Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling y Warner Bros.

Este fic participa en el reto "Familia Weasley" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"


Maldita sea, habían perdido. ¿Cómo habían podido perder? No sabía cómo, pero Ginny odiaba perder. El quidditch era uno de sus deportes preferidos, por no decir el que más. Llevaba volando sobre una escoba y pasando y lanzando quaffles desde que tenía uso de razón y sus hermanos mayores la habían iniciado en ese peligroso deporte. Siempre había deseado ingresar en el equipo de la Casa a la que hubiese ido en Hogwarts y, más tarde, su deseo era ser jugadora profesional.

Por eso, que en uno de sus primeros partidos oficiales finalmente hubiese perdido, encima contra Slytherin, era algo que no podía soportar. No podía, no podía, no podía. Harry les había hablado con buenas palabras acerca de que ganar no era lo más importante. Y una mierda, ella quería ganar a toda costa. Así que no podía soportar ver al equipo de Slytherin regodearse por su éxito.

A decir verdad, todos los miembros del equipo de Gryffindor, salvo claro está Harry, rechinaba los dientes y miraba con odio visceral a los Slytherin. Jimmy Peakes hacía crujir sus nudillos, Ritchie Coote apretaba los puños. Demelza Robins se estaba poniendo tan roja como su melena. Ron hacía una mueca, pero parecía ser el que menos estaba enfadado. Dean también se mostraba encolerizado. Entonces, Ginny le susurró algo al oído, quien se lo dijo a Ron, este a Demelza, esta a Ritchie y él a Jimmy. Los seis empezaron a reír por lo bajo mientras sacaban sus varitas.

Se acercaron hasta el equipo de Slytherin. Harry los siguió, temeroso de lo que su equipo pudiese llegar a hacer. Para cuando quiso detenerlos, ya era demasiado tarde. Los seis apuntaron con sus varitas y gritaron al unísono el mismo maleficio. Seis rayos volaron hasta seis miembros de los Slytherin. Un último maleficio conjurado por Ginny dio en el último jugador.

Entonces, los siete jugadores se llevaron las manos a la boca para tapárselas. Al final las quitaron para gritar. Para sorpresa de todos, los siete jugadores se habían quedado sin dientes, mostrando sólo sus mandíbulas desprovistas de toda pieza dental. Les habían lanzado un maleficio que les quitaba sus dientes.

―¿Pero qué es esto? ―dijo la profesora McGonagall al ver semejante bullicio, aunque Ginny pudo percatarse de que trataba de no reírse ―. Castigados, los siete castigados.

―¿Qué? ¿Por qué yo? ―se quejó Harry.

―Por no detener a su equipo, señor Potter. Vamos, ustedes siete al castillo. Y ustedes siete a la Enfermería.

Se marcharon todos como había ordenado. Ginny, por su parte, sonrió. No había nada más divertido que ver como uno del equipo rival perdía los dientes en el partido. O después de él.