San Petersburgo – Noches de Invierno

By Nikky Nikosa


Primera Noche


Y lo peor es que tal vez lo seguía amando, aunque cada vez sus encuentros se hacían más animales y violentos. Lo siguió amando, aunque cada vez más sentía que Viktor solo lo ocupaba por su ano, para profanarlo como se le diera la gana y luego de eyacular, dejarlo ahí, con un "estuvo bien cerdito", para volver a su vida, esa vida en la que él ya no parecía estar contemplado. Esa vida llena de apariencias en la que Viktor Nikiforov no era un maricón que saciaba sus deseos homosexuales junto a él. Esa vida en la que tenía una bella esposa esperándolo en la casa, dispuesta a recibir sus besos y abrazos, esos dados para aparentar, para que nadie supiera que le gustaba meterla por el ano, y a veces recibirla en el suyo propio. Pero no lo culpaba, estaban en Rusia de todos modos, y técnicamente, su relación nunca había pasado más allá que la de alumno-entrenador.

Sintió cuando Viktor salió de su cuerpo, dejando un hilillo de semen que salía de su culo para deslizarse por sus piernas.

―Bonita vista. ―Y acto seguido sintió una sonora palmada en una de sus nalgas, en alto aún por la posición de hace un rato.

Miró de reojo el cuerpo de su amante, el pene ya flácido, mientras su dueño se dirigía al baño, sin una palabra de por medio, sin una invitación a compartir la ducha; así era en los últimos tiempos, de todos modos.

Ya solo, Yuuri se tocó su anillo de carne, suponiendo que ya estaba un poco colorado, por el dolor urente que sentía. Hizo una mueca, seguía sensible luego de haber recibido tremendo falo en su interior. Respingó cuando accidentalmente rozó su propio pene, aún erecto, con la ropa de cama. Apretó los dientes al ver que nuevamente no había podido terminar. Quizás se debiera a que su cabeza estaba llena de pensamientos negativos durante el coito. Quizás desde que Viktor había comenzado a espaciar sus encuentros, para reemplazarlos por cenas benéficas a las que asistía con su esposa maniquí. O tal vez había sido desde que había dejado de sentir calidez en los besos, desde que sintió que ya no era amado. ¿Lo había sido alguna vez, de todos modos?

Seguía en la misma posición cuando Viktor salió del baño unos minutos después ya duchado, cayendo pequeñas gotas que acariciaban sus pectorales y abdomen, hasta encontrar su fin en el espacio entre sus piernas, tapado por una diminuta toalla.

―¿No te vas a mover?

―Estoy cómodo así, gracias.

Y era en parte verdad, aunque la verdadera razón era no mostrarle su falo erecto. Quizás hasta recibiera una burla, ya no estaba seguro de nada cuando de Viktor se trataba. O quizás solo era un exceso de orgullo de su parte, o una forma de no reclamarle por su egoísmo, ese que cada vez mostraba un poco más.

Se miraron a los ojos, aunque Yuuri continuaba con la mejilla presionada en la almohada. Celeste y chocolate se enfrentaron en una batalla silenciosa, en la que los ojos de Katsuki fueron los vencedores; no se sintió como una victoria, en todo caso.

El de pelo platinado suspiró mientras miraba al techo, la mano sobre el cuello, intentando calmar la tensión que de un momento a otro se había acumulado en esa zona.

―No creo que pueda verte este viernes. ―Y ahí estaba, nuevamente―. ¿Crees que podamos dejarlo para el lunes?

Yuuri lo siguió mirando, incrédulo de que le preguntara, cuando de todos modos el ruso sabía que no se negaría. Pero Yuuri ya había tomado una decisión.

―Claro…

Los ojos del ruso dejaron ver calidez, de esa que antaño recibía a montones.

―De verdad eres el mejor.

―Con una condición.

―La que sea.

―El lunes quiero ser yo quien te la meta.

Simple y directo. A sus casi veintiséis años, ya no quedaba rastro del Yuuri inocente que fue en su momento.

La carcajada del contrario no se dejó esperar, sin rastro de burla y, sin abandonar la jovialidad ―esa que solo se consigue luego de un buen polvo―, asintió conforme.

―Supongo que es lo justo.

Y a continuación hizo nuevamente algo que hizo flaquear un poco sus defensas: un corto beso fue dejado en sus labios, acompañado de un "te amo" susurrado quedamente cerca de su oído.

Luego se marchó.

Yuuri se quedó ahí, las lágrimas que había contenido desde ese beso cayendo libremente de sus ojos, mojando la almohada bajo él.

Era irónico. Volvía a recibir esas palabras, pero ya no estaba seguro de poder seguir correspondiéndolas.

Suspiró y se dio la vuelta, quedando tendido boca arriba, mientras acercaba su mano hacia la dolorosa erección. No debía pensar. Por ahora solo le interesaba solucionar ese problema.


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