Un nuevo fic, un gran fic.
El expreso de Hogwarts
Cuando los comienzos de cómo he terminado aquí vienen a mi mente, no puedo olvidar el día que llegó mi carta. Todos los Pettigrew habían asistido a Hogwarts, una estirpe de magos de sangre limpia que por generaciones se había mantenido integra bajo la unión de la magia, más sin embargo la unión de mis padres no fue del todo bendecida.
Mi padre era el último del linaje, y a pesar de que se casó con una maga, mi madre no fue muy bien vista dado que ella era la primera bruja nacida de una familia de muggles. El revuelo fue grande, pero mis abuelos paternos tuvieron que terminar por aceptar esta unión. Cuando nací solo para mis padres fui objeto de alegría, aunque el gusto no duró les tanto como me hubiese gustado en un inicio.
Generalmente un bebé mago comienza a despedir cierto poder inconscientemente, pero yo había llegado a los cinco años sin mostrar la más leve pizca. La preocupación de que hubiese nacido Squib se apoderó de mi padre, quien como mago de sangre limpia esperaba que tuviese magia. Y aunque mi madre no le daba tanta importancia, tanto ella como él casi rompieron en lágrimas cuando poco antes de cumplir los seis años, en un berrinche incendié parte de la alfombra de la casa incidentalmente sin siquiera tocarla.
Ya no había dudas de que fuese un mago, pero la duda estaba si era lo suficientemente bueno como para estudiar en el prestigioso colegio de Hogwarts donde mi padre envió una solicitud a mi nombre desde ese entonces. Más la carta llegó cuando tenía diez años.
Entonces, el tiempo transcurrió, y de pronto me encontraba en una estación en Londres viendo ir y venir a cientos de muggles. De niño siempre fui bajo de estatura y algo gordito, y es que me fascinaban las golosinas, quizá comer era lo que mejor podía hacer ya que no me gustaba mucho jugar, no me divertía estando solo y siempre estaba solo. Mis padres fueron muy estrictos conmigo inculcándome el valor de la sangre limpia y el honor de los magos, por lo que no me juntaba mucho con los niños que vivían en mi pueblo, ya que la mayoría de ellos eran Squibs, medias sangres, y alguno que otro muggle. Ahora que lo pienso mejor, creo que yo debí de ser el único niño sangre pura que vivía donde pasé mi niñez.
Tanta soledad hace que uno sea huraño, desconfiado y asustadizo, y por no decir de menos, blanco de burlas y castigos. Mi cabello rojo castaño me hizo ganarme muchos nombres como "cabeza de escoba", "jerga humana", por mencionar los menos crueles como "pelota de estambre". El hecho de asistir a un colegio lejos de la protección de mis padres rodeado de otros niños me horrorizaba de sobre manera. No me importaba si algunos eran como yo sangres limpias, sencillamente tenía miedo solo de asomar la cara por la puerta de mi casa. Pero era tarde ahora.
—Peter. Espero que no me defraudes. Quiero saber que pondrás empeño en tus lecciones y estarás lejos de problemas portándote bien, se un buen niño— Fue la forma en que mi madre me despidió dándome un beso en la mejilla.
—Lo haré mamá, gracias —le dije sin poder evitar sollozar.
Mi padre me acercó un pañuelo viendo hacia los lados, como esperando que ninguno de sus amigos, o los hijos de estos me viesen llorar. Se inclinó, puso su mano sobre mi hombro y me dijo:
—Hazlo bien muchacho. Envíame una lechuza en cuanto puedas. Se que Ravenclaw te deparará un excelente futuro.
Ravenclaw. Sentí un revoltijo en el estómago en cuanto mis padres se marcharon y empujé el carrito de mi maleta con ayuda de un niño dentro del tren. Muchos familiares por parte de mi padre estudiaron en Hogwarts, siendo más precisos en Ravenclaw. Yo no me sentía tan inteligente como mi padre que trabajaba en el departamento de control de la red flu, o mi madre como sanadora en el hospital San Mungo. Por lo que me habían explicado sobre la forma en que Hogwarts se organizaba, sería una suerte si terminaba en Hufflepuff.
No había reparado mucho en el niño que se ofreció a ayudarme con mi maleta hasta que terminé en un compartimiento con él. Era flacucho y ojeroso, su cabello castaño lucía un poco despeinado y su mirada se perdía en la ventana. Al notar que lo mirada, volteó a mirarme.
—Hola, no te importa que esté contigo¿verdad?
Negué con la cabeza sin decir una palabra. No estaba muy acostumbrado a tratar a la gente que no fuera de mi familia, además tantos años de burlas me hacían muy desconfiado y temeroso de los otros. Aunque ese niño no parecía tener intenciones de molestarme, tampoco parecía tenerlas de hablar mucho. Pero a pesar de ello, hizo al menos el intento de parecer sociable a diferencia de mí.
—Mi nombre es Remus.
—Yo… Pe, Peter. —Tartamudeé.
—¿Estás nervioso?
Asentí con la cabeza. Pareció comprensiva la forma en que me vio.
