Traducción autorizada por Alianne82.
Autora: (a)rchive(o)f(o)ur(o)wn.(o)rg (/) users (/) Alianne82 (/) pseuds (/) Alianne82
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Ser el hijo del herrero no le da a Kurt muchas oportunidades de ponerse ropa bonita y bailar, pero entonces sus amigos lo cuelan en un baile real por el 17 cumpleaños del Príncipe, para una noche de diversión. Y por primera vez en su vida logra bailar y coquetear con un chico, y simplemente ser él mismo - hasta que tiene que salir corriendo para volver a casa antes de que su padre se dé cuenta de su ausencia. Lo que no sabe es que el chico con el que bailó era el Príncipe Blaine en persona, y Blaine, que todavía cree que Kurt es noble, no deja ninguna piedra sin mover para encontrar al maravilloso chico que no puede olvidar…
Sabía que correr era inútil, que lo atraparían de todas maneras, y aun así corría cada vez. Y cada vez perdía.
Esta vez, los acorralaron justo al borde del estanque, riéndose y pegándole, y él podía ver las miradas de las personas que pasaban, negándose a encontrar su mirada ya que sabía que no lo ayudarían. Esto había estado siguiendo por años. Nadie jamás lo había ayudado. Y jamás nadie lo haría.
Él no sabía por qué lo odiaban, no tenía idea de por qué disfrutaban lastimándolo. Sin embargo no había estado exento de moretones durante más de unos pocos días desde que tenía diez años y no le gustaba, pero había aprendido que defenderse únicamente los haría golpearlo más fuerte.
―Oye, no tan rápido, simplemente queremos jugar ―Azimio gritó, empujándolo con tanta fuerza que tropezó con sus propios pies y se estrelló contra el pecho de Karofsky.
―¡Oh mira! ―Karofsky rió, agarrando sus hombros con fuerza y sosteniendo a Kurt lejos de él, sacudiéndolo un poco―. ¡Creo que le gusto!
Lo empujó con fuerza y Kurt se tambaleó hacia atrás, agitando los brazos como si estuviera empezando a perder el equilibrio. Azimio le pegó fuerte en el pecho y se cayó, salpicando cuando aterrizó en el agua poco profunda del estanque, golpeando el suelo con tanta fuerza que no pudo contener bastante el pequeño grito de dolor que se le escapó.
―Aw no, ahora va a llorar como una nenita ―Karofsky comentó.
Kurt se mordió el labio, todavía rehusándose a defenderse aunque eso no fuera verdad. No había llorado frente a ellos ni una vez, y nunca iba a hacerlo. Quizás esa era la razón por la qué lo seguían empujando. Aun así no iba a darles la satisfacción de saber que podían afectarlo en absoluto. No se iba a romper.
Karofsky se agachó para recoger un puñado de lodo, se lo arrojó con otra risa―. Tienes algo en tu cara ―dijo antes de marcharse.
Kurt sintió la grava del barro rasguñar la piel de la mejilla con dolor, pero todavía no se movió, no hizo ningún ruido hasta que se alejaron. Sólo entonces se limpió cuidadosamente la cara, se arrastró fuera del estanque para caminar a casa en ropa mojada y con suciedad en la cara.
Al menos eran inicios de primavera y el hielo se había derretido, aunque el agua estaba todavía lo suficientemente fría como para ser dolorosa. Pero recordaba cómo le había dolido romper el hielo con su hombro durante los meses de invierno, como el frío le había robado el aliento cada vez. Todo su brazo izquierdo había sido un gran moretón después de que lo habían empujado a través del hielo hace un mes. Esta vez al menos, únicamente estaba frío y mojado. Podía vivir con eso. No era nada a lo que no estuviera acostumbrado.
―¿Kurt?
Rápidamente ajustó la tapa de un golpe sobre la pequeña caja de madera, escondiendo de la vista sus preciosos papeles y lápices, y empujando toda la caja bajo su cama por si acaso―. ¿Sí?
No era que tuviera miedo de que su padre se burlara de él por sus dibujos. Era simplemente - privado. Algo que le recordaba a sus manos como sostener cosas delicadas después de trabajar en la tienda como herrero durante todo el día.
La puerta se abrió, su padre asomó la cabeza―. Ahí estás. Estuve preocupado cuando no volviste inmediatamente.
Kurt asintió, presionó los labios, de repente alegre de que toda su ropa se mirara más o menos igual de todos modos - su padre nunca tendría que saber que había ido a casa para cambiarse tras volver del mercado. Lo que pasaba casi cada semana, Kurt estaba acostumbrado. Si no era Karofsky, era alguien más - Kurt había estado en ese estanque más veces que nadie en todo este pueblo, estaba seguro de eso.
