Un extraño amor
Prologo
Cuando la soledad se vuelve nuestra compañera inseparable y los sentimientos nos son esquivos, optamos por hacernos reservados y celosos de nuestro propio espacio y a pesar de poder compartir con otros nuestro camino, nos negamos a entregar nuestros afectos por temor a ser heridos.
Tal es la historia de esta jovencita que a muy corta edad asumió que su vida era un constante sin fin de ausencias… un eterno ir y venir entre conocidos y desconocidos… hasta Que un día…como por arte de magia apareció en su vida una persona muy especial que poco a poco fue llenando esos vacíos con su sola presencia y su constante compañía… un joven que a pesar de su humilde condición complemento su vida en todo momento y lugar…
Una historia tan poco común y a la vez llena de esperanzas, que lleva a estos jóvenes a transitar por la vida tomados de la mano y unidos en el etéreo ámbito donde las almas se reconocen y se complementan.
Capitulo 1
Momentos de soledad
Como cada mañana desde que tiene uso de razón, Candy se encuentra sola en la enorme casa paterna, rodeada de personas que con el correr del tiempo, se han convertido en su familia: empleados que han compartido con ella mas tiempo que sus propios padres, los cuales por razones de trabajo y placer pasaban mas tiempo de viaje que con su propia hija.
Su única compañera… su nana, a la que ella llamaba de cariño "mi dulce Nany".
Esta jovencita estaba a cargo de Nany desde que tenía 2 años; esta dulce mujer se hizo cargo de la niña como si fuese su propia hija, le daba pena ver como la criatura crecía sola, sin el abrigo y el amor de una madre.
La señora Pony, era la nana de Candy; a pesar de que ella tenía también un hijo, no descuidaba a ninguno de los dos. Pacientemente educaba a su hijo para convertirlo en un hombre de bien y a la vez se hacia cargo de la educación de la niña a la que quería como suya.
La señora Pony recibía a diario, instrucciones de cómo debía tratar a la niña, de lo que su mamá esperaba que la niña aprendiera; le había designado una severa institutriz que debía enseñarle las reglas de la alta sociedad en la que un día Candy debía desenvolverse.
Candy se revelaba ante estas normas que le eran impuestas por su institutriz, y su Nany la apoyaba en sus decisiones, con el paso de los años Candy se convirtió en una jovencita independiente, había terminado sus estudios secundarios y ahora se aventuraba a una carrera universitaria, que la llenaría por completo.
Contrario a lo que su madre pretendía, ella no quiso estudiar abogacía, ni medicina… su vocación por ayudar a los demás, la llevó a estudiar psicología.
Su dulce Nany la había apoyado en esa causa y entre ambas habían convencido a los padres de Candy a que la dejaran estudiar lo que ella quería.
Su natural manera de ser llevó a Candy a vivir sola: usaba un departamento que era propiedad de sus padres y había dejado la casa paterna, para tristeza de su Nany que pasaba sus días esperando a que ella regresara para así poder cuidar de su niña.
Nany dividía su tiempo entre Candy y su amado hijo Albert, al cual le había brindado la mejor educación que sus recursos económicos le permitieron.
Albert, era un joven de unos 26 años, próximo a recibirse de abogado. Tenía los mejores promedios en su carrera, y disfrutaba de ella y su trabajo.
Había comenzado hacia un par de años a desempeñarse como ayudante en un prestigioso bufete de abogados reconocidos. Su capacidad en esto lo había llevado a ser prácticamente una parte importante del grupo y todos esperaban a que obtuviera su título para presentarlo como el abogado más joven y capacitado.
Candy, a pesar de los años que llevaba conviviendo con Nany, no sabía que ésta tuviera un hijo. No era porque a ella no le interesase la vida de su querida Nany, solo que la señora Pony era muy reservada con respecto a su vida personal.
La vida social de Candy se desarrollaba entre sus compañeras de universidad y conocidos de los lugares que frecuentaba. No era muy adicta a las salidas, pero sus amigas la convencían que debía salir un poco más para conocer gente de su edad.
