Los personajes así como todo lo relacionado a Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Algunos personajes nuevos pertenecen a la autora.
¡Gracias por leer!
Prólogo.
La lluvia golpeaba contra la ventana, de vez en cuando se oía un trueno a la distancia. El cielo estaba nublado, era imposible ver las estrellas, tan solo se veían las nubes grises. Pasaban ya de las once de la noche y Hermione Granger se encontraba recostada en su cama, tratando de concentrarse en el libro que estaba leyendo. Pero no podía, después de la noticia que le había dado el director del instituto en el que trabajaba (desde hacía poco más de cinco años). Habían inaugurado un nuevo instituto en Londres y ella había sido trasferida y ahora tendría que mudarse nuevamente a Londres para ocupar su cargo de profesora de Literatura y Matemáticas.
—¿Por qué? Cuando ya estaba bien aquí, ¿por qué tengo que volver? —se preguntó en voz alta, dejando escapar un suspiro de frustración.
Hacía poco más de seis años que había llegado a Australia, escapando de la decepción amorosa que había sufrido. Y una vez más el recuerdo se le vino a la mente...
Una castaña estaba sentada en una cafetería esperando a que llegara su mejor amiga y cuñada Ginny Weasley. Ginny era un año menor que Hermione, sin embargo, Ginny estaba casada con Harry Potter el mejor amigo de Hermione y también mejor amigo del novio de Hermione, Ron Weasley. Ginny y Harry ya tenían dos años de casados y tenían un niño de un año y medio, el pequeño James Sirius. Se habían casado cuando Ginny cumplió los 19 años y Harry tenía 20. Hermione volteó hacia la entrada de la cafetería y por ella vio entrar a la pelirroja con el pequeño pelinegro en brazos.
—¡Disculpa Hermione! —se disculpó Ginny sentándose frente a la castaña —Pero el pequeño James...
—No te preocupes Gin —dijo Hermione sonriendo —¡Hola, James!
El pequeño sonrió a modo de respuesta.
—¿Cómo estás Ginny? —preguntó, luego, Hermione.
—Bien, gracias. Aunque James es muy travieso —dijo Ginny mirando al pequeño que se movía de un lado al otro —. Y tú, ¿cómo has estado?
—Muy bien, ahora que ya terminé la carrera de literatura me tomaré unas vacaciones antes de inscribirme a la facultad.
—A mí me gustaría estudiar comunicación —dijo Ginny —. Ahora que James ha crecido, mamá se ha ofrecido a cuidarlo, pero... —Ginny se calló.
—¿Pasa algo, Ginny? —preguntó Hermione, comenzando a preocuparse.
—No, nada malo —se apresuró a decir Ginny, nerviosa —. Pero... creo que... estoy embarazada.
—¿En serio, Gin? —Hermione sonrió.
—Sí, aún no estoy segura. Tengo dos meses de retraso y he tenido mareos y ascos —dijo Ginny sonriendo.
—¿Le has dicho a Harry?
—No. Quiero estar segura primero —Ginny miró a su pequeño, que se había entretenido con una pequeña pelota —, pero sería maravilloso tener otro bebé. Por cierto, Harry nos alcanzará aquí.
—Sí, sería grandioso —dijo Hermione sonriente.
—¿Qué sería grandioso? —se escuchó una voz detrás de ellas.
—Que por fin llegaras —contestó Hermione al joven que había llegado —¿Cómo estás Harry?
—Excelente —dijo Harry —¿Y tú como vas?
—Muy bien —contestó Hermione alegremente.
—Hola, amor —saludó Harry a Ginny, besándola.
—Hola cariño. Te estábamos esperando.
—¡Hola, pequeño! —dijo Harry cargando a su hijo.
El niño sonrió y su padre le alboroto más el cabello, si es que se podía. El pequeño había heredado la maldición Potter del cabello indomable y de un negro azabache, pero los ojos eran café, como los de su madre.
—¿Nos vamos? –preguntó la pelirroja levantándose.