―Lo siento ―dijo a su padre―. Simplemente - pensé que pude haber dejado la ventana abierta esta mañana y quería verlo. Voy de vuelta al trabajo justo ahora.
―No estoy enojado contigo, hijo ―Burt le aseguró―. Simplemente quería ver dónde estabas. Finn se las puede arreglar por su cuenta un rato.
Kurt sonrió. Ya que Finn, el otro aprendiz de su padre, en realidad solía ser uno de los chicos que lo empujaban en el estanque, y ahora eran amigos. Algunos días, cosas como esa eran casi suficiente para devolverle un poco de esperanza por el resto de la humanidad.
Se pasó el resto del día de inmerso en el trabajo y ni siquiera iba por un minuto hasta la hora de cerrar – no había demasiado por hacer, pero siempre podía encontrar cosas en que ocupar su tiempo. Cuando no había otro trabajo por hacer, se mantenía ocupado poniendo orden, clasificando y limpiando herramientas, haciendo balance de sus suministros y, finalmente, remendando unos delantales que han visto días mejores.
Finn lo observaba trabajar en silencio, sentado en una caja y comiendo una manzana, luego se ocupó de unas pequeñas tareas por su cuenta, pero todo el rato frunciendo ligeramente el ceño cada vez que Kurt se encontraba con sus ojos a través de la pequeña tienda. Si Kurt no lo conociera mejor, casi diría que lucía preocupado.
Dijeron buenas noches una vez que por fin fue tiempo de cerrar - Finn incluso le pidió a Kurt ir a la taberna con él, pero Kurt declinó. Él realmente quería simplemente ir a casa.
Así que siguió a su padre escaleras arriba, iniciado la elaboración de su cena como lo hacía cada noche, y verificando la ropa que había colgado en su habitación antes para dejar que se secaran.
A veces se preguntaba si realmente lograría estar contento con esta vida si las burlas y empujones simplemente se acabaran. Pensaba en la caja escondida debajo su cama, la caja llena de bocetos de todas las hermosas cosas con las que soñaba, y suspiró. Cortó trozos de un bloque de queso y deseó que pudiera ser simplemente feliz con lo que tenía: el mejor padre del mundo, una casa bonita, un trabajo estable. ¿Qué otra cosa más podría posiblemente desear? Quizás sólo tenía que aprender a estar contento con las cosas que tenía y dejar de estar anhelando cosas que nunca tendría.
Rachel lo detuvo en medio de la plaza del mercado, gritó su nombre y se apresuró a cogerlo del brazo, sonriéndole.
Se retorció, dando un vistazo. Siempre se ponía nervioso de ser visto con ella - no por su propio bien, sino el de ella.
Crecieron juntos cuando la madre de Kurt solía trabajar como cocinera para la familia de Rachel y llevaba a Kurt a su trabajo con ella todos los días. Fueron años en que ella fue como una hermana para él – a los padres de ella nunca les importó la posición social, nunca les importó que el chico al que ella llamaba su mejor amigo, fuera el hijo de la cocinera y un herrero. Pero ahora su madre ya no estaba viva y, él y Rachel habían crecido, él estaba bastante seguro de que según las reglas de todos los demás, ya no se suponía que deberían ser amigos.
Aunque a Rachel nunca había parecido importarle eso, todavía lo invitaba a tomar el té y cotillear con él sobre sus nobles amigos, incluso se veían en la tienda del herrero cuando ella pasaba por la calle como si simplemente fuera cualquier otra tienda en el pueblo donde compraba sus cintas y cepillos para el cabello y fruta. Sabía incluso que había trabado una tentativa amistad con Finn y estaba muy seguro de que vio a Puck salir de su casa una vez que cuando llegó a tomar el té.
Él estaba contento de que Rachel no lo hubiera abandonado. No únicamente porque ella le seguía regalando papel y lápices y, ocasionalmente, piezas de hermosa tela. Pero también porque, efectivamente, aún la quería como a una hermana. Nadie más, excepto por su padre, lo conocía tan bien como ella. Y luego estaba el hecho de que las veces que la visitaba, eran las únicas ocasiones en que alguna vez podía ser realmente él mismo - nunca tuvo que esconder quién era con Rachel. Hablaban de chicos. Él la escuchaba cuando le contaba acerca de besar a Jesse St. James y él le decía sobre el (muy frecuente) chico que soñaba besar. Y en esa casa, nunca fue juzgado. A nadie en esa familia le importaban sus preferencias.