—Yo estoy aterrado. Han pasado años desde la última vez que salí de mi casa. Ir a vivir a un colegio es quizá lo más aterrador que me haya ocurrido.
No sé por qué, pero me puse feliz de escuchar eso, sentí que me identifiqué con él.
—Yo, yo también. No suelo salir mucho de casa. —Me aventuré a decirle.
—¿Y eso?
—Pu… pues. Mis papás solo quieren que me junte con magos de sangre limpia y bueno… creo que soy, era el único niño mago por donde vivía.
Me miró un tanto ceñudo, no me gustó su mirada, era como si viera algo desagradable, me recordó la forma en que los niños solían verme en mi pueblo. Desvié la mirada temeroso y terminé por hundirme en el sillón.
—Yo no soy un… "sangre limpia". De hecho mi madre es muggle.
—Ah… sí. Mi madre es bruja, pero hija de muggles.
Me atreví a levantar la mirada, pero él ya no me miraba, sino que de nuevo se perdió a través de la ventanilla. Permaneció así por unos quince minutos, por lo que me sobresalté cuando me habló de pronto.
—¿Será cierto que Hogwarts es tan seguro como lo es el banco Gringotts?
—No lo sé.
—Espero que así sea. No quisiera que alguien se lastimara por… —volteó a mirarme muy a prisa, fuese lo que me iba a decir debía de ser muy delicado por la forma en que reaccionó—… olvídalo.
—¿Qué podría lastimarnos?
No me contestó, de nuevo su mirada se clavó en los bellos paisajes que se podían observar a través de la ventanilla.
Fuertes barullos se escucharon de pronto desde el pasillo. Volteé un tanto nervioso, incluso Remus se levantó viendo hacia la puerta algo sobresaltado, temía que se hubiera enojado por que interrumpieran su concentración y se desquitara conmigo. Se acercó a la puerta indagando y me advirtió.
—Creo que hay pelea. ¿No quieres venir, Peter?
Incómodo y nervioso por que alguien me invitara a participar en algo, me levanté y a su lado salí del compartimiento.
Varios chicos de nuestra edad estaban reunidos alrededor de cuatro niños. Uno de ellos era tan flacucho como Remus, pero definitivamente no se parecía a él, ya que era rubio de ojos azules, algunas niñas lo miraban con interés; se encontraba al lado de un niño ojeroso y pálido de cabello oscuro y grasiento, hasta eso creo que mi cabello lucía mejor que el de él; a un lado de este había un chico de un porte tan formal como el rubio, pero este tenía el cabello oscuro y era el más alto de los tres. Los tres hablaban bruscamente con un niño de cabello oscuro azabache y gafas.
—¡No nos engañas! —Reclamaba el niño pálido de pelo grasiento—. Tú fuiste el cretino que puso la bomba fétida en nuestro compartimiento.
—Ya te dije que solo era una broma, para romper el hielo.
—Lo que se romperá será tu cara —amenazó el otro chico de cabello negro.
—Ya les pedí unas disculpas —explicaba el niño de gafas que no parecía tan preocupado, a pesar que miraba el crujir de los nudillos del que lo amenazó.
—Me a puesto a que eres un Potter —murmuró el rubio.
El niño de gafas pareció sorprendido, y antes de que comenzara a formular un "cómo", el otro se le adelantó.
—Mi padre me contó algo sobre tu familia. Son una familia mágica traidores a la sangre. No se comportan como debieran, parecen todos unos sangres sucias.
El niño de cabello grasiento pareció incómodo por las palabras de su compañero. La verdad es que me escandalicé cuando escuché sus palabras. A pesar que mi padre se enorgullecía de ser un "sangre limpia", consideraba despreciable el término "sangre sucia" por mamá y por mí.
—Parece que sabes mucho de mí —dijo el niño de gafas que a diferencia de todos los presentes, pareció tomarse con humor la ofensa—. Y yo que no sé nada de ustedes —dijo sintiéndose fingida y sarcásticamente avergonzado
—Me llamo Severus y soy el hijo de Eileen Prince —dijo con orgullo el de cabello grasoso.
—Yo soy Malfoy, Lucius Malfoy —se presentó el rubio, luego señaló el chico de cabello negro—. Y el es Black.
—Un placer conocerlos a todos, y yo que dejé mi libreta de autógrafos en casa —contestó con sarcasmo el chico Potter.
Black ahogó una leve risa sin dejar de observar ceñudo a Potter, pero ni a Lucius o a Severus pareció divertirles el comportamiento de Potter. Miraba la escena asustado, después miré a Remus, pero él no parecía importarle la discusión, su vista estaba clavada entre un grupo de niños de otro compartimiento, o mejor dicho en una niña pelirroja de ojos verdes que miraba tan asustada como yo la escena.
—Está claro que por la pureza de nuestra sangre, todos perteneceremos a Slytherin —dijo Lucius con orgullo—, bueno, quizá menos Snape.
No hubiese sabido a quien se refería con ese tal Snape, de no ser por que Severus volteó amenazadoramente hacia Lucius como recriminándole algo, aunque no comprendí. Ya había escuchado algo sobre la familia de Eileen Prince por boca de mis padres, y por lo que sabía, todos eran sangres limpias si es a eso a lo que se refería Lucius.