Era una jovencita muy hermosa: cabellos de color rubio rojizos, con enormes ojos color esmeralda, enmarcados por tupidas pestañas oscuras que contrastaba y realzaba la vivacidad de su mirada.
Su cuerpo era armónico, de una estatura promedio, cintura estrecha y busto firme y de tamaño acorde a su estructura, parecía en su conjunto una diosa reencarnada que posaba sus pies en esta tierra, todo esto combinado a su gran personalidad, espontánea y divertida, que ocultaba en su interior el dolor de la soledad y el rechazo.
- Vamos Candy, esta noche saldremos a tomar algo y a bailar con los chicos del club- le decía Annie, una de sus mejores amigas.
- Si Candy, por favor, todas iremos a festejar este hermoso comienzo de primavera, no puedes faltar- alegaba Patty, su otra mejor amiga.
- Está bien, iré, pero antes debo ir a hablar con mi Nany, ya que hoy me quedaré en casa de mis padres. Ellos llamarán para saber de mi y no quiero comprometer a Nany- concluía Candy
- Está bien, pasaremos por ti a tu departamento, te parece bien a las 11pm
- Ok, a esa hora estaré esperándolas, pero esta vez sean puntuales si?
- Lo intentaremos- reían sus amigas
- Bueno, ahora iré a mi casa para estar con mi Nany… la extraño muchísimo, jaja, pobre me aguanta todo- ríe ella
- Ya lo creo. Ojalá mi madre aguantara tanto, jaja-comentaba Patty
- Si- aseguraba Annie- mi madre no tolera ni mi carácter, jajá
- Basta de charla y más acción… Todavía hay mucho que hacer antes de la noche; nos vemos niñas, pórtense bien- saludaba Candy
- Adiós amiga, nos vemos más tarde, bye- saludaron las chicas antes de salir.
Candy se dirigía a la casa de sus padres, donde Nany la esperaba para poder compartir con ella esas pocas horas que su niña le brindaba.
No la culpaba por no querer permanecer allí. Toda su vida la había pasado en esa enorme casa sola, ella no tenía amigas, las de ahora eran las que había conocido en la universidad, y se habían convertido prácticamente en hermanas de su niña.
Por otro lado, Albert había decidido visitar de sorpresa a su madre. Hacía un tiempo que no la veía, ya que por razones de estudio y trabajo él estaba viviendo en un departamento cercano a su trabajo.
Era un joven de gran porte, de ojos azul cielo, cabello color oro, con un rostro de dios griego que hacía suspirar a más de una; de contextura atlética, de aproximadamente 1,90 m de estatura y muy atractivo.
Había decidido desde muy chico que quería vivir solo. La señora Pony no se había opuesto a esta decisión, ya que su hijo poseía un carácter especial y siempre obtenía lo que se proponía; gracias a esto Nany había podido dedicarle más tiempo a su niña.
Este día se presentaba como uno más; sin embargo, estaría lleno de sorpresas. La primera era que Candy pasaría varios días en la mansión con la señora Pony, la segunda es que conocería a alguien que cambiaría su vida de una extraña manera.
-Nany, estás allí?- gritaba Candy mientras caminaba por la casa.
-Hija… Que sorpresa más agradable, vienes a buscar algo…o te quedarás con tu vieja nana unos días?- preguntaba suplicante Nany
-Nany, eres una chantajista, lo sabías?-reía Candy- pero para tu información … si, vine a quedarme unos días contigo, mi linda nana-y la abrazaba fuerte
-Que alegría mi niña; ve a darte una ducha y a ponerte cómoda, mientras te preparo algo rico para que comas- hablaba cariñosamente la señora Pony
-Está bien, pero no prepares como para alimentar a un elefante Nany; sabes que no como mucho-
-Lo sé mi niña, por eso estás tan delgada; quien sabe como te alimentas en tu departamento-
-No empieces Nany, por fis; como lo que mi cuerpo necesita y nada más
-Está bien!... No insistiré en eso, pero mientras estés aquí comerás lo que yo te de, de acuerdo?
