¡Buenas! Antes de que empecéis a leer este fic me gustaría aclarar que estos personajes no son míos, se los he cogido prestados a Hayao Miyazaki por una buena causa. Lo hice con unos seis años, así que disculpadme por los posibles errores que pueda haber. Espero que disfrutéis al leerlo tanto o más que yo al escribirlo.
¡un saludo! :)
REENCUENTRO
El sonido del timbre que indicaba el final de las clases hizo que la muchacha se levantara de su asiento como un resorte y se precipitara hacia la salida entre toda la marabunta de estudiantes que hacían lo propio. Tenía prisa por llegar a casa, el cartero ya debía haber pasado. Se despidió atropelladamente de sus compañeras y echó a correr calle arriba hasta que llegó a su casa. El estilo tradicional japonés que le caracterizaba le recordaba tanto a aquel viejo edificio... Abrió el buzón con manos temblorosas y vació su contenido, explorando los remitentes de las cartas con nerviosismo. Suspiró y cerró la puertecita del buzón: una vez más, no había nada para ella en su interior.
Se descalzó en el recibidor y dejó sobre el armarito de la entrada el correo.
-¡Ya estoy en casa!- gritó sin hallar respuesta.
Sus padres aún debían estar en el trabajo. "Espero que no hayan engordado mucho" se sorprendió pensando la chica. Era sin duda una extraña reflexión, pero no tanto si se tenía en cuenta que había pasado muchos días pensando en ello cada minuto y, aún cuando el peligro hubo pasado, había continuado pensándolo dado que ya era un hábito para ella.
Casi le pareció ver a Lin apoyada contra el marco de la puerta de la cocina, sonriéndole mientras sostenía dos cuencos a rebosar de arroz y le instaba para que se diera prisa en terminar y pudieran comer. Pero Lin no estaba allí.
La muchacha suspiró y apartó la nota que había dejado su madre sobre la olla para servirse la comida, la cual devoró al instante. Miró con nostalgia el calendario que colgaba de la pared. Ya habían pasado cinco años desde su extraña aventura... Cinco años desde que se habían despedido y él había soltado su mano. Sacudió la cabeza, limpió el plato y subió a su habitación. Una exclamación escapó por entre sus labios cuando vio sobre la mesa de su escritorio un muñequito de papel.
Salió disparada a la calle, con los zapatos a medio poner, y se dirigió veloz como el rayo hacia la orilla del río. Había pasado todas las tardes allí sentada durante cinco años, esperando sin tener muy claro el qué. Sólo cuando hubo llegado se permitió parar, agacharse en el suelo apoyando las manos sobre las rodillas y respirar entrecortadamente, tratando de recuperar el aliento. Y al alzar la vista lo vio.
Estaba de pie en el río, avanzando hacia ella. La muchacha no pudo contenerse y echó a correr hacia él con los ojos cubiertos de lágrimas. Cuando se encontraron, se lanzó a sus brazos sin dudarlo, y él la rodeó con los suyos.
- Al fin te he encontrado, Chihiro.
- Ha pasado mucho tiempo, Haku- respondió ella entre sollozos.
- Ahora soy Kohaku ¿o es que ya no lo recuerdas? Tú me devolviste mi nombre.
Chihiro rompió a reír mientras unos gruesos lagrimones rodaban por sus sonrosadas mejillas. El espíritu del río las recogió con sus dedos, dejando sus manos reposar sobre aquellas mejillas que tanto había echado de menos. Se miraron intensamente durante unos segundos, y entonces el muchacho se inclinó y la besó suavemente en los labios.