En realidad, los padres de Rachel fueron los primeros en casarse cuando el rey cambió la ley hace dos décadas. Eran solamente los aldeanos que todavía veían como una ofensa cuando dos hombres o mujeres se casaban, o eso era lo que él creía. Incluso si Rachel le seguía asegurando que no era muy diferente en sus círculos sociales, que simplemente porque lo permitirán no significaba que les agradara, Kurt no le creía. Él estaba bastante seguro de que sus padres nunca fueron empujados en estanques congelados porque se amaban el uno al otro. Eso definitivamente era más de lo que tenía o alguna vez se le permitiría tener. Pero apreciaba sus esfuerzos para hacerlo sentirse mejor de todos modos.
―¡Kurt! ―Rachel le sonrió, abrazándolo donde todos podían ver y sin parecer que le importara en absoluto todas las sucias miradas que algunas personas estaban dándoles.
―Rachel ―dijo―. ¿Cómo estás?
Retrocedió, golpeándole el brazo―. ¡Estoy muy enojada contigo! ¡No te he visto en más de un mes!
Suspiró―. Lo siento tanto. He estado ocupado.
―Mira, sé que eso no es verdad porque acabo de hablar con Finn y me dijo que el negocio ha estado bajo por semanas. ― Le clavó una mirada firme, la preocupación seguía siendo evidente en el pliegue de la frente―. ¿Estás bien?
Kurt asintió rápidamente, asegurándose de sonreír tan ampliamente como podía―. Estoy muy bien, gracias por preguntar. Siento haberte estado descuidando. ¿Cómo puedo compensártelo?
Rachel pareció pensarlo, golpeando un dedo enguantado contra su barbilla mientras ella entornó sus ojos hacia él―. Ven a tomar té esta tarde.
Suspiró―. Rachel, no puedo, mi papá -
―... tiene a Finn ―lo interrumpió―. Puede arreglárselas sin ti por una tarde. Te daré pastel ―añadió, moviendo las pestañas y sonriéndole―. Por favor, Kurt. Te he extrañado estas últimas semanas.
Bajando la cabeza, sonrió, luego asintió vacilante―. Muy bien. También te he extrañado, Rachel ―admitió―. Tengo que hablar con mi padre, pero si puede prescindir de mi hoy, iré.
―Maravilloso ―exclamó, apretándole la mano y saltando un poco sobre sus pies―. ¡Estoy deseando verte más adelante!
La miró alejarse, sacudió la cabeza a su espalda. Ella había sido así desde que eran niños, pero él la quería por eso.
Kurt nunca usaba la puerta principal en la finca Berry.
Su madre se había ido hace años, pero la mayoría de la servidumbre todavía la recordaba, y conocían a su hijo. Había estado entrando a esta casa por la cocina desde que tenía algunos meses y eso es lo que hizo hoy también. La cocinera lo conocía, siempre tenía una sonrisa y a veces a pedazo sobrante de pasta para él.
Hoy, únicamente se detuvo a hablar con ella por algunos minutos, luego procedió a la parte principal de la casa y todo el camino a la pequeña biblioteca donde Rachel siempre tomaba su té en esta época del año cuando hacía frío afuera.
No llamó a la puerta, nunca lo hacía, siempre habían sido únicamente Rachel y él quienes hacían uso de la pequeña biblioteca. Usualmente, él estaba ahí antes que ella y se preparaba para pasar al menos hora y media admirando los viejos libros, quizás escoger uno para pedir prestado como lo había hecho en ocasiones.
Pero cuando empujó la pesada puerta, fue recibido con la presencia no sólo de su mejor amiga, sino además de la señorita Santana, Puck, y, de todas las personas, Finn. Se detuvo en seco, boquiabierto.
―¿Qué están haciendo todos aquí? ―preguntó, ligeramente atónito. Esto nunca antes había pasado.
Rachel dio un paso, la expresión seria―. Kurt ―dijo―. Yo los cité.
―Pero, ¿por qué? ―Sabía que tenía la mirada fija, pero no podía evitarlo, la clavó en el suelo en su intento de dar sentido a Finn en la biblioteca de Rachel. Tanto él como Puck se veían más que un poco fuera de lugar aquí―. ¿Finn? ―preguntó―. ¿Qué estás...? - Y Puck - ¡No entiendo!
―Queremos ayudar ―Finn dijo, como si eso explicara todo.
―¿Ayudar con qué? ―Kurt sacudió la cabeza―. ¿Rachel? ―preguntó―. Esto fue tu idea, ¿verdad? Por favor explícate.
―Sí, todavía no estoy muy seguro de lo que estoy haciendo aquí ―Puck se unió―. Pensé que quizás necesitabas que golpeara a alguien por ti. Vi lo que Karofsky te hizo el otro día. ―Se encogió de hombros de manera tan casual, pero sus ojos mostraban preocupación―. Puedo ocuparme de él por ti, si tú quieres.
―No, gracias ―Kurt dijo, no muy seguro de cómo reaccionar a esa oferta.
―Estamos aquí porque últimamente has estado pasando momentos difíciles, y queremos hacerte saber que lo vemos ―Rachel explicó.