-De acuerdo; pero ahora me daré un baño y luego estaré contigo, si?
-Si mi ángel; te espero en la cocina.
-Gracias Nany… no sabes como te extraño… Es lo único de esta casa que extraño de verdad.
-Yo también mi amor; esta casa está tan vacía sin ti.
-Espérame entonces Nany en la cocina, que por este fin de semana me tendrás que soportar todo el día, jaja
-Anda!, ve pronto así comes algo
Candy entró a su antigua habitación y preparó la tina con esencias de rosas y lavanda y se sumergió allí, cerrando sus ojos para poder relajarse y descansar.
Mientras que, en la cocina, la señora Pony preparaba algo de comer para su niña: le tenía un batido de banana y dulce, algunos bocaditos nutritivos y un jugo natural de naranja. Como siempre, vigilaba que su niña se alimentara bien y así la esperaba pacientemente ya que sabía que cuando Candy entraba en la tina, lo más seguro era que se durmiera allí.
En ese momento, alguien golpeaba a la puerta. La señora Pony, se dirigió a atender y cual fue su sorpresa al encontrarse con su adorado hijo que había decidido visitarla de sorpresa.
-Hijo!, hijo!, que sorpresa- decía Nany muy emocionada
-Mamá!, como te extrañaba- y la abrazaba fuertemente
-mi amor… porque no me avisaste que vendrías, te habría preparado algo para recibirte-
-Mi intención era sorprenderte mamá. Hace tanto que no te veo que necesitaba esto.
-Oh, hijo, que feliz estoy, me hacías tanta falta-
- Y tú a mi, mamá. Hablar por teléfono no es lo mismo que poder abrazarte, mi linda viejita- decía Albert emocionado.
-Lo se mi amor, lo se… estoy tan feliz que voy a llorar.
-No mamá, por favor, que harás que me ponga mal.
-No hijo… no me hagas caso, es que me estoy poniendo vieja, jaja, eso es todo.
-Por favor madre, no digas eso. Tú siempre serás igual para mí.
Nany estaba tan emocionada con la visita de Albert, que se olvidó por un momento de que Candy bajaría a merendar con ella.
Mientras tanto Candy, en su dormitorio había terminado su relajante baño y se disponía a bajar para estar con su Nany. Como era su costumbre cuando se encontraba en su casa sola con la señora Pony, Candy solo se había puesto unas bragas de encaje y una camisolita que apenas cubría sus glúteos.
Acostumbradas a estar solas los días sábado por la tarde, ella se puso cómoda para disfrutar con la señora Pony una película, mientras degustaban lo que había preparado. Pero cuando Candy entró a la cocina como un tornado, lo cual era su costumbre…,se encontró con unos ojos azules que la miraban con asombro y admiración… Inmediatamente los colores subieron al rostro de la jovencita que no hallaba donde meterse; por bajar atolondrada como siempre, no se había percatado que Nany conversaba con alguien.
Albert no salía de su asombro: ante él había aparecido un ángel, con escasa ropa, y sus ojos no pudieron detenerse en el rostro de la joven, sino que viajaron libremente por su escultural cuerpo.
Nany se sentía culpable por no haber avisado a su niña que tenía visitas, pero es que estaba tan entusiasmada con ver a su hijo que había olvidado que Candy estaba dándose un baño.
Candy reaccionó de manera imprevista, pidió disculpas y se retiro muy abochornada a su habitación y se colocó un short y una remera sin mangas y volvió a bajar… esta vez con más calma y tratando de que no se notara su turbación por la presencia de ese príncipe que encontró en la cocina.
La señora Pony aprovechó para comentarle a Albert, que el huracán que había aparecido en la cocina de manera intempestiva era la niña que ella siempre le comentaba, la dulce niña que cuidaba desde hacía tanto tiempo.
El sonreía recordando la imagen tan sensual de esa jovencita que salió de la nada de manera estrepitosa, la escasa ropa que traía y esa sensación de calor que recorrió su cuerpo en cuanto sus miradas se cruzaron.
