H a n a g u m i

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#1madяugađa •


La madrugada es la hora de los secretos.

Matty ve la silhueta de Mari acercándose en la oscuridad, su cabello largo que brilla aún cuando no le llega luz, sus caderas demasiado estrechas, sus muñecas colgando de sus brazos sin vida, de lóbrega porcelana.

La fiesta sigue, pero para ellas, ya ha terminado; Matty estaba harta de tanto ruido y besuqueos por todos lados y se escabulló hasta la habitación de los dueños de casa, cuyo hijo organizó la velada, se tendió con zapatillas y todo y se quedó recostada, mirando el techo negro. Escuchó cuando la puerta volvía abrirse, un sonido débil hundido bajo los gritos de festejo que atraviesan las paredes.

Matty siente cómo el colchón se hunde apenas, bajo el peso ligero de su amiga, al siente gatear tranquilamente, con movimientos adormecidos, hasta quedar junto a ella. Cuando la cabeza de Marion cae sobre la misma almohada, Matty ya sabe que seguramente Kanna está en una esquina manoseándose con algún chico.

Kanna es mayor y sabe cómo pasarla bien; a Matty no le interesan esas cosas y Mari no puede, no se atrave a hablarle a alguien sin ninguna de sus dos amigas presente, aunque los chicos siempre le hablan: Mari prefiere quedarse con Kanna o como es más frecuente, con Matty.

Son hermanas, hermanas perdidas que debían conocerse porque, de lo contrario, sus vidas habrían sido peores todavía y eso no se puede, simplemente no. Habría sido ilegal, una pesadilla. Un jardín muerto.

Marion una vez le explicó que siempre había creido que todas las mujeres son flores, sin importar que algunas jamás hayan sido tratadas como tal. Matty, primero, sólo se rió un poco, burlona, imaginándose con un sombrero de enormes pétalos rodeando su propia cabellera pelirroja; sin embargo, en el fondo, supo que las cosas eran un poco como su amiga decía. A pesar de que ella misma no recordaba a nadie dándole agua o sol. O cariño.

En medio de la penumbra y los gritos ahogados por las paredes de la alcoba, siente cómo Mari toma su mano suavemente, sin decir nada y la propia Matty se encarga de encerrar los dedos de su amiga con los propios.

Y ambas saben que no hay nada más dulce que permanecer de esa forma, sin pensar en el hecho de que queda un ínfimo puñado de horas para verse obligadas a volver a la realidad. Eso no importa en aquellos momentos.

La madrugada es la hora de los secretos.