―Has estado bastante deprimente como para estar alrededor ―Santana dio su opinión―. Como un cachorro triste. Todo eso es muy desagradable.
―Estoy bien ―Kurt les prometió.
Rachel le dio una mirada triste―. Kurt, te quiero ―dijo―. Y te conozco de toda la vida. Sé que no estás bien. Es inútil mentirme. No tienes que ser valiente por nosotros. Somos tus amigos.
Kurt levantó una ceja a Santana, que le devolvió la mirada, encogiéndose de hombros y rodando los ojos como diciendo, qué demonios, bien podrían saberlo después de todos estos años. Bien. Asumía que podían llamarse amigos - un amigo cercano de Rachel, ella siempre había estado ahí desde niños, y él la respetaba. Respetaba el hecho de que a pesar de haber nacido en una noble vida, podía beber más que los chicos bajo la mesa y sabía malas palabras que hacían sonrojar incluso a Puck. Si estaba interesada en todos hombres, que casi iba a tratar de hacer de casamentera para dos de ellos, sólo para enseñar una lección a Puck.
―Pero de verdad estoy bien ―repitió―. Estoy realmente conmovido de que fueran a meterse en todo este problema por mí. Pero no hay nada malo.
―En realidad, te trajimos aquí porque tenemos una idea ―Rachel le dijo―. Hay algo que queremos hacer por ti.
―¿Oh? ―Kurt le dio una mirada inquisitiva, sintiéndose un poco incómodo―. Es amable de tu parte, pero no hay necesidad -
―Estás siendo infeliz ―Finn intervino―. Todos lo sabemos. Y nos sentimos mal de que no haya más que podamos hacer para protegerte de los hostigadores en el pueblo.
―Ellos son mi problema, no de ustedes, no espero que - ―Kurt comenzó.
―La reina enana aquí, quiere llevarte al baile real en tres meses como su cita ―Santana lo interrumpió, lanzando un suspiro de impaciencia―. Ya está. Ahora lo sabe. ¿Puedo irme ahora? Estoy esperando una vista.
―Brittany esperará cinco minutos si no estás ahí ―Rachel le recordó, luego ser giró hacia Kurt, que sólo se le quedó mirando con la boca abierta―. ¿Qué dices?
―... Rachel -
―Todos vamos a ayudar ―Finn le dijo―. Me aseguraré de que tu padre vaya a la taberna conmigo esa noche para que no note tu ausencia.
―Yo seré tu cita ―Rachel continuó explicando.
―Y cuando sea que estés libre en las próximas semanas, Brittany y yo te daremos lecciones de baile ―Santana dijo.
Puck lanzó su mano al aire, las cejas levantadas mientras sus ojos escaneaban la habitación―. Oigan. ¿Cuál es mi trabajo?
Santana se encogió de hombros―. Contén a la gente en el pueblo de atacar su linda cara entre ahora y el baile; no puede aparecer con un ojo morado.
―Oh. ―Se vio un poco ofendido―. Por supuesto que haré eso. De cualquier manera lo hago todo el tiempo. ―Sus ojos escanearon la habitación, con las cejas arqueadas expectante―. ¿Qué, no confían en mí para nada más?
Santana se interesó mucho en estudiar sus uñas, Rachel se aclaró la garganta, Finn parecía haber encontrado algo muy interesante en el techo. Puck simplemente seguía esperando, el silencio se extendió un poco incómodo - Kurt recordaba vívidamente la vez que Puck los había llevado a Finn y él al mercado en el próximo pueblo y luego los abandonó allí, desapareciendo con el carro para llevar a algunas chicas a un día de campo. Puck tenía buenas intenciones, pero se distraía muy fácilmente.
―Aprecio tu ayuda, Puck, y te lo agradezco ―Kurt se apresuró a decir―. Se los agradezco a todos. Pero no es necesario. Nada de esto. No puedo - ―suspiró, encontrando la mirada de Rachel―. Saben que no puedo ir al baile. No soy de cuna noble.
―Mantendremos eso como nuestro pequeño secreto. ―Rachel guiñó, le sonrió―. Simplemente espera. En tres meses a partir de ahora, serás mi cita. Y tendremos una noche maravillosa.
Kurt suspiró, y negó con la cabeza. Sabía que simplemente querían ayudar. Pero esto nunca funcionaría, por mucho que lo quisiera. La idea de ir al baile – sonaba como un sueño hecho realidad. Sonaba demasiado bien. No había manera de que pudieran sacar esto adelante. Bueno, al menos tenía tres meses para convencerlos de que esto era una tontería
El enlace para el fanart está en el summary.
Por cierto, esta historia está planeada para ser un especial de siete días seguidos, espero poder lograrlo.
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