—Así que mantente al margen de nosotros, si quieres evitar problemas —Lo amenazó Snape recobrando su aire de superioridad.
—No fastidies cabeza de trapeador. No creo de todas maneras que termine en un sitio tan aburrido como Slytherin.
—Estás advertido —gruñó Black.
Se daban la vuelta para retirarse. Suspiré agradecido que la confrontación terminara, pero Potter pareció no contenerse el decirle algo a Black.
—Amenázame todo lo que quieras, cobarde. Los perros que ladran no muerden.
¡Brinqué hacia atrás aferrándome de la túnica de Remus! No fui el único que reaccionó de forma parecida. Potter estaba en el suelo con la gafas resbalando por su nariz, un hilillo de sangre se asomaba. Black, de pie frente a él crujía los nudillos de la mano con que lo golpeó.
—Tienes estilo, Potter. Hasta creo que lo de la bomba fétida fue divertido. Pero sigue el mismo consejo que suelo darle a mi hermano: No intentes pasarte de listo o haré que lo lamentes.
Black se retiró junto con Severus y Lucius que parecieron divertidos por el golpe que recibió Potter.
Casi arrastrándome, Remus se dirigió hacia Potter y lo ayudó a ponerse en pie. El resto de los chicos regresaban a sus compartimientos antes que un prefecto pareciese.
—Te llaman cobarde y es uno de ellos quien golpea a un chico con gafas —murmuró Remus con cansancio. Potter aceptó la ayuda, pero estaba riéndose.
—Todos son unos cobardes. Tres contra uno.
—Pero tú también los estuviste provocando, de hecho ese tal Black se ve que era el más rudo del grupo y lo tentaste.
Regresé con miedo al compartimiento dándole mentalmente la razón a Remus. Si Potter provocó a tres chicos sin duda era alguien que le gustaba buscar peleas, y lo último que quería era que decidiera practicar conmigo, aunque de ser sincero sentí cierta admiración hacia él. Uno tiene que ser muy valiente para ponérsele al tú por tú a tres chicos, en especial a alguien como ese Black.
Remus entró después, y para mi mala suerte venía acompañado del chico Potter. Ambos se sentaron juntos de un lado mientras que yo quedé del otro sintiéndome de pronto tan pequeño.
—Mi nombre es Remus, y él es Peter.
—Hola chicos, me llamo James.
Su vista que estuvo un momento en las ojeras de Remus, se desvió hacia mí.
—Y qué cuentan. ¿Ya saben la casa a dónde irán?
—No realmente —contestó Remus mientras yo negaba nerviosamente la cabeza— Mi padre estuvo en Gryffindor, supongo que me tocará ahí con suerte.
—Supongo que también estaré ahí, toda mi familia ha terminado en Gryffindor. No creo que me manden a Slytherin con esos payasos, de terminar con ellos creo que me regresaría en el tren.
No mencioné nada. Continuaba con la mirada baja, pero James me obligó a mirarlo cuando después de un rato reparó en mí de nuevo.
—¿Y a ti te comieron la lengua los ratones?
—He…
—No he escuchado tu opinión.
Me sentí nervioso. Ni siquiera a mis padres les importaba mi opinión de algo, era raro que alguien me la pidiera.
—Bue… bueno. Gryffindor no estaría mal, creo que mejor que Slytherin. Pero, me gustaría ir a Ravenclaw como mi papá o mi abuelo.
James se encogió de hombros mientras que Remus regresó sin interés su mirada hacia la ventanilla.
—No es mala casa —convino James y Remus asintió—. Solo estaré feliz de no estar en la misma casa que "Quejicus", "Ricitos de oro" y su perro "Canuto".
Remus rió sin ver a James y yo también lo hice por lo motes que les puso a cada uno de los chicos del otro compartimiento, aunque de inmediato me preocupé bajo el temor de que me pusiera un mote a mí.
De pronto Remus dejó de reír y desvió la mirada al igual que yo al suelo apartándola de la ventanilla. Con curiosidad, James se asomó por la ventanilla para ver que fue lo que asustó a Remus, pero afuera solo estaba el bosque bajo la clara noche iluminada por la media luna que se miraba tan cerca como si pudiese ser agarrada de un extremo con la mano de solo estirarla.
—¿Y a ti que te pasa, niño lunático?
Remus bufó como si hiciese un esfuerzo por reír.
—¿Es que siempre tienes que burlarte de la gente? —Le recriminó aunque no parecía molesto, de hecho parecía divertido.
—Soy un comediante por naturaleza, un mal comediante —sonrió—. Si te fastidié, perdóname¿Está bien?
—Claro. No te preocupes. Creo que eso de Lunático me sienta bien —aclaró con amargura.
Pasaron todavía un par de horas. Mis temores iban disminuyendo conforme me reía de los chistes que hacía James. Era un muchacho agradable y divertido, incluso Remus que a pesar de ser bastante callado, su presencia resultaba confortante. Casi me había olvidado que en breve llegaríamos a Hogwarts. Hasta que lo recordé, volví a temblar.
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