamentablemente, no tenía tiempo que perder analizando el estado mental de Black, así que cogió una piedra del suelo y empezó a conjurar un traslador a un lugar seguro mientras el animago cogía a Potter en brazos. Cuando terminó, se la pasó a Black y este desapareció al momento, rumbo a su casa en Spinner's End.
Severus no perdió el tiempo. Lanzó un hechizo de detección de presencias para constatar que nadie había visto lo que acababa de ocurrir y se desapareció, apareciéndose de nuevo en las puertas del castillo, en donde los mortífagos, victoriosos, jugueteaban con los alumnos que habían capturado entre risas macabras y llantos.
Algunos lo saludaron con una respetuosa inclinación de cabeza. Seguía siendo el más fiel mortífago de Lord Voldemort, el asesino de Albus Dumbledore. Probablemente ahora debería fingir que lo era por el resto de su vida, con Potter prácticamente muerto, la Orden aniquilada y nada entre Lord Voldemort y el control total de la Inglaterra mágica.
Entró al hall, ahora en ruinas, y casi de inmediato, se encontró con Bellatrix delante de sus narices, recelosa y maliciosa como siempre.
—Severus, ¿por que llegas tan tarde? —preguntó, enseñando los dientes que Azkaban le había podrido en una sonrisa siniestra—. Te has perdido la mejor parte, nuestro señor ha estado divirtiéndose con los gusanos de la Orden del Fénix que quedaban vivos.
—McGonagall me tenía distraído —respondió en tono neutro e indiferente, aunque era cierto que lo había tenido ocupado, dando muerte al mortífago que la había matado a sangre fría—. Espero que el señor oscuro esté complacido con la victoria de hoy.
La sonrisa de Bellatrix se acentúo.
—Lo está. Y lo estará aún más cuando vayas a verlo. Hace rato que ha mandando llamarte.
Snape frunció el ceño. No respondió, no valía la pena. Comenzó a caminar rumbo al despacho de Dumbledore. No le hacía falta preguntar si estaría allí. Sabía que sí, que ocupar ese despacho era la manifestación suprema de la victoria de Lord Voldemort.
Por el pasillo se encontró a los Malfoy. Los tres estaban bien, apenas un poco magullados. Lucius y Narcissa no dejan de mirar a su hijo, la mano de cada uno sosteniendo una de Draco. El joven rubio parecía más asustado que nunca. Quién lo diría, se suponía que habían ganado.
Se suponía que deberían estar radiantes. ¡Han salvado al mundo de los sangre sucias, alabado sea Merlín!
Severus no se paró ni a saludar a Lucius, ni a ayudar a sus compañeros mortífagos, ni a compadecer a los alumnos a su merced, simplemente avanzó hasta la gárgola, pronunció la contraseña y esperó mientras la escalera giraba.
Lord Voldemort si que exhalaba alegría por todos los poros de su pálida e inhumana piel. Los ojos carmesíes brillaban, la sonrisa demencial asustaba. Snape se forzó a componer su mejor expresión de satisfacción y se inclinó ante su señor, ignorando la presencia de Fenrir Greyback a pocos pasos de él.
—Enhorabuena por la victoria, mi señor. Me han dicho que queríais verme.
—Ah, mi fiel Severus. Si, te han dicho bien —siseó el Lord, mirando complacido al mago—. Tengo una sorpresa para ti —anunció, haciéndose a un lado y descubriendo una figura tras él, sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.
Estaba inconsciente, con el cuerpo atado y magullado, cortes por aquí y por allá y una expresión de terrible dolor, pero, teniendo en cuenta el desarrollo y final de la Batalla,Severus consideró que Remus Lupin había salido bien parado por el mero hecho de conservar la vida. O quizás no, estando en manos del mayor mago oscuro de todos los tiempos.
—He pensado que te gustaría ocuparte de él —dijo Voldemort, mirándolo como si esperara su absoluta adoración por ello—. Ya que Potter y Black están muertos, consideralo un regalo por tu inquebrantable lealtad.
El pocionista suprimió un pensamiento revelador y lo envió a lo más profundo de su subconsciente, en donde Voldemort no podría leerlo. Estaba aliviado. Voldemort creía que Potter había muerto y, pese a la falta de cerebro de Black y su loca carrera canina por todo el campo de batalla en busca de su ahijado, nadie había reparado en él. Todos seguían creyendo que cayó en el velo, la primera gran mentira de Dumbledore seguía sin ser descubierta.
Y ahora tenía que tomar una decisión. Dejar morir a Lupin, matar a Lupin o arriesgarse más de lo que sabía que debería tratando de salvarlo. ¿Valía la pena siquiera intentarlo? Eligió sin pensarlo demasiado. Ya había visto demasiada muerte, si solo pudiera evitar una...
Reprimió una sonrisa de suficiencia y torció el gesto, aparentando estar disgustado. En realidad lo estaba, pero no por lo que iba a hacer.