Media hora después se encontraban subiendo por el ascensor del edificio donde vivía Ron. Iban riendo muy alegremente, las puertas del ascensor se abrieron y los tres, junto al pequeño, salieron, pero al salir la sonrisa se les borró del rostro. Ahí, en la puerta del departamento de Ron se encontraba el chico besándose con su ex novia Lavander Brown. Ron la apartó y volteó a ver hacia donde se encontraba su novia, hermana y mejor amigo.
—¡Hermione! Espera, esto no es lo que crees –intentó explicarse el pelirrojo.
—No hacen falta las palabras Ronald Weasley. Ya lo he visto —dijo Hermione con lágrimas en los ojos y la mirada cargada de dolor y decepción.
—Si ya lo viste, ¿qué esperas para irte? —preguntó Lavander con una sonrisa de satisfacción en la cara.
—¡Cállate Lavander, la que tiene que irse eres tú! –gritó Ron. Pero Hermione se encontraba ya nuevamente en el ascensor —¡Hermione, espera, por favor!
—¡Tú y yo terminamos, Ronald Weasley! —gritó Hermione antes de cerrarse las puertas.
—¿Cómo pudiste Ron? —dijo Harry decepcionado y enojado.
—¡Eres un idiota, Ronald! —gritó Ginny mirando furiosa a su hermano. El pequeño se asustó al ver a su madre gritar y se abrazó a la pierna de su padre.
—¡No es lo que parece! —gritó el pelirrojo dejando caer unas lágrimas —¡Lárgate Lavander, no te quiero volver a ver!
Dicho esto, el pelirrojo bajó corriendo las escaleras, ya que el ascensor no abría. Bajó lo más rápido que pudo hasta llegar al recibidor del edificio. Salió corriendo, pero ya no había rastro de Hermione.
Mientras tanto la castaña había subido a su auto y había conducido hasta casa de sus padres. Con lágrimas en los ojos les había explicado lo que había sucedido. Después Hermione se había desmayado, días después descubrió que tenía poco más de un mes de embarazo. Ron la había buscado y llamado por teléfono, pero Hermione lo rechazaba. Así que al día siguiente de saberse embarazada, vendió el departamento en el que vivía. Tomó el primer vuelo hacia Australia. Sus padres tenían una casa en Australia y viviría ahí. Se despidió de sus padres y se marchó de Londres.
Desde entonces había vivido en Australia. Seguramente ahora Ron estaba casado con Lavander o con alguien más y había formado una familia. Se limpió las lágrimas que había dejado salir, porque a pesar de todo seguía amando a Ronald Weasley. Salió de su ensimismamiento cuando escuchó unos leves golpes en la puerta de su habitación. La puerta se abrió y por ella se asomó una pequeña pelirroja de cinco años. Su cabello era ondulado y rojo; y sus ojos eran de un azul profundo, iguales a los de su padre, pensó la castaña.
—¿Mami? —preguntó la niña entrando a la habitación.
— ¿Qué sucede cariño? —preguntó Hermione dejando el libro sobre su mesita de noche.
—Tengo miedo, mami —dijo la pequeña aferrando un oso de peluche entre sus brazos —¿Puedo dormir contigo?
—Claro que sí, Rosie —aceptó Hermione sonriendo tiernamente a su hija —. Ven aquí, cariño.
La niña caminó hasta la cama y alzó los brazos para que su madre la cargara. Hermione levantó a su hija y la acostó a su lado.
—¿Toby también puede dormir aquí? —preguntó Rose señalando al oso.
—Toby también puede dormir aquí, ¿pero por qué tenías miedo, Rosie? —preguntó la castaña acariciando el cabello de su hija.
—Me despertó un trueno y me dio miedo —explicó la niña.
—Tranquila, mi amor. ¿Quieres que te lea un cuento? —preguntó Hermione sonriendo.
—No mami, sólo quiero que me abraces —pidió la pequeña acurrucándose junto a su madre.
—Está bien —Hermione apagó la lámpara y abrazó a su pequeña hija.
—Buenas noches, mami —dijo la pequeña dándole un beso en la mejilla a su madre —. Te amo, mami.
—Buenas noches, cielo —dijo Hermione viendo cerrarse los ojos de su hija, le dio un beso en la frente —. Yo también te amo, Rose. Eres mi vida y no sé qué haría sin ti.