—Mi señor, ¿podría pedir su vida como regalo? —preguntó directamente, sin titubear. Sabe que al Lord no le gustan las vacilaciones ni la debilidad. Que, para salir de esta, puede permitirse mostrar un poco de valor.
Voldemort lo miró intrigado y Severus compuso rápidamente una serie de pensamientos, cubriéndolos con pequeños fragmentos de imágenes que, en conjunto, mostraban exactamente lo que quería que él viera en su mente.
Supo que lo había conseguido cuando el señor oscuro dejó escapar una carcajada siniestra y lo miró con los ojos rojos peligrosamente risueños.
—Nunca lo hubiera dicho de ti, Severus —dijo, mirándolo con jocosidad, para luego mirar al mago castaño e inconsciente—. Y desde luego nadie lo habría podido decir de Lupin. Así que no era tan fiel a Dumbledore como todos creían, ¿eh? Revolcándose por ahí con mi mano derecha y planteándose pasar al lado oscuro por amor... que ridículo.
—Mi señor, sé que no lo merece, pero si pudierais...
El que no debe ser nombrado pareció considerarlo unos segundos. Después, liberó a Lupin con un pase de varita.
—Ah, Severus, por supuesto que puedo. Esto me produce una gran satisfacción. Aunque, por supuesto, tendrá que sernos útil. Continuará a las ordenes de Greyback, como hasta ahora.
—Sí, mi señor —respondieron Severus y Fenrir al mismo tiempo. Luego, el pocionista dirigió su varita a Lupin y lo hizo levitar. Tras una reverencia al Lord, salío de la habitación sin mirar atrás y esperó con calma a que la gárgola lo dejara en el pasillo. Una vez allí, le lanzó un potente enervate a Lupin y esté abrió los ojos de golpe, aterrado, para encontrarse con los negros del maestro en pociones fijos en él.
No se asustó ni dio signos de rechazo. A diferencia de Black, Lupin siempre ha creído ciegamente en Dumbledore y su palabra de que Snape estaba de su lado.
—¿Severus? —preguntó, confundido—. Yo estaba con...
—Te he sacado de allí —es todo lo que va a decirle por el momento y le tiende la mano para que se apoye en el. El licántropo lo hace y pasa un brazo sobre sus hombros, luego ambos comienzan a caminar todo lo rápido que pueden para salir del castillo.
A Lupin se le iban los ojos cuando veía alumnos siendo atacados por los mortífagos, pero estaba demasiado débil como para poder hacer nada. Los compañeros de batalla de Snape lo miraron con curiosidad, pero nadie cuestionó nada. Nadie se atrevía a decir ni una palabra en contra del único mago que tenía la absoluta confianza de su amo y señor.
—Pensé que iba a matarme. Merlín, quería que me matara. Harry...
—No te preocupes ahora por Potter, hablaremos de esto cuando lleguemos a nuestra casa.
—¿Nuestra casa? —preguntó Lupin estúpidamente y Severus no pudo evitar preguntarse si de verdad él era el inteligente de los cuatro Merodeadores. Bueno, lo era, porque superar a Potter y Black no tenía ningún mérito.
—Por supuesto. ¿Cómo te crees que he conseguido que el Lord te perdone la vida? Le he mostrado nuestra relación.
Y es en ese momento cuando Lupin por fin dio señales de tener algo metido en la cabeza. Por que un experto en Defensa contra las Artes Oscuras sabía de sobras lo que un Oclumentista puede o no puede hacer.
—Entiendo.
Y, bendita Morgana, no dijo nada más hasta que salieron a los terrenos del castillo y Severus usa la aparición conjunta para llevarlos hasta la polvorienta sala de estar de Spinner's End. Lupin se dejó caer en uno de los desvencijados sillones, agotado.
Entonces apareció Black en la puerta de la sala, probablemente alertado por el ruido. Al licántropo le cambió la cara nada más verle, Severus no pudo dejar de notarlo. Seguramente había pensado que había caído en la Batalla.
Sirius los miró, pero no reaccionó, estaba lívido. Eso encendió todas las alarmas en la mente del pocionista y no pudo evitar preguntarlo.
—¿Donde está Potter?
El animago no respondió. Severus repitió la pregunta con el mismo resultado y comenzó a perder la paciencia. Entonces, Lupin se puso en pie a duras penas y se acercó a su compañero de juventud. Posó una mano en cada hombro del mago y lo sacudió ligeramente, casi con cariño. Tenía mérito, teniendo en cuenta que siempre ha sido un poco más bajo que Black (aunque más fuerte, debido a su licantropía).
—¿Donde está Harry, Sirius?
Este lo miró y pareció salir del trance.
—Está arriba, descansando —dijo suavemente, los ojos grises clavados en los dorados del hombre lobo. Severus y Remus suspiraron, aliviados. Hasta que el sangre pura volvió a hablar, destruyendo en seis palabras su momentáneo alivio—. Creo que ha perdido su magia.
Continuará